miércoles, 28 de marzo de 2018

Retrato & metaficción de la Lima de los 60s en El año de Los Saicos de Patrick Rosas, Por Roger Santiváñez

Patrick Rosas (Lima 1947) es un escritor peruano perteneciente a la generación del 70 quien se instaló en Francia en 1976, y desde allí ha venido creando una singular obra literaria que alcanza los doce títulos, entre los que podemos destacar -en poesía-  Las claves ocultas & otros poemas (1981) y la novela Entre el estrago del combate mudo (2015). Ahora nos entrega El año de Los Saicos (Ed. La huerta grande, Madrid 2017) novela que motiva este breve comentario.
       Para comenzar diremos que el título podría resultar engañoso. Es decir, el lector pensaría que se trata de un texto sobre la etapa inicial de la famosa banda de rock Los Saicos -considerada por la crítica internacional como una especie de brote precursor del punk ocurrido en el barrio de Lince, sito en la capital del Perú a mediados de los 60s- pero desde las primeras páginas del libro nos percatamos que se trata de una muy otra cosa. En efecto, estamos ante la historia de una familia de la pituquería limeña (voz popular que se refiere a la clase dominante del país) en el contexto de la sociedad peruana en el año de 1964, en pleno apogeo de la hegemonía oligárquica, antes de la Reforma Agraria del gobierno de Velasco que liquidó aquel predominio casi feudal. Fue el año también de la formación de Los Saicos (hay un par de escenas en las que -tangencialmente- aparece la banda) y así queda justificado el nombre de la novela.
       La historia de la familia de Xavier Noboa (abogado y ex senador, miembro del partido de Manuel Prado, ex presidente) junto a su esposa Michi y su hijo adolescente Xavi se nos relata en un directo y perfilado estilo, configurado a través de una metaficción según la cual el menor hijo de la pareja le narra la trama al narrador, quien -a su vez- nos la va contando a nosotros a lo largo de todo el texto. Ambos -Xavi y el narrador- han sido compañeros de estudios en el colegio La Recoleta y de allí su amistad. El meollo del asunto gira en torno a la llegada de Ana Huamán, procedente de su pueblo Despeñaperros en la sierra andina central, a trabajar en el hogar de los Noboa, sito en el Pasaje Inclán, centro de Lima a escasas cuadras de La Colmena. Ana es una hermosa y sensual joven (una rica chola -como la llaman los muchachos de la collera del barrio de Xavi) ante cuya belleza todo el mundo cae subyugado; y para lo que nos interesa en el plot de la novela: principalmente el hijo de los Noboa. Pero Xavi no sabe o no puede conquistar a Ana, quien lo rechaza abiertamente; y a partir de allí el muchacho va a desarrollar un encono hacia ella que será decisivo para el trágico desenlace final de la historia.
       Con toda esta situación planteada, el narrador va a explayarse presentándonos un logrado cuadro de los habitantes de Lima en el marco temporal de la novela. Modos, costumbres, tics, giros coloquiales de la pituquería (y de personajes de otras clases que se relacionan a ella) se nos presentan con fidedigno realismo pero tocados por un cierto halo sarcástico con que el narrador parece solazarse y enfilar así su crítica rotunda a esa burguesía oligárquica, cuyo mundo (la sociedad peruana) les semeja una suerte de paraíso en donde el pueblo -los cholos e indios- permanecen sojuzgados y a su entera y exclusiva disposición. Pero dicho paraíso empieza a hacer crack cuando una de las amigas de Michi de Noboa intenta suicidarse por un affaire amoroso que bordea el escándalo, o cuando Xavier Noboa embaraza a su secretaria; igual cuando Michi se involucra sexualmente con el italiano pobre dueño de la cochera donde guarda su carro, o cuando Lucas -primo hermano de Xavi que ha llegado a vivir temporalmente al hogar de los Noboa- (siendo esto muy importante para la trama) conquista y embaraza a la hermosura andina Ana Huamán, empleada de la casa.
       Este personaje -Lucas- es quizá el más emblemático de la novela, toda vez que encarna uno de los modos de ser de la juventud de los 60s, no sólo en el Perú sino en toda Latinoamérica: la militancia guerrillera guevarista surgida tras el triunfo de Fidel Castro y la Revolución cubana en 1959. Claro que el tono sarcástico del autor cuestiona dicha condición en un pituco como Lucas, pero, de todos modos, el trazado del personaje y su entorno comprometido sirve a Patrick Rosas para darnos una idea -digamos- de su filiación ideológica, sobre todo -por ejemplo- en los diálogos acerca de la religión que sostiene con Ana Huamán, donde es claro el cuestionamiento frontal al catolicismo imperante en la sociedad peruana.
       Respecto al estilo del autor me interesa resaltar algunos de sus rasgos. Por ejemplo: su manejo del modo de pensar pituco de aquella época, muy bien insertado en el discurso narrativo. Leamos: “ninguna limeña decente caminaba más de una cuadra” (tenía que ir en auto sino era una indignidad). La calidad descriptiva con cierta resonancia de raigambre expresionista muy ad-hoc para Lima: “Una noche aguada, pegajosa, mezclando su piel con el fulgor amarillento y sucio de los faroles sobaba la fachada del Hotel Bolívar”. O esta otra, más efectiva: “Un olor a fritanga se disputa el aire con un olor a monóxido de carbono y a querosén quemado y de algún lugar detrás de las paredes escamosas de los callejones llegan a sus oídos acordes de música andina y de alguna polquita criolla”. Haciendo uso del giro coloquial, el autor nos retrata el acendrado racismo de la pituquería (y que atraviesa toda la escala social en el Perú). Cuando los chicos de la collera de Xavi se enteran de que “se ha templado de su servilleta” uno de ellos acota burlonamente: “-Pucha tus hijos van a oler a llama”.
       Algunos personajes reales de la Lima de entonces desfilan en la novela, con o sin sus nombres; entre los que podemos reconocer: Sebastián Salazar Bondy, Carlos Aítor Castillo, Ofelia Woloshín, César Calvo, Chabuca Granda, Coco Satui; así como visibles apellidos de la pituquería como Nicolini, Isola, Marsano, Rossi, Ladrón de Guevara, Simich Montero, etc. O barrios del centro: Malambito. Bares: el Bransa, el Mario (reconocibles por lo menos hasta la década de los 80s). Tipos de origen popular como el negro Bomba que aparece (realmente lo era) como guardián del burdel de la Avenida México -famoso lupanar de Lima hasta los 60s- y también incitador y causa de la mortandad habida en el Estadio Nacional en mayo de 1964. Y por supuesto Los Saicos pero -como queda dicho- de refilón para usar un vocablo del argot, de acuerdo a ciertas partes de la novela, expresiones en las que el autor parece deleitarse: de la pitriquimangansúa verbigracia. Por supuesto que también aparecen Larco, La Tiendecita Blanca o el legendario Dávory de San Isidro, a través de las incursiones de los personajes a estas modernas zonas en la Lima de los 60s, pero son eso: incursiones, ya que los Noboa todavía vivían en el centro como mucha de la pituquería oligárquica de aquellos tiempos.
       La trama final de la novela se define cuando Lucas -tras un episodio fugaz con Laura Rivera, una mujer mayor que él- se reencuentra con Pilar Plaza, joven pituca como él, con quien tiene que casarse -según la ley social de la época- por haber tenido relaciones sexuales con ella. Ana Huamán entra en desesperación y huye de la casa, volviendo a su lejano pueblo andino donde poco después será víctima de la situación desencadenada.  Supuestamente Xavi quiere secuestrar a la muchacha para evitar que haga problemas al matrimonio de Lucas y Pilar y ha convencido a su tío Ricardo -capitán de la marina- para viajar hasta Despeñaperros (otra muestra del sarcasmo del autor en el nombramiento de dicho pueblo) a buscar a la chica y donde sucederá la última escena.
       El remate final del libro podría parecer -a primera vista- un exabrupto, pero pienso que -en última instancia- está narrativamente justificado como una salida para concluir la novela y es coherente a la condición social -y a los modos de sentir y percibir el mundo- de los tres protagonistas de la escena. En suma, se trata de una excelente novela que -cumpliendo la manera estilística en que fue concebida- brinda el retrato fiel de un país de Sudamérica frisando los años 1960s de nuestra convulsionada historia.

