martes, 22 de enero de 2008

Los demonios de la isla: Carlos López Degregori: A quien debemos temer

Ya no implica novedad debatir sobre la existencia, en todas las literaturas, de un grupo de poetas marcados a fuego por la insularidad; es decir, por el hecho de que no sea posible ubicarlos al interior de un movimiento, grupo o en alguna tendencia firmemente establecida.

Carlos López Degregori (Lima, 1952) pertenece a esa lista de autores cuyas obras siempre supondrán un desafío al lector y a la crítica. No se trata de provocar al respetable público con estridencias, sino aguijonearlo por la vía de las tormentas interiores y mundos con imaginería propia.

A quien debemos temer (2007) es la última entrega de CLD, injustamente obviada por los medios. El proceso de composición resulta muy atractivo, pues nace de integrar tres momentos distintos dentro de una escritura.

La primera parte se titula “La canción de mi nodriza”. Data de 1984 y no apareció en formato de libro. Este segmento reelabora antiguos mitos, sobre todo el del niño de misterioso origen que es dejado en custodia a un guardabosques o pastor. En muchas circunstancias semejantes, el infante es amamantado por la hembra de alguna especie. La nodriza –en el poema de CLD– es una cabra (alusión a los relatos sobre Zeus niño). López le insufla al registro atávico un tono oscuro y contradictorio: un guardabosques construyó una cabra de madera que lo nutrió y, más tarde, la incineró.

El segundo segmento, “A quien debemos temer”, está fechado en 1991. Consiste en un largo poema en prosa, próximo al cuento. En medio de escenas extrañas, oníricas (posible guiño a Buñuel y Dalí), una pareja de amantes encuentra una cabeza humana en la playa. Escrito en segunda persona, intercala diálogo, estructura versal y una supuesta fotografía de ese objeto. La ambigüedad del final sugiere un perverso juego de disfraces y máscaras.

Pero es el tercer grupo de poemas, “Pequeño animal de alivio”, el que concentra la atención, por tratarse de inéditos; además, los tres textos son anticipo de un próximo libro. Todos son prueba de que CLD ha desplazado las coordenadas de su ya extensa obra hacia los terrenos de una historia. Esto no supone una apuesta absoluta por la narratividad, sino más bien un aprovechamiento de ella para hilvanar símbolos o imágenes en una secuencia donde la aparente racionalidad con que se “relatan situaciones” sea cuestionada por la abrupta llegada del horror poetizado. Nítido ejemplo es “Pulsos”, vinculado a clásicos de la cultura de masas: un hombre, en un avión, descubre, a través de la ventana, a un ser espantoso que devora el fuselaje. La poesía irrumpe para exacerbar las angustias y pesadillas que anidan en los viajeros.

Ahora sólo nos resta aguardar el volumen que se avecina. CLD prosigue su labor silenciosa, y sin declaraciones de principios o gestos grandilocuentes. No son necesarios para quien ha sabido incorporar a la palabra aquella evasiva materia de los sueños.

Autor: Carlos López Degregori.
Título: A quien debemos temer.
Editorial: Colección Underwood. PUCP, 2007 (pp. 29)
Fuente: Correo

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