(Juan Ramírez Ruiz y Alfredo José Delgado Bravo, representan los dos únicos poetas aún vivos –entre jóvenes y mayores-, qué duda cabe, de las letras lambayecanas, que más han sabido intelectualizar su producción poética y mostrar un nivel más alto de teorización metapoética. En la presente entrevista, realizada por el crítico literario Wolfgang Luchting, publicada en su libro “Escritores peruanos, qué piensan, qué dicen”, Editorial ECOMA S.A. Lima, enero 1977, se aprecia al ideólogo del Movimiento Hora Zero, lúcido, feroz y conceptualizador. Esta entrevista que ya tiene 30 años exactamente, parece que hubiera sido escrita esta misma mañana: cobra actualidad y está lleno de sapiencia y digno ejemplo para las nuevas generaciones literarias del Perú y el mundo) Nicolás Hidrogo.
WAL: ¿Publicaciones?
JRR: Un par de vueltas por la realidad. en Revistas: Haraui, Casa de las Américas (Número dedicado a la Literatura Peruana), Revista de la Comunidad Latinoamericana de Escritores (México), Revista del Movimiento Hora Zero. En antologías: Poemas del amor erótico, Mosca Azul, (ed. A. Oquendo), 1973. Estos 13, Mosca Azul (ed. J.M. Oviedo) 1973.
WAL: ¿Bajo qué circunstancias apareció Hora Zero? ¿Cuál era el contorno cultural en el que apareció su generación?
JRR: LA Realidad está para todos. Ofrecida abundantemente para aquellos que tienen algo que hacer con ella. La invitación que la Realidad hace se oye en todas las esquinas. Y Hora Zero escuchó esa invitación; llevábamos más de 20 años viviendo en medio de una población sumergida en la mea culpa, en la incredulidad, en la vergüenza; condenada a la mutilación y al callejón sin salida de su situación socio-económica. Un país donde la cultura tenía (tiene) propietarios. Y los intelectuales participan en la repartición mutua de flores. Todo esto convirtió este país en zona de desastre. Alguien tenía que decir todo eso. Y entonces escribí “Palabras Urgentes”. Y lo que hicimos después fue recordar a los receptivos que en la Literatura nadie tiene la última palabra, que la poesía constituye un poder, que el arte no debe ser propiedad de una clase, que urgía una revolución en el lenguaje, etc. etc. Y al mismo tiempo que se solucionaba el problema del almuerzo, se ensayaba la destrucción de un lenguaje, se proporcionaba materiales para una estética nueva. Y eso dura ya más de tres años. Y pocos saben cómo hemos luchado por imprimir palabras auténticas. Y todo porque mientras ellos participan en la distribución de flores y en las carreras burocráticas, la poesía era olvidada. Y un buen día la cojimos de mano y la trajimos a nuestras covachas.
WAL: ¿Qué es para usted la escritura? ¿Cuál cree que es su importancia? ¿Cuáles son los mejores estímulos para un escritor?
JRR: (1) Hablar es elegir una imagen. Escribir es convocar, reunir o sugerir a todas las imágenes. Y la escritura es, por todo eso, la huella digital del pensamiento. De manera que escribir es la asunción de una altísima responsabilidad, entendida no como deber, sino como decisión, como acto de la voluntad trascendente. Voluntad manifestada en al posibilidad de salud que toda palabra escrita debe entregar al habla. Así, escribir un poema no es ninguna gratitud, hacer arte no es un acto inútil. Pero hacer mal uso del idioma por pereza o irresponsabilidad de delinquir. El entusiasmo, en Literatura, no basta. El mal uso del lenguaje enferma a la sociedad, como el agua que no se potabiliza y que, a la larga, desarregla el organismo de la población.
(2) Tal vez el mayor estímulo para un escritor, sea vivir en un lugar donde haya mayores conflictos, un punto neurálgico y excitado, donde la propia obra se piense fundamentalmente para la buena o mala dirección de los hechos. Aparte de eso, pienso que para escribir, sólo se precisa lo absolutamente necesario: pan, techo, café o cigarros (el amor de los parientes o amigos son indispensables, pero no aseguran la creación de un libro: Una vocación, sólo y exclusivamente, tiene que ver con uno mismo).
