jueves, 13 de noviembre de 2008

Tiranía del pensamiento discursivo. CLASE ILUSTRADA DE BUENOS AIRES, ¿ENTRE LA CEGUERA Y LA SOBERBIA? Ensayo de Martín Alvarenga

El pensamiento frío versus la inteligencia emocional
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Para entender nuestra literatura en su naturaleza, en su evolución y en su esencialidad, no basta con estudiar la historia de la literatura iberoamericana. Es necesario algo más: escudriñar y seguir el curso de la parábola que dibuja el relato y la imagen poética en nuestro suelo nutricio de original espiritualidad, así es como podremos reconocer a la luz de una mirada penetrante que el pensamiento latinoamericano no es idea pura, no es concepto esterilizado, no es silogismo ni lógica impolutos. El pensamiento sudamericano y caribeño es un huracán almacenado en valores y en sentido en la naturaleza y en la historia, un galpón pantagruélico de mitos y de mitologías, un oceánico balbuceo de idiomas que han copulado en el cruce de fronteras dialógico dando lugar a un cosmopolitismo salvaje en un protagonismo que data de estos últimos quinientos años.

En publicaciones especializadas de la Capital Federal, muchos intelectuales hablan y escriben sobre las historia de las ideas como si el ethos cultural del “nuevo mundo” del milenio fuese un encadenamiento monótono de causa y efecto, de principio de identidad
(A es = a A. A no puede ser B y al mismo tiempo A; A es A y no es B y B es B y no es A) en un juego de palabras que no agrega nada al anhelo de incorporación de saberes de nuestra mente; es un bizantinismo que nos arrincona en la esterilidad, un pensamiento para describir, exponer, señalar pero no un pensamiento para alcanzar el sentido último y primario de cómo juegan el idioma y el pensamiento en nuestra manera de reflexionar, sentir y obrar.

Si la mayoría de los intelectuales de Buenos Aires, oriundos de allí, y de los estudiosos y escritores que han emigrado desde el interior hacia el pulpo de cemento, insistiendo con la historia de las ideas, vamos a terminar ahondando la distancia que existe entre nuestra experiencia de conocimiento que busca insertar una nueva visión que compromete al reconocimiento y, por sobre todo, al auto-reconocimiento, acentuando cada vez más nuestra crisis límite de identidad social, agravada por el predominio de un eurocentrismo enquistado en las elites.

Ideologías que se fusionan con nuestro suelo fabuloso

Infiero algo sencillo: lo que nos cuesta asumir, por limitaciones como la soberbia y la pedantería, es el rol decisivo que cumple la inteligencia emocional en las ciencias del espíritu. Todos creemos que el árbol genealógico está en Europa desdeñando consciente o inconscientemente que hay un árbol de la palabra-alma, de la naturaleza que palpita con su energía visible e invisible invitándonos a adherirnos a una totalidad para errar por los laberintos de nuestra mismidad sudamericana. Se halla aquí - en esta convergencia copiosa de interculturalidad con una huella dactilar profunda - la base humana aborigen que de algún modo ha salido airosa del genocidio étnico y cultural incrustándose clandestinamente en los imaginarios sociales de los pueblos y de las culturas localizadas en nuestro espacio vital, al ratificar a través del tiempo que la llegada del europeo y el genocidio no fueron solamente una tragedia sino que hubo demoradamente una transfiguración que diera por resultado una navidad, un nuevo comienzo en ese estadio cosmogónico del hombre americano.

Si tomáramos de paradigmas únicos las corrientes del “Viejo Continente” o a “la Nueva Inglaterra” y sus guerras preventivas, si optáramos por el modelo a rajatablas del marxismo, del psicoanálisis, del positivismo y del racionalismo estaríamos perdidos, pues nosotros somos el resultado de un precedente precolombino relevante: su práctica comunitaria, en la modalidad de reparto de bienes; su sentido natural de la ecología en un diálogo horizontal con la naturaleza. Por lo tanto, perspectivas de la mundanidad e intramundanidad como el romanticismo y el existencialismo podrían ser generadoras de una aplicación recreadora en nuestro pensamiento y en los hechos con consecuencias fructíferas.

Lo oscuro y lo numinoso, lo arcano y lo heroico en el ser humano que despliega el romanticismo, ¿acaso no le ha servido a Freud, junto con el marxismo y su experiencia vital y profesional, para elaborar su teoría del inconsciente? ¿No podríamos establecer un enlace entre el hombre concreto americano con el hombre concreto del existencialismo? La antropología hermenéutica quizás esté muy cerca de lo que podríamos denominar una antropología animista. La subjetividad intuitiva y trascendental de la fenomenología tiene una familiaridad llamativa con el pensamiento ritualista y mítico amerindio.

La historia de las ideas como sofisma

La tan mentada historia de las ideas omite a Salazar Bondy, a Leopoldo Zea, a Rodolfo Kusch, a Octavio Paz, a Carlos Fuentes, a Macedonio Fernández (aquí he mezclado deliberadamente los espacios literarios y filosóficos del que son representativos los nombres que cito), tampoco incluye o cita los trabajos realizados por el Centro de Estudios Latinoamericanos liderados oportunamente por Graciela Maturo y Eduardo Azcuy; del mismo modo no incluye el novedoso pensamiento contracultural producido en la Argentina a través del rock nacional y de una literatura contestataria que se daría por los senderos de revistas como Eco Contemporáneo, Contracultura y Mutantia, dirigidas y lideradas por Miguel Grinberg, más Hugo Tabasnik Osvaldo Baigorria y quien suscribe el presente ensayo; otra revista, que se llamó Debate, dirigida por Javier Makin, en su momento aportó una defensa y una apertura en la exploración del pensamiento amerindio.

Si los patrones del pensamiento occidental son exportados por nuestros intelectuales nativos, debemos considerar la urgencia que reclama la construcción de un pensamiento paralelo que rescate nuestra propia esencia: la inteligencia emocional, la espiritualidad que funde en un sentimiento original el cosmos y la divinidad para que el Ser sea y se vivencie en lo que debería ser, Ser del Saber y del Sentido, el Ser del Sentido, hacia una dirección, de un rumbo hacia algo,que articule maleablemente el entonces, el hoy y el mañana en una rotación temporal que anule su ego para convertirse en un no tiempo de plenitud y de cumplimiento de las utopías, porque el tiempo de una abstracción pasa a ser semilla generadora, manantial seminal de continuo nacimiento. De la abstracción pasamos a la animación, a la historización lírica y fértil del Hombre Emocional.

Que no nos sigan, por favor, vendiendo buzones culturales, que no nos vengan con el cuento del tío de las historias de las ideas; que no nos hagan comer vidrio arguyendo, por dar un ejemplo, que tal o cual ideología dio determinados prototipos de hombres que han dejado una marca en la historia, pues un referente no es el producto de una clase proletaria o de una clase marxista ilustrada ni de una aristocracia decadente, un referente es la síntesis interactiva de todas las clases y de la polifonía energética de la totalidad de una cultura, de su espacio vivo y de sus ambiciones colectivas

Obediencia debida de los sofistas autóctonos

Para colmo, cada provincia se contagia con este virus de la erudición que más bien sería saturación de información. En nuestra habitación nativa, el virus enciclopédico heredado de Buenos Aires o cumplido al pie de la letra por “el ascendiente de la gran urbe” sigue a la orden del día, particularmente en cenáculos embelesados por