martes, 20 de octubre de 2020

ROSSELLA DI PAOLO PREMIO CASA DE LA LITERATURA 2020 + POEMAS




EL DIOS DEL ACANTILADO

        Nadie sabrá de mis hombros derruidos
     o de mis pasos de piedra edificando distancias

        Sólo para mí el conocimiento
     de la terrible hondura de estas manos
como la de ciertos estanques que extravían sus fondos

No dirán: tuvo una frente ceñida de espacios
         o: una frente adelantada hacia el sueño
     Es lo mismo.

Nadie para mi rostro de muralla absorta
         con su crecida barba de retama
Nadie para medir el aire que me muerde
Nadie para arrimar la arena tibia que cae de mis ojos.



EL CUERPO DONDE HABITO

I

Todo este buen objeto que es un cuerpo:
sus brazos flacos despegados por arriba
sus alocadas piernas cortadas hacia abajo
y en el medio el pedacito de torso
con su corazón puntual, sus riñones limpios
y este pulmón que se asoma a la ventana
y conversa con el otro
sobre si el cerebro encabezado, si la boca armada
si las altas hogueras parpadeando al unísono.
Ah este cuerpo alegre como un perro chico
con su sexo despierto saltando en la puerta.
Sin este honroso cuerpo, duro y claro,
sin su lúcida arquitectura
de huesos quietos y pellejo alzado
dónde habitaría y cómo
tanta tierna acongojada nada?


II

En los brazos de mi cuerpo estoy
en sus pies me alzo y ando.
De mi cuerpo soy hija única
y en su piel me sumerjo entera.
Sin mi cuerpo no hay voz
ni mi voz ni tu voz
sin las orejas de mi cuerpo
ni tu cuerpo sin los ojos del mío
sin sus manos.
Me ama este cuerpo que yo habito
me abre sus ventanas y me teje
y desteje cada día que me asomo.
Es mi cuerpo quien fabrica las palabras
la conciencia de estar / de ser aquí
porque él lo quiere
y si no lo quiere entonces nada
de nada.



PROFESORA DE LENGUA Y LITERATURA - Ex

            Sepan que estoy viviendo, nubes,
            sepan que canto
                                 Javier Sologuren

Nunca más pararme frente a la pizarra —ecce femina—
con un cucharón
para meter en los platos vacíos de sus cabezas
el engrudo homérico, la berenjena eglógica
el acento esdrújulo y miserable, ni más
tizas de colores, salsas de tomate,
para abrirles las bocas
ojalá el entendimiento.
Ya no la tarjeta en la tostadora horaria
saltando con su tardanza al rojo vivo
ni exámenes para probar cuánto resisten
mis nalgas en el pupitre y cuántas tildes
puede gotear un cárdeno Faber Castell 031.
Se acabó la clase, la ilusión de mango,
todos al recreo, yo al recreo (pero sin vuelta)
al recreo de desclavarme de la pizarra
y saltar por la escalera al fin resucitada.
Último día, las rejas se levantan,
y en este valle ameno
nubes, sepan que canto,
sepan que canto, bestias.



AMOR DE VERDURA II

Tu risa es ancha y feliz como un campo de coliflores
y me hundo en tu barba verde
en tu gran cuerpo de hierba
en el rumor de tus aguas anegándome
descuajándome las piedras hasta hacer de mí
un estruendoso país de vegetales
porque entonces los escucho brotando de mi cuerpo:
en mi cabeza una lechuga enloquecida
en mis axilas la hiedra de los muros
excava sus canales y este hervor de fronda
asomado al puente entre mis piernas
se ajusta a tu corriente
a la luz atronadora que gobierna
los altos pastos que vienen hacia mí
y estallan.



