Patrick
Rosas (Lima 1947) es un escritor peruano perteneciente a la generación del 70 quien
se instaló en Francia en 1976, y desde allí ha venido creando una singular obra
literaria que alcanza los doce títulos, entre los que podemos destacar -en
poesía- Las claves ocultas & otros poemas (1981) y la novela Entre el estrago del combate mudo (2015).
Ahora nos entrega El año de Los Saicos (Ed. La huerta grande, Madrid 2017) novela que motiva este breve
comentario.
Para comenzar diremos que el título
podría resultar engañoso. Es decir, el lector pensaría
que se trata de un texto sobre la etapa inicial de la famosa banda de rock Los Saicos -considerada por la crítica
internacional como una especie de brote precursor del punk ocurrido en el barrio de Lince, sito en la capital del Perú a
mediados de los 60s- pero desde las primeras páginas del libro nos percatamos
que se trata de una muy otra cosa. En efecto, estamos ante la historia de una
familia de la pituquería limeña (voz popular que se refiere a la clase dominante del país) en el
contexto de la sociedad peruana en el año de 1964, en
pleno apogeo de la hegemonía oligárquica, antes de la Reforma Agraria del
gobierno de Velasco que liquidó aquel predominio casi feudal. Fue el año también de la formación de Los
Saicos (hay un par de escenas en las que -tangencialmente- aparece la
banda) y así queda justificado el nombre de la novela.
La historia de la familia de Xavier
Noboa (abogado y ex senador, miembro del partido de Manuel Prado, ex
presidente) junto a su esposa Michi y su hijo adolescente Xavi se nos relata en
un directo y perfilado estilo, configurado a través de una metaficción según la
cual el menor hijo de la pareja le narra la trama al narrador, quien -a su vez-
nos la va contando a nosotros a lo largo de todo el texto. Ambos -Xavi y el
narrador- han sido compañeros de estudios en el colegio La
Recoleta y de allí su amistad. El meollo del asunto gira en torno a la llegada
de Ana Huamán, procedente de su pueblo Despeñaperros en la
sierra andina central, a trabajar en el hogar de los Noboa, sito en el Pasaje
Inclán, centro de Lima a escasas cuadras de La Colmena. Ana es una hermosa y
sensual joven (una rica chola -como
la llaman los muchachos de la collera del barrio de Xavi) ante cuya belleza
todo el mundo cae subyugado; y para lo que nos interesa en el plot de la novela: principalmente el
hijo de los Noboa. Pero Xavi no sabe o no puede conquistar a Ana, quien lo
rechaza abiertamente; y a partir de allí el muchacho va a desarrollar un encono
hacia ella que será decisivo para el trágico desenlace final de la historia.
Con toda esta situación planteada, el
narrador va a explayarse presentándonos un logrado cuadro de los habitantes de
Lima en el marco temporal de la novela. Modos, costumbres, tics, giros
coloquiales de la pituquería (y de personajes de otras clases que se relacionan
a ella) se nos presentan con fidedigno realismo pero tocados por un cierto halo
sarcástico con que el narrador parece solazarse y enfilar así su crítica
rotunda a esa burguesía oligárquica, cuyo mundo (la sociedad peruana) les
semeja una suerte de paraíso en donde el pueblo -los cholos e indios- permanecen
sojuzgados y a su entera y exclusiva disposición. Pero dicho paraíso empieza a hacer
crack cuando una de las amigas de
Michi de Noboa intenta suicidarse por un affaire
amoroso que bordea el escándalo, o cuando Xavier Noboa embaraza a su
secretaria; igual cuando Michi se involucra sexualmente con el italiano pobre
dueño de la cochera donde guarda su carro, o cuando Lucas -primo hermano de
Xavi que ha llegado a vivir temporalmente al hogar de los Noboa- (siendo esto
muy importante para la trama) conquista y embaraza a la hermosura andina Ana
Huamán, empleada de la casa.
Este personaje -Lucas- es quizá el más
emblemático de la novela, toda vez que encarna uno de los modos de ser de la
juventud de los 60s, no sólo en el Perú sino en toda Latinoamérica: la
militancia guerrillera guevarista surgida tras el triunfo de Fidel Castro y la
Revolución cubana en 1959. Claro que el tono sarcástico del autor cuestiona
dicha condición en un pituco como Lucas, pero, de todos modos, el trazado del
personaje y su entorno comprometido sirve a Patrick Rosas para darnos una idea
-digamos- de su filiación ideológica, sobre todo -por ejemplo- en los diálogos
acerca de la religión que sostiene con Ana Huamán, donde es claro el
cuestionamiento frontal al catolicismo imperante en la sociedad peruana.
Respecto al estilo del autor me interesa
resaltar algunos de sus rasgos. Por ejemplo: su manejo del modo de pensar
pituco de aquella época, muy bien insertado en el discurso narrativo. Leamos:
“ninguna limeña decente caminaba más de una
cuadra” (tenía que ir en auto sino era una indignidad). La calidad descriptiva
con cierta resonancia de raigambre expresionista muy ad-hoc para Lima: “Una noche aguada, pegajosa, mezclando su piel
con el fulgor amarillento y sucio de los faroles sobaba la fachada del Hotel
Bolívar”. O esta otra, más efectiva: “Un olor a fritanga se disputa el aire con
un olor a monóxido de carbono y a querosén quemado y de algún lugar detrás de
las paredes escamosas de los callejones llegan a sus oídos acordes de música
andina y de alguna polquita criolla”. Haciendo uso del giro coloquial, el autor
nos retrata el acendrado racismo de la pituquería (y que atraviesa toda la
escala social en el Perú). Cuando los chicos de la collera de Xavi se enteran
de que “se ha templado de su servilleta” uno de ellos acota burlonamente:
“-Pucha tus hijos van a oler a llama”.
Algunos personajes reales de la Lima de
entonces desfilan en la novela, con o sin sus nombres; entre los que podemos
reconocer: Sebastián Salazar Bondy, Carlos Aítor Castillo, Ofelia Woloshín,
César Calvo, Chabuca Granda, Coco Satui; así como visibles apellidos de la
pituquería como Nicolini, Isola, Marsano, Rossi, Ladrón de Guevara, Simich
Montero, etc. O barrios del centro: Malambito. Bares: el Bransa, el Mario
(reconocibles por lo menos hasta la década de los 80s). Tipos de origen popular
como el negro Bomba que aparece
(realmente lo era) como guardián del burdel de la Avenida México -famoso
lupanar de Lima hasta los 60s- y también incitador y causa de la mortandad
habida en el Estadio Nacional en mayo de 1964. Y por supuesto Los Saicos pero -como queda dicho- de refilón para usar un vocablo del argot,
de acuerdo a ciertas partes de la novela, expresiones en las que el autor
parece deleitarse: de la pitriquimangansúa
verbigracia. Por supuesto que también aparecen Larco, La Tiendecita Blanca
o el legendario Dávory de San Isidro, a través de las incursiones de los
personajes a estas modernas zonas en la Lima de los 60s, pero son eso:
incursiones, ya que los Noboa todavía vivían en el centro como mucha de la
pituquería oligárquica de aquellos tiempos.
La trama final de la novela se define
cuando Lucas -tras un episodio fugaz con Laura Rivera, una mujer mayor que él-
se reencuentra con Pilar Plaza, joven pituca como él, con quien tiene que
casarse -según la ley social de la época- por haber tenido relaciones sexuales
con ella. Ana Huamán entra en desesperación y huye de la casa, volviendo a su
lejano pueblo andino donde poco después será víctima de la situación
desencadenada. Supuestamente Xavi quiere
secuestrar a la muchacha para evitar que haga problemas al matrimonio de Lucas
y Pilar y ha convencido a su tío Ricardo -capitán de la marina- para viajar
hasta Despeñaperros (otra muestra del sarcasmo
del autor en el nombramiento de dicho pueblo) a buscar a la chica y donde sucederá
la última escena.
El remate final del libro podría parecer
-a primera vista- un exabrupto, pero pienso que -en última instancia- está
narrativamente justificado como una salida para concluir la novela y es
coherente a la condición social -y a los modos de sentir y percibir el mundo- de
los tres protagonistas de la escena. En suma, se trata de una excelente novela
que -cumpliendo la manera estilística en que fue concebida- brinda el retrato
fiel de un país de Sudamérica frisando los años 1960s de
nuestra convulsionada historia.
[Orillas nevadas del río Cooper, Collingswood,
New Jersey South, marzo de 2018]