Del libro “Señales que se eligen”
Lima 1,988. Ed. Antares Artes & Letras
POEMA A LOS OBJETOS INANIMADOS
Cuando permanezco en mi paso semicircular
siento que algo me embiste continuamente
el lienzo color ocre es bueno piensas
la ventana se llena de grises
los pinceles te buscan esa fidelidad piensas
gris esta tarde
donde el aire te enloquece
ya nada se acostumbra a ti
sólo tu silla esculpida hacia presagios
¿Si la silla conjeturara?
¿Si acaso abriera sus brazos chirriando de madera
haciendo una forma amable para que tú te sientas?
¿Si acaso los muebles que me conocen impidieran tu salida
desdoblándose en la puerta?
¿Si acaso las ollas los vasos las sábanas
tocaran una flauta dulce?
¿Si acaso los pinceles ensayaran a coro conseguir de ti
la risa que vuelve donde tu retrato me diera un beso tangible?
¿Si acaso un poema se escape para besar al otro poema?
Todas las letras de mi casa se encienden y se desordenan
en señales que se eligen como duendes
siento textos de madera hablando del relieve
leo textos de madera
mientras dibujo el retrato que estoy haciendo de ti
mares de verdad avanzo tanteando
improvisando arrastro tu marea de quejas
y no es justo que estés encerrado como un animal
que sigue obediente mis manos reclamando
cómo dibujo sus semillas
y es arduo reemplazarte en este mar picado
distribuyéndote en esta vieja rueda de oración.
He hablado debajo de la superficie como un criminal
sometido a la invocación
¿dónde quedará clavado este marco de madera?
¿en qué universo se frotarán estas provisiones de calor?
¿hasta cuándo estaré implorando
que te conviertas en lo más pequeño
y guardarte en el escondite más secreto
más crédulo más antiguo?
el color lacre está sintiendo los gestos de tu cuerpo
tu nuca llena de misterios gozosos me recuerdan como era
este hombre color ojo que suspira por el ceño
se desvanece la madera la línea precisa
se despierta el volumen de tu retrato
que me seduce y me procrea
se multiplica tu presencia
en hijos rojos verdes azules
a quienes no canto una canción de cuna
porque los hijos de una imagen odian los aplausos
y pulsan la idea de dios
conocen el contraluz y dudan de su origen
Pero ¿quién se atreve a preguntarle a la ficción
si tiene pesadilla o si reclama mayores reos
entre el romance y su sátira
entre el sueño y su corrupción
entre la idea y su baile sordo?
¿Salir de allí?
¿Algo se excede?
¿Reconocerse allí?
Es difícil porque se ve se huele y se toca
en la hermética médula instantánea sometida a la luz
y a la descomposición...
Temo que habría que callar.
Del libro “Viaje a Parca y otros poemas”
1,995. Ed. Colmillo Blanco
ADONIS EN LA CANTINA
Con tu olor a mar bañado y
una arena terca, soleada en la oreja,
vienes Mercader a que te miren las sombras.
Las sombras te han mirado, te huelen, te desearán,
y se baja así la luz de algunos ojos
de libro viejo entre las manos.
Tu belleza entristece, espanta,
somete, indigna.
No es la hora de la luz esta hora,
no es la sabiduría de la luz esta sabiduría,
¿qué haces metido en esta cantina, si la poesía no es carne
tostada, colonia en la superficie de tu corazón?
¿qué haces en lo que llamas infierno buscándome?
El ebrio es un fantasma cansado,
con un horario medido de alegría,
se embarca como una ballena -blanca en su frontera-
y respira con un solo chorro de agua,
no juzga, y no le pide libertad a la piedra.
No te conviene Apolodonis ser el héroe de dos caras,
y no es lo blanco frente a lo negro
y no es la sombra frente a la luz,
no es la ironía frente a tu metro desesperado de ternura...
La soledad no tiene cuerpo,
la soledad no alquila su presencia,
llévate otra, intenta el beso de Rodin
con una esclava en tu mano,
porque este mar es mi agua
y el allegro
es mi conciencia.
IX
¿Quién era ese ser que yo defendía como si fuera mío?
