Una tarde de nubes coloradas y
árboles de sombra azul
(Cuentos)
JAVIER
FARFÁN CEDRÓN
Editorial: Gobierno Regional de
Cajamarca
Cajamarca-Perú. 64 págs.
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Es poco probable que tratemos de
encontrar en el presente libro ilaciones, acaso, de corte confesional; mucho
menos esa fantasía andina, mítica, del lugar de donde se gestaron
(literariamente hablando), estos veintisiete relatos.
Ganador del Premio Vanguardia Literaria
2017, por el cuento “Una tarde de
nubes coloradas y árboles de sombra azul” ―que da título al volumen―,
organizado por el Gobierno Regional de Cajamarca, en Perú, Javier Farfán Cedrón
ha merecido también una Mención Honrosa en el Concurso Nacional “Huauco de Oro
2017”, por el relato “Travesía en station wagon”; el Primer Puesto y dos
menciones honrosas en el Concurso de Cuentos UPN Cajamarca (2004), por “Claro
de Luna”, “Una noche cualquiera” y “Polvo de oro”, respectivamente. En su haber
tiene ya publicados dos libros de cuentos. En el anterior: En el reino del sol moribundo (Lima, Magreb, 2011), reza la
contratapa:
“Un desencantado personaje
hipersensible recorre sus páginas como queriendo develar espectros moviéndose
en esa confabulación lechosa de principios de la mañana, cuando los pasos de un
corredor nos llevan por esa senda por la cual hay que trotar por el hecho de trotar,
sin ningún fin previsto (...)
En
el reino del sol moribundo es una auto búsqueda y es también la
fotografía del sacrificio de viajar con la ansiedad de un conductor perseguido,
herido mortalmente, quien escapa y agoniza al timón antes de colapsar contra la
pared para romper la frontera final del ser. Búsqueda de identidad en un mundo
perdido; frontispicio escénico en contrapunto que el maquinador de este volumen
encontró vagando por algún libro, no importa que sea propio o ajeno y que da la
última estocada, cortando carne y hueso en los inventados lectores (...)[1]
El autor de relatos como: “Ensayo sobre
Hemingway”, “Notes from the underground or diary of an underground writer”, “Story
with translation or the man who never drank champagne”, o “Ruidos ajenos”, ha
obtenido un MBA en University College Dublin, Irlanda y fue Becado por el
American Field Service (AFS) en calidad de Embajador Intercultural (New York),
además de haberse adjudicado una especialidad en Literatura Inglesa, en Flagler
College, universidad norteamericana.
Javier Farfán Cedrón, en Una tarde de nubes coloradas y árboles de
sombra azul ha escogido la voz omnipotente entretejida de atmósferas, de
viñetas paisajísticas; a lo largo de las cuales, pasean, sombras bondadosas,
ríos novelados, mares inextinguibles de que están construidas las múltiples
historias que diariamente los seres terrenales evidenciamos. Incluso, en un
pequeño lapso rutinario; aun en un parpadeo que nos abre a otra ventana, la de la
enunciación del mundo.
La realidad no está ‘aparte’; la
palpamos, la respiramos, asistiendo como lectores activos, comprometidos con
que la lectura persiga una serie de desenlaces. Esto, según los resquicios o
espacios temporales se vayan dando paralelamente en la atmósfera creada y en la
vida de quien la va ―redundemos―, narrando;
mientras lee su propio día, su unísono recuerdo, su lento desasosiego: mapa
destinado. Tarot desdichado con que nos sortea a su suerte el albur que nos
toque.
Aquel hado. Dos señores maduros de gabardina
mirando de perfil, sobre una banca del parque; aquel mundo ahogado en una
pecera tecnológica, donde cada movimiento se registra en las redes sociales,
como lo visionara George Orwell en su novela 1984. Mundo rutinario, donde la lenta hojarasca va exteriorizando
la flora intacta del otoño. Miran el perfil de una muchacha en bicicleta. Se
desvanece el esqueleto reseco de una hoja y las primeras gotas de un invierno,
tardo, metálico, derriten las narices de zanahoria de aquellos seres
innombrables, camuflándose en la lenta agonía acostumbrada.