[Orillas nevadas del río Cooper, Collingswood, New Jersey South, marzo de 2018]

lunes, 26 de marzo de 2018

"Fundido encadenado" de Rolando Revagliatti: 2da. edición-e corregida


Se encuentra disponible gratuitamente para ser leída, impresa o incorporada a bibliotecas virtuales, la segunda edición electrónica corregida en PDF y en versión FLIP (Libro Flash), del poemario “Fundido encadenado” de Rolando Revagliatti. Hemos agregado links recíprocos (de ida y vuelta desde el índice a los poemas y viceversa) para una navegación más cómoda por el documento. El diseño integral y la diagramación es de Patricia L. Boero.

Puede descargarse en:

http://www.revagliatti.com/fundido.html

Rolando Revagliatti es colaborador principal de Sol negro. Nació el 14 de abril de 1945 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Publicó en soporte papel dos volúmenes con cuentos y relatos, uno con su dramaturgia y quince poemarios, los que, además de cuatro poemarios inéditos en soporte papel, cuentan con ediciones-e disponibles gratuitamente para su lectura o impresión en www.revagliatti.com

Seminario – Taller de poesía con Romina Freschi


Los poemas no son objetos de consumo comunes que pueden leerse en serie, sino que justamente buscan la particularidad máxima para lograr eso tan difícil: decir realmente (¿qué dice un poema?)..

En este seminario propongo compartir la lectura de algunos textos que marcaron mi manera de pensar la poesía, y en los que encontré, como lectora curiosa y ávida, modos de mirar y procedimientos sorprendentes, viajes imposibles, e interlocutores amados. Algunos de esos textos  son múltiplemente citados por variedad de artistas y críticos, otros han sido catalogados de manera peyorativa: díficiles, ingenuos, anticuados, e incluso feos, en su momento y también desde el presente,  pero al mismo tiempo, han sido definitorios no solo para mí sino para diferentes fases de la poesía moderna y tienen influencia o dialogan en nuestra escritura más contemporánea.

