martes, 22 de enero de 2008

Aproximaciones a la novela EL ÁRBOL DE SODOMA (2007) de Jorge Nájar por Rosina Valcárcel

Jorge Nájar (Pucallpa, 1946), uno de los reconocidos poetas de la llamada Generación del 70, integrante de Hora Zero y afincado en París desde hace tres décadas, estuvo en en Lima para presentar un bello poemario Allí donde brota la luz (Común Presencia, 2007), ese libro donde "la vida arde ahí donde se ama". Con una obra vasta y trascendente, Nájar nos ha sorprendido con El árbol de Sodoma (Desafío, Lima, 2007), obra que reúne tres relatos ambientados en Mayushín, una ciudad ficticia situada en la selva central de Perú; así pues la visualización de ese mítico pueblo no sólo se convierte en escenario sino también en el verdadero protagonista de esta obra.

Hace un año llegó a mis manos el manuscrito. Tuve la suerte de ser la primera, y, tal vez, una de las pocas amistades que leyó la novela en su primera versión. La leí despacio, como quien bebe una buena copa de cognac; sus hojas paulatinamente me fueron cautivando; el paisaje selvático; el clima exótico; los personajes singulares, sus vínculos contradictorios y su entorno devinieron en un acertado acercamiento a la problemática amazónica, y, acaso también a la inconsciente historia del autor. Pude sentir la recurrencia poética construyendo un código, un ritmo, un discurso que fluyen y se enlazan con lo real, lo concreto, lo externo. La cosmovisión del universo, los diálogos entre los personajes y sus historias se asienta en el referente de nuestra fecunda y misteriosa Amazonía.

Este artículo, pues, aspira por ahora a situar las opiniones aparecidas hasta este momento sobre el libro de Nájar.

No sé hasta qué punto la novela coloca el énfasis en la función poética, plurisemántica del texto, o hasta dónde coloca el énfasis en la exaltación de la prosa, así como la búsqueda de trascendencia del tema, sinfonía de historias paralelas, símbolos más allá del significado "real" en pos de una unidad, a la par con retratos especialmente labrados, como afirma Sonia Luz Carrillo.

Sí me parece -como agrega la escritora- que se manifiesta una especial atención por el plano sonoro, la sugerencia de las comparaciones, imágenes, metáforas y la sutileza de la adjetivación. Y esto es lo que se halla en diversos pasajes de la obra.

En su inquietante ficción, Nájar nos revela que lo que ocurre al otro lado de la capital no siempre es claro. Pero justamente su aporte es conectar ese hilo de intrigas, alucinaciones, manejos turbios, con hechos prosaicos a los que añade rasgos del relato psicológico para darle mayor densidad a la trama narrativa. Sabemos que en todo fruto estético la relación con el entorno, la existencia y la afectividad, está transida de elementos socioculturales y de época. Y por cierto la representación y auto-representación a que da lugar.

La novela de Nájar es una extensa creación en la que se entretejen problemas contemporáneos dentro de un complejo paisaje cultural. El universo emocional, el desgarramiento y escepticismo o los momentos resplandecientes gracias a la dicha o el amor, siendo íntimos al ser objetivados, manifiestan un conjunto de características que inscriben al creador en el hecho histórico. Todo ello se produce por la elección y combinación de los recursos lingüísticos.

S. L. Carrillo enfatiza: "Las señales de pertenencia a una comunidad imaginada, formada por la confluencia de lo diverso, aparecen nítidas." Acota también que en la escritura, de modo reiterado, aparece el exilio, acaso como un espacio ideal para observar profundamente la existencia o lo vivido; hay un punto de vista que no sólo recrea circunstancias de gran peso subjetivo, sino que a la vez reflexiona sobre el mundo objetivo, a veces enrarecido y lleno de obsesiones.

Con El árbol de Sodoma, el autor ha logrado presentar la riqueza de Amazonía en sus diversas dimensiones, donde están presentes la violencia de los encuentros y de las separaciones, los sueños y desencuentros, la belleza y la orfandad, la abundancia y la miseria, el placer y la muerte. Así, la obra no es evasiva y alcanza con fortuna un real compromiso ético y estético.

A propósito de esta obra Javier Agreda acaba de lanzar el artículo controversial: "Jaque perpetuo. Tres novelas de Jorge Nájar" (La República: 18/11/07). Si bien discrepamos de cierta apreciación suya, somos conscientes de que Agreda pone sobre el tapete este trabajo narrativo. Enfatiza que: Sin personajes ni episodios en común, estas novelas son tres diferentes intentos de llevar a la narrativa la compleja problemática de esta región del país: narcotráfico, corrupción, pobreza extrema, y también de testimoniar la riqueza y vigencia de sus mitos, costumbres y tradiciones.

Nadie escucha el canto, editada inicialmente en 1999, aborda esa temática desde el marco de un relato policial, es la más antigua. Agreda considera que Nájar trabaja mejor la relación entre trama narrativa y mitos en la segunda novela, El otro olimpo. Aquí quien retorna a la ciudad, también procedente de Europa, es Enrique Cabrera, un exitoso artista plástico. El encuentro con los amigos de la niñez lo lleva a evocar las leyendas shipibas (la de Ronin, la gran serpiente cósmica; la de Ibojiwi, el árbol madre) que entonces les relataba el viejo Juan Chufandana y en las que el pintor descubre su verdadera identidad y el tema a desarrollar en sus futuros trabajos. Según el periodista, JA, Una casa embrujada resultaría la novela menos redonda. Aquí la protagonista es Úrsula del Río, una abogada defensora de los más pobres, nacida en Mayushín y que en su juventud actuó en cabarets limeños, disfrazada de diosa amazónica y bailando música de Piazzolla.

Yo pienso que la problemática de la corrupción universitaria local y su entramado con el poder político en Lima, es el lado más visible precisamente en esta parte de El árbol de Sodoma, sin por eso ocultar el mundillo de las fiestas en el que se mueven los personajes.

Desde mi perspectiva los relatos citados revelan el buen nivel formal alcanzado por Jorge Nájar. El autor se torna en interlocutor idóneo para tratar no sólo lo cotidiano, lo mundano, sino el arte de la palabra. La literatura, para él, sigue siendo una fiebre deslumbrante. Su destreza narrativa se hace evidente en el manejo de la tensión en las diferentes historias melancólicas y entretenidas que confluyen en el desarrollo de la acción. Meritoria es, asimismo, la puesta en escena de una temática que amplía el horizonte narrativo nacional, excesivamente centralizado en el ámbito capitalino.

Resta saber si Dios enviará una lluvia de fuego y azufre que incinere completamente Mayushín con sus habitantes, como en el caso de la historia bíblica al que alude el título general El árbol de Sodoma en cuyo seno están las tres historias que lo componen.

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