viernes, 18 de junio de 2010

Centralasia de Roberto Echavarren: Un viaje por el deseo, por Paul Guillén

Centralasia, de Roberto Echavarren - Buenos Aires: Tsé-Tsé, 2005

Xavier Abril y Juan Parra del Riego quizás sean los escritores que, de manera más certera, encarnen la presencia cultural del Perú en Uruguay. Traemos a colación esta referencia histórica debido a que el último libro de Roberto Echavarren (Montevideo, 1944) ha sido publicado por el sello del peruano Reynaldo Jiménez en Buenos Aires (Argentina). No es ocioso mencionar esto debido que también en Centralasia se produce un cruce de imaginarios y culturas, mundos que se encuentran distantes, pero no del todo alejados. En esta instancia, creemos válido remarcar, que si bien es cierto que buena parte de la producción poética de Roberto Echavarren se encuentra transitada por una pulsión erótica, de acuerdo a una práctica neobarroca, por ejemplo, como ha señalado Enrique Foffani en el diario La Nación, la constante en Animalaccio (1985) es la relación impetuosa entre Adriano y Antinoo, lo que ocurre en Centralasia es que esa pulsión también sirve de marco o frontispicio para la enunciación poética: “esta es la ventaja de que él / se siente encima de mí. / Dejo el control cogiendo / a su iniciativa sin encargarme, / no queriendo querer / gozando”. Es así, como esta pulsión funciona como desencadenante, a través de un carácter persuasivo y trasgresor, para reflexionar sobre la danza, el teatro, la naturaleza como un recorrido opaco y distante: “el territorio parecía un océano fosilizado”, el conocimiento, el deseo hasta los desplazamientos de los actores en el texto a través de la configuración de la “herida” como frontera entre lo propio y lo otro: “se abre el vientre, / se saca el intestino y luego se lo cierra”.

En ese sentido, Centralasia es un recorrido fragmentario, en un flujo de 57 páginas, por un mundo oriental figurado, entre el Tíbet y China, “en la adusta Centralasia, / no puede llamarse vida, sino desiertos álgidos”, que distribuye su mundo en función de la secta de los sombreros rojos, que estaría signado por el ascetismo, en contraposición del locutor personaje (el viajante), que es considerado como un sujeto exótico “yo era persona poco grata, / un entrometido y un estorbo”, además, se remarca esta disposición de los actores con la configuración de los chinos como los otros “el vecino colosal beligerante”. Esta organización de mundo nos estaría hablando de la presencia activa de la representación del viaje temporal y espacial como catalizadora de la guerra, el progreso, la tecnología, el amor, etc. Este locutor personaje al ser caracterizado como exótico recibe la desconfianza de los demás actores en el texto, por ello, cuando encuentra otros actores en el camino se trata de seres cansados, pesimistas o en un par de ocasiones seres caracterizados por la enfermedad y la duda “encontré a un soldado enfermo / alto, de rostro descompuesto por la fiebre. / Me acerqué e intentó rechazarme”. De esa manera, se produciría una transferencia de estos sentimientos hacia el locutor personaje exótico, es decir, para la secta de los sombreros rojos este actor estaría caracterizado por la enfermedad, la negatividad y la muerte. Otro de los puntos relevantes del libro es la configuración de la pareja viajante como andrógina, oscura, lo que estaría más marcado en estas figuras sería la lucha entre el deseo y el conocimiento “el conocimiento nos daría el no desear” y una problemática en la relación dual de los actores “un gallo o palomo representa la concupiscencia, / la atracción de las cosas, / del yo al otro no yo / nacen esas dudas y deseos / de la noción de dos”.

Por último, quisiéramos precisar que para el psicoanálisis y también para Centralasia el goce es lo indecible, lo inter-dicto o siguiendo a Lacan sólo puede ser dicho entre líneas, mientras el deseo funciona como lo decible, vinculado al placer “los ojos del joven / poseían una luz capaz de iluminar el universo / y sin saber exacto cómo ni porqué / me sentí atraído por él”, esto quiere decir que cuando se goza en función del objeto “a” o plus de gozar o incluso cuando hablamos del otro reducido a objeto “a” se trataría del autismo del goce, de lo auto-erótico, en contraposición del otrismo del deseo, en este caso, el actor inicial y compañero de viaje después, que “se quitó la peluca”, se configuraría según la mirada del yo, a partir de este elemento postizo, como un elemento de goce perverso “me daba la impresión de que el joven / era el nudo más secreto y relampagueante de un enigma / y empecé a acunarlo dulcemente / acompañando el movimiento de breves frases rítmicas / que pronunciaba con una ligera sonrisa que parecía / dirigida a mí mismo”.

Fuente: Revista Sol negro, número 1. Lima, diciembre de 2006.

EN BREVE ESTARÁ EN CIRCULACIÓN EL NÚMERO 4 DE LA REVISTA SOL NEGRO. PRÓXIMAMENTE LES DAREMOS EL LINK PARA VISITARLA...

1 comentario:

locutor dijo...

Buen post!
Saludos

Daniel.

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