Así este seminario se propone como una herramienta para la lectura (y escritura) de poesía a través del recorrido concreto y grupal sobre los textos, poniendo el acento en aquello que cada uno, en su infinita particularidad, propone.

Modalidad: taller de lectura y escritura. A partir de las lectura particulares para cada clase se harán propuestas de escritura.

Clase 1 – Sábado 7 de abril

Imágenes de la poesía / El amor, la mujer y la noche. Artes Poéticas

Clase 2 – Sábado 14

Poesía Maldita / La calle y el sueño

Clase 3 – Sábado 21

Barro barroso y barroco / Acrobacia y realidades

Clase 4 – Sábado 28

Lo breve / Una teoría del haiku

Clase 5 – Sábado 5 de mayo

Animales fantásticos

Autores

Rubén Darío – Delmira Agustini – José Martí – Oliverio Girondo – Stephane Mallarmé – Arthur Rimbaud – Paul Verlaine – Alejandra Pizarnik- Blanca Varela – Roberto Echavarren – Néstor Perlongher – Marosa Di Giorgio – Matsuo Basho

Coordina Romina Freschi –  Estudió Letras en la UBA. Es docente de escritura y literatura en ámbitos universitarios y de creación. En investigación, se dedica al estudio de, entre otros temas, las obras de Néstor Perlongher, Juana Inés de la Cruz, Delmira Agustini, desde el imaginario crítico y el dispositivo barroco en relación con la configuración de los géneros, los procedimientos y las sexualidades. Ha indagado en la performance  y la plástica. En edición, realizó distintas experiencias artesanales como los sitios web de Plebella contemporánea, pájaros locos, zapatos rotos, más las editoriales Arte Plegable y pagárosló editora. Y publicó los siguientes libros de poesía: Soleros (1997), Redondel (1998), Entremezcales (2000), El-pE-Yo (2003), Marea de Aceite de Ballenas (2012), Juntas (2014), Todas cuerdas (2017). En 2015 se publicó su Libro Có(s)mico que reúne publicaciones previas e inéditas. En 2016 salió Eco del Parque en el marco del proyecto Juana Ramírez, el cual integra y donde desarrolla labores de edición audiovisual y literaria. 

Días:

Comienza el sábado 7 de abril

Sábados de abril y sábado 5 de mayo

Horario:  16:00

Inversión: $200

Por las 5 clases: $900

Inscripciones: 

mosquitodragona@gmail.com

domingo, 18 de marzo de 2018

3 poemas de Guillotina Hernández



Guillotina Hernández (Cd. Juárez, Chih, México, 1994). Es un individuo que ha intentado “comer de todo” dentro del área de humanidades (teatro, Literatura, Historia). En 2014 realizó el texto dramático “Este título fue acribillado” que cerró el Festival de Teatro de la Ciudad, montaje a cargo de Hybris Teatro.  Ha participado en diversos talleres literarios como Tinta Roja y Lugares Comuness, entre otros. Entre sus proyectos personales se encuentra la creación de un fanzine llamado “Zeptentrión”. Actualmente experimenta con la escritura creativa, en la promoción de eventos culturales independientes; también forma parte del colectivo de teatro callejero de crítica social “Sfondo di Merda” fundado en 2015 y coordina el fanzine “Laboratorio Klandestino”.


Mr. Reeves

Soñé que Keanu Reeves se moría
lo supimos por las noticias
en una acrobacia, mientras filmaban Matrix 4.
mis padres se llenaron de lágrimas,
hicieron una carne asada en su honor
con salchichas para asar, rojas fosforescentes
rojo violento, como la sangre derramada
que Keanu Reeves tuvo al caerse
voy a la panadería y pienso en la muerte
¿qué soy en la memoria de todos?
no saldré en los noticieros cuando muera
no soy Keanu Reeves
por eso vuelvo a casa y busco mi nombre en Google
para darme cuenta de que aparece mi foto y mi dirección
soy conocido por desconocidos
y eso me da paranoia
ahora cuando duermo oigo pasos cada hora
no puedo ya ni orinar solo
porque alguien me mira de la regadera
bueno fuera si es un fantasma
pero yo sé que es alguien vivo
que se oculta en la casa
y no solo en la mía.
Ojalá y yo fuera Keanu Reeves
o Will Smith o Robert de Niro
Para poder publicar en TV y Notas
que hay un intruso en mi casa.
Ojalá y mejor yo fuera el intruso
Para no tener miedo de los intrusos…


Ambrosia Martínez es terrorista del nuevo siglo.

