viernes, 20 de julio de 2007

Arte de nariz de Miguel Ángel Malpartida por Paul Guillén


Miguel Ángel Malpartida (Lima, 1983) ha esperado cinco largos años desde la edición de su primer libro Galería -Premio César Calvo 2002- para entregarnos su segundo libro Arte de nariz (Lima: Mesa Redonda editores, 2007), y no es en vano, en un medio como el peruano, donde, casi siempre, los primeros libros apuntan a la consideración de “principiantes”, por cierto, no es el caso de Malpartida, que demostró su precocidad a los dieciocho años con su primer libro. En Arte de nariz llama la atención los dos registros temáticos que desarrolla: el mundo de la guerra y el mundo de la infancia. El belicismo está trabajado en función del amor y el erotismo, en tanto, la infancia lanza sus puentes hacia el entorno familiar. Si en Galería en el texto “Estudio poético para Mujeres en el jardín (1866-1867) de Monet” el símbolo de la nariz estaba ligado a la contemplación de una mujer: “en las laderas de tu nariz, pecas / como insectos leopardos”, en Arte de nariz este símbolo nos remite a un mundo bélico, donde hay que aferrarse a la “belleza” como última verdad.

El título del libro Arte de nariz -poemario compuesto de tres partes: Modelismo, Daguerrotipo y Lanzallamas-, se refiere a los aviadores de la Segunda Guerra Mundial que pintaban en las narices de sus aviones rostros femeninos, que incluso besaban antes de salir en vuelo, dándose valor frente a la muerte, por ello, no es raro que Malpartida incida en la figura del pintor expresionista austriaco Kokoschka para decirnos “una mujer me ofrece el sueño / cuando dormir es ponerse a riesgo del mundo, / volverse intermitente”. Este riesgo es asumido, en esta primera sección, como una vuelta a lo lúdico, por ejemplo, en el poema Normandía: “el soldado azul prusia cayó del cielo (…) y no llevaba más que / lápices de color en las manos”. La segunda parte, habitada por soldaditos de plomo, estrellas que son grillos o grillos que son estrellas, atardeceres, sueños, anhelos, nos instala en el mundo de lo transitorio: “el giro musical en su aroma / nos roba el sentido de las horas”, es en esta parte, donde podemos darnos cuenta que, en muchos poemas, se juega con tres nociones: 1) el personaje puede ser un piloto, 2) un soldadito de plomo o 3) un poeta-niño que interactúa con objetos y juguetes. En la tercera parte, Malpartida de entrada nos da la clave hacia donde se dirige su poética: “y aprendimos a tornar los ojos / para permanecer inmóviles / mientras conteníamos el aliento”, percibimos, en muchas elementos del libro, cierto influjo contemplativo y reflexivo que llevan al poeta a consolidar relatos familiares benefactores, pero no por ello menos angustiantes y llenos de misterio que se constituyen en refugios de la infancia contra la guerra, del individuo contra la muchedumbre, del espacio de lo privado contra lo público, del pasado contra el presente, de lo psíquico contra lo social. Hay, finalmente, en todo esto una contraparte, que es la historia subrepticia del libro, la que se va colando mientras avanzamos por sus páginas y es, tal vez, una historia de horror, una historia impronunciable que se pierde en el recuerdo, en todo ello, también, hay algo de perversidad, cuando no identificación con la niña que “atesora en su vientre / el repetido galope (…) su sexo es un viento atravesado”.

Por otra parte, el poeta de Arte de nariz es un poeta atípico dentro de la tradición poética latinoamericana actual, donde el desarrollo del poema extensivo, explosivo, sin un centro previsible, polifónico, no lineal, no causal, que torna sus ojos hacia un pasado mítico para reinterpretar el presente y el futuro -hay claros ejemplos en las obras del chileno Héctor Hernández, del ecuatoriano Ernesto Carrión, del uruguayo José Manuel Barrios o del guatemalteco Alan Mills-, Miguel Ángel Malpartida prefiere la economía léxica, la transparencia, la aparente desnudez de las palabras, la baja intensidad política, el trabajo de daguerrotipia, ser avaro en lo decorativo, la contención, el castigo y la concentración expresivas o en otras palabras: Malpartida talla con fuego las rocas de la intemperie y sale victorioso de esa lucha, así, resguarda, como dijo Rilke, la infancia que es la patria del hombre.

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