miércoles, 7 de febrero de 2018

La Escuela de la Soledad y Gran Jefe un Lado del Cielo por Luis Hernández

La escuela de la soledad. Luis Hernández. Trans. Anthony Geist. Chicago: Swan Isle Press, 2015. 167 páginas.

Gran Jefe un Lado del Cielo. Luis Hernández. Edición de Luis Fernando Chueca. Madrid: Esto no es Berlín ediciones, 2017. 174 páginas.

La reciente publicación de dos antologías de poesía de Luis Hernández arroja luz sobre una voz esencial de la poesía peruana de mediados del siglo XX que había sido ignorada en gran medida. Perteneciente a la llamada Generación de 1960, que incluye a otros importantes poetas como Antonio Cisneros y Rodolfo Hinostroza, Hernández renovó la poesía peruana en ese momento, dotándola de una nueva y audaz vitalidad expresiva.

Nacido en Lima en 1941, Hernández ha sido una figura de culto en Perú durante bastante tiempo. Las escasas ediciones de su poesía, su fama de poeta excéntrico e irreverente y su misteriosa muerte en una vía férrea en las afueras de Buenos Aires en 1977 lo convirtieron en una leyenda. Profundizar en su poesía es como jugar al escondite, lleno de acertijos y acertijos creados por un joven eterno, travieso e iconoclasta. Médico de profesión, Hernández hizo de la poesía, la música y el estilo de vida bohemio los ejes de su existencia. A lo largo de su vida, solo publicó tres libros de poesía: Orilla (1961), Charlie Melnik (1962) y Las constelaciones(1965); pero fue suficiente para cautivar a un gran número de lectores y cultivar su leyenda. En la poesía de Hernández, la ciudad es una imagen recurrente: desde su perspectiva, Lima es un lugar imaginario y fantasmal, pero aún es reconocible para cualquiera que esté familiarizado con la ciudad.

Del mismo modo, el mar es uno de los escenarios favoritos de este poeta. Es un fondo, a menudo nebuloso para la figura poética solitaria, dolorida y melancólica, como se ve en "Soy Luisito Hernández". En la poesía de Hernández, la marginalidad y la angustia van de la mano una y otra vez, dando como resultado una expresión poética que se mueve fácilmente entre la alta cultura y la cultura popular. Como resultado, el lenguaje de la calle encuentra un terreno común con referencias poéticas en latín, francés o alemán, similar a la forma en que Debussy o Chopin se encuentran en un campo de juego nivelado con una melodía de los Beatles. Tal irreverencia fue malentendida en los años 60, pero forjó un nuevo camino expresivo para los futuros poetas peruanos. Tal es el caso, por ejemplo, de "Ezra Pound: cenizas y silicio".

Gracias a la poesía de Hernández, la juventud se vive libremente, maliciosamente, siempre cuestionando la autoridad; por lo tanto, el humor y la irreverencia lúdica que expresa el espíritu de rebelión de los años 60 juegan un papel importante en su expresividad poética. Además, la música es una referencia constante que posee no solo la virtud de la purificación, sino también el poder de recrear la inocencia y la humanidad. Tal es el caso de "A un suicida en una piscina", un poema de lirismo elevado dedicado a Brian Jones, miembro fundador de The Rolling Stones.

El tercer libro de Hernández, "Las Constelaciones", es quizás su mejor logro. Aquí, las estrellas representan la soledad y el narcisismo del poeta, que se retratan en un lenguaje inquisitivo, enigmático y personal, rico en poder expresivo y cargado de singular emoción al honrar figuras admirables como Beethoven, Chopin y Ezra Pound. A pesar de la madurez poética de este libro y tal vez desanimado por la mala recepción crítica de sus libros, Hernández abandonaría la publicación formal de su poesía después de este tercer volumen. En cambio, optó por escribir en cuadernos holográficos, usando rotuladores multicolores, empleando una caligrafía cuidadosa y precisa, e ilustrando sus textos con diversos dibujos. Como era propenso a regalarlas a amigos y extraños, no se sabe cuántos cuadernos produjo. Algunos han calculado que existen unos 70, que muestran reiteraciones de los nombres del pianista Shelley Alvarez, Billy the Kid, o el indio Gran Jefe Un Lado del Cielo, todos los cuales son alter-egos del poeta. El rasgo común entre ellos es su soledad y sensibilidad pronunciada.

Gran Jefe es probablemente el personaje más desarrollado entre ellos. Se caracteriza por su existencia nómada en las praderas occidentales de los Estados Unidos, su exilio en Lima, su inclinación contemplativa y su poderosa ternura. Gran Jefe adora la cultura clásica y nocturna, y posee una capacidad prodigiosa para la contemplación. Un complemento ideal para este personaje es Shelley Alvarez, un pianista trotamundos, que siempre está buscando un lugar para tocar su piano y expresar su amor.

Tanto la antología bilingüe de la poesía de Hernández, The School of Solitude, finamente traducida por Anthony Geist, como el libro Gran Jefe Un Lado del Cielo, que incluye un lúcido prólogo de Luis Fernando Chueca, son libros que merecen la aclamación entusiasta. Estos volúmenes no solo proporcionarán un amplio acceso a la poesía de Luis Hernández, sino que también abrirán la puerta a un lirismo original y versátil que merezca una mayor atención crítica.

César Ferreira 
Universidad de Wisconsin-Milwaukee

Fuente: http://www.latinamericanliteraturetoday.org/en/2018/february/school-solitude-and-gran-jefe-un-lado-del-cielo-luis-hernández

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