Le da “me divierte” a estados solemnes, se masturba con selfies de preparatorianas que no tiene agregadas. Se pasea por las calles del centro buscando drogadictos para avisarle a la policía, roba ropa de segunda mano y donas que cuestan un peso, en el autobús le pone el pie a las embarazadas, hace chistes de paralíticos. Finge estar dormida cuando llaman a su puerta, sobre todo a su abuela que tiene una pierna, trabaja en la maquiladora en recursos humanos, se mete al baño tres horas cuando hay contrataciones, pone el seguro y se sienta en el escusado, dice que tiene problemas de estreñimiento, aunque su digestión sea la mejor del norte. Le dedica las tres horas a reportar blogs de literatura desde su celular; odia el rock y el rap y el trap y la clásica y todo lo que se llame música, odia el arte y las escuelas de humanidades, odia a los jóvenes, odia la literatura, el único libro que le gusta es la biografía de Mussolini, de él tiene posters y figuras coleccionables que a veces saca de madrugada en el balcón de su casa, mientras ondea una bandera diseñada por ella, de un país imaginario con un gobierno imaginario, grita consignas en un idioma imaginario y le dispara a los gatos con su rifle de postas. Ambrosia Martínez, ¿qué fue de ella?, supe que salió en el periódico, en una camilla bajo una cobija blanca y que los forenses registraban su casa.


Parque acuático

Parque acuático/ ¿faros?
¡Faros! / Sin filtro
Espejismos en el borde
palomas y martillos
sobre las trizas, doritos, muelas de cemento
la carne asada llena de aserrín
marinados los cuerpos de piscina
dos mandíbulas tragan orina
las sustancias meciéndose en cloro
Raulito encima del trampolín
con las piernas temblorosas
goteras del traje de baño
la tierra hecha lodo (en la superficie)
el nubarrón que la arroja (a la piscina)
tapaderas y fichas, decadencia
dobleces de aluminio acosan el zacate
zacate/ ¡sácate de ahí!
grita la madre al hijo
la parte honda de la alberca
donde depreda el miedo infantil
ahogarse hasta en la mente
dibujar tiburones en el fondo
Faros/ ¡faros sin filtro!
y sin filtro también la piscina
contenedor de desperdicios
atardecer industrial, con el sueño como juego
el faro mojado, flotan los envases de caguama
el tío que apaga el asador
 llorando de su esposa en la cárcel
sin bloqueador, con la espalda carcomida
tanto silencio que incluso el aire
se calla a sí mismo
Y la abuela, en el fondo, dormida
Soñando con cocodrilos y pantanos verdes…

viernes, 9 de marzo de 2018

El pensamiento poético de Enrique Verástegui: A propósito de El principio de no-ser, Por Roger Santiváñez

Archivo personal de E.V. (Fuente Diario El Comercio)
Enrique Verástegui (Cañete, 1950) es uno de los poetas latinoamericanos de mayor prestigio en la actualidad. Este prestigio comenzó en 1971 cuando publicó su primer poemario En los extramuros del mundo concitando la crítica favorable y la admiración unánime. A partir de entonces ha construido una sólida obra poética reunida bajo el título de Splendor que cubre casi 1000 páginas y fue lanzada en México en 2015. Simultáneamente Verástegui ha publicado un considerable número de libros de filosofía y de matemáticas. Su último trabajo filosófico El principio de no-ser salió hace poco en Lima bajo el sello de Garabatitos Editores, y es motivo de esta breve nota.
       Lo primero que debemos expresar es que -a los ojos de nuestra lectura- estamos ante un libro de creación poética basado en fundamentos filosóficos y matemáticos. Es decir, los conceptos de filosofía vertidos por el autor están compuestos en formulaciones de alta poesía; ese es el terreno en el que trataremos de comentar los planteamientos generales de la obra. La primera parte empieza con un poema denominado ‘Meditación: el principio del no-ser’ y podemos leer versos como estos: “El tiempo que vuelve es materia / Abstraída bajo la forma de su ser, precede / El todo e ilumina el caos”. Sentencias reflexivas sobre las grandes preguntas de la filosofía desde los días de la clásica Era. Encontramos deducciones como la que sigue: “Si abstracción produce pensamiento, / Pensamiento produce realidad” que interpretaríamos como una nueva reformulación del antiguo tópico de Teoría & Praxis. Luego viene un axioma: “1. Real =lo posible / 2. Realidad = lo que no existe. 3. Lo real es el no-ser” que nosotros entendemos como un comentario posible a la realidad ineludible e inexpugnable de la muerte. De allí que inmediatamente después nos diga “El es no es el verdadero es”. Más adelante encontramos definiciones que se presentan certeras: “Lógica es verdad sintética de la percepción”. Y culmina con lo que -para mí- sería una poética celebración inexorable de la muerte: “El no-ser es la apoteosis mundo/universo”.