LA NOCHE OSCURA

        a oscuras, y en celada,
        estando ya mi casa sosegada
                     San Juan de la Cruz

En una noche oscura
seis cajas de libros, un vestido, la máquina
de escribir con ansias, en amores inflamada.
Mi madre gritando en la escalera, mis hermanos
los pelos arrancados
¡que no lo sepa nadie!
¡oh dichosa ventura!
una mujer sola, en Lima, qué dirán
salí sin ser notada
qué dirán: puta en cierne
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
en un taxi negro hacia otra habitación
sin otra luz que mi rabia por vivir
y escribir lo que viviera
y esas clases que dictar ajustándome a la lengua
lo que en el corazón ardía:
una mujer sola, en Lima, qué dirán
qué dirán, puta en cierne.
Puta con burdel tapizado de libros
mi cama de combate con tantas palabras que poner
y enderezar
el poema en mi cuello
y todos mis sentidos suspendidos.
Todos no, que allí tuve yo los ojos para verte
de lejos la cabeza, tu adelantada frente
oh noche que guiaste la habitación al lado
oh noche amable más que el alborada
hombros bravos de toro, suaves ojos de toro
oh noche que juntaste
su risa con la mía, su leche en mi café
amado con amada
y el beso en el abismo, los círculos de fuego
amada en el amado transformada.
Quédeme y olvídeme
el rostro recliné sobre ti
el rostro, el vientre, los muslos…
Cesó todo y dejéme
dejando mi cuidado, el llanto del domingo,
la honra de mi casa
todo
entre las azucenas olvidado.



PIEDRAS

I

arrojabas las piedras contra mi cuerpo
y yo me mantuve en mi sitio,
feroz.
ninguna dio lejos del blanco.
cómo dejarlas caer sin haberme tocado.
eran tus piedras.
era sólo mi cuerpo.

II

pudiste lanzarme abismos, selvas oscuras, barcos en llamas,
pero sólo tenías piedras
y yo necesitaba algo de ti, cualquier cosa
que se desprendiera por fin de ti
y me buscara.

III

una piedra lleva tus huellas digitales,
mirando más al fondo: la palma de tu mano, su humedad.
si fuerzo aún las cosas, la precisa
atención de tus ojos, el pulso
que avienta tu vida
hacia la mía.

IV

es mejor que me incline a recogerlas.
no llegaré con las manos vacías
a la casa del amor.

V

hay gozo en la casa del amor
así cuentan
y música.
golpearé una piedra contra otra
una contra otra
disciplinadamente.



LA CANCIÓN DEL BALLENERO

Bajo velos de vapor
témpano de hielo va
la novia esquiva...
tal vez quizás pudiera ser que hoy
como el sol mi arpón la detuviese
sobre el agua del mar
agua fría de azahar...
quizás aquí pudiera ser tal vez
y el corazón se me ahogue
y no se ahogue mi sed.



Rossella Di Paolo. Lima 1960, Estudió Lingüística y Literatura en la Universidad Católica del Perú. Libros: Prueba de galera (Lima: Antares, 1985); Continuidad de los cuadros (Lima: Antares, 1988); Piel alzada (Presentación de Ana María Gazzolo. Lima: Editorial Colmillo Blanco, 1993), Tablillas de San Lázaro (Lima: PUCP, 2001) y Una silla en el mar (Lima: PEISA, 2016).

domingo, 4 de octubre de 2020

DESDE LAS 8 DE LA MAÑANA, EL 16 DE JUNIO DE 1904: EL “ULISES”, DE JAMES JOYCE, por Bernardo Rafael Álvarez

 

“Imponente, el rollizo Buck Mulligan apareció en lo alto de la escalera, con una bacía desbordante de espuma, sobre la cual traía, cruzados, un espejo y una navaja. La suave brisa de la mañana hacía flotar con gracia la bata amarilla desprendida. Levantó el tazón y entonó: // -“Introibo ad altare Dei.”[1]  Estas son las palabras con que empieza Ulises, la monumental novela del escritor irlandés James Joyce. 

