jueves, 29 de mayo de 2008

ALEJANDRO ROMUALDO POR ALBERTO ESCOBAR

Uno de los mejores críticos sobre poesía que ha tenido el Perú es sin duda Alberto Escobar, fino poeta también, injustamente olvidado en su faceta poética, entre sus muchos aportes como crítico literario, que duda cabe, se encuentra su Antología de la poesía peruana en dos tomos, donde incluye a Eguren, Vallejo, Moro, Eielson, Varela, Sologuren, Belli, Romualdo, Hinostroza, Ojeda, Verástegui, etc. A continuación transcribimos lo que escribió Escobar en 1973 sobre la poesía de Alejandro Romualdo:
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Aplaudida y censurada con apasionamiento, la obra poética de Alejandro Romualdo comprende un extenso ejercicio, con fases claramente discernibles. La torre de los alucinados, que mereció el Premio Nacional en 1949, ganó la inmediata consagración de su autor, quien se adhería al culto del vocablo sugerentemente calificado, para construir una transrealidad de origen rilkeano. Cantaba Romualdo, entonces, a personajes y objetos rescatados de la infancia, y contemplaba con melancólico desencanto la remodelación de ese mundo, una vez expuesto a los ojos del adulto. En el meollo de aquel libro, preñado de imágenes lujosas, fluía una visión del tiempo como factor recursivo, que escondía los primeros afectos, y se anunciaba como poder oscuro, ingobernable, la fuerza del amor. En su poética, las imágenes independientes funcionan, en asociación irracional, un efecto unitario cuya suntuosidad, idiomática y plástica, confería carácter específico al lenguaje y horizontes del autor. Los libros ulteriores: Cámara lenta (1950) y El Cuerpo que tú iluminas (1950-51) señalan una rápida evolución en la técnica e ideales estéticos. Su lenguaje enjoyado, deslumbrante, se acerca a una belleza próxima a la sencillez de la revelación, y factura una palabra que pretende sorprender la entraña de la realidad a través de su diversa y contradictoria apariencia. EL amor adquiere resonancia vital, eufórica, de solidaria exaltación, y de triunfo avasallante sobre el destino fugaz de aquello condenado al cambio permanente. Mar de Fondo y España Elemental (1952) anuncian un nuevo período en el proceso de Romualdo. El poeta cincela sus palabras, pero esta vez para cancelar el esplendor de colecciones anteriores; su meta es interna, persigue el adensamiento de la lengua total; concibe el poema como unidad ajustada, de arquitectura estricta, y por ello apela a formas tradicionales de la poesía española, e inserta en ellas una problemática que cuenta de su inicial asombro al descubrir el mundo y los seres que lo moran. España Elemental (1952) en la línea de los poemarios dedicados al pueblo español, exalta su presencia histórica en una instancia intemporal, es decir, en la suma de los valores humanos. Se ha operado ya un cambio decisivo en la actitud, las motivaciones y el instrumental de la poesía de Romualdo; el influjo de Vallejo lo guía en su osada búsqueda de efectos rítmicos, de contrastes repentinos, de disonancias expresivas, pero sobre todo en la construcción de las correlaciones y su control semántico y sonoro. La infancia, la melancolía del solitario, el descubrimiento del amor, la desposesión a que nos somete el tiempo, han sido preteridos; en modo igual abandona Romualdo la atmósfera mágica, su afecto por el signo exótico y la vaga melodía que articulaba la secuencia de su desvarío fantástico. Un afán de absoluta verdad, una búsqueda de fundamentos que expliquen la hazaña y la tragedia del hombre, empieza a acuciarlo. Poesía concreta (1952-54) inaugura un período cuya poética está expuesta en "A otra Cosa". El verso de Romualdo, templado y enriquecido, se torna militante; el gesto vital, enérgico, le insufla un dinamismo que fluye del encabalgamiento y la enumeración, recursos a los que suma la ruptura de sintagmas lexicalizados, y el atrevimiento desenvuelto —aprendido en Quevedo— con el que reinstala en la lengua una frescura que punza en la realidad y la recrea. El ritmo interior y la visión unitaria, inspirados en la herencia de Poemas Humanos, consiguen en esta poesía los mejores ecos de la revuelta estilística que impulsó Vallejo. Edición extraordinaria llevó la figura y la obra de Romualdo a una enconada e infeliz polémica periodística, a causa del desconcertante sesgo asumido por su poesía, si se le coteja con La Torre de los alucinados, mas no si se observa el paulatino quehacer de un poeta que sabe los límites del virtuosismo formal. Sin duda, este libro carece de la uniforme calidad que distingue a sus predecesores, pero de otra parte, es el ejemplo más visible del empeño con que Romualdo prosigue su difícil afán renovador, y su propósito de instrumentar un tipo de lenguaje y de motivaciones en concierto con la estética del realismo social. El uso de fuentes heterogéneas le permite experimentar en una línea que, entre nosotros, carece de precedentes, y que en su propia producción no ha alcanzado todavía la madurez que pudiera consagrarla. Si el prosaísmo es el riesgo que pende sobre esta poesía; su sentido oral, el presupuesto de un público específico y el anhelo de una palabra transparente y rotunda, son, en compensación, condiciones que apuntan a las posibilidades que se realizan en "Canto coral a Túpac Amaru", "Canción para volver a ser", y "El caballo o la piedra".