       Posteriormente tenemos un conjunto de 13 ensayos de diversa extensión y calibre. Y una segunda parte compuesta por 12 conjuntos de proposiciones argumentativas. El primero de los ensayos ‘Teorema sobre la incomprensión de la falsación en Popper (el problema de la exactitud del conocimiento’ comienza con este párrafo que brilla tanto por su belleza textual como por su contradicción manifiesta, así como el capricho o voluntarismo poético de sus afirmaciones esotéricas: “Todo conocimiento matemático es universal, uno, perfecto y, según el análisis inexplicable, demostrable. Si no hay corazón tampoco hay matemáticas: Sin embargo, las matemáticas, -que, naturalmente pasan por la mente- se encuentran en el cosmos, el cielo, el universo”. Luego hay sentencias más coherentes que -al parecer- devienen de la formación marxista de su autor, como por ejemplo: “El hecho de pensar el mundo, no es más que la resolución de sus problemas”. U otras de típica y hermosa raigambre poética: “La base de la eternidad son las contradicciones y también las paradojas”. Pero después hallamos frases -como la que sigue- del más estricto narcisismo, expresada con gran deseo y esperanza: “Aparte de Wittgenstein, Bertrand Russell, Withehead y Carnap, nadie jamás ha logrado permanecer puro, como yo, matemático de una mente que ilumina el caos”; y que busca ser demostrada mediante un ‘Teorema del número 1’que con correctas proposiciones de índole matemático-numérica el poeta propone que demuestran “no sólo la diferencia entre unidad y el número uno, sino también, la existencia del número en tanto que idea producida por la propia configuración de un universo insondable y perfecto como Dios”.

Libro de E.V. publicado por la editorial cañetana
Garabatitos de Erick Sarmiento
El siguiente ensayo ‘La palanca alterna y otras meditaciones (La revuelta de los ingenieros: metafísica y física de la gracia en la sociedad cibernética)’ prosigue con propuestas cercanas a la mística, hablando de su obra Verástegui nos dice que es un: “nuevo género literario que permite el análisis de las cosas del mundo, y la llegada al éxtasis”. Y afirma que su libro fundamenta “desde la experiencia de la gracia, la vida, la sociedad, la historia, el destino, al mismo tiempo que piensa en el misterio de la eternidad”. Y luego que “funda el pensar peruano en Perú, al mismo tiempo que funda el pensar latinoamericano en América Latina”. Afirmaciones que nos evidencian el más extremo e íntimo deseo del autor en el plano de su visión y horizonte utópicos. En dicha visión se sitúa al lado del fundador del cristianismo: “Medium de Cristo, llevo adelante un proceso de renovación mental del mundo, ya cumplido, y en el que ahora sólo queda dedicarse a una pasión exquisita: cultivar rosas, beber champagne, comer fresas”. Y en el pináculo de su visión poética Verástegui llega a afirmar: “Al lado de Cristo, hay que colocar al pitagórico de Tiana y a Swedenborg, quien conversaba con los ángeles, igual que yo”.
       Como vemos se trata de una experiencia mística, que lo lleva a estudiar el Espíritu Santo en un siguiente ensayo. Aquí utiliza el concepto del Súper Hombre de Nietzsche, para quien Verástegui es “espiritualidad en acción”. Y “esa espiritualidad activa no es otra cosa que el espíritu santo, cuya morada, tanto como su identidad, reside en el corazón humano”. El corolario es el que sigue: Así el corazón -residencia del amor- es tan poderoso que mueve el universo”. Posteriormente sus reflexiones abarcan distintos campos, desde los misterios de Eleusis en la antigua Grecia hasta los dioses del Tawantinsuyo, pasando por el calendario maya. En todo su recorrido nuestro poeta busca “el lugar donde se produce la conciencia” y llega a la conclusión que es en el centro del cerebro: en el hipotálamo, donde según Verástegui está “el lugar donde luchan el bien y el mal, y más precisamente, el lugar donde vence el bien”.   
       Todos los ensayos -y los conjuntos de propuestas argumentales numeradas- que conforman el libro giran en torno a la experiencia del ser humano en el universo y su inter-relación entre sí. A cada tramo el autor se autoreivindica como un profeta, o un genio del pensamiento filosófico y de la literatura. Fuentes conceptuales e ideológicas de la más diversa índole son amalgamadas y concurren para sostener su pensamiento, aunque justo es decirlo sea quizá el marxismo (la idea de la Revolución y el Socialismo) el que guía buena parte de sus razonamientos y afirmaciones visionarias y esotéricas. Más allá de su alto narcisismo intelectual y muchas afirmaciones caprichosas o voluntaristas, resalta la defensa del hombre que plantea Verástegui y su escritura a favor de la vida y la realización de la belleza y la felicidad en todos sus ámbitos. Aunque por momentos el texto logre situarnos en la dimensión del delirio, al final se justifica en párrafos como éste: “Naturalmente, la danza cósmica es una función de la mente, y desde esa realidad sagrada y poderosa, la memoria trasciende el ánima, la mente y la conciencia: eso es lo que yo llamo Psicología Trascendental. Por eso mismo, pensar es necesariamente existir”.
      A juicio nuestro este libro es perfectamente disfrutable, por la magia de la visión poética de Enrique Verástegui, plasmada en una radiante configuración textual que nos confronta con el misterio de la mente y con la utopía soñada de un mundo que nos devuelva a la verdadera dimensión humana cuya suspicacia metafísica y/o divina no deja de inquietarnos.


