Un elemento indispensable en la historia de la vanguardia latinoamericana es la contribución de Zsigmond Remenyik (1900-1962) quien participa en los años 1920 en la vanguardia húngara exiliada en Viena y luego –como tantos otros autores de Hungría, tales como Sándor Lénart, Tamás Kabdebó, Béla Andaházi (padre de Federico Andahazi), György Ferdinandy (el autor de L’oevre hispanoamericaine de Zsigmond Remenyik Strasbourg, 1969)– parte no sólo de su patria sino del continente y recorre Latinoamérica (Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Bolivia) porque, como dice: “Casi no tenía nada que perder, por falta de considerables bienes terrenales arriesgué entonces sólo mi juventud, mi fuerza, mi entusiasmo, casi digo, mi cuerpo…” (11). En Chile (donde es conocido como Segismundo Remenyik) se adhiere a un grupo vanguardista y firma en Valparaíso uno de los primeros manifiestos vanguardistas chilenos, “Rosa Náutica”, publicado en 1922 en el único número de la revista Antena: Hoja vanguardista. Entre los miembros de ese grupo se figuran varias nacionalidades, pero en su mayoría representa la vanguardia chilena. Vicente Huidobro, Joaquín Edwards Bello, Guillermo de Torre, Jorge Luis Borges, Norah Borges, Manuel Maples Arce, además de Neftalí Agrella, Julio Walton, Martín Brunster, Jacobo Nazaré, Salvador Reyes, A. Rojas Giménez, Rafael Yépez Alvear, Alfonso León de la Barra, Próspero Rivas, Pablo Christi, Francisco Carocca, Carlos Ramírez B. Eugenio Silva, René Silva, Julio Serey, Carlos Toro Vega, Ramón García y Boente, Gustavo Duval, Marko Smirnoff, Ramón Corujedo, R. Hurtado, Oscar Chávez, Humberto Coriolanni, y Fernando García Oldini firman el manifiesto. Entre ellos se destaca la figura de Neftalí Agrella, porque su nombre será incluido en otro texto de Remenyik, “Los juicios del dios Agrella” (1929), un manuscrito de 107 páginas incluido en este tomo.
Por primera vez aparecen publicadas estos textos en un tomo junto a “Las tres tragedias del lamparero alucinado” al que alude el título del libro que lleva una breve introducción de Juan Manuel Bonet. Rescatando la obra Remenyikiana del olvido para el público hispanoparlante Lászlo Scholz –quien ha escrito extensamente sobre Remenyik– preparó la edición y el prólogo que contextualiza la obra del autor. Remenyik, autor de “más de treinta obras narrativas y dramáticas” (Scholz, Prólogo) es conocido en Hungría, pero mucho menos en Latinoamérica. El único artículo que lo menciona es de Saúl Yurkievich sobre “Rosa Náutica” que apareció en Bulletin de la Faculté de Lettres de Strasbourg en 1968 (46: 649-55). Posteriormente, Nelson Osorio le dedica tres páginas a la “Rosa Náutica” en Manifiestos, proclamas y polémicas de la vanguardia literaria hispanoamericana (119-21).
El primer documento que se incluye en el volumen que el/la lector/a tiene entre manos es la legendaria “Rosa Náutica” con una imagen faxímile del original que también contiene un grabado del compatriota de Remenyik, Sándor Bortnyik. Siguen las “tres epopeyas” (según las especifica el mismo autor), de la obra evocada en el título, “Las tres tragedias del lamparero alucinado” (1922) que ha tenido una reverberación intertextual en el libro publicado en 1936 con el mismo título, El lamparero alucinado, del poeta chileno, Victoriano Vicario (1911-1966).
Las tres tragedias del lamparero alucinado de Remenyik consiste de tres partes, “La tentación de los asesinos!” [sic], seguido por “La Angustia!” y finalmente por “Los muertos de la mañana!” También forman parte de las unidades de Las tres tragedias… unos poemas que se titulan “Carteles”: el “Cartel No III” corresponde a “La tentación de los asesinos!,” el “Cartel No IV” a “La Angustia!” y el “Cartel No V” a “Los muertos de la mañana!”. En añadidura, se encuentra el “Cartel No VI “cartel especial y anexo,” que resuelve el misterio de la identidad del lamparero alucinado: “Ved, aquí viene el lamparero alucinado! / Yo soy el lamparero ese![sic]” (91). En los poemas que conforman Las tres tragedias… el yo lírico oscila entre tercera y primera persona de la modalidad confesional. Los versos que abren “La tentación de los asesinos!” “había venido de tierras lejanas / perdiendo a menudo al salir de ellas las luces sin / dejar huellas tras de sus pasos” (29) presentan a un protagonista, a quien se le refiere como “él” recurriendo a la modalidad narrativa. En cambio en las dos otras “tragedias” se intercambian el ‘yo’ y el ‘nosotros’. En vena surrealista se retratan los horrores de la existencia urbana enfocándose en la violencia (“…de su pecho arrebatado sacó su pulmón e hígado y sus tripas sucias” (37) y en el sufrimiento “y vio los ahorcados / los de cuerpos verdes / y dedos de azúcar” (39). La lámpara “alucinante de [mi] arte” (92) es lo único que es capaz de neutralizar la angustia: “un HONOR!! / leal y sano / bello y orgulloso / en el arte!” (83).
La última obra incluida en el volumen se titula “Los juicios del dios Agrélla!” [sic], terminada en 1929, tres años después de su regreso a Hungría. Es la primera vez que aparece publicada en castellano, una versión breve se ha publicado en húngaro (1938) y luego el texto entero bajo el título, “Agrella emléke” (La memoria de Agrella), traducido por el mismo autor (Scholz, L. “Historia y ficción en Los juicios del dios Agrélla de Zsigmond Remenyik.” Palimpszeszt 8, 2005). Es un texto que consiste en 92 capítulos, una especie de mosaico fragmentado de la ciudad de Valparaíso, sobre todo de sus facetas menos atractivas pero muy reales, de la vida de los elementos ambulantes “que trabajan en el puertó i se alojan en establós o por lás callés” [sic] (144). El título alude a Neftalí Agrella, al “poeta i filosofó vagabundó” (196) cuya “necrología y biografía” (Scholz) toma cuerpo en el texto escrito en 1929, excepto que el poeta Agrella no ha muerto hasta 1957, de modo que esta necrología es apócrifa. El valor documental de esta obra consiste en que es una de las primeras descripciones del entorno del grupo vanguardista de Valparaíso.
En conclusión, este libro editado por László Scholz –además de presentar al público lector un texto poético singular de la vanguardia latinoamericana– se le debe por haber rescatado este texto de la obscuridad aparente. A la vez, Scholz también se destaca como prologuista del volumen complementando la nota introductoria de Juan Manuel Bonet.
SILVIA NAGY-ZEKMI
Villanova University
Fuente: Revista Iberoamericana, Vol. LXXVII, Número 235, abril/junio 2011.
PD: en 2016 la editorial chilena Ediciones del Caxicóndor. publicó una nueva edición de Las tres tragedias del lamparero alucinado con un Postfacio de Cristián Olivos Bravo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario