martes, 19 de marzo de 2024

Cinco poemas de Eduardo Escobar (cofundador del Nadaísmo)



Paisaje infinito

Debajo de aquella columna de humo remoto
doblándose como un árbol bajo el peso oscuro del viento
tengo derecho a suponer el chisporroteo de un fogón encendido
Y detrás del fogón ha de haber una mujer que canta
O calla
Con un cucharón de madera en la mano derecha
revolviendo un cocido de papas y trozos de gallina y pizcas de cilantro
Y quizás lleva un delantal a cuadros azules
Y detrás de la mujer debe haber un niño
sentado en el suelo de tierra pensando en nada
Y detrás del niño ha de estar papá
Con su vozarrón callado y sus grandes zapatos quietos
Y su bigote de corsario
O como de manubrio de bicicleta
que le da un aspecto fiero
Y cómico a la vez
Y tierno
Y detrás de papá habrá un perro blanco
Y detrás del perro un gato colorado mordisqueándole la cola
Y detrás del gato una puerta abierta
Y un camino y una colina
Y una casa y una columna de humo

Y alguien que como yo
o tal vez mi contrario
contempla el paisaje circular a estas horas
se dice:
debajo de aquella columna de humo remoto
doblándose como un árbol bajo el peso oscuro del viento
he de suponer un fogón encendido y una mujer que canta
o que calla



Combatiente

Yo hice mi guerra.
Yo hice mi guerra contra el volcán
mi guerra contra el mar
contra el invierno
contra la necesidad
contra el utensilio.
Yo hice mi guerra huyendo
mi guerra enfrentando
desesperando
mi guerra en el Ártico
en el Antártico
en la China.
Yo hice mi guerra en la Sierra Maestra
en la Sierra Nevada
en la Sierra Madre
en la explanada
hice mi guerra de cien años
de mil días
mi guerra relámpago
mi guerra de un millón de muertos
de dos millones de muertos
de tres millones.
Yo hice mi guerra con mis zapatos
con mis garras
con mis escobas
hice mi guerra de verdad
mi guerra con odio
hice mi guerra en España
mi guerra contra el zar
mi guerra azarosa
ahumada
descarnada
mi genocidio.
Yo hice mi guerra con mi bigote
con mi caballo
con amor
con ametralladora
al amanecer
contra los judíos
hice mi guerra contra los infieles
contra los invasores
contra los brujos
contra los negros
contra los indios.
Yo hice mi guerra en mi ventana
en el automóvil
en la cantina
en el campo
mañana
por la mañana
hice mi guerra en el Bajo Cauca
y en el río Cauca
y en Arauca
hice mi guerra como fusilero
como panadero
como estafeta y
marino
Yo hice mi guerra en los establos
contra las moscas
contra los comunistas
contra los imperialistas
contra los cristianos
hice mi guerra por desconfianza
por amargura
por pobreza
por terror
la hice porque no tenía
más que hacer
porque no me daban trabajo
porque me pagaban mal mi trabajo
porque pasaba hambre
la hice porque no comía
hasta indigestarme
la hice por despistarme
por herirme
por eliminarme
porque sí y no
por defenderme
la hice porque no me la dejaban
hacer.
yo hice mi guerra
hice mi guerra
mi guerra
guerra
pero no todas eran inútiles
y no todas las había de perder.
Yo hice mil guerras.


Darío Lemos, Juan Gustavo Cobo Borda, Eduardo Escobar
y Juan Manuel Roca/ Archivo diario Clarín


Busqué a Dios...

Busqué a Dios con sinceridad y paciencia
En el directorio telefónico
En aguas mansas y turbias
Y en las precipitaciones de agua
Lo busqué en la ausencia de los que amamos
y en los desperfectos de nuestra mansedumbre
Me fui tras Él por pequeñas ciudades
Busqué su fotografía cada mañana en los periódicos
Amé en la risa de las muchachas su risa
Y en la mirada de mi prójimo
Encontré muerte en todas partes
Pero buscar es lo que importa


Eduardo Escobar, Jotamario Arbeláez, Darío Lemos, Juan Manuel Roca
y Eduardo Zalamea frente al Planetario en Bogotá, 1972.
Foto © Rogelio Daraviña.


El tango de los hampones

Muchas veces quise ser bueno
Pero siempre me convencieron de la movida
de la bolsa o la vida
que es la moda del siglo que corre

Por eso me preocupo
de mantener mi billetera gorda
a cualquier precio
sin pararme en pelillos
Y del bien sacrosanto de mi panza
Desoigo los consejos de los pobres y los buenos

Hay que trampear si queremos sobrevivir
Tretas y artimañas convienen
Y es ventajoso mantener alguna carta oculta
Los discursos morales conducen a la ruina
Hay que ir armando también por el buen camino
El mundo se pone cada vez más difícil
Pregúntale a mi pistola

Entre el justo y el pecador
la diferencia está en el muerto
Y aunque no hay muerto malo
es preferible vivir y seguir en lo que estamos
mientras nos dejen
No hay que dejarse adelantar
El vencedor impone la moral
Las víctimas no cuentan
Se cuentan
Y se olvidan
Muchas veces quise ser bueno
Pero quién alimentaría a mi familia
Es mejor prevenir que lamentar
Y menos peligroso golpear primero
Por hacer el bien sin mirar a quién
muchos de cuyos nombres me olvidé
hallaron un mal fin
Es bueno y loable intentar ser honrado
Pero resulta un sinsentido
en este mundo corrompido

La virtud es hermosa no cabe duda
pero las virtudes del rico son evidentes
Y están bien respaldadas por los bancos
El que cuenta sus morlacos
dispone bien las partes del antiguo problema
sé lo bueno y lo malo
Hay que alejarse de la horrible pobreza

Hay que ser duros antes que demasiado puros
Golpea fuerte, y no lamentes tu suerte
Si no existieran el bien y el mal
La vida sería como pan con pan

Únete a mi banda     No te irá mal     si eres leal
Y sobre todo
te cuidaremos de la policía
Es una porquería


Cucarachas en la cabeza

En el radio reloj japonés sobre la mesa de noche
han establecido algunas cucarachas enanas una colonia

Herméticas y discretas a su manera
cuando quiero sorprenderlas o contemplarlas
escapan hábilmente como ladronas al parlante de cartón

su cautela supera su mutismo
y misteriosas hasta cierto punto
sólo dejan los huecos sonoros
cuando decido olvidarlas

Mientras duermo calibran mis fantasmas
interpretan mis pesadillas según la norma freudiana
Y cuando leo miran por sobre el hombro lo que leo
con un insoportable talante crítico

Estas espías dotadas de hipersensibles antenas inquietas
con curiosidad científica me interpelan

Se fuman mis cigarrillos
Sestean en mis manzanas como si hubieran
encontrado el paraíso
Muerden mis chocolates
Beben mi café
Circulan por mis biscochos
Y calman la hartura con mi antiácido predilecto

Parecen tan interesadas en conocer
el sabor de todo lo que como
(ensayan mi agua)
En probar la textura y la realidad
lo que pienso y su peso probable
En verificar la naturaleza esencial
y el color aparente de mis más íntimos
y hondos y queridos propósitos

A la hora del noticiero esta banda de cucarachas
esconde bajo mis narices un banquero norteamericano
o planea la toma relámpago de la emisora cultural
para divulgar un manifiesto libertario

En el concierto de la mañana se mezclan
en los remolinos del piano
con las semifusas como ellas llenas de patas
Pellizcan a destiempo los clavicordios

Al medio día son aplastadas sin misericordia
por el loco de los timbales
para redivivas regresar más activas y ansiosas por la noche a graznar en los fagotes de los quintetos a copular desvergonzadas en el interior del cuarteto en la viola

Castas en el clarinete nebuloso de Mendelssohn
mariposean en el aire de la clara Primavera de Vivaldi
Corderos descarriados triscan en la humedad iluminada de lejanías de la flauta del pastor legendario cuando viene El Sordo -pero no bobo- con su Pastoral a la casa

Y la sombra hueca del oro falso del oboe
cuando tiene su turno Tomasso Albinoni acarician

Se peinan o bien toman el sol en las celestas del desdichado Bela Bartok En los espejos consecutivos de Arnold Schöenberg meditan y meditan y nadan y nadan y bailan en el Salón
Méjico de Aaron Coplan como turistas gringas con hipos de tequila

Estas cucarachas melómanas se aquerencian en los amores de Chopin
Se separan con tormentas demenciales de Schumann
Exhiben sus quejas eróticas con grandilocuencias de Brahms
Arden en el teatral arrebato de Paganini
Pero asimilan tan mal como yo la melancólica
o patética música de Tchaikovski
Y suponen que todo tiempo pasado fue más soportable o mejor
cuando suenan Purcell Couperin Cabezón
las canciones de etiqueta de corte
O las ingenuas baladas inglesas que desgastaron romeos
en las ruidosas tabernas y en los altos balcones

Dotadas de unas temibles máscaras de horribles rictus africanos
hediondas de cola parecen ponerse frenéticas
con Charles Mingus
Adoran el lirismo del sombrero catatónico de Thelonius Monk Entonan gospels de manumisos con la gorda Mahalia Jackson
y con Paul Robeson Adquieren un inconfundible cariz marihuano
con la poesía amorfinada de los Rolling Stones Patalean y se despelucan con fragantes ternuras de Janis Joplin -cultivadas con punzantes fervores de heroínas 
Y disfrutan de lo lindo con las guarachas 
precastristas del año 50
Y con la nostalgia de los calipsos de la turística Jamaica
Y con el huracán caribeño del merengue dominicano
Y con el mapalé salvaje que bailaba mi amiga Sadit Restrepo
-que en paz descanse

Ponen aires compungidos de compadritos
con los aires mefíticos de Buenos Aires
Y desdeñan el limbo batido de don Julio Iglesias
(Ellas saben lo que hacen)

Pero por la cerrada unción que destilan -inciensos y óleos y áloes- durante el Pange Lingua y el conmovedor Stabat Mater en la campanuda programación gregoriana del domingo podríamos inferir que jamás fueron paganas sus almas que tocadas de tocas son las últimas carmelitas descalzas las más humildes entre las más humildes discípulas de la Loca de Ávila sobrevivientes a fuerza de oración en el basural impío de la fantástica y miserable era atómica 
-las que rezan por los payasos chilenos 
y los cantantes mejicanos

(deben conocer la letra completa
de la cucaracha ya no puede caminar)
sublimados sus amores por el sin igual Jorge Negrete y por don Pedro Vargas de voz de nardo en este templo de plástico transistorizado

Pero quizás son sordas
Sordas como las celestes nubes
y las terrestres tapias y las arbóreas hojas

Y solo les importa saber la hora solitaria de cada hora

Las intrigan los problemas del concepto de Tiempo
A lo mejor son horas vivas estas pequeñas bestias sepias
que se pasean por la mesa y escapan al menor parpadeo

Mientras una trabaja en suceder las otras 23 descansan
Y juzgan mi pasado hecho a pedazos como un Todo

Retozan con cinismo entre mis cosas fragmentarias
sin unidad aparente
Admiran el turbio espectáculo de mis acciones mundanas
como si mucho les importara
Se burlan Ironizan Filosóficas
Con áridos argumentos de Bergson
Y con reticencias proustianas y retruécanos
de Martín Heidegger
Roen mi rostro en mi sopor profundo

Soy este gesto ausente que forman como más les conviene y arrugan a su gusto

Con las malas artes de su contabilidad estas experimentadas auditoras
hacen de mi vida dos masas acuosas de sumas iguales
Me descuentan con alevosía minutos
Me suman pérdidas con ventaja
Amasan mi alma Y mi crimen perpetran

O para preservar su integridad
son ellas mismas las muy zorras brujas
las mismas que me inculcan por telepatía
estos piadosos pensamientos éticos ecológicos
estos suspiros arrepentidos
este amor franciscano por todo lo existente esta generosidad indiscriminada que me paraliza como a un hindú cada vez que pienso en el bendito tarro de insecticida

Y si fueran y si fueran
policías japoneses camuflados de cucarachas para una indeterminada misión súper secreta estos enigmas en el Sanyo de Troya

O por qué hurgan mis papeles con seriedad dubitativa
y constatan mi identidad hechizada
y hacen el censo de mis señas particulares
y me comparan con mis retratos
y se meten en mis bolsillos
y husmean mi huella de barro mortal con lupas
despistadas
y registran mis llamadas telefónicas
y fotocopian mi correspondencia

Tienen gestos ciertos de abrigar sospechas
acerca del asunto de mi sobresaltado asunto

O por qué rondan por el laberinto
de mis impredecibles intenciones
y proyectos para mí mismo inescrutables
con el celo abusivo de los sabuesos

Y si fueran japoneses
pero no policías en propiedad sino santos zen
en su satori sin koan
y sin búdicos párpados desapegados bajo el árbol sagrado
fregando el milagro imperfecto del loto vacío
en el estanque de un jardín de rocas
que no se cansan de impugnar
Estetas de minucias del rito del té
boddisatvas locos discípulos adelantados del doctor Suzuki
peregrinas en sandalias por un dharma zurdo
o por un mahayana reducido a hinayana
por sucesivas amputaciones
como prescriben las técnicas del arte del bonsái

arqueros
cuyos blancos
son los deseos exuberantes del corazón (verdes -y cojo)
desertados del espejo -artífices de horizontes simulados
con pinceles calvos kamikazes de tablas coloridas
de surf mutantes
de las radiaciones perversas de Hiroshima y Nagasaki

Y si entre todas formaran un kaikú que quiere revelárseme
pero me cierra mi prosaica torpeza
de lector infatigable de novelas enormes
alemanas y rusas

Pueden ser
quién lo sabe
mendigos de un novelón romántico que leí
la semana pasada
recién caídos poseedoras de lujosos andrajos
con la opulencia del estilo de Víctor Hugo
O Nada

O quizás
son ingenieros
especializados en dispositivos microeléctricos

Expertos en pastillas de silicio
Diminiturizados genios lelos en superficies azules
de circuitos lógicos
integrados de alta velocidad cuyos reinos de cobre recubiertos de estaño tienen límites de terminales de oro -maestros en informática y microcomputadores
Me gustaría -si es así- preguntarles ahora
por sus variables binarias
Si dulces les son los pulsos de tensión en las puertas lógicas
Si sus nanosegundos pueden ser iguales a la razón
o razón de absurdo
O divisibles todavía

Pero estas adictas al dióxido de silicio
deben estar borrachas de sistemas
alucinadas de nitruros de polímeros fotosensibles
de biones de boro alborotado
de átomos libres de flúor que vienen descargados
de moléculas de freón
y reaccionan al silicio policristalizado
para un patrón más preciso que el método
de grabado húmedo

Ebrias deben saber
que la santidad es imposible y que no es bueno el silicio
de una pureza absoluta
Que el fabricante del circuito debe llevar
el silicio que compra
hasta un nivel de pureza del 99,9999999
porque en la atmósfera pura del gas inerte
debe admitir
impurezas deseadas mientras se funde

O simplemente Estas manipuladoras de microcircuitos en sus cárceles circuitadas indiferentes a la música la ciencia la técnica la informática y la información a la política la mística la mecánica y a Basho y al Tiempo y a todo aquello que nos incumbe

no saben siquiera que Einstein no pudo asistir a Como
para ser el perro del Lama en el Tíbet
y no plomero en Washington
como se dice que quiso
Dios no juega a los dados

Aceptaré entonces y más me vale
con humildad más que conveniente
y con cautela más que razonable
contra el escepticismo generalizado que me infunden
e irradian en mi entorno –serenidad y aturdimiento 
contra esta perplejidad 
contra la pavorosa confusión que me contagian
que esta manada de ortópteros que me circundan y me miran
que esta tropa oscura de cucarachas
que vigila la mesa y el radio y las manzanas
no es otra cosa

nada más nada menos

que una tropa silenciosa y oscura
de cucarachas

O tal vez son las ilusiones compensatorias
de mis desilusiones
Desórdenes salvajes de la imaginación
o de la paranoia galopante
Delirios de la fiebre de un tifo mal curado

O efectos secundarios de adulterada cocaína

A lo mejor no hay cucarachas aquí
Ni una sola cucaracha
Y no son más que cucarachas en mí lastimada cabeza
estas siluetas fugaces como los ángeles que
a veces creo percibir
en el nochero

y que me sueñan para ser en los retorcimientos
de mis sueños
y me dictan poemas para divertirse a mi costa



Eduardo Escobar. Nació en Envigado, en 1943. Fue columnista en EL TIEMPO, escritor, poeta, periodista y cofundador del movimiento literario nadaísta y autor de los libros Violación de la uva (1966), Segunda persona (1969), Cuac (1970), Confesión mínima (1975), Correspondencia violada (1980), Nadaísmo crónico y demás epidemias (1991), Poemas ilustrados (2007), Cabos sueltos (2017), Insistencia en el error (2020), y Escritos en contravía (2023). Falleció la madrugada del 19 de marzo de 2024. 

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