[Orillas congeladas del río Cooper, sur de New Jersey, marzo de 2018]

martes, 6 de marzo de 2018

NUESTRAS REVOLUCIONES INTERNAS: sobre Los de abajo de Mariano Azuela, por Adán Echeverría


Nada embrutece tanto
como el trato diario con los sabios.
Mariano Azuela


“Demetrio Macías, con los ojos fijos para siempre, sigue apuntando con el cañón de su fusil”. Así termina la novela Los de abajo de Mariano Azuela (1873 – 1952), y uno tiene que recargar la espalda en algo sólido para poder respirar y sentirse completo. Entonces la reflexión se extiende para repasar página por página las imágenes, las escenas, los sonidos que se van escapando del libro.
Novela de actualidad aún por lo que implica el trasfondo de la misma, ya que las traiciones, la violencia, la lucha sin sentido son parte de la naturaleza humana y de la política que los avienta sobre uno y otro cuadro:
“-¿Por qué pelean ya, Demetrio?
Demetrio, las cejas muy juntas, toma distraído una piedrecita y la arroja al fondo del cañón. Se mantiene pensativo viendo el desfiladero, y dice:
- Mira esa piedra cómo ya no se para…”
Los de abajo es un texto cargado de sinceridad, adornado con la natural poesía que todo escritor tiene en la pluma para encadenar ideas, haciendo que frases como: la oscuridad impenetrable de la noche, salgan sobrando para mirar las acciones una a otra, y esas pequeñas carencias se suplen con el argumento, ya que como decía un maestro: la novela aguanta todo.
Ha sido vista, además, como un documental de la Revolución Mexicana de 1910, al menos de una pequeña parte de un conflicto armado donde al final, las traiciones de los grupos políticos, las mentiras y artimañas comenzaban a sembrar sus parabienes.
¿Qué nos deja leer en la actualidad Los de abajo?, primero habría que señalar que sigue siendo una narración fresca la que el autor utiliza al estimular las acciones: El hombre, sin alterarse, acabó de comer; se acercó a un cántaro y, levantándolo a dos manos, bebió agua a borbotones. Luego se puso en pie.
En este 2010 uno puede replantearse en la lectura de Los de abajo, imágenes agotadas ya por los filmes mexicanos de la revolución, los documentales históricos, que cada septiembre y noviembre venimos celebrando desde hace ya 100 años. Pero la obra de Azuela no queda fundida en la descripción de una historia más sobre “los alzados”. Toda ella es una gran metáfora sobre el México que le tocó vivir, y que con gran visión analiza el futuro del conflicto armado, que hoy se nos presenta como el mismo conflicto de siempre, y que nos hace cantar en son de crítica política: songo le dio a morondongo, morondongo le dio a bernabé… ya que todo mundo en la política como en la vida, se traiciona, se aplaude, se pisa, se hace a un lado, para repartirse el pastel; al final el gran ganador para este 2010 es una Partidocracia anquilosada que agita su cola para golpear y destruir esos monumentos revolucionarios, como “tumbas blancas y vacías”, hasta hacerlos caer. Esa doble moral cultural que los hace, por un lado, festejar bicentenarios y centenarios, y por otro desaparecer las instituciones que nacieron con la revolución.
Así, es espantoso mirar como poco a poco la Partidocracia va finiquitando cada uno de aquellos logros por el que murieron millones de personas en el país, durante el conflicto armado. Esas personas que murieron junto con los ideales:
“- Mira esa piedra cómo ya no se para…”
Azuela logra retratar al mexicano puro, con todas sus bajezas, con todas sus indiadas, con toda su mala leche y uno se ríe al encontrar a los compañeros propios retratados en la novela; para luego mirar en silencio y a solas, y reconocerse ahí mismo, metidito hasta los huesos, bien dibujadito que acaba uno. Porque la historia es cíclica y el hombre tan simple, y se repite y se repite, y el jodido más jodido, y el fregón, cada día más bravo.
Uno puede mirar a la distancia las obras de los escritores clásicos mexicanos, como Mariano Azuela, y reconocer la enorme distancia cultural e intelectual que existe entre aquellos escritores y los escritores jóvenes que nos toca conocer en los encuentros de escritores que se hacen por todo México, uno puede vivir sin esas nuevas novelas que sobre la revolución e independencia se han escrito con el presupuesto del Bicentenario y Centenario, pero nos sigue pareciendo como obras que todo lector debería atesorar novelas como ésta de que hablamos hoy de Azuela, o leer El Diablo en México de Juan Díaz Covarrubias, o El Rey Viejo de Fernando Benítez. Justo es reconocer que la cultura literaria en México ha sufrido, más que un estancamiento, un retroceso dramático que tiene que ver con la mala educación pública y privada, el difícil acceso a muchos libros por la crisis económica en que se encuentra la mayoría de los lectores mexicanos: siempre será mejor comer un taco y llenar la panza que comprarse un libro. Pero además este retroceso cultural de los escritores tiene que ver con la falta de humildad. Cualquier chamaco tiene una oportunidad en algún proyecto editorial naciente y siente que puede despreciar a escritores mexicanos clásicos como José Joaquín Fernández de Lizardi, Federico Gamboa, Alfonso Reyes, Heriberto Frías. No tienen los tamaños que un Mariano Azuela quien dice en el tomo III de sus Obras Completas: “Como lector tengo la manga ancha: dos veces he leído la obra completa de Marcel Proust y hace treinta años que no puedo acabar el Ulises de James Joyce.” En cambio ¿qué han leído algunos de los que hoy publican sus novelas, sus poemas, sus cuentos ya en editoriales o en las revistas que circulan en México? He escuchado de parte de algunos jóvenes: “Yo sólo leo escritores que siguen vivos”, lo cual es una lástima ya que se perderán no sólo a los clásicos mexicanos sino a los universales.
En otra parte del mismo tomo III, Mariano Azuela aclara: “Mi amigo don Manuel Pedro González, distinguido crítico cubano, me dijo un día, un tanto alarmado, que un conocido hombre de letras de México, al corriente del movimiento literario contemporáneo, le había declarado no haber leído Los de abajo. Con sano corazón y sin ánimo de hacer frases, le respondí al momento: ‘Si yo no la hubiera escrito tampoco la habría leído’”. Ante todo, a los escritores mexicanos del 2010 les hace falta, entre otras cosas, Humildad.
¿Qué celebraremos este 2010?, no queda mas que pensar en que tenemos que celebrar la palabra, el pensamiento abierto que se nos va lanzando dentro de la literatura, y que, en muchas ocasiones, por desidia, supongo, dejamos empolvar en los libreros. Ya que esta novela, como muchas otras del mismo género, ha retratado un determinado tiempo en la historia mexicana, tan universal; y nos permite mirar desde la lejanía las formas sociales que debemos reconocer para trazar nuestro futuro.
Al final, como Desiderio Macías, somos hombres que con los ojos fijos seguimos apuntando: ¿hacia dónde?

