Archivo personal de E.V. (Fuente Diario El Comercio) |
Enrique Verástegui
(Cañete, 1950) es uno de los poetas latinoamericanos de mayor prestigio en la
actualidad. Este prestigio comenzó en 1971 cuando publicó su primer poemario En los extramuros del mundo concitando
la crítica favorable y la admiración unánime. A partir de entonces ha
construido una sólida obra poética reunida bajo el título de Splendor que cubre casi 1000 páginas y
fue lanzada en México en 2015. Simultáneamente Verástegui ha publicado un
considerable número de libros de filosofía y de matemáticas. Su último trabajo
filosófico El principio de no-ser salió
hace poco en Lima bajo el sello de Garabatitos Editores, y es motivo de esta
breve nota.
Lo primero que debemos expresar es que
-a los ojos de nuestra lectura- estamos ante un libro de creación poética
basado en fundamentos filosóficos y matemáticos. Es decir, los conceptos de
filosofía vertidos por el autor están compuestos en formulaciones de alta
poesía; ese es el terreno en el que trataremos de comentar los planteamientos
generales de la obra. La primera parte empieza con un poema denominado
‘Meditación: el principio del no-ser’ y podemos leer versos como estos: “El tiempo
que vuelve es materia / Abstraída bajo la forma de su ser, precede / El todo e
ilumina el caos”. Sentencias reflexivas sobre las grandes preguntas de la
filosofía desde los días de la clásica Era. Encontramos deducciones como la que
sigue: “Si abstracción produce pensamiento, / Pensamiento produce realidad” que
interpretaríamos como una nueva reformulación del antiguo tópico de Teoría
& Praxis. Luego viene un axioma: “1. Real =lo posible / 2. Realidad = lo
que no existe. 3. Lo real es el no-ser” que nosotros entendemos como un
comentario posible a la realidad ineludible e inexpugnable de la muerte. De
allí que inmediatamente después nos diga “El es no es el verdadero es”. Más
adelante encontramos definiciones que se presentan certeras: “Lógica es verdad
sintética de la percepción”. Y culmina con lo que -para mí- sería una poética celebración
inexorable de la muerte: “El no-ser es la apoteosis mundo/universo”.
Posteriormente tenemos un conjunto de 13
ensayos de diversa extensión y calibre. Y una segunda parte compuesta por 12
conjuntos de proposiciones argumentativas. El primero de los ensayos ‘Teorema
sobre la incomprensión de la falsación en Popper (el problema de la exactitud
del conocimiento’ comienza con este párrafo que brilla tanto por su belleza
textual como por su contradicción manifiesta, así como el capricho o
voluntarismo poético de sus afirmaciones esotéricas: “Todo conocimiento
matemático es universal, uno, perfecto y, según el análisis inexplicable,
demostrable. Si no hay corazón tampoco hay matemáticas: Sin embargo, las
matemáticas, -que, naturalmente pasan por la mente- se encuentran en el cosmos,
el cielo, el universo”. Luego hay sentencias más coherentes que -al parecer-
devienen de la formación marxista de su autor, como por ejemplo: “El hecho de
pensar el mundo, no es más que la resolución de sus problemas”. U otras de
típica y hermosa raigambre poética: “La base de la eternidad son las
contradicciones y también las paradojas”. Pero después hallamos frases -como la
que sigue- del más estricto narcisismo, expresada con gran deseo y esperanza:
“Aparte de Wittgenstein, Bertrand Russell, Withehead y Carnap, nadie jamás ha
logrado permanecer puro, como yo, matemático de una mente que ilumina el caos”;
y que busca ser demostrada mediante un ‘Teorema del número 1’que con correctas
proposiciones de índole matemático-numérica el poeta propone que demuestran “no
sólo la diferencia entre unidad y el número uno, sino también, la existencia
del número en tanto que idea producida por la propia configuración de un
universo insondable y perfecto como Dios”.
