Dentro
del concierto de voces de la poesía latinoamericana la poesía de Mercedes Roffé
(Buenos Aires, 1954) es una de las más inclasificables, aunque en apariencia su
poesía o su sintaxis o sus formas parezcan "simples". Y es
precisamente en esa "simplicidad" que habita el germen de lo nuevo y
de lo revolucionario del oído y de la imagen. En varias oportunidades he
mencionado, siguiendo al poeta cubano José Kozer, que se puede percibir dos
líneas claras en la poesía latinoamericana: una línea diáfana y la otra
imbricada, una línea fina y la otra espesa, una línea transparente y una línea
de enmascaramiento como sugirió el crítico venezolano Guillermo Sucre. La
poesía de Roffé no se instala en ninguna de estas dos líneas ni en su cruce y
ni siquiera se hace problemas con esas distinciones. Su poesía, ajena a una
carga demasiado pesada de tradición literaria, transita otros referentes como
la música, la pintura o el teatro.
La
ópera fantasma, octavo poemario de Roffé, se abre con un epígrafe de Octavio
Paz: "Por una vía que, a su manera, también es negativa, el poeta llega al
borde del lenguaje. Y ese borde se llama silencio, página en blanco. Un
silencio que es como un lago, una superficie lisa y compacta. Dentro,
sumergidas, aguardan las palabras", esta cita, es en buena parte una
poética del libro de Roffé, la página despliega sus movimientos a través de los
blancos de la página, y al contrario de una sensación de vacío, esos espacios
no están deshabitados, están poblados por la resonancia de las voces. Por ello
en este libro no se utiliza la primera persona del singular, sino una forma
neutra, impersonal e intemporal. El poeta se torna así en un medio (un
catalizador) y no en el centro de la enunciación. La ópera fantasma está
compuesta por dos capítulos (Aproximaciones a la boca del rey y La ópera
fantasma) que abarcan cinco secciones (El Lago (Chances Are), Definiciones
Mayas, Situaciones: eventos y conjuros, Teoría de los colores y El pájaro de
fuego).
En la
primera sección una de las ideas recurrentes y que se repetirá a lo largo del
libro es el paralelismo entre los términos "silencio",
"muerte" y "sueño", tal vez la cita de Maurice Blanchot, en
el poema Égloga oscura, nos ayude a contextualizar mejor esta operación:
"Sólo eso es lo que Orfeo fue a buscar al Hades... su único propósito: ver
en la noche lo que la noche oculta, la otra noche, la disimulación que
aparece" (25), entonces, de lo que se trata es "ver" con otros
ojos, el poeta debe "ver" la/su realidad con otros ojos.
La
siguiente sección es Definiciones Mayas y contiene textos vinculados a lo que
podríamos conceptuar como un diálogo con la oralidad, como la misma autora
refiere: "Según [el etnólogo] Burns esas 'definiciones' habían sido
dictadas o anotadas por su informante Alonzo Gonzales Mó, para explicarle a él
mismo, el investigador, el sentido y usos de algunas palabras y expresiones
mayas, y contribuir así a preservar su propia lengua y cultura" (31), así
es como desfilan mediante aproximaciones y metáforas las palabras "A
veces", "También", "Entonces" y "Paisaje".
La
tercera sección, y la que cierra el primer capítulo del libro, es Situaciones:
eventos y conjuros. Dicha sección se abre con un epígrafe de Antonin Artaud:
"Una suerte de horror nos invade al ver esos seres mecanizados, cuyas
penas y alegrías no parecerían pertenecerles, sino más bien obedecer a antiguos
ritos que les fueran dictados por una inteligencia superior. Es esa intuición
de una Vida más alta y prescrita lo que más nos sorprende, como una especie de
rito que pudiéramos profanar". Esta sección trabaja con algunas ideas como
la descripción obsesiva y minuciosa de ciertos objetos, la mezcla de voces
dentro de un gran teatro delirante: "Toma ahora un retazo de alguno / de
los que enloquecieron de sus voces" (62), el ritmo de la naturaleza, etc.
La
cuarta sección es la que abre el segundo capítulo y se llama Teoría de los
colores al parecer Roffé juega con las nociones intercambiables de poesía,
música y colores. Esta sección es la sección más intertextual de todas
encontramos referencias a la pintura de Redon, Moreau, Crane, Maillol, entre
muchos otros.
Por
último, la quinta sección El pájaro de fuego sus mayores referencias son piezas
musicales de Bach, Schoenberg, Tan Dun, entre otros. Una de las ideas más
importantes que nos deja esta sección es expresada así: "Dice el salmista:
/ Sin habla y sin palabras / aún así su voz se oye" (120), y el poeta
siempre nos dirá, a pesar de su voz y siguiendo a Bach y Celan: "Fuga /
Fuga de muerte" (150).
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