viernes, 2 de marzo de 2018

Mashqa de Antonio Chumbile, por Paul Guillén

En la última poesía peruana -autores que han venido publicando sus óperas primas desde el año 2010 en adelante- se puede percibir algunas líneas antagónicas: la vertiente culturalista que continúa el post 2000 y en la que algunos incluso son considerados como continuadores, se puede revisar la antología Mirando sobre el heno. Muestra de poesía peruana reciente (Lima: Vallejo & Co., 2014), y la línea más free o vitalista, me refiero a Mutantres, Poesía Sub25 o Tajo Tajodido. Algunos de los de la primera línea se agruparon en la organización de los recitales Ese puerto existe (hay una antología publicada con Paracaídas editores en el 2013, que recoge estas voces), y algunos de los otros sacaron la antología Ese puerco existe (C.A.C.A. editores, 2012). Dentro de estas tendencias se hablaba de cierta rivalidad, al parecer ya superada, entre Mutantres y Tajo, debido a sus referencias, mientras los primeros iban del lado de Enrique Verástegui, los segundos preferían a Juan Ramírez Ruiz.

Tajo es un grupo poético que proviene de la Villarreal, universidad donde se fundó Hora Zero, y está integrado por Julio Barco (Me da pena que la gente crezca), Miguel Urbizagástegui (Escombros), Omar Livano (Todavía ladran afuera) y Antonio Chumbile, este último acaba de publicar su primer conjunto de poemas titulado Mashqa. De entrada, este libro lo que me hace pensar es en un proyecto que consiste en tomar la poesía como sinónimo de vida, es decir, poesía y vida están unidas como un acordeón. Las primeras líneas de Mashqa recuerdan a Vallejo y a Un par de vueltas por la realidad de Ramírez Ruiz. 

El primer poema del conjunto "Pujamos muertos" trata sobre el nacimiento del poeta, y se nota un fuerte manejo de la oralidad: se detectan las voces de la madre, la enfermera, y todo ello mezclado con otros recuerdos como la muerte del padre, un cantinero habla. Pero si estas técnicas se asemejan a poéticas setenteras como hemos dicho antes, lo que hace Chumbile es expandir esta teatralización o polifonía de voces y trabajar el mundo de la memoria: "sembrar juguete y cosecharme niños en el pecho / bajar a la quebrada, gritar tu nombre y escuchar el mío de regreso / quiero de mote mis caldos, de mote mi corazón", estas referencias al mote, al huaynito, no son gratuitas, se sienten dentro de los poemas, que si bien son urbanos se nota esa migrancia andina, lo cual los llena de olor, sabor y color: "sácame este pulso de cemento / quiero enterrarme y salir pájaro / quiero rodar como tuna o zumbayllu / quiero hacerme solito y a mano / la carretera Ayacucho-Cangallo-Ayacucho-Papá-Mis abuelos / allá puedo hacer el amor sin herirme las rodillas / allá puedo zapatear polvo / y hacerme relámpago", no se trata de un andinismo idílico, sino que las referencias, las simbologías, expresan una realidad concreta: salir de la urbe y fundirse con la naturaleza. Un hecho que connota cierta sabiduría, cierta forma de corporalidad y percepciones distintas. 