No obstante, sin olvidar que el acto de escribir es la culminación de un proceso que incluye confrontaciones a nivel del lenguaje –estructuración de ritmos, etc.- elaboraciones internas, que rebasan el estado fluyente de la actualidad, para rescatar lo intemporal dentro de lo cotidiano. Creo en la poesía del acto. En la poesía que acontece en los mínimos actos humanos, distantes de la palabra.
(3) Las revoluciones en poesía son sucesos importantes dentro de lo que ocurre en un país. Y entre nosotros no sería ninguna sorpresa que tengamos, en los próximos años, más y mejores libros que revolucionen a la poesía: flujos nuevos en/con lenguaje vivo, donde la comunicación no se dé a través de coincidencias pasivas, sino a partir de tensiones que susciten mutuos cuestionamientos de todo orden.
WAL: ¿Cuál es la función de la poesía, cuál es la influencia que juega dentro de la sociedad?
WAL: ¿Publicaciones?
JRR: Un par de vueltas por la realidad. en Revistas: Haraui, Casa de las Américas (Número dedicado a la Literatura Peruana), Revista de la Comunidad Latinoamericana de Escritores (México), Revista del Movimiento Hora Zero. En antologías: Poemas del amor erótico, Mosca Azul, (ed. A. Oquendo), 1973. Estos 13, Mosca Azul (ed. J.M. Oviedo) 1973.
WAL: ¿Bajo qué circunstancias apareció Hora Zero? ¿Cuál era el contorno cultural en el que apareció su generación?
JRR: LA Realidad está para todos. Ofrecida abundantemente para aquellos que tienen algo que hacer con ella. La invitación que la Realidad hace se oye en todas las esquinas. Y Hora Zero escuchó esa invitación; llevábamos más de 20 años viviendo en medio de una población sumergida en la mea culpa, en la incredulidad, en la vergüenza; condenada a la mutilación y al callejón sin salida de su situación socio-económica. Un país donde la cultura tenía (tiene) propietarios. Y los intelectuales participan en la repartición mutua de flores. Todo esto convirtió este país en zona de desastre. Alguien tenía que decir todo eso. Y entonces escribí “Palabras Urgentes”. Y lo que hicimos después fue recordar a los receptivos que en la Literatura nadie tiene la última palabra, que la poesía constituye un poder, que el arte no debe ser propiedad de una clase, que urgía una revolución en el lenguaje, etc. etc. Y al mismo tiempo que se solucionaba el problema del almuerzo, se ensayaba la destrucción de un lenguaje, se proporcionaba materiales para una estética nueva. Y eso dura ya más de tres años. Y pocos saben cómo hemos luchado por imprimir palabras auténticas. Y todo porque mientras ellos participan en la distribución de flores y en las carreras burocráticas, la poesía era olvidada. Y un buen día la cojimos de mano y la trajimos a nuestras covachas.
WAL: ¿Qué es para usted la escritura? ¿Cuál cree que es su importancia? ¿Cuáles son los mejores estímulos para un escritor?
JRR: (1) Hablar es elegir una imagen. Escribir es convocar, reunir o sugerir a todas las imágenes. Y la escritura es, por todo eso, la huella digital del pensamiento. De manera que escribir es la asunción de una altísima responsabilidad, entendida no como deber, sino como decisión, como acto de la voluntad trascendente. Voluntad manifestada en al posibilidad de salud que toda palabra escrita debe entregar al habla. Así, escribir un poema no es ninguna gratitud, hacer arte no es un acto inútil. Pero hacer mal uso del idioma por pereza o irresponsabilidad de delinquir. El entusiasmo, en Literatura, no basta. El mal uso del lenguaje enferma a la sociedad, como el agua que no se potabiliza y que, a la larga, desarregla el organismo de la población.
(2) Tal vez el mayor estímulo para un escritor, sea vivir en un lugar donde haya mayores conflictos, un punto neurálgico y excitado, donde la propia obra se piense fundamentalmente para la buena o mala dirección de los hechos. Aparte de eso, pienso que para escribir, sólo se precisa lo absolutamente necesario: pan, techo, café o cigarros (el amor de los parientes o amigos son indispensables, pero no aseguran la creación de un libro: Una vocación, sólo y exclusivamente, tiene que ver con uno mismo).
