jueves, 7 de marzo de 2024

Rosa del Carpio. Contra señores del mundo gobernadores de estas tinieblas 1955-1980, por Paul Guillén


Rosa del Carpio (Lima, 1933-2021) en Contra señores del mundo gobernadores de estas tinieblas 1955-1980, publicado en 2011 por el Grupo Editorial Arteidea, recoge su breve, aunque bella, producción poética agrupada en 6 secciones tituladas: Entre dos orillas de 1955, conjunto por el que ganó el Primer Premio en los Juegos Florales de la Universidad Nacional de San Agustín; La conquista del trigo y Miserablemente humana impresos en Arequipa por Editorial Miranda en 1964 y 1966 respectivamente, a los que se suman las colecciones inéditas El instinto de las moscas, Velámenes y Poemas del hospital. Así, asistimos en un poco más de 120 páginas al recorrido vital y poético de una mujer que entrega su palabra durante 25 años sostenidos. Además, del Carpio participó en el Grupo Intelectual Primero de Mayo, grupo fundado en 1956 e integrado por Leoncio Bueno, Víctor Mazzi, entre otros escritores proletarios.

En sus primeros versos titulados “Entre dos orillas” se recogen diez poemas. En el primero de ellos se sostiene que el hombre no es el centro del universo. Rosa del Carpio afirma: “Cuándo nuestro hueso/ será signo descarnado/ si las aves aun construyen nidos en nosotros/ crecen las gramíneas/ el sodio vuelve al sodio/ y el carbón es la posibilidad del diamante”, en estos versos detectamos la presencia del reino animal, vegetal y mineral unido a la condición humana, pero esta condición no es antropocéntrica, sino que une todas estas latencias en una misma experiencia que es el cuerpo del poema. En el segundo texto este hecho se torna más notorio cuando dice que “Pero hay horas/ en que nos huyen las aves/ que antes comieron de nuestra mano”, es decir, que la experiencia humana se va disgregando con el resultado que “nuestro beso se siente/ como el frío pegajoso/ que viene de la noche”. Los primeros versos del tercer poema nos desconciertan, pues se incide en que “En realidad ella siempre habitó en nosotros”, pero ¿quién es ella?, ¿se trata de la noche como símbolo o realidad concreta? Del Carpio continúa y dice: “La pequeña y encarnizada fiera/ olfateando el olor de nuestra sangre/ atenta a la pausa/ a la prolongada pausa/ del murmullo perfecto de los órganos”, estos versos nos hacen pensar en que la noche guarda esas dos posibilidades: una noche simbólica, una noche de experiencia mística con el cuerpo, o también una noche como constatación de una realidad cercana y desconcertante. En el poema cuatro no se clarifica si es que se habla de la noche o de la figura del poeta: “Dicen que caminaba entre los árboles/ que un frío viento estremeció su cabellera”, en todo caso, si se trata de la noche hay una especie de personificación entre mujer-poeta y noche. El poema quinto nos ayuda a vislumbrar alguna especie de clave, pues afirma que “más allá de todos los colores/ de las infinitas formas/ que pueblan los mundos posibles/ y también los imposibles”, esto es, a las claras, una forma de la experiencia mística, pues podemos entender lo posible e imposible como relacionados con los mundos sensibles y supra-sensibles. El poema sexto se enmarca en una experiencia humana particular como hemos dicho antes, porque se convoca unas alas, unas algas, al crepúsculo y la aurora, pero si hasta ahora estamos percibiendo que se despliega una poesía que podríamos llamar trascendental o con ribetes místicos, en este poema tenemos un primer indicio de discurso social, el último verso del poema sexto dice: “Se evita caminar sobre la paz de las osamentas”, pero ¿cuáles son esas osamentas? El poema séptimo es uno de los más herméticos del conjunto, se nos habla de dos sellos y se concluye que “Solo una breve señal marca la diferencia”. El poema ocho es el primero en que la poeta se reconoce más plenamente en sí misma: “Amo en mí/ la parte más tibia de mi corazón/ la que me acerca a tu latido/ a la esperanza”, de nuevo, se convoca al vuelo de las aves, las flores y la tarde, para vislumbrar “los nuevos sueños”, entonces, en este momento sí podemos detectar dentro de un fondo lírico una preocupación por la dimensión social del hombre. En el poema nueve podemos afirmar que las dos orillas y tal vez los dos sellos son la vida y la muerte: “Solo sé que no estaré presente/ que mi polvo se habrá dispersado/ y se borrarán las huellas de mis años”. El poema diez cimenta esta idea, pues ahí se apunta que “Esa rueda infinita/ gira entre dos orillas”, el cuerpo habita en la encrucijada de la vida y la muerte.