*** 

Les cuento. Un amigo muy curioso (no por extraño, sino por ser "inclinado a aprender lo que no conoce"), me preguntó acerca de aquello de lo que todo el mundo habla cuando de esta novela se trata. No, no preguntó acerca de su argumento o de sus personajes o de lo que pudiera significar. Su inquietud fue otra: ¿Está dicho realmente en la novela que los acontecimientos narrados ocurren el día 16 de junio de 1904, y comienzan a las 8 de la mañana? ¿En qué parte del libro podemos encontrar esas referencias? Pensó -es lo que me dijo- que eso tal vez no podría ser sino una más de las cosas que se atribuyen a obras literarias famosas y que en realidad no existen: aquella frase atribuida al Quijote, por ejemplo (“Los perros ladran, Sancho, es señal de que avanzamos”). Le confesé que yo también dudaba, a pesar de que -tras haberla leído (bueno, es un decir)- el año 2004 escribí un poema en el que hacía referencias a algunas partes del libro[2]; y le prometí darle una respuesta después de volver a navegar en ese inmenso océano de palabras, poblado de virtuales cíclopes, lestrigones, mareas altas, tormentas y olas gigantes.

Tal vez quienes saben -obviamente- muchísimo más que yo, tengan respuestas diferentes, pero -en fin- la mía (que se da como unas pistas, con las que se puede llegar a las respectivas páginas), es esta: Sí está dicho, pero enseguida voy a hacer las precisiones. Así que, amigos, acompáñenme en esta búsqueda (o “busca”, que es la palabra que más le gustaba a don Jorge Luis Borges). 

*** 

Veamos. Empieza la novela: Después de aquel “Introibo ad altare Dei” ("Ve al altar de Dios"), que he transcrito al principio, y luego de haber estado conversando y de contemplar la bahía de Dublín desde lo alto de la torre de Martello, Esteban Dedalus y Buck Mulligan (que es un medio rabioso estudiante de medicina) bajan a tomar el desayuno, preparado por Mulligan (les acompaña Haines, un joven al que Mulligan había invitado). Tenían pan, mantequilla y miel, pero algo faltaba, lo principal: la leche. Mulligan, "repentinamente de mal humor, se sentó: // -¿Qué clase de ternera es esta?" (se refiere a la anciana vendedora de leche, que aún no ha llegado) "Le dije que viniera después de las ocho". No pasa mucho rato y, efectivamente, la señora llega: "-La leche señor. // -Entre, señora -djo Mulligan-. Kinch (es el apodo que decide ponerle a Esteban),  trae la jarra".

Ahí está: esa es la hora: 8 de la mañana, hora del desayuno. La encontramos en (obvio, ¿no?) el primer episodio, que es conocido como Telémaco (y está en la primera parte de la novela, llamada Telemaquia; las otras dos partes son: la Odisea y el Nostos). 

Ahora busquemos el día; lo encontramos en Hades. "-¡Ea!... -gritó la voz del trapero, haciendo resonar su látigo sobre los flancos-, ¡Uuuu...! // Jueves naturalmente. Mañana es día de matanza". Ya sabemos cuál es el día de semana: jueves. Según el "calendario perpetuo", el 16 de junio de 1904 fue eso: jueves.

Bien, pero eso aún no nos dice nada: lo que necesitamos es encontrar una referencia escrita respecto de esa fecha, en la obra literaria que tanto dolor de cabeza ha causado a muchos. 

Busquemos primero el mes. Leamos: "J. J. Molloy envió una mirada cansada de reojo hacia la estatua y no dijo nada. // -Me doy cuenta -dijo el profesor. // Se detuvo sobre la isla de pavimento de John Gray y midió a Nelson a través de la malla de su amarga sonrisa". Como se habrán podido dar cuenta, este brevísimo fragmento de la novela no nos sirve de ayuda, ciertamente; pero sí su título: "HORACIO ES CINOSURA EN ESTE DÍA DE JUNIO". ¿Dónde se encuentra eso? En el capítulo llamado Eolo, que es, también, nombre del dios del viento.

Resuelto: efectivamente, es junio. 

Enseguida, nuestra mirada debe ir en busca de la fecha. No sé ustedes, pero yo la encuentro en esto, en Cíclope: "(Alf) se pone a imitar al viejo juez haciendo pucheros (...) // Y por cuánto el día dieciséis del mes de la diosa de ojos de vaca y en la tercera semana después de la fiesta de la Santa e Indivisa Trinidad, la hija de los cielos, la luna virgen, estando entonces en su primer cuarto, sucedió que esos jueces eruditos acudieron a las salas de la ley"

La tercera semana después de la mencionada festividad religiosa (hagan las constataciones con su santoral, si no me creen) corresponde al mes de junio; es decir, ese “día dieciséis" es, pues, 16 de junio. 