Era un caballo lleno de matices. se extendía y no me hablaba. logré tener
un vínculo con él. uno verdadero. yo quería ser la yegua de ese caballo
que comía el azúcar y luego suspiraba. me echaba en su camino y me
quedaba largo rato sobre la tierra que había dejado atrás. la niña, la que
quería jugar y tener un amigo, sufría. querían matar a mi caballo. en mi
pueblo le temían. este caballo era fuerte, este caballo era ágil. caminaba
solo. a veces me miraba. un día lo vi dibujarme en la tierra con sus patas,
luego relinchó, luego se fue, era tarde, bien tarde.
no recuerdo bien. me encontraron llena de mocos. haciendo mundos en
medio de la tierra. al llegar a casa me pegaron.
"¿quién te ha embriagado, muchacha inútil?” “Parirás con dolor”.
Estoy herida.
no han sido las piedras las que han roto mis tobillos.
soy cualquiera de las mujeres que camina por el campo.
Del libro inédito “Dejaré los pensamientos a los pájaros”
I
Un día
meditaba al lado del río,
no como el Buda, no como Siddharta, pero
desvariaba al lado del río y
escribía cerca a un animal al principio imperceptible.
¿En qué parte del pasado (pensaba) ponerte madre,
padre, paraíso Idiotto?
¿En qué parte del pasado (dilucidaba) ponerlos a todos:
mi patio de letras, la chambita, el mal amor, la
solidaridad?
Y me quedé mirando al caracol,
(extraño caracol)
se arrastraba entre las piedras,
en medio del río,
y miraba el río,
estaba loco,
la poesía era violenta
¿Qué cosa no lo era?
ah, ya sé, los pondré en un cajoncito, con llave,
donde también encerraré un búfalo y un tigre,
una manada de lobos y un jabalí,
un ave de rapiña y un pobre conejo,
para que sean ellos quienes bullan
durante toda la noche
mientras escriba por fin
tranquilamente tangencialmente intocablemente: Árbol,
árbol, ¿por qué no tuve?
¡ay, papel hecho de árboles!
¿por qué no tuve
ni familia ni tradición
ni conocimiento ni verdad?
Escribía tranquilamente al lado del río, dije,
cuando resbalé al lado furioso del mismísimo río de mi
infancia. caracolito de marras. por salvarte. pedacito
de piernas como un bebé.
V
¿Qué quieres? ¿qué necesitas? me dice la fuente del agua
mientras acaricia su barba
mientras frunce el ceño
mientras ladea la cabeza
(y yo pensando, dónde estarán las serpientes para cometer
un solo gran pecado)
y luego me bautizo en las barbas de la fuente.
Es que no he venido para luchar sólo por el fuego
y nada más que por el fuego
de la casa
(de lo que queda de la casa)
Es que no he venido sólo por la luz, el agua, la leche,
la ropa o el frío
Es que nunca quise aparearme, hacer el nido y
comprender la luna
Es que nunca quise distraerme, bailar, sudar, y
empezar de nuevo
Es que no he venido para los días viernes y recordar
que existo
(¿dónde estarán las serpientes?)
¡Líbrame, oh Fuente, de la imagen de una virgen!
dicen que tiene como dos mil senos despiertos toda la
noche.
LUZ MARÍA SARRIA. Nací en Lima. Estudié Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Lima. Fui premiada en los años consecutivos de 1982 y 1983 en los Juegos Florales con el Primer Premio en poesía y cuento corto. Cursé dos años en la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica. Formo parte de diversas Antologías de la Poesía Peruana, entre las más importantes están las publicadas por Ricardo Gonzáles Vigil “Poetas peruanas de antología” “Poesía peruana siglo XX” y la de Marco Martos con Roland Forgues “La escritura un acto de amor” y “Las poetas se desnudan” de Roland Forgues, entre otras. HE PUBLICADO los siguientes libros de poesía: Señales que se eligen en 1988, Editorial Antares Artes & Letras. Viaje a Parca y otros poemas en 1995, Editorial Colmillo Blanco. Dejaré los pensamientos a los pájaros (libro inédito). Desde el año 1998 me dedico paralelamente al estudio, investigación y difusión de la Astrología Tradicional y escribo en mi blog (http://luzmariasarria.blogspot.com/) una que otra tarde. Mis pasiones: toda forma de arte y en especial LA POESÍA y la astrología o cosmobiología como quieran llamarle.
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