La conquista del trigo, poemario de 1964, y el más conocido y celebrado de Rosa del Carpio, se compone de 28 poemas. El primer poema titulado también La conquista del trigo nos da una serie de posibilidades, puede tratarse de un poema de amor, pero también puede tratarse de un poema de amor guerrillero, o las dos cosas a la vez, en ese poema leemos: “Cuando vayas con tu pecho acorazado/ hacia la batalla del trigo/ […] Dame tu mano guerrillera/ y tu risa de amaneceres”. Ese poema se instala en un presente que connota un futuro que no vivirán estos personajes, pues se dice que “Para la cosecha tal vez no estemos/ quien sabe si con ojos de tierra/ veamos la danza de las gavillas/ y los hombres/ bajo un cielo como pupila de niño,/ quien sabe si convertidos/ en cascada o en río/ cantaremos la canción de la victoria”. El segundo poema refuerza nuestra percepción, pues es titula “Amor en la pólvora”. No olvidemos que en esa misma época Javier Heraud había sido acribillado en 1963, que estaban en ebullición los movimientos guerrilleros como el Ejército para la Liberación Nacional (ELN) o el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y que, además, la revolución cubana había ocurrido a la vuelta de la esquina. Aquí podemos apuntar que La conquista del trigo guarda resonancias con la poesía política de nuestro gran vate universal César Vallejo. Del Carpio en un poema como “Sembrador de ternura” nos habla del aborto: “Por el niño inédito/ que amamos/ amemos más la edad del niño”, esta figura le sirve para estar del lado de los niños desvalidos y termina el poema con la invocación de formar nacionalidad, pues se dice ahí que “ayudemos pronto/ a construir la Patria,/ solo así/ el tiempo será nuestro”. Un poema como “rostro universal” nos da otras pistas, pues a la mención de la esperanza se suman las de la paz y la de un rojo corazón, connotando aquí un aspecto corporal pero también político. Los siguientes poemas dan la idea de que la Patria debe construirse a partir de la pureza de la infancia y acorde con las enseñanzas de los abuelos, además la patria debe construirse respetando a la naturaleza, por ejemplo, en el poema “Alfabeto” se dice “yo de maíz/ construía mi alfabeto”. Un texto como “Sitio vacío” nos recuerda el famoso poema de Abraham Valdelomar “El hermano ausente en la cena pascual”, aunque aquí el hermano está ausente porque se ha convertido en un guerrillero. Otros personajes que se suman son la madre triste y la hermana de quien se dice es una “dibujante de sueños”.  Prosigue Rosa del Carpio y hace desfilar por sus poemas a un niño muerto, a un niño descalzo, todas estas figuras desvalidas dan el contraste frente a la esperanza en un mejor mañana que debe ser conquistado por los guerrilleros. En las páginas finales de este libro, tenemos el poema “Clase de geografía”, ahí se dice que el Perú limita por todas sus fronteras con el hambre, el águila es la figura que no permite la prosperidad de la nación, ergo, el águila representa el imperialismo yanqui.

