La
poeta norteamericana Juliana Spahr (USA, 1966) no ha dejado pasar por alto una
porción singular de la producción literaria que se llevó a cabo en inglés hacia
finales del siglo XX. En el artículo intitulado precisamente “Los 90”, Spahr
enfatiza el valor estético y político de aquellas obras que se alejaron a
propósito del inglés estándar o promedio no necesariamente para discurrir sobre
la identidad, usualmente marginal o periférica, de sus autores, sino para
“decir algo” sobre el inglés y sus experiencias de colonización en el mundo
contemporáneo. Muy lejos de la visión dicotómica y más bien comercial que
divide la literatura norteamericana de inicios del XXI entre los adeptos al
realismo de Jonathan Franzen y los seguidores de David Foster Wallace, Sphar se
concentra en una serie de autores que, ya a través del uso estratégico de otras
lenguas o ya produciendo directamente en lenguas de contacto como el creole,
han cuestionado el estado de las cosas y el estado de los lenguajes en los que
vivimos. Sus lecturas críticas de poetas como Edwin Torres o Harriet
Mullen, de Theresa Cha o Kim Mi Myung, o de narradoras como Renee Gladman, le
permiten explorar eso que tan atinadamente llama “la inquietante desorientación
lingüística producto de la migración” dentro del contexto de los debates que
sobre el uso del inglés se llevaron a cabo en los Estados Unidos justo al mismo
tiempo.
Aunque
Spahr es una poeta norteamericana, nacida en el corazón del Medio Oeste de los
Estados Unidos, y su lengua materna es el inglés, no sería descabellado del
todo añadir su nombre a la lista de autores que se alejaron a propósito, desde
los 90, del inglés estándar para “decir algo” acerca de las relaciones de esa
lengua con las comunidades el mundo y con los cuerpos de esas comunidades. De
This Connection of Everyone with Lungs (2005) a The Transformation (2007) yWell
There Then Now (2011), tres de sus libros más reconocidos por la crítica y aún
sin traducción al español, Spahr ha trabajado insistentemente en la
desestabilización de la sintaxis convencional ya sea a través de la repetición,
el uso peculiar de los pronombres en plural y, más recientemente, la
incorporación de máquinas de traducción. Estas prácticas, que en tantos otros
no pasan de ser meros ejercicios formales, son centrales para una obra que
incorpora y liga lo personal, lo social y lo natural en grados pocas veces
vistos en las literaturas de hoy.
Spahr escribe libros muy personales, a veces
apabulladoramente personales, que cuestionan y desestabilizan, sin embargo, el
coto limitado de lo privado. En The Transformation, por ejemplo, Spahr no sólo
se da a la peculiar tarea de explorar su traslado a Hawaii y su confrontación
con un colonialismo que define tanto en términos sociolingüísticos como
ecológicos, sino que también visita críticamente la relación en trío que en ese
entonces estableció bajo el mismo techo con dos hombres. En la sección
“Sonetos” de Well Then There Now, Spahr afirma que “la confesión íntima es un
proyecto”, y añade: “Las cosas deberían enunciarse más allá de lo personal /Las
cosas sobrepasan la forma en que lo personal se dice”. Y, luego, en breves
versos alineados hacia el centro del libro, obligando así a su mutua
confrontación, la poeta da cuenta de los datos objetivos que resultan de
pruebas de laboratorio médico: cantidades de hemoglobina, porcentajes de
linfocitos y monocitos, densidades de lipoproteínas y colesterol. La
presentación de cada cifra nos obliga a considerar los procesos científicos y
sociales, es decir, públicos, a través de los cuales producimos nuestro
conocimiento del cuerpo y, luego entonces, nuestras ideas de lo que nos es
personal en las esquinas más intransferibles del yo encarnado. El yo es, de
entrada, ese nosotros con el que y en el que nos volvemos “yo”—en el lenguaje
de la poesía, sin duda, y en el lenguaje, también, de la medicina y la ciencia.
La reflexión crítica no se detiene ahí. La mención de términos como “sangre”
invitan a los siguientes versos: “Cuando se toma en cuenta la cantidad de
sangre./ Cuando se consideran la fuerza y las cantidades de la sangre./ Cuando
se piensa a la sangre como significado./ Una confesión íntima”. La sangre,
advierte el poema, entrelazando el cuerpo con la casa que es un mundo
estructurado a través de relaciones desiguales de poder: “La sangre es una
fuerza, una casa./ Y la diferencia entonces entre los que invadieron y los que
estuvieron ahí desde el principio”. En una especie de ecopoesía que busca
encarnar en el lenguaje la conexión de las cosas intrínsecas al mundo, Spahr
insiste en un catálogo, sí, pero en un catálogo completo: “Un catálogo del
individuo y un catálogo del nosotros con todos./ Un catálogo del pensamiento
completo./ Una casa donde nosotros yazgamos con todas nuestras complejidades./
Un catálogo de sangre”.
Tal vez eso explica su uso constante del primer pronombre
del plural, ese nosotros que sustituye una y otra vez a un yo que, en todo caso,
conecta y expande. En “Go Gentle, Do no Add to the Heartache”, el poema que
Spahr publicó en la revista Tarpaulin Sky en 2005, la poeta se sirve del
nosotros para dilucidar la experiencia colectiva que conecta la presencia
humana en el mundo natural y la formación, a partir de ahí, de una comunidad
social propiamente dicha. No era el tú o el yo al inicio; al inicio era
siempre, siempre está, el nosotros. De ahí el arroyo iniciático que conecta,
como los pulmones de su poemario que salió a la luz ese mismo año, el mundo
natural con el cuerpo, y el cuerpo con distintos ecosistemas que termina
alterando. Luego de un recorrido por el arroyo que deviene río y,
eventualmente, golfo o mar; luego del proceso de nombrar hasta la más nimia
criatura vegetal o animal, entonces: “Colocamos nuestras cabezas juntas sobre
una pequeña almohada, sobre una piedra, sobre una pequeña almohada de piedra, y
hablamos todo el día porque amábamos.// Amábamos el arroyo. Y éramos del
arroyo.”
Y ahí,
sobre esa pequeña almohada de piedra, ahí, con las cabezas juntas, hablando
hasta el amanecer, ahí,
justo ahí, empezamos todos. Tal vez.
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