Por
aquellos días de fines de 1982 los poetas y artistas del Movimiento Kloaka nos
reuníamos en el restaurant Wony de la calle Belén en el centro de Lima. Pero
fue Guillermo Gutiérrez Lhyma quien –harto de la comidilla pequeño burguesa de
dicho local- nos llevó al bar La Catedral en la Plaza Unión. Sabíamos
–naturalmente- de este sitio por la novela casi homónima de Vargas Llosa,
aunque jamás habíamos pisado sus instalaciones. De modo que una tarde –del
ardiente verano de 1983- nos apersonamos al amplio bar sito a unos 100 metros
de la citada y popular Plaza. Cuando llegamos no había casi nadie. La
propietaria era una señora andina muy amable quien aceptó inmediatamente la
propuesta que le hicimos para organizar nuestro primer recital público en su
establecimiento. Pusimos la fecha: viernes 11 de febrero de aquel ínclito 1983.
Mary Soto se encargó de hacer unas tarjetas de invitación en cartulina crema y
mandamos gacetillas a todos los medios. Sólo El caballo rojo suplemento cultural de El Diario de Marka y La
República gracias al querido y recordado Alfonso La Torre (Alat) divulgaron
el evento.
Llegó el día señalado y nos aprestamos a
emprender el camino hacia la Plaza Unión. Enrique Polanco llevó en el auto de
Roberto Caballo Cuenca, su cuadro
sobre Manco Capac & Mama Ocllo saliendo del lago Titicaca que expusimos
como escenografía de fondo, detrás de la mesa que escogimos en un lugar
estratégico del bar a manera de estrado. Empezó a llegar la gente y a eso de
las 7 de la noche el lugar estaba repleto. Procedimos a la lectura de un
manifiesto y luego la poesía. Participaron Mariela Dreyfus, Domingo de Ramos, José
Alberto Velarde, Julio Heredia, Guillermo Gutiérrez Lhyma, Edián Novoa, Mary
Soto y quien redacta esta memoria. Posteriormente escuchamos a la banda Durazno Sangrando que conformaban
Rodrigo Quijano, Fernando Bryce, Octavio Susti y Daniel Brodiano. Y luego un
grupo que se armó allí en el acto: Raúl Montañez y Toño Infantes en las
guitarras, Toño Tomatito Arias en la
batería y el legendario Edgar Barraza Kilowatt
en el micrófono.
Y empezó la fiesta. Salsa a todo volumen
por los parlantes del local. La cerveza corría a raudales. De pronto
principiaron a llegar los habituales parroquianos del bar: todo el lumpen que
operaba en la zona. Con esto cumplíamos una de las propuestas centrales del Movimiento Kloaka; es decir, mezclarnos,
estar allí, vivir, con la gente de carne y hueso de nuestro país. Con aquellos
–verbigracia el lumpen- que mora (sobrevive) entre los límites de la ley y la
marginalidad. Se produjo un fenómeno súper
interesante. Poetas, artistas e intelectuales bailaban juntos al ritmo de la
salsa brava. Recordé esos versos de Rodolfo Hinostroza Hay una secreta alianza entre los poetas y los criminales mientras
me tomaba unas heladas con Mario Hoyos en el mostrador del bar. Hoyos –antiguo
militante trotskista de la primera hora en los 1950s– había colocado por encima
de la negativa de la dirección de El diario de Marka, el manifiesto de Kloaka
sobre la masacre de ocho periodistas ocurrida un par de semanas antes en las
serranías ayacuchanas de Uchuracay.
Ese era el ambiente de violencia que se
vivía en el Perú de aquellos momentos. Sendero Luminoso había iniciado su
guerra hacía tres años. El narcotráfico –nuevo desempeño de la corrupción a
gran escala- copaba las altas esferas del poder belaúndista. Los pobres –cada
vez más pobres- asesinaban a sus propios hijos antes de suicidarse, como fue el
emblemático y trágico caso de Zenobia Palomino que ocupó un poema-performance
de Frido Martin, aliado cercano del Movimiento Kloaka. La imagen de Sarita
Colonia emergía como el ícono popular más representativo del imaginario
nacional, de allí que los artistas plásticos de Huayco –singular grupo en cuyo
taller habitaba Polanco- realizaran históricos trabajos alrededor de la figura
de la santa chalaca. En el local de Huayco –sito en Barranco- se llevaron a
cabo muchas reuniones de Kloaka, auspiciadas no sólo por Polanco, sino por los
creadores amigos Juan Javier Salazar, Charo Noriega y Armando Williams. Allí
mismo se hicieron las serigrafías de los afiches de los recitales del
Movimiento.
El primero de ellos fue el que
recordamos en esta breve memoria. Aquel famoso bar La Catedral ya no existe
más. Tampoco existen los 80s pero son inmarchitables: están vivos en la poesía
producida en esos terribles días de violencia. Es el canto que se reveló y se
rebeló en medio del caos imperante. Porque la poesía prevalece más allá de la
profunda depresión písquica y social que escindía y continúa escindiendo a la
sociedad peruana. El andesground del
Movimniento Kloaka quiso meter el dedo en la llaga, pero no para exaltar el
odio, sino para poner en evidencia la tragedia que nos competía en tanto creadores
de arte y cultura. Queríamos escribir una poesía que expresara la oscura y
dulce belleza de la sórdida Lima que nos tocó descubrir en los días de nuestra
primera juventud, traspasada de resentimientos y frustraciones, pero igualmente
colmada de sueños y entrañable utopía. Todos los que –de una u otra manera-
estuvimos vinculados al Movimiento Kloaka y seguimos hasta el día de hoy
escribiendo poesía, haciendo pintura, rock o perfomance sabemos que en los
tempranos 80s se fraguó nuestra personalidad como escritores y artistas. Una
que no cesa de interrogarse sobre el sentido del misterio de la existencia que
–como el amor, la libertad, la poesía- son difíciles
bajo la noche (Luchito H. dixit), pero serán fáciles siempre cuando el alba
se aproxime.
[Collingswood, New Jersey, junto al helado río Cooper]
1 comentario:
Gracias por los recuerdos y las revelaciones, querido Roger. Emocionante texto!!! Bravo!!!
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