El siguiente libro de Rosa del Carpio es Miserablemente humana, se trata de un conjunto publicado en 1966 con 22 poemas. Tiene un epígrafe de Aimé Cesáire, el poeta teórico de la negritud, donde dice: “Mi apellido: ofendido; mi nombre: humillado; / mi estado civil: la rebeldía; mi edad la edad de piedra”. Un poco de contexto para entender esta inserción. Cesáire, en su “Discurso sobre el colonialismo”, propone una ecuación bastante destacable, pues sostiene que: “colonización igual a cosificación”, con el pretendido progreso de la empresa civilizadora se instala el mito del incivilizado bárbaro, cuando el propio Cesáire ha hecho ver que esta imagen errónea es producto del europeo, es decir, África se encontraba en un proceso cultural particular –lo mismo se puede decir para América o Asia– y Europa frena estos procesos para imponer su dogma político-imperial: “Entre colonizador y colonizado no hay lugar sino para la servidumbre, la intimidación, la presión, los policías, el impuesto, el robo, la violación, las culturas obligatorias, el menosprecio, la desconfianza, la altanería, la suficiencia, la grosería de elites descerebralizadas y masas envilecidas”. La solución de Cesáire frente a la lógica del colonialismo no es el retorno a un pasado arcádico, él manifiesta que esa opción está teñida de exotismo; tampoco pretende que la sociedad colonial se perpetué en el tiempo, pues tiende a instalar a los otros como una masa, donde se vuelven cosas e incluso dice: “no se pudren por la cabeza las civilizaciones. Primero es el corazón”. Para Cesáire la solución se encuentra en su Cuaderno de un retorno al país natal, donde dice: “A fuerza de contemplar los árboles me he convertido / en un árbol y mis largos pies / de árbol han cavado en el suelo anchos / sacos de veneno altas ciudades de osamentas / a fuerza de pensar en el Congo / me he convertido en un Congo rumoroso”, es decir, lo que se quiere es que el hombre recobre su capacidad de existencia acorde con su cultura. La creencia animista de la naturaleza posee un saber particular que es amenguado por la cultura blanca occidental. Estos saberes deben de ser recuperados, y puesto que la memoria de los colonizados se encuentra llena de sangre, se propone una recuperación, pero no un proceso pasivo. En ese sentido, Rosa del Carpio en el poema uno de Miserablemente humana dice: “hubo días en que envidiaba al más triste pájaro/ descubriendo gusanos en la podrida hierba/ en que quise ser tigre saciándome en la sangre”. Es muy interesante que en 1966 Rosa del Carpio traiga a colación a Aimé Cesáire, puesto que por ejemplo por esos mismos tiempos se producía el movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos, aquí habría que marcar una diferencia, mientras que para otros poetas peruanos va a ser determinante Mayo del 68 en Francia y la contracultura, para Rosa del Carpio va a ser determinante los movimientos de liberación de nacional, pero también hace eco de la opresión colonial, de raza y de género. Para muestra un botón, dice en el poema VII: “Y digo, yo, la mujer de envejecidos ojos asombrados/ este deseo de vivir humana es humillante”.

Finalmente, tenemos que la antología se cierra con tres colecciones inéditas, siendo la primera de ellas El instinto de las moscas con 19 poemas. En específico, en El instinto de las moscas hay una metáfora entre las moscas y los hombres, producto de una presumiblemente amenaza o explosión nuclear. La voz lírica toma la forma de un animal y desde esa condición nos habla. El segundo conjunto es Velámenes compuesto por once poemas. Se trata de un tema novedoso en la poesía de Del Carpio, pues es la pregunta por el paso del tiempo con imágenes marítimas: “terror de encallar/ sin haber surcado el océano”. Por último, la tercera serie inédita es Poemas del hospital con apenas siete poemas. Aquí se da cuenta acerca de la condición del cuerpo humano. Existe una medicalización de la vida y una presencia ominosa de la muerte cercana. La conclusión de esta serie es que “No hay salida para mí/ No hay ruta de escape”.

En Contra señores del mundo gobernadores de estas tinieblas, unos versos sacados de Efesios, asistimos a la esperanza en un mejor mañana, pero también a la comprobación que vivimos a salto de mata en constante crisis. Rosa del Carpio, como dijimos antes, aporta además del poema amoroso y del poema político, una reflexión sobre la mísera condición humana, sobre el colonialismo y las opresiones raciales y de género y por todo ello es valioso volver a visitar su obra.

© Paul Guillén, 2022.  


Fuente de la imagen: Butaca literaria : Contra los señores del mundo gobernadores de estas tinieblas

No hay comentarios.:

CINCO POEMAS DE JAVIER DÁVILA DURAND (Iquitos, 1935-2024)

EPÍSTOLA A JUAN OJEDA Te recuerdo una tarde de la patria mía. Volvías del Brasil desengañado. Acababas de quemar tus naves en el Puerto...