¿Qué nos falta? El año. Para esto, desde el punto al que he llegado en el libro, tengo que regresar 119 páginas. Transcribo: "-Hay un caballero aquí, señor -dijo el empleado adelantándose y teniendo una tarjeta-. Del 'Hombre Libre'. Quiere ver la colección KILKENNY PEOPLE del año pasado". ¿Cuál es ese "año pasado"? Aquí está: "-Todos los principales provinciales... 'Northern Whig', 'Cork Examiner', 'Enniscorthy Guardian', 1903..." A estas alturas, me acuerdo de un muy interesante libro, acerca de la realidad peruana, que leí hace muchos años -publicado por lo que fue el Instituto Nacional de Cultura-; me refiero a Entre Escila y Caribdis, de Augusto Salazar Bondy. Ese título nos lleva al nombre del episodio o capítulo reseñado.

Respuesta a la vista: Si ese -el que aparece allí mencionado, tras las publicaciones de la colección "Kilkenny People"- es el año pasado, entonces el actual es 1904, ¿verdad? Es cierto, y lo encontramos, pues, en el episodio Escila y Caribdis

(Los tres capítulos aludidos -Escila y Caribdis, Cíclope y Eolo, están en la segunda parte, que es la más extensa de la novela: la Odisea).

La pregunta del amigo curioso ha sido respondida. Es verdad: todo ocurre el 16 de junio de 1904. Y comienza a las 8 de la mañana. No es una sospecha: está expresamente dicho en la novela. 

Ah, pero hay algo más que conviene precisar, para redondear completamente el asunto. Les invito, para ello, a leer los siguientes extractos de la novela que corresponden al episodio conocido como Eumeo (en la tercera y última parte, que es el Nostos): 

"Bloom y Esteban entraron en el refugio del cochero, una estructura de madera sin pretensiones, donde antes de entonces, él había estado raramente, si es que alguna vez (...)// -Se trata ahora de tomar una taza de café -sugirió atinadamente el señor Bloom para romper el hielo-; se me ocurre que usted debería pedir un alimento sólido; por ejemplo una suerte de panecillos..."

("Y he visto antropófagos del Perú que comen los cadáveres y el hígado de los caballos...")[3] 

"-A qué hora comió usted? -preguntó a la delgada figura y rostro cansado aunque sin arrugas. // A alguna hora de ayer -dijo Esteban. // -Ayer -exclamó Bloom hasta que recordó que ya era mañana--. ¡Ah, usted quiere decir que son las doce pasadas! // -Anteayer -dijo Esteban, superándose (dicho de otro modo: corrigiéndose) a sí mismo..." 

"De cualquier manera, pesando el pro y el contra, y acercándose, como era el caso, la una, era hora de retirarse esa noche". 

"Resumiendo: Bloom que se había hecho cargo de la situación, fue el primero en ponerse de pie, pues no iban a quedarse eternamente, y ya que se había adelantado, y valiendo él tanto como su palabra de que pagaría la cuenta oportunamente, tomó la prudente precaución de hacer, moderadamente, como una advertencia de despedida a nuestro huésped, un signo apenas perceptible cuando los otros no miraban, a los efectos de que se enterará de que el pago estaba próximo…" 

"Sobre la calzada a la que se acercaban mientras iban hablando todavía, más allá de la cadena mecánica, un caballo, arrastrando una barredora, se deslizaba por el pavimento levantando una larga faja de cieno..." 

¿Entendieron, ¿verdad? Claro que sí. Después de haberse servido algo en un modesto restaurante (al que aluden como "el refugio del cochero") y tras el pago por el consumo que ofreció efectuar Bloom, este sale con Esteban, y se van conversando por las calles de la ciudad. Pero, ¿a qué hora han salido del "refugio"? Después de la una de la madrugada ("y acercándose, como era el caso, la una, era hora de retirarse"). Y se van caminando. 