No obstante, sin olvidar que el acto de escribir es la culminación de un proceso que incluye confrontaciones a nivel del lenguaje –estructuración de ritmos, etc.- elaboraciones internas, que rebasan el estado fluyente de la actualidad, para rescatar lo intemporal dentro de lo cotidiano. Creo en la poesía del acto. En la poesía que acontece en los mínimos actos humanos, distantes de la palabra.
(3) Las revoluciones en poesía son sucesos importantes dentro de lo que ocurre en un país. Y entre nosotros no sería ninguna sorpresa que tengamos, en los próximos años, más y mejores libros que revolucionen a la poesía: flujos nuevos en/con lenguaje vivo, donde la comunicación no se dé a través de coincidencias pasivas, sino a partir de tensiones que susciten mutuos cuestionamientos de todo orden.
WAL: ¿Cuál es la función de la poesía, cuál es la influencia que juega dentro de la sociedad?
JRR: Si nos ponemos de acuerdo de que la poesía es algo distinto de la literatura (Greimas), y que sólo se asemejan porque ambas (y más la poesía) son el producto de una implacable eliminación de sub-productos, reconoceremos a la poesía como la más sólida invitación que una persona plantea a otra para la transformación o revocación del sentido de una época.
Cada clase reinante, dice Marx, que haya tomado el poder de sus precedentes, está obligada, para lograr sus fines, a representar sus intereses como el interés común de todos los miembros. En la expresión, en el trabajo con los poemas, tal ida se hace evidente en el carácter unívoco de las formas, en el carácter lineal de la composición tipográfica, en los tics historicistas que obliteran la función poética del lenguaje, en la continuidad estructural, en la visión unipersonal y en el tótem de las coherencia, cosas esas que prolongan el sentido administrativo. Conviene, pues, poner en tela de juicio todo el estatuto de los signos y las “maneras cómo el lenguaje es puesto en acción” avalando tal sentido. Se trata de que los poemas impugnen tal sentido. Se trata de un “sentido por hacer”. Aquello que la buena literatura ha rechazado (a pesar de la hermenéutica), en todas las épocas.
WAL: ¿Publicaciones? ¿Qué opina de la crítica?
JRR: Publicar es un acto que desencadena lo imprevisto. Cuando sé que una persona ha leído mi libro creo allanar cualquier imposibilidad de comunicación. Publicar para mí es muy importante; algo que no sé si llamar timidez hace que ponga toda mi confianza en mi trabajo.
De otro lado, pienso que el acto creador, no obstante ser total en sí mismo, precisa dialogo con el lector que es en definitiva con quien se cierra el círculo que confirma la comunicación. La parte que me toca en ese diálogo, a partir de una publicación comienza y termina en el poema; pues es ahí donde ejerzo mi libertad y mi responsabilidad.
Soy un ser social, responsable ante mí mismo y ante los valores que defiendo como resultado de mi concepción del mundo. Salvo dos o tres excepciones, carecemos de una crítica en el Perú.
Sin embargo, las redacciones y los círculos amicales están llenos de comentadores apresurados, adjetivando todo con prisa delirante. El movimiento Hora Zero, por ejemplo, es mal interpretado sistemáticamente.
WAL: Como escritor, ¿qué cosas no quiere ya hacer ¿Qué cosas quiere hacer?
JRR: (1) No quiero repetir la vida de nadie; tampoco repetir los errores de otro. Así, un buen número de escritores han derrochado energías en supuestas dicotomías. Teoría y praxis, arte y política, etc. Nuestros escritores, especialmente los de la década del 50, conscientes de vivir en países urgidos por la miseria, por años han levantado actas a los sucesos. Y su desesperación los ha llevado de una vez a considerar el arte como un sucedáneo de la política; pero esto es agua pasada. Discutir sobre poesía social y poesía pura es obsoleto. E insistir con la polémica con los políticos obcecados, que pretenden indicar la forma de cómo debe escribirse, ya no me interesa.
Me parece muy necesario en primer lugar, librarse de las disculpas, asumir el arte no como evasión, por el hecho supuesto de desplazar actividades más urgentes. Hacer poesía nueva es de hecho participar en la transformación de la sociedad. Destruir un lenguaje es una alta tarea para un ser social como lo es un poeta, un escritor.