La estructura de Mashqa es un recorrido por los días de la semana, por los días del año. La primera sección empieza en "domingo" (el nacimiento del hijo, las compras en el mercado); la segunda es el "lunes" (día de colegio, la violencia familiar). El tema del colegio si bien le sirve para la nostalgia, es una nostalgia atroz como tomarse un ron sin pestañear: "y tuve 11 amigos sin padres / cuatro amigas con demasiados padres / me rompí la cabeza 10 o 12 veces / y la poesía solo era la arena que jamás me salía del zapato / hasta que un día el profe revisó medias al frente de todos y las mías tenían hueco". La poética de Chumbile se instala en el hambre y la pobreza, pero no para hacerlas parecer una épica, sino para aceptarlas sin reproches. Al poeta le toca manifestarse mediante el lenguaje y ese lenguaje es inarmónico, aquí lo veo como un continuador de Vallejo, lo que trato de decir es que la dicción, el imaginario y el sentimiento de Chumbile son andinos y migrantes.

La siguiente sección es "martes" y el tema que explora es el trabajo o, visto desde otro modo, la explotación. "En me llamo sudor" se apropia del lenguaje de un vendedor de ómnibus: "padre madre de familia señorita joven estudiante / disculpen por infectar su vida su viaje / pero es que no / no puedo más / esta ciudad esta hemorragia / me aúlla desde no sé dónde / me endurece el riñón / me pudre / y como huayco me hace parar frente a ustedes / con esta garganta rastrillando el aire". Chumbile no solo maneja una oralidad de sujetos subalternos (un vendedor ambulante, por ejemplo), sino que su propia voz es subalterna: un sujeto escindido por la migración, pero también por las taras de la urbe.

En la sección "miércoles", desde el primer poema "Cita XXI o poema escondido en el 20º verso de Me llamo Sudor" se empieza a retomar el tema de la explotación, esta vez se trata de muchachas que se ven forzadas a ejercer la prostitución y caen en el círculo vicioso de la violencia: "pero más miedo le tengo a mi marido porque a veces solo soy una mejilla que aguanta a una espalda que sale a las 6 y vuelve puño a las 9 o 10, se emborracha viernes y sábado, se hace barriga y muere todo el domingo para darse cuerda y volver a salir a las 6 y volverme a esta silla morada usted no entiende". En los otros poemas se trata de trabajadores de Construcción Civil, un asaltante o un borracho.

En la sección "jueves" se toca el tema del sexo y el amor, debo decir que en esta sección se perciben algunas desventajas de la poética de Chumbile, como ocurre en "Pinturas rupestres como fondo de pantalla" u "Origami", Chumbile calza mejor dentro de la polifonía y dentro del poema de aliento de épica urbana, pero cuando intenta el poema más o menos breve no sabe potenciar sus recursos y los pierde en apuntar un hecho, tal vez anecdótico o injusto. Contrariamente, uno de los poemas que despliega imágenes muy poderosas se encuentra en esta sección, "COMO DOS NOSEQUÉ". Veamos un ejemplo, donde Chumbile nos muestra y recontextualiza elementos naturales: "como albatros viernes o amebas / hagamos el amor como dos tiernos erizos en un río de burbujas / como dos júbilos como niños".

La siguiente sección es "viernes", y se detiene a repensar el tópico del país, el Universo y el mundo. Aquí es notorio el homenaje a los amigos de Tajo: "Mauricio se sacó el sexo una madrugada y dijo esto es poesía o salud / Omar se calateó una madrugada y dijo esto es poesía / Miguel se calateó venciendo el miedo, la pared y eso es poesía / Rafaele se calateó y dijo que esto rima y es poesía / Óscar se calatea a la distancia pero igual es poesía / Julio ya es poesía"; y también el homenaje explícito a Juan Ramírez Ruiz: "no hay espacio para que esta tierra se ponga de pie / y por eso lo hará sobre todo el continente / continente que no conoció Juanra porque decidió llevarlo sobre sus espaldas / mientras toma ron con el mismo Atlas / Atlas que abrió una galaxia en los ojos del niño".  

La última sección de Mashqa es "sábado" y es la resolución del inicio del poemario, puesto que se partía con el nacimiento del poeta, ahora se trata de la muerte, es el canto del poeta que se despide y se dirige al hermano menor y a sus hijos: "Adiós Hijos Míos / nos veremos en la fruta / o en el tibio aliento de becerros y chivatos", pero esta muerte del poeta, del hombre, no es trágica, no es patética, sino que es natural, la siento como si el poema se volviera un huaynito, un harawi: "ése sapito amarillo está llevándose mi corazón en su oreja / háblale más bien / dile dónde me vas a esperar / dónde debo arrojar las piedritas…".

Mashqa de Antonio Chumbile proviene de una genealogía luminosa. Tal vez su última página se debió borrar, pero Mashqa dentro de esos ritmos truncos y asincopados avanza más, mucho más, de lo que dentro de la "cultura" han hecho otros de sus congéneres. Mashqa es un Tajo que es la muerte.

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