Libro de E.V. publicado por la editorial cañetana Garabatitos de Erick Sarmiento |
El siguiente
ensayo ‘La palanca alterna y otras meditaciones (La revuelta de los ingenieros:
metafísica y física de la gracia en la sociedad cibernética)’ prosigue con
propuestas cercanas a la mística, hablando de su obra Verástegui nos dice que
es un: “nuevo género literario que permite el análisis de las cosas del mundo,
y la llegada al éxtasis”. Y afirma que su libro fundamenta “desde la
experiencia de la gracia, la vida, la
sociedad, la historia, el destino, al mismo tiempo que piensa en el misterio de
la eternidad”. Y luego que “funda el
pensar peruano en Perú, al mismo tiempo que funda el pensar latinoamericano en
América Latina”. Afirmaciones que nos evidencian el más extremo e íntimo deseo
del autor en el plano de su visión y horizonte utópicos. En dicha visión se
sitúa al lado del fundador del cristianismo: “Medium de Cristo, llevo adelante
un proceso de renovación mental del mundo, ya cumplido, y en el que ahora sólo
queda dedicarse a una pasión exquisita: cultivar rosas, beber champagne, comer
fresas”. Y en el pináculo de su visión poética Verástegui llega a afirmar: “Al
lado de Cristo, hay que colocar al pitagórico de Tiana y a Swedenborg, quien
conversaba con los ángeles, igual que yo”.
Como vemos se trata de una experiencia
mística, que lo lleva a estudiar el Espíritu Santo en un siguiente ensayo. Aquí
utiliza el concepto del Súper Hombre de Nietzsche, para quien Verástegui es
“espiritualidad en acción”. Y “esa espiritualidad activa no es otra cosa que el
espíritu santo, cuya morada, tanto como su identidad, reside en el corazón
humano”. El corolario es el que sigue: Así el corazón -residencia del amor- es
tan poderoso que mueve el universo”. Posteriormente sus reflexiones abarcan
distintos campos, desde los misterios de Eleusis en la antigua Grecia hasta los
dioses del Tawantinsuyo, pasando por el calendario maya. En todo su recorrido
nuestro poeta busca “el lugar donde se produce la conciencia” y llega a la
conclusión que es en el centro del cerebro: en el hipotálamo, donde según
Verástegui está “el lugar donde luchan el bien y el mal, y más precisamente, el
lugar donde vence el bien”.
Todos los ensayos -y los conjuntos de
propuestas argumentales numeradas- que conforman el libro giran en torno a la
experiencia del ser humano en el universo y su inter-relación entre sí. A cada
tramo el autor se autoreivindica como un profeta, o un genio del pensamiento
filosófico y de la literatura. Fuentes conceptuales e ideológicas de la más
diversa índole son amalgamadas y concurren para sostener su pensamiento, aunque
justo es decirlo sea quizá el marxismo (la idea de la Revolución y el
Socialismo) el que guía buena parte de sus razonamientos y afirmaciones
visionarias y esotéricas. Más allá de su alto narcisismo intelectual y muchas
afirmaciones caprichosas o voluntaristas, resalta la defensa del hombre que
plantea Verástegui y su escritura a favor de la vida y la realización de la
belleza y la felicidad en todos sus ámbitos. Aunque por momentos el texto logre
situarnos en la dimensión del delirio, al final se justifica en párrafos como
éste: “Naturalmente, la danza cósmica es una función de la mente, y desde esa
realidad sagrada y poderosa, la memoria trasciende el ánima, la mente y la conciencia: eso es lo que yo llamo Psicología Trascendental. Por eso mismo,
pensar es necesariamente existir”.
A juicio nuestro este libro es
perfectamente disfrutable, por la magia de la visión poética de Enrique
Verástegui, plasmada en una radiante configuración textual que nos confronta
con el misterio de la mente y con la utopía soñada de un mundo que nos devuelva
a la verdadera dimensión humana cuya suspicacia metafísica y/o divina no deja
de inquietarnos.
[Orillas congeladas
del río Cooper, sur de New Jersey, marzo de 2018]
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