En el Perú, el joven que más temprano resuelve ese conflicto y ubica al acto creador dentro de un proceso liberador, ya ha hecho los pilares. Y se ha preservado buena parte de sus energías. Vivimos en un mundo que no quiere entender que “hombre o mujer no son el enemigo”, un mundo que ya no es el de Proust, Mallarmé, Joyce o Pound. Las tecnologías han llegado a nuestro sistema nervioso han acelerado nuevas formas de redacción. Así, decir como McLuhan que la ciudad ya no existe. No es decir ninguna perogrullada, porque asistimos ahora al nacimiento de una balbuceante conciencia de la especie, del ser humano sentido como humanidad, por encima de nacionalidades. Sin embargo, mientras los medios de comunicación realizan una reducción del mundo, éste continúa escindido siempre por la lucha de clases, inmerso en una corriente única donde el “epos” técnico y el “epos” colectivo deben necesariamente encontrarse. Compartir esa conciencia que nace y a la vez participar en los esfuerzos de liberación es lo que me interesa.
(2) Tengo una idea del libro por escribir, al cual quisiera acercarme a partir de las cosas que concretice. Pienso que la aspiración del libro es atrapar al mundo, entregar un plan de las cosas ordenadas o, en su lugar, el libro debe ser la Gran Consonancia, el plano topográfico de San Juan, el instrumento espiritual de Mallarmé.
Para eso, ha de ser un cortejo de formas, una sinfonía de significaciones. Formas de ninguna manera repetitivas y así armónicas en su ubicuidad. Cada página será un ritmo-fema-grama-sema situado dentro del Gran Ritmo del Libro.
Un libro como aquél verbal, visual, táctil, etc. será un libro para todo el cuerpo.
Se trata de escribir un libro que ponga en juego toda la inteligencia y toda el alma. Donde la ubicuidad de cada una de las palabras sea de por sí significativa. Versos cubiertos por capas de pensamiento adonde se llegue luego de atravesar una por una. Sucesión de “pensamiento que hala pensamiento”. Tal libro ha de ser escrito sobre un borde. Cada una de sus páginas intentará ser rostro, una congregación de rastros que active todos los sentidos del lector.
Un libro para ver, tocar y oír y gustar. Escrito con todos los signos, un libro donde el mundo ensaye su proyecto, dé una imagen del mundo por alcanzar, y que desencadena ese deseo de lograrlo.
El libro será, pues, un ente vivo, inagotable, que genere, él mismo, sus nuevas vidas, porque sus lecturas no han de terminar.
Aquí, en este libro, la imaginación ha de ser implacable si no quiere traicionarse.
Cada clase reinante, dice Marx, que haya tomado el poder de sus precedentes, está obligada, para lograr sus fines, a representar sus intereses como el interés común de todos los miembros. En la expresión, en el trabajo con los poemas, tal ida se hace evidente en el carácter unívoco de las formas, en el carácter lineal de la composición tipográfica, en los tics historicistas que obliteran la función poética del lenguaje, en la continuidad estructural, en la visión unipersonal y en el tótem de las coherencia, cosas esas que prolongan el sentido administrativo. Conviene, pues, poner en tela de juicio todo el estatuto de los signos y las “maneras cómo el lenguaje es puesto en acción” avalando tal sentido. Se trata de que los poemas impugnen tal sentido. Se trata de un “sentido por hacer”. Aquello que la buena literatura ha rechazado (a pesar de la hermenéutica), en todas las épocas.
WAL: ¿Publicaciones? ¿Qué opina de la crítica?
JRR: Publicar es un acto que desencadena lo imprevisto. Cuando sé que una persona ha leído mi libro creo allanar cualquier imposibilidad de comunicación. Publicar para mí es muy importante; algo que no sé si llamar timidez hace que ponga toda mi confianza en mi trabajo.
De otro lado, pienso que el acto creador, no obstante ser total en sí mismo, precisa dialogo con el lector que es en definitiva con quien se cierra el círculo que confirma la comunicación. La parte que me toca en ese diálogo, a partir de una publicación comienza y termina en el poema; pues es ahí donde ejerzo mi libertad y mi responsabilidad.
Soy un ser social, responsable ante mí mismo y ante los valores que defiendo como resultado de mi concepción del mundo. Salvo dos o tres excepciones, carecemos de una crítica en el Perú.
