viernes, 8 de febrero de 2013

Juliana Spahr, por Cristina Rivera Garza



La poeta norteamericana Juliana Spahr (USA, 1966) no ha dejado pasar por alto una porción singular de la producción literaria que se llevó a cabo en inglés hacia finales del siglo XX. En el artículo intitulado precisamente “Los 90”, Spahr enfatiza el valor estético y político de aquellas obras que se alejaron a propósito del inglés estándar o promedio no necesariamente para discurrir sobre la identidad, usualmente marginal o periférica, de sus autores, sino para “decir algo” sobre el inglés y sus experiencias de colonización en el mundo contemporáneo. Muy lejos de la visión dicotómica y más bien comercial que divide la literatura norteamericana de inicios del XXI entre los adeptos al realismo de Jonathan Franzen y los seguidores de David Foster Wallace, Sphar se concentra en una serie de autores que, ya a través del uso estratégico de otras lenguas o ya produciendo directamente en lenguas de contacto como el creole, han cuestionado el estado de las cosas y el estado de los lenguajes en los que vivimos. Sus lecturas críticas de poetas como Edwin Torres o Harriet Mullen, de Theresa Cha o Kim Mi Myung, o de narradoras como Renee Gladman, le permiten explorar eso que tan atinadamente llama “la inquietante desorientación lingüística producto de la migración” dentro del contexto de los debates que sobre el uso del inglés se llevaron a cabo en los Estados Unidos justo al mismo tiempo.

Aunque Spahr es una poeta norteamericana, nacida en el corazón del Medio Oeste de los Estados Unidos, y su lengua materna es el inglés, no sería descabellado del todo añadir su nombre a la lista de autores que se alejaron a propósito, desde los 90, del inglés estándar para “decir algo” acerca de las relaciones de esa lengua con las comunidades el mundo y con los cuerpos de esas comunidades. De This Connection of Everyone with Lungs (2005) a The Transformation (2007) yWell There Then Now (2011), tres de sus libros más reconocidos por la crítica y aún sin traducción al español, Spahr ha trabajado insistentemente en la desestabilización de la sintaxis convencional ya sea a través de la repetición, el uso peculiar de los pronombres en plural y, más recientemente, la incorporación de máquinas de traducción. Estas prácticas, que en tantos otros no pasan de ser meros ejercicios formales, son centrales para una obra que incorpora y liga lo personal, lo social y lo natural en grados pocas veces vistos en las literaturas de hoy.

Spahr escribe libros muy personales, a veces apabulladoramente personales, que cuestionan y desestabilizan, sin embargo, el coto limitado de lo privado. En The Transformation, por ejemplo, Spahr no sólo se da a la peculiar tarea de explorar su traslado a Hawaii y su confrontación con un colonialismo que define tanto en términos sociolingüísticos como ecológicos, sino que también visita críticamente la relación en trío que en ese entonces estableció bajo el mismo techo con dos hombres. En la sección “Sonetos” de Well Then There Now, Spahr afirma que “la confesión íntima es un proyecto”, y añade: “Las cosas deberían enunciarse más allá de lo personal /Las cosas sobrepasan la forma en que lo personal se dice”. Y, luego, en breves versos alineados hacia el centro del libro, obligando así a su mutua confrontación, la poeta da cuenta de los datos objetivos que resultan de pruebas de laboratorio médico: cantidades de hemoglobina, porcentajes de linfocitos y monocitos, densidades de lipoproteínas y colesterol. La presentación de cada cifra nos obliga a considerar los procesos científicos y sociales, es decir, públicos, a través de los cuales producimos nuestro conocimiento del cuerpo y, luego entonces, nuestras ideas de lo que nos es personal en las esquinas más intransferibles del yo encarnado. El yo es, de entrada, ese nosotros con el que y en el que nos volvemos “yo”—en el lenguaje de la poesía, sin duda, y en el lenguaje, también, de la medicina y la ciencia. La reflexión crítica no se detiene ahí. La mención de términos como “sangre” invitan a los siguientes versos: “Cuando se toma en cuenta la cantidad de sangre./ Cuando se consideran la fuerza y las cantidades de la sangre./ Cuando se piensa a la sangre como significado./ Una confesión íntima”. La sangre, advierte el poema, entrelazando el cuerpo con la casa que es un mundo estructurado a través de relaciones desiguales de poder: “La sangre es una fuerza, una casa./ Y la diferencia entonces entre los que invadieron y los que estuvieron ahí desde el principio”. En una especie de ecopoesía que busca encarnar en el lenguaje la conexión de las cosas intrínsecas al mundo, Spahr insiste en un catálogo, sí, pero en un catálogo completo: “Un catálogo del individuo y un catálogo del nosotros con todos./ Un catálogo del pensamiento completo./ Una casa donde nosotros yazgamos con todas nuestras complejidades./ Un catálogo de sangre”.

Tal vez eso explica su uso constante del primer pronombre del plural, ese nosotros que sustituye una y otra vez a un yo que, en todo caso, conecta y expande. En “Go Gentle, Do no Add to the Heartache”, el poema que Spahr publicó en la revista Tarpaulin Sky en 2005, la poeta se sirve del nosotros para dilucidar la experiencia colectiva que conecta la presencia humana en el mundo natural y la formación, a partir de ahí, de una comunidad social propiamente dicha. No era el tú o el yo al inicio; al inicio era siempre, siempre está, el nosotros. De ahí el arroyo iniciático que conecta, como los pulmones de su poemario que salió a la luz ese mismo año, el mundo natural con el cuerpo, y el cuerpo con distintos ecosistemas que termina alterando. Luego de un recorrido por el arroyo que deviene río y, eventualmente, golfo o mar; luego del proceso de nombrar hasta la más nimia criatura vegetal o animal, entonces: “Colocamos nuestras cabezas juntas sobre una pequeña almohada, sobre una piedra, sobre una pequeña almohada de piedra, y hablamos todo el día porque amábamos.// Amábamos el arroyo. Y éramos del arroyo.”

Y ahí, sobre esa pequeña almohada de piedra, ahí, con las cabezas juntas, hablando hasta el amanecer, ahí, 
justo ahí, empezamos todos. Tal vez.

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