Luego de esto, en la novela hay dos capítulos (o "episodios"), los finales: "Ítaca" y "Penélope". Pero, temporalmente hablando, no agregan nada (salvo para el ejercicio de la lectura), pues no hay allí, propiamente, narración de hechos. 

Ítaca (que es el penúltimo episodio), no es más que una seguidilla de preguntas y respuestas que, digamos, se hace el narrador. Sin embargo, las primeras de esas preguntas y respuestas nos ayudan a aclarar la situación: hacen referencia a la caminata de Bloom y Esteban hacia la casa de aquel, primero "a paso normal", luego "aflojando el paso" y "después a paso lento interrumpido por detenciones" hasta que, por fin, llegan a su destino, en la "calle Eccles número 7", el lugar donde comenzó la historia: la torre de Martello. Hasta este punto ya podemos calcular: más o menos una hora de recorrido desde "el refugio", de donde salieron a la una de la madrugada. Es decir -para concluir-, desde las 8 de la mañana del día anterior, en que Esteban desayunaba con Mulligan y Haines, hasta estos momentos en que Bloom, frente a la puerta de su casa, "insertó mecánicamente la mano en el bolsillo trasero de sus pantalones para tomar su llavin", ¿cuántas horas han pasado? ¡Dieciocho horas! (Como dieciocho son los episodios o capítulos de la novela).

Y lo que viene seguidamente es el episodio o capítulo final, conocido como Penélope, que en realidad es el extremadamente famoso, y tal vez el más importante aporte de Joyce a la literatura (porque, según dicen, en psicología quien primero lo hizo fue el norteamericano William James), el monólogo interior, en este caso de Molly (la esposa de Leopoldo Bloom, que le es infiel con un empresario musical), presentado en la novela sin un solo signo de puntación. Aquí un pequeñísimo fragmento: "... yo nunca en toda mi vida sentí a nadie que tuviera una del tamaño de esa para hacerla sentir a una llena ha de haber comido una oveja entera después a quién se le ocurre hacernos así con un gran agujero en el medio de nosotras como un padrillo metiéndoselo a una adentro porque eso es todo lo que quieren de una con esa decidida mirada viciosa en sus ojos yo tuve que entrecerrar los ojos todavía si no tuviera esa tremenda cantidad de esperma dentro cuando se lo hice sacar y hacerlo sobre mí...". Erotismo desenfadado, que fluye en el pensamiento de la  mujer, mientras su marido duerme al costado de ella..

*** 

Todo esto que he hecho tratando de satisfacer la inquietud, ha tenido un objeto adicional: experimentar -con placer, desconcierto y fatiga- un viaje "odisiaco" en el Ulises de Joyce. Porque si solo hubiese querido ubicar la fecha, mes y año, hubiera bastado con decir que en la página 657 de la edición en castellano que tengo está la respuesta, en la referencia al presupuesto de gastos: el “Debe y el Haber” que corresponde -ahí lo dice textualmente- a ese día, el 16 de junio de 1904.

Y, vean cómo son las cosas. Ya van a ser las 2 de la madrugada del 28 de setiembre, y este viaje "odisiaco", de busca y rebusca, que comenzó ayer por la mañana, acabo de concluirlo y estoy por terminar la redacción de este texto. No van a creérmelo: todo ha durado prácticamente lo que la novela dura en Dublín: cerca de veinte horas. ¿Se imaginan? Qué cosas, ¿no? ¡Uf! Pero fue agradable todo; como lo he dicho: con placer desconcierto y fatiga. 

