2007
Recuerdo el año en que empecé a decir isla de brujos
En lugar de balcones para cómplices
Corría diariamente sangre de mi mente
Con todos los asesinatos contraídos
Limpiaba mi vómito pulcro, traslúcido
Lo había aprendido como una discípula consciente
Habían días en que me sentí tan caca de perro
Tan tráquea
Tan alcohol para quemar
Tan linyera. Tan ciruja, tan fulera
Como el escaparate más agitanado en una ciudad de judíos.
Justo en el café Iberia me pregunté si los judíos y los gitanos venían de la misma estirpe
Y por qué Rumanía está escrita con sol y cebolla y Jerusalén con un clavo
Recuerdo el año que viniste a comprar una yegua y saliste comprando mi coño
Pero no lo usaste, solo le quitaste todo el placer que sentía
Y decidiste que lo guardarías entre tus cuadros tus pinceles o tus botas que cuestan tanto como una casa para un peruano triste
Fue el año en que regalé mi casaca amarilla, tan linda, tan bella a una vendedora de queso y culantro
Porque pensé que tenía frio
Y luego la vi paseando por ahí, por Corrientes del brazo
De un moreno guapo , con un abrigo mucho más bonito que mi casaca amarilla…seguro tapó a sus pollos
O a sus hormigas con mi bella
casaca amarilla
Con mi bella casaca amarilla fui a Cusco ya fui a Chile
No nos maten, le dije
No maten nuestros ojos tan achinados, nuestros dientes polutos
Nuestros ruidos al comer y nuestros mocos
Seguiremos sacándoles las espinas que otros les incrustaron en el lomo
Cuidaremos su estrella. Haremos puentes.
No nos maten
Recuerdo el año cuando decidí contar que todo mi amor estaba en una botella, que seguramente se había quedado en una playa inaccesible. Allí pedí mi último deseo.
Volverte a ver antes de morir.
Fui a las bibliotecas y zaguanes de Portugal, a las librerías bellas de Alemania
Pasee por los cafés de Viena
Y visité mis antiguos amantes. Les llené de regalos, jade, codornices invisibles, orquídeas tardías y mamarrachos -
Todos estaban gordos y felices. Con hijos, libros publicados, premios, grandes amigos, caballos, casas en la playa, pinturas surrealistas debajo de sus camas, manzanas congeladas….
Recuerdo el año cuando supe que esta vida se vivió hace tiempo y sólo me hacía llorar
Pero cuando veía a nuestra absurda revolución entre el río el revólver, el relato pasajero de los ambulantes, las mentiras de los vendedores de flores y los verduleros
Sé que yo sin ti soy un balcón sin cómplice
En mi casa hay cuatro balcones, en cada uno una silla imaginaria
Allí leo las manos de los transeúntes, leo las manos escondidas en el sexo o los bolsillos, las carteras o el abrigo
en todas hay dinero sucio o semen seco, orín, óxido, colonia, goma de mascar, dióxido de carbono, incertidumbre. En las mías también. Las líneas de mis manos cambiaron desde el 2007, necesito que vuelvan a ser líneas de una lechuza cómplice,
De una bruja moderna que vuela en avión, no en escoba.
Recuerdo el año cuando dije soy poeta. Para mi mal, dejé de serlo.
Ahora las dos hermanas pequeñas deambulamos solitarias por esta casa interminable
( Yannis Ritsos. La casa muerta)
Salgo de su casa cueva, llevo libros.
él sigue contemplando mi ingenuidad. Quiero sus plantas, sus colores.
Había un globo aerostático cerca al baño.
Parece que un gato me persigue, pero cuando volteo veo que es un gato de madera, pintado sobre un cartel, Un gato quieto. Si digo una palabra sé que empezará una discusión sin precedentes,
No, no tendremos forma de recoger nuestras palabras basura, tampoco las cosas que no digamos, en este momento es como si las cloacas de la ciudad se hubieran desocupado sobre nuestros mares de palabras
sólo podríamos devolver frases muy sucias y llenas de temor.
Se va sin besarme como siempre.
El maldito dolor de noviembre me inspira una balada fresca para saber que también soy sonido.
Salgo de su cueva, llena de él
Clara oscura, paciente, fogosa: interminable.
Maedchen mit blutigen Tutu
Con los cuchillitos brillando mientras mueve las manos
sobre un piso de espejo raso y lustrado
Parece que estuviera apuñalando el vacío
El tutú es color crema de nuez
Lleva moñitos en el pelo, colorete en los cachetes
Apunta al tutú con las puntas de los cuchillos
El tutú crema tiene manchitas de sangre infantil
Tras ella un motociclista está al filo del trapecio
El motociclista va vestido de negro y lleva a su novia paraguaya
de pie en la rueda trasera
Hablan en guaraní, la niña con el tutú entiende todo lo que dicen
da un par de pasos cortitos hasta el centro del espejo
desde allí verá el número del motociclista saltando
al vacío
del lenguaje
El público no entiende ni guaraní, ni el baile de los cuchillitos
En el espejo caen gotas de sangre,
Al costado una anciana con gorro de cumpleaños
aplaude
Es muy pequeña en medio de la gran cama
Es muy, muy pequeña, más pequeña que la niña con tutú.
Julia Wong. Nacida en Chepén, en los sesenta. Estudió varias cosas en varias universidades, principalmente se dedica a la literatura y la gestión cultural. Vivió en demasiados lugares, como para decidir que pertenece a uno solo. Se preocupó mucho sobre vincular a poetas de Perú y Argentina por casi 10 años. Colabora y apoya diversas iniciativas que desarrollen la difusión de la literatura. Tiene varios textos publicados, el año pasado salieron Lectura de Manos en Lisboa, por Melón Editora de Argentina, Doble Felicidad por Edita Tú en Lima Perú.
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