Durante el exilio en México, Romualdo publicó Como Dios manda, que es una instancia más elaborada de la visión poética que abrió con su Edición extraordinaria; pero que, aparte de un reordenamiento de las motivaciones que explicitan su diferente actitud ante la realidad, sólo consigue afinar el ya rico instrumental connotativo y rítmico de su verso. La crítica ha observado, sin embargo, que este es un libro puente que nos proyecta hacia una nueva estancia del arte de Romualdo; en efecto, en "Canto coral a pasó de agua mansa" empieza a resolverse la institución de un nuevo estatuto, para el conflicto generador que establecen realidad y poesía en la estética romualdiana. Muchos años atrás, en un texto titulado "Frente a frente" (1952) que figura en la colección Poesía concreta, Romualdo asumió los contrastes complementarios de unidades estróficas como un medio expresivo. En esta tendencia se va a inscribir el final hallazgo de un nuevo lenguaje poético, que se inspira en la relación dialéctica entre unidades completas (del más vario tipo, por su naturaleza, forma, o simbolismo) reguladas por un régimen de alteridad que se despliega sobre la base de una noción especial extensa, que desborda los límites del libro y reclama relaciones especiales significadoras, dentro del concepto integrador cuya revolución expresiva multiplica las lecturas posibles y postula la interacción de éstos como otra instancia simbólica. He ahí la novedad de "El movimiento y el sueño" imposible de seccionar o incluir en un libro del tipo de esta Antología, pero que fija además una coordenada temporal en su código sémico. La virtualidad renovadora del esfuerzo de Romualdo no tiene precedente en la poesía peruana: ello explica el desconcierto y la incredulidad que acabarán tan solo cuando aparezca ese "espacio, libre, abierto" que inaugura En la extensión de la palabra, de inminente publicación. De cualquier modo. Romualdo ha probado la inagotable fuerza de su genio poético, de su capacidad para adelantarse a la época.

© ANTOLOGÍA DE LA POESÍA PERUANA (TOMO I). LIMA: PEISA, 1973. p. 140-142. Prólogo, selección y notas de Alberto Escobar.

HOY (JUEVES 29 DE MAYO DE 2008) LA PRENSA PERUANA DICE:

Romualdo. La voz a ti debida por Pedro Escribano

La despedida del poeta por Carlos M. Sotomayor

Alejandro Romualdo, in memóriam por Enrique Planas

En silencio eterno por Tomacini Sinche López

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