¿Qué es Ulises? Diré que es, acaso, la más ambiciosa obra narrativa que se haya escrito en la historia de la humanidad. Una novela que no dice nada y lo dice todo, al mismo tiempo. Es una obra literaria, bastante extensa, que narra hechos ficticios que, vistos a ojo de buen cubero, carecen de mayor importancia. No aborda “los grandes temas de la humanidad”; las conversaciones de sus personajes son como las de cualquier vecino de una ciudad. Y, como sabemos, en las conversaciones de la gente, en una ciudad, se tratan generalmente de asuntos domésticos, fútiles: muy raramente se habla, por ejemplo, del destino de la humanidad, de asuntos referidos a la paz mundial, o “las hondas caídas de los cristos del alma”, y no tienen que engolar la voz o darle majestuosidad a sus expresiones. Los personajes de Ulises, igual; y nada tienen  de excepcional, no han sido hechos para ser alabados o para servir de ejemplo (por sus luchas, sus sacrificios, sus actos nobles, sus rarezas, en fin); jamás podremos referirnos a ellos, como lo hacemos con Juan Preciado, Jean Valjean, Aureliano Buendía, Emma Bovary, Rendón Wilca, Gregorio Samsa.... No son "héroes", sino personajes comunes y corrientes. Pura cotidianeidad. Esto, creo yo, le da a la novela  un verdadero carácter de realista, en el más amplio sentido de la palabra; es, por lo demás, absolutamente verosímil. Por otra parte, es –estoy convencido- una novela, también al mismo tiempo, difícil y fácil de leer. Puede generar –y, de hecho, genera- reacciones de admiración, de desconcierto, de rechazo y hasta de odio, y tal vez también de placer; es decir, cumple cabalmente la razón de su existencia: conmover (o sea, "perturbar, inquietar, alterar"), como toda buena obra de arte.  

Borges, en una conferencia acerca del tema, dijo claramente esto, que es un magnífico y justo homenaje: “Quiero decir que si tuviera que perderse todo lo que se llama literatura moderna y hubiera que salvar dos libros, esos dos libros que podríamos elegir en todo el mundo serían, en primer término el Ulises y luego el Finnegans Wake, de Joyce”.

Los sucesos que cuenta Ulises se ubican, temporalmente, en un día de junio de 1904. James Joyce eligió el 16. ¿Por qué? Se dice que ello se debió a que esa fecha tenía una importancia de carácter sentimental para él: unos creen que fue cuando conoció a Nora Barnacle, la mujer con quién se casó y a la que le enviaba unas cartas bien "calenturientas"[4] (yo las leí por primera vez hace muchos años, en un periódico que, lamentablemente, se me perdió); otros, tal vez más acertados, están seguros de que en la noche del 16 aquel, tuvieron, James y Nora, su primer encuentro sexual (yo, por supuesto, me adhiero a esta hipótesis). 

(Mi ejemplar del Ulises –que lo tengo desde el 26 de agosto de 1975- corresponde a la sexta edición –en castellano- publicada en junio de 1972 por Santiago Rueda – Editor, de Buenos Aires). 


Lima, 28 de setiembre de 2020


[1] En inglés: “Stately, plump Buck Mulligan came from the stairhead, bearing a bowl of lather on which a mirror and a razor lay crossed. A yellow dressinggown, ungirdled, was sustained gently behind him on the mild morning air. He held the bowl aloft and intoned: // —Introibo ad altare Dei.”

[2] Sesilú, mi poema, fue publicado inicialmente el junio de 2004, en el diario La Industria, de Chimbote; diez años después, en mi blog personal.

[3] Obvio: esta cita no viene al caso, pero la he insertado por cuanto, para nosotros los peruanos, creo que se trata de una muy curiosa referencia.

[4] En carta del 6 de diciembre de 1909: "Te habrán impresionado las cosas sucias que te escribo. Quizás pienses que mi amor es una cosa sucia. Lo es, querida, en algunos momentos. Te sueño a veces en posiciones obscenas. Imagino cosas muy sucias, que no escribiré hasta que vea qué es lo que tú me escribes. Los más insignificantes detalles me producen una gran erección- un movimiento lascivo de tu boca, una manchita color castaño en la parte de atrás de tus bragas, una palabra obscena pronunciada en un murmullo de tus labios húmedos, un ruido sin recato, repentino, de tu trasero y entonces asciende un feo olor por tus espaldas. En algunos momentos me siento loco, con ganas de hacerlo de alguna forma sucia, sentir tus lujuriosos labios ardientes, chupándome, coger entre tus dos senos coronados de rosa, en tu cara y derramarme en tus mejillas ardientes y en tus ojos, conseguir la erección frotándome contra tus nalgas y poseerte sodomíticamente".

Poesía del turco Hasan Erkek

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