martes, 20 de mayo de 2008

3827 Metros de Poemas: Aquí no falta nadie, antología de poesía puneña de Walter L. Bedregal Paz por Miguel Ildefonso*

Poniendo el relato en boca de su anciano tío, Cusi Hallpa, el Inca Garcilaso de la Vega, cuenta el origen de la civilización incaica: “Nuestro padre el Sol, viendo a los hombres en el estado en que estaban, se apiadó y tuvo lástima de ellos y envió del cielo a la tierra un hijo Manco Cápac y una hija Mama Ocllo para civilizar a los pobladores. Con esta orden y mandato puso nuestro padre el sol estos hijos suyos en el lago Titicaca que está a 80 leguas de aquí (...) Ellos salieron del Titicaca y caminaron al septentrión.”

A orillas de la cuna de los fundadores del Tawantinsuyo, a 3827 metros sobre el nivel del mar, en el sur andino peruano, se encuentra la ciudad de Puno, tierra y lago de poesía, como sabemos: del movimiento Orkopata, con El Pez de oro de Gamaliel Churata, y de 5 metros de poemas de Carlos Oquendo de Amat, por citar a los más famosos.

Y es desde allí que, en este mes de las letras, acaba de aparecer una esperada y excelente antología de poesía puneña, Aquí no falta nadie, del narrador y crítico literario Walter Bedregal. “Este libro es una antología que sigue una orientación fractal para presentar a la poesía que se ha desarrollado en Puno. Un siglo de poesía escrita en Puno. Las constelaciones semánticas y un filón de rizomas, propuestos como una nueva tendencia de lecturas poéticas, sustentan este conjunto de versos y la secuencia de las voces aquí reunidas. Estas voces se remontan a una pléyade que podría tener otros antecedentes en un periodo más anterior todavía, si mencionamos por ejemplo a Gabino Pacheco Zegarra, Lisandro Luna La Rosa, Aurelio Martínez Escobar, Alberto Cuentas Zavala, Emilio Vásquez y un poco más dentro de las movidas ulteriores se podría mencionar a poetas como el recordado José Parada Manrique, Vicente Benavente calla, Jesús Cáceres Velásquez, José Tapia Aza Y José Luis Ayala Olazábel, entre otros de valía para un estudio historiográfico de la poesía puneña, pero que por ahora se disgregan en el corpus de esta antología.” Señala Bedregal en su prólogo acerca de esta inagotable fuente poética del altiplano.

Los poetas antologados son 21: Alejandro Peralta, Carlos Oquendo de Amat, Efraín Miranda, Omar Aramayo, Percy Zaga, Gloria Mendoza Borda, Vladimir Herrera, José Velarde, Boris Espezúa, Lolo Palza, Alfredo Herrera Flores, Simón Rodríguez, Fidel Mendoza, Gabriel Apaza, Walter Paz, Erdi Flores, Hedí Oliver Sayritupa, Darwin Bedoya, Luis Pacho, Rubén Soto y Filonilo Catalina.

Y aquí una muestra de algunos poetas de las últimas hornadas.


Darwin Bedoya

Las Horas Eternas en la Banca del Parque

el jorobado en el parque solitario soñador
apuntalado entre los árboles y el agua
desde que el candado del jardín se abre.
Dylan Thomas

una iluminación
y varias canciones se pierden en su memoria
de habitaciones inconclusas con charcos de agua
en donde se refleja su propia imagen:
busca en la esquina de la plaza un quiosco
y allí compra el periódico del día

se sienta en una banca del parque
mientras lee y espera
la llegada de una sombra de abril
que nunca se confunde con la gente que viene y va
porque nunca supo llegar

y termina de leer de palmo a palmo su periódico
termina el crucigrama
y no termina las horas eternas en la banca del parque
y llega nadie
sólo una colección de imágenes borrosas
le hablan para que siga ahí
y no apague sus ojos
ni seque los charcos de agua
donde todavía se le puede ver
sin canciones
en una banca del parque



Luis Pacho

Invocación al Ausente

No tenía caso quedarse

Los cerros eran barrotes alejando los sueños.
Las heladas entumeciendo las manos
en la madrugada.
Los cielos con escasas aves
y las calles anegándose de miedo.

En la puerta del bus
le dije que el mar ahuyentaría su piel de granizo
y que las lluvias no tardarían en descubrir
sus ojos de animal rupestre.

¿Pero el mar tenía corazón?

¿Barcos con noticias familiares?

Un día al final del invierno
escribió que el clima y la presión le sentaban bien
y que las estrellas no caían a pesar
del grito de los niños
o las explosiones en la noche.
Y sin embargo su destino
no era varar la soledad en un puerto lejano
ni conversar a la intemperie
con algunos pelícanos y guanayes
a quienes no entendía nada.

A pesar de eso,
nosotros sabíamos que en cualquier momento
asomaría por el camino de la quebrada
con una mujer blanca
y unos niños parecidos a las nubes.



Filonilo Catalina

Poema Celeste

Celeste es una mujer que adorna
como un arte que bambolea sus 18 quilates – las feas calles de Lima

Celeste tiene:
desnudos los zapatos
y una mirada irreconciliable
a Celeste se le podría vender como estampita de Santa
en la puerta de cualquier iglesia
pero ella cobra 15 soles en una avenida
y da con su rostro estampado en el frío

Celeste gira y da con la vida
(15 soles y la misma avenida)
Celeste se va se viene
y se detiene para poder pasar

Celeste repite los días
y las calles repiten a Celeste todos los días

Celeste se mete
la noche al bolsillo trasero y
ensaya una sonrisa capaz de alojar esa Av. que transita su vida

Celeste aprendió desde muy niña
el arte de atravesarle
alfileres a los sueños mientras se está dormido
y dejarlos – a los sueños –
quietecitos sin que puedan mover sus alas
es de noche
y Celeste abre las piernas
con la misma destreza con que una lechuza extiende sus alas.

* Texto enviado por David Abanto Aragón

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