Sin embargo, las redacciones y los círculos amicales están llenos de comentadores apresurados, adjetivando todo con prisa delirante. El movimiento Hora Zero, por ejemplo, es mal interpretado sistemáticamente.
WAL: Como escritor, ¿qué cosas no quiere ya hacer ¿Qué cosas quiere hacer?
JRR: (1) No quiero repetir la vida de nadie; tampoco repetir los errores de otro. Así, un buen número de escritores han derrochado energías en supuestas dicotomías. Teoría y praxis, arte y política, etc. Nuestros escritores, especialmente los de la década del 50, conscientes de vivir en países urgidos por la miseria, por años han levantado actas a los sucesos. Y su desesperación los ha llevado de una vez a considerar el arte como un sucedáneo de la política; pero esto es agua pasada. Discutir sobre poesía social y poesía pura es obsoleto. E insistir con la polémica con los políticos obcecados, que pretenden indicar la forma de cómo debe escribirse, ya no me interesa.
Me parece muy necesario en primer lugar, librarse de las disculpas, asumir el arte no como evasión, por el hecho supuesto de desplazar actividades más urgentes. Hacer poesía nueva es de hecho participar en la transformación de la sociedad. Destruir un lenguaje es una alta tarea para un ser social como lo es un poeta, un escritor.
En el Perú, el joven que más temprano resuelve ese conflicto y ubica al acto creador dentro de un proceso liberador, ya ha hecho los pilares. Y se ha preservado buena parte de sus energías. Vivimos en un mundo que no quiere entender que “hombre o mujer no son el enemigo”, un mundo que ya no es el de Proust, Mallarmé, Joyce o Pound. Las tecnologías han llegado a nuestro sistema nervioso han acelerado nuevas formas de redacción. Así, decir como McLuhan que la ciudad ya no existe. No es decir ninguna perogrullada, porque asistimos ahora al nacimiento de una balbuceante conciencia de la especie, del ser humano sentido como humanidad, por encima de nacionalidades. Sin embargo, mientras los medios de comunicación realizan una reducción del mundo, éste continúa escindido siempre por la lucha de clases, inmerso en una corriente única donde el “epos” técnico y el “epos” colectivo deben necesariamente encontrarse. Compartir esa conciencia que nace y a la vez participar en los esfuerzos de liberación es lo que me interesa.
(2) Tengo una idea del libro por escribir, al cual quisiera acercarme a partir de las cosas que concretice. Pienso que la aspiración del libro es atrapar al mundo, entregar un plan de las cosas ordenadas o, en su lugar, el libro debe ser la Gran Consonancia, el plano topográfico de San Juan, el instrumento espiritual de Mallarmé.
Para eso, ha de ser un cortejo de formas, una sinfonía de significaciones. Formas de ninguna manera repetitivas y así armónicas en su ubicuidad. Cada página será un ritmo-fema-grama-sema situado dentro del Gran Ritmo del Libro.
Un libro como aquél verbal, visual, táctil, etc. será un libro para todo el cuerpo.
Se trata de escribir un libro que ponga en juego toda la inteligencia y toda el alma. Donde la ubicuidad de cada una de las palabras sea de por sí significativa. Versos cubiertos por capas de pensamiento adonde se llegue luego de atravesar una por una. Sucesión de “pensamiento que hala pensamiento”. Tal libro ha de ser escrito sobre un borde. Cada una de sus páginas intentará ser rostro, una congregación de rastros que active todos los sentidos del lector.
Un libro para ver, tocar y oír y gustar. Escrito con todos los signos, un libro donde el mundo ensaye su proyecto, dé una imagen del mundo por alcanzar, y que desencadena ese deseo de lograrlo.
El libro será, pues, un ente vivo, inagotable, que genere, él mismo, sus nuevas vidas, porque sus lecturas no han de terminar.
Aquí, en este libro, la imaginación ha de ser implacable si no quiere traicionarse.
* (Tomado de Escritores peruanos, qué piensan, qué dicen”, Editorial ECOMA S.A. Lima, enero 1977, Wolfgang Luchting y publicado en la Revista Metáfora Nº07, En nombre de la literatura- Noviembre 2007- Págs. 16.).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario