sábado, 3 de agosto de 2024

Vida breve, de Lolo Palza, por Paul Guillén

 

Lolo Palza con Vida breve, conjunto publicado en el año 2011, sumó su sexto poemario a su producción literaria, pues con anterioridad había entregado a la imprenta los libros Ser cárdeno (1987), Sub versión o versión menor de la palabra (1988), Ars poética (1992), Al pie de los campanarios (1994) y Naufragio de Noé (2000). Vida breve ganó el Concurso Nacional de Poesía de la Primera Bienal de Arte Víctor Humareda Gallegos. Vida breve se divide en tres secciones tituladas Versiculario uno (peces de fuego), Versiculario 2 (los ojos de la piel) y Versiculario 3.


Lolo Palza en Vida breve trabaja el poema corto y de mediana extensión. El poemario abre con un poema que le da título al libro. Ahí, se nos dan algunas luces sobre los recorridos poéticos, puesto que se dice: “es difícil escribir/ y no estrellarse contra un muro”, es decir, que hay una dicotomía entre el acto de escribir y la realidad concreta que representa el muro. Al parecer la realidad “abstracta” a la que canta el poeta es ajena a la rutina moderna, puesto que incide en que el poeta: “debería ser quilla de un barco/ y romperme bajo las olas// por lo menos aquí/ los delfines juguetean/ mientras buscan otros horizontes”. Entonces, tenemos otra dicotomía entre el juego y el trabajo en un supuesto mundo capitalista y enajenante.

 

El segundo texto se titula “El canto del sur”, y no cabe duda de la opción del poeta, quien configura un ser atravesado por lo natural, se afirma que: “te dejarás crecer los brazos como ramas/ para recordarte como un árbol// pero también te sacarás las escamas/ para no confundirte con un pez”. Es decir que asistimos a una simbiosis entre el mundo natural y la vida urbana: “y tus pasos olvidados/ volverán a tener cuerpo/ sobre el asfalto”. 


El tercer poema lleva por título “Sueño de nube”, nos remite a una construcción parasurrealista, Palza ubica su “yo” así: “sobre las paredes desmoronadas de tiempo/ mis manos/ torpemente viajan”, el poeta siente el paso del tiempo inexorable y concluye dirigiéndose a un “tú” y le dice: “mis ojos te clavan sus envenenadas espinas”. Si en apariencia se podría conjeturar algunos tintes del poema amoroso o erótico, Palza nos da la vuelta de tuerca con este final. 


El cuarto poema es “Peces de fuego”, aquí se nota más claramente la presencia del mar cuando se afirma que “no te hablo del mar/ por la maldición de las redes”, esto es, el mar no es el campo de la reflexión o el paso del tiempo, también comporta elementos unidos a la falta de no libertad. 


El quinto poema es “Puertas del mar” nos da dos elementos interesantes, la metaforización en “un largo y esperado invierno/ nos crecerá junto a la barba”, donde tenemos que la nieve invernal tal vez pueda representar una barba canosa, es decir, que tenemos una aproximación entre nieve invernal y barba cana; el otro elemento que debemos destacar es el final de este poema donde se menciona “como muñecos de nieve las palabras desafían al sol”, las palabras/nieve nada pueden contra el implacable sol, o, desde otra perspectiva, las palabras/nieve son tan valientes que incluso sabiendo que sucumbirán, igual desafían al sol. 


El siguiente poema lleva un título en italiano “Dolce far niente” y un epígrafe de César Moro que nos dan algunas pistas sobre las referencias de Lolo Palza. “La intención del equilibrio” es el siguiente texto, ahí el poeta parece perder el sentido de la vista: “aquí pierdo mis ojos”. “Sal sobre las barcas” también lleva un epígrafe de Moro, al parecer todo el mundo natural está permeado o negado a una especie de despertar, o una especie de explotación que no se menciona, aunque se da indicios de ella: “mecanismo exacto”, “máquina infernal”, pero la pregunta que queda rodando es cómo Palza configura al tú del poema como un ser que tiene tentáculos, imaginándolo como una especie de pulpo o kraken. Este poema termina con una imagen del erotismo que dice así: “imperfectas las palabras/ cuando mis orillas se abren paso entre tus piernas/ y jalas con violencia el dintel de la madrugada”. En “Lumbre” tenemos que el otro cuerpo o el cuerpo amado se desvanece y a la vez alumbra, pero que el poeta va perdiendo la lengua. En “Los dorados peces” se nos propone una acción en otro escenario, puesto que en unos versos se dice: “hacer un tajo en el cielo/ con la punta de una escama/ y ver/ los destellos del firmamento”, es decir, que la acción ya no es marítima, ni tampoco urbana como negación, sino que es un “asalto” al cielo ante el tedio de la vida moderna, el poema finaliza reforzando esta empresa: “ya es hora que el sol se eclipse/ tu espalda en cenizas me lo dice”.


En la sección segunda Versiculario 2 (los ojos de la piel) se incluyen trece poemas a diferencia de la primera sección que es la más larga con diecisiete poemas. El primer poema de esta sección es “La ventana”, aquí el poeta parece que recupera la visión, pues afirma: “siempre quise una ventana/ para dejar descansar mi ojos/ sobre la noche// […] para mis ojos ávidos de naturalezas muertas/ […] para mis ojos cargados de antiguas visiones”. Además, vuelve a los tópicos reconocibles del mar, la orilla, la arena en conjunción con el amor: “por eso prefiero el mar y sus caracolas” o “no hay distancia/ cuando la espuma que resbala desde su rostro/ es como un eco del mar”. En subsiguientes poemas como “La piel” y “Los ojos” esto es más palpable, en uno de esos versos se afirma que “sus ojos partirán buscando la luz/ y mi piel se quedará en el rastro de su piel”, tenemos aquí nostalgia frente al cuerpo perdido de la amada. Casi en toda esta sección se incide más en el poema de cara a ese cuerpo de la amada.


Finalmente, en la tercera sección tenemos tan solo dos textos llamados “Sextante” y “Triolets”. El primero de ellos sigue insistiendo en torno a la amada: “al norte la única advertencia son tus labios/ la única amenaza tus ojos/ y la única tormenta es saber que tarde o temprano/ el viento te lleva/ a donde te guían los sextantes”, entonces, tenemos o por lo menos veladamente se siente la presencia de la muerte dentro del ambiente marino que se había esforzado por crear durante treinta poemas. El poeta prosigue con una estrofa donde prepondera el “hubiera”, es decir, lo que pudo ser y no será: “hubiera querido ser brisa sobre tu cuello/ hubiera querido ser alas sobre la poesía/ pero hubiera es una palabra como un lago/ un puerto inexistente/ un mar de legítima tormenta/ una herida en tu lejana voz”, de todas estas cuatro comparaciones como se puede apreciar tres se relacionan con el agua (lago, puerto, mar), pero la última de ellas es la más novedosa en el contexto del recorrido del libro, hubiera (lo potencial) es una herida que marca la memoria y esa es la voz de la amada que ya no está. La idea de la muerte se refuerza aún más en la siguiente estrofa donde dice “alto y peligroso es nuestro vuelo/ porque lejos estamos del planeta”. Entonces, nos damos cuenta que los amantes han estado/vivido en una travesía existencial en su “imaginaria nave” como dos marineros en alta mar tan solo alumbrados por un pedazo de tenue luna. El verso final de este poema cimienta notoriamente la idea de la muerte, pues dice: “la muerte como un cangrejo de largas tenazas nos viene a explorar”, la muerte es una realidad como las pinzas de un cangrejo que toma por asalto la vida de nuestros argonautas. 


El último texto del libro es “Triolets”, se divide en tres secciones Adagio, Réquiem y Coda, tal vez es el poema más atípico del conjunto, puesto que en la primera sección vemos otros elementos de la vida urbana como el tabaco, el vino, las mesas de los bares, las paredes y los parques, bardos, calles y plazas; la segunda sección es el reconocimiento de la pérdida del amor: “cuánta agonía después de dejarte ir/ con tus ojos mirando en otra dirección”, el poeta trata de grabar un instante amoroso y luminoso en el recuerdo; la tercera y última sección es la constatación de la ciudad: “se nos dio vuelta la ciudad/ aunque sigamos en pie todo está de cabeza/ aunque comenzara la nostalgia/ todo cae para arriba/ como una maldición a fin de fiesta”. Entonces, tenemos y podemos decir que la vida breve es la del amor, que el poeta solo se quedara con la memoria del bien perdido y con un adiós que repite trágicamente seis veces en los versos finales del conjunto. Lolo Palza ha entregado su vida al amor, puesto que su travesía imaginaria por el mar termina con el encallar de su navío y su amor.



© Paul Guillén, 2022

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