Personajes que han perdido la cabeza,
que se sostienen de lo ocurrido en el acto ficticio de acaecer mientras un
lector atento “los narra”. Se
deslizan por el desván oxidado de la memoria. Devanean gestuales improntas,
muecas hórridas y vituperan lo que les ocurre; lo censuran, aun siendo
protagonistas de la historia que encarnan los mismos.
Lejos de la parábola, aquí, en este mejor lugar para estar en casa, lo que
vemos es la aleccionadora realidad, que nos muestra una berenjena cocida, sobre
la que se han posado, con la miel de un bodegón hiperrealista, dos clavos de
olor, un trozo de canela y azúcar al gusto, colocados en la vianda que
alimentará al barbado atemporal. Para que les imputemos nombre de espectros,
serios protagonistas de una paradoja indescriptible; recuerdo quedo, el que más
se nos plazca, según suceda lo que suceda.
La realidad esgrimiendo sus recursos,
paso a paso; crudelísima o prístina a veces. Bajo la oquedad de la sopa
nocturna, neón, va llorando la madre extraviada en un mar de luces al ascender
al valle de plañideras álgidas, ánimas de arena. Padre dijo que no demoraría. Y tú, trágate la espina necesaria.
Mediante la técnica del iceberg, el autor
de “Una tarde de nubes coloradas y
árboles de sombra azul”, no ha escogido a un narrador omnisciente adrede. Desluce
lo nocturno, opaca lo luminoso; ensaya, como el pintor con la técnica del sfumato, una neblinosa idea de lo que
ocurre. Parte de una realidad que puede suceder en algunas vidas desdichadas,
barniza las escenas; las resquebraja; va dejando cabos sueltos que al final, o
nunca ocurren d e s e n l a z a r s e,
o se desenlazan en la historia personal del lector activo, aquel asistido a un
concierto para cuerdas con la orquestación más larga de la historia. Y en la
dicha de la música se envuelva, quizás, el alma benigna de los ángeles ilesos.
El hilo conductor de los veintisiete
relatos que integran Una tarde de nubes
coloradas y árboles de sombra azul es el calmo desasosiego de un dios
narrador que se entromete como los trinos, hacia las primeras horas de la
mañana, a los oídos del lector, avivándolo de dicha. Se irá desvelando el
conjunto de historias, como quien se pela una fruta, desvaneciéndose en los
días regados que siempre se renuevan; porque cada ser humano tiene siempre en
un pie la esperanza, el arco templado de las decisiones, de que mañana, casi
siempre, es un nuevo día.
Los personajes que coexisten en este
atajo ficticio, raras veces poseen un nombre que los corone como seres reales o
sombras viajeras. Se trata de personas inventadas a r q u i t e c t u r a n d o
una cara real, en su aparente agonía interna; que lejos de encender la llama
del desasosiego, impostan en los destinos que construyen, un hálito vital, ávido de voltear la página
y tachonar a lágrima batiente, el plúmbeo pasado; dejando sobre el desván,
todas las penurias con que nos adjudica la vida, para ser nombrada como tal.
No resultaría infructuoso afirmar que
el volumen de relatos Una tarde de nubes
coloradas y árboles de sombra azul, de Javier Farfán Cedrón, está compuesto
por una atmósfera real. Compone un anecdotario vital en el que las situaciones
más triviales se convierten en hechos serios; a veces hasta crueles, con que la
vida nos remunera o mezquina. Ficciones serenas, que el narrador esgrime con
destreza y pulcritud lo acaecido, pero que también calla lo sentido, con
necesaria economía léxica o generosidad imaginérica. Historias calando en los
sueños, que son deseos insatisfechos. Un mítico rumor avasallante de finales
abiertos en donde la polifonía de sus personajes (hablan todos, muchos o nadie
a la vez) se trepa en lo contado; de tal manera que nadie escapa a la ironía,
al ejercicio melancólico, tanto como omnisciente, de esperar en una banca del
parque, a ver si alguien toma cuenta del pasaporte necesario para el gran viaje
fantasma y a la vez maravilloso de la literatura.
[1] Javier Farfán Cedrón. En el
reino del sol moribundo. Lima, Magreb (2011). 82 págs. Texto
contracarátula.
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