SINFONÍA PARA UNA NOCHE Y ALGUNOS PERROS
De noche, un perro empieza a ladrar, y
después de él, todos los perros de la noche
se ponen a ladrar. Después, el primer
perro se calla. Poco a poco, los demás
también se callan, hasta que el silencio
se instala, como antes de que ladrara
el primer perro. De noche, no es
posible saber por qué ladra un perro,
si no lo estamos viendo. Tal vez porque
alguien pasó detrás de un
muro; tal vez por culpa de un gato (esas
sombras que huyen por las puertas).
No es necesario encontrar razones concretas
para justificar la noche de todos los
perros; mas es verdad que un perro, cuando
ladra y despierta a los otros perros, despierta
a la propia noche, a sus fantasmas, y
nos obliga a mirar, por la ventana, lo que
no se puede ver, es decir, el centro de la
noche, el negro motor del mundo.
(Traducción de Blanca Luz Pulido)
ENTREGA
Busco tu imagen en los espejos
del mediodía, en los campos donde los rebaños
se le pierden al pastor, en las horas en que el sol hiere
con sus flechas para que los minutos se suelten
de las venas del tiempo. Y vienes a mi encuentro,
con tu vestido blanco, con tus collares
de piedra, con tu piel suave como los nenúfares
que los cisnes anhelan. Excavo con los dedos la espuma
indecisa de la memoria, y encuentro tu boca
húmeda, los labios de donde surge un néctar
de fuente, los ojos que el deseo abre en las mañanas
cuando las aves se callan para que tu voz
atraviese los corredores del amor. Y dentro de mí
tu imagen toma la forma que mis manos
recorrieron. Y es como si tocara a la puerta del cuerpo
que tú me abres, con el lento fuego que arde
en el sabor de un abrazo, para que yo te diga
que eres la flor que ninguna retórica soñó. Y
te entrego el corazón donde se agitan los sentidos
que compartimos, los brazos que acompañan
el ritmo del ansia que nos une, el pecho donde late
el éxtasis que nos envuelve bajo
el perfume del amor.
(Traducción de Blanca Luz Pulido)
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Nuno Júdice y Ledo Ivo |
ENCANTAMIENTO
Vi a las mujeres
azules del equinoccio
volar como pájaros ciegos; y sus cuerpos
sin alas sumergirse, lentamente, en los lagos
volcánicos. Sus labios vomitaban el fuego
que traían de una infancia de magma
calcinado. El agua quedaba negra, a su retorno;
y las ramas de las plantas sumergidas por las lluvias
primaverales las abrazaban, empujándolas en un
estertor de imágenes. Las tapé con un cobertor
de versos; las extendí en la gruesa arena
de la orilla, viendo a las cobras de agua huyendo
entre los cañaverales. Les observé
el sexo por donde escurría el líquido blanco
de un inicio. Les pude decir que las amaba,
abrazándolas, como si estuviesen vivas; y
oí un susurrar de niños por entre
los arbustos, repitiéndome las frases con una
entonación de risa. ¿Dónde están esas mujeres?
¿En qué lecho del río duermen sus cuerpos,
que mis dedos buscan con un gesto
vago de inquietud? Navego contra la corriente;
busco la fuente, el silencio frío de una génesis.
(Traducción de Alfredo Pérez Alencart)
EN EL TREN DE CORREOS, ENTRE BEJA Y LISBOA
(fines de los años cincuenta)
Eran los tiempos en que el tren paraba en todas
las estaciones: el tren de correos, camino de lisboa,
llevando familias de provincia para pasar el año
con los parientes de lisboa. En esas paradas,
cuando se hacía el silencio
después del chirrido de los frenos, el jefe de la estación
anunciaba el nombre del pueblo: pueblos que sólo existían
de nombre, para quien viajaba en el tren, de noche,
camino de lisboa, y se reducían a sitios donde apearse,
con la luz apagada, en medio del campo. A veces, entraban pasajeros
con grandes maletas y canastas de fruta. Era la única animación
del vagón nocturno: verlos acomodar las maletas
y las canastas, antes de sentarse en silencio
en los asientos de madera de esos trenes de invierno. Pero
en la estación de beja era distinto: ahí las vendedoras
asaltaban los vagones, vendiendo agua en cántaros
de barro. Yo pedía agua, no por el agua sino para quedarme
con un cántaro de barro, de esos que tienen un cuello que se rompe a la primera,
pero dejan en la boca un gusto de tierra pura. A veces,
quien vendía el agua eran niños de zamarra apretada
hasta el cuello. No decían nada; y
pasaban despacio entre los asientos, mirando a la derecha
y a la izquierda, como si quisieran llevar consigo
el destino de cada uno de nosotros. Hoy me pregunto si,
en realidad, el mío no se habrá ido en una de esas miradas, pero
recuerdo, después, a la pareja que se abrazaba, frente a mí,
mientras la noche pasaba, camino de lisboa. Su destino,
en cambio, fui yo quien lo robó: el amor nocturno, en un asiento
de tren, mientras el tiempo pasaba entre beja y lisboa; y
lo arrojé al río, en esa noche fría entre la navidad y el fin
de año. Eran los tiempos en que el tren paraba
en todas las estaciones, el tiempo en que el único destino del amor
era ser arrojado al agua, al fin de la noche, antes de que
la luz de la madrugada cayera sobre
el invierno de lisboa.
¿LO QUE ES LA VIDA?
El poeta griego que comparó el hombre a las hojas que no duran,
cuando el invierno les robó la esperanza de vivir de acuerdo con
sus deseos, no salió esta tarde para el campo, ni vio el
el cuerpo que se interpuso entre el sol y los arbustos, oscureciendo
el cielo con su blancura de nieve primaveral. Preguntó,
mientras, de qué sirve la vida, y para qué sirve la alegría,
si no existe, más allá de ellas, el horizonte dorado del amor;
y alejó de su frente el crepúsculo, diciendo que prefería
la madrugada, luego que el gallo canta, para despertar con
el propio día. Ese poeta, que el polvo de los siglos sepultó,
y no llegó a encontrar, para sus dudas, ninguna
respuesta, aconsejó a los que lo leían que se divirtiesen,
antes de que la muerte los fuera a sorprender. Y me acuerdo, a
veces, de este pedido, al pensar que la memoria de alguien
se puede limitar a una pequeña frase, que puede ser
la más banal de las sentencias, que nos viene a la cabeza en una u otra
circunstancia. Entonces, el poeta griego continúa vivo; y esta
tarde, por detrás de los arbustos, oí su voz en el viento que
por instantes sopló, trayendo con su frescura el sentimiento
que sobrevive a todas las estaciones de una vida humana.
(Traducción de Marco Antonio Campos
con la colaboración del autor)
* Los textos han sido seleccionados por Paul Guillén para esta muestra.
Biografía de Difusión Cultural UNAM, Taller Igitur y Proyecto Patrimonio:
Nuno Júdice (Mexilhoeira Grande, Algarve, Portugal, 1949). Ensayista, poeta, novelista y profesor universitario. Licenciado en Filología Románica por la Universidad de Lisboa y doctor por la Universidad Nueva de Lisboa. En el ámbito académico, desempeñó su labor como profesor en la Universidad de Lisboa impartiendo seminarios de Literaturas Ibéricas Comparadas, Poesía Moderna y Contemporánea y de Teoría y Crítica Literarias. Además, fue agregado cultural de Portugal en Francia donde también dirigió el Instituto Camoes.
A lo largo de su carrera, fue reconocido con el Premio Neruda (1973), Premio de Poesía de la Asociación de Escritores Portugueses (1995) y XXII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2013), además del Pen, el Dinis, y el Asinou, entre otros. Fue también nombrado Oficial de las Artes y de las Letras, en Francia, y recibió la condecoración de "Gran Oficial de la Orden de Santiago y Espada" en Portugal. Actualmente se lo considera uno de los poetas más importantes de Portugal.
Entre sus poemarios están: A Noção do Poema (1972); Crítica Doméstica dos Paralelipípedos (1973); O Mecanismo Romântico da Fragmentação (1975); A Partilha dos Mitos (1982); Lira de Líquen (1985); A Condescendência do Ser (1988); Enumeração de Sombras (1989); As Regras da Perspectiva (1990); Um Canto na Espessura do Tempo (1992); O Movimento do Mundo (1996); A Fonte da Vida (1997); Teoria Geral do Sentimento (1999); Linhas de Água (2000); A Árvore dos Milagres (2000); Cartografia de Emoções (2002); O Estado dos Campos (2003); Geometria variável (2005); As coisas mais simples (2006); A Matéria do Poema (2008); O Breve Sentimento do Eterno (2008), Guia de Conceitos Básicos (2010), Navegação de Acaso (2013) y O Fruto da Gramática (2014), entre otros. Su poesía completa ha sido colegida en dos ocasiones: en 1991 bajo el título Obra poética (1972-1985); y en 2001, en esta oportunidad teniendo por título Poesía reunida. 1997-2000.
Nuno Júdice emprendió el camino a la eternidad el 17 de marzo de 2024.
** Doce poemas de Nuno Júdice, leídos por Blanca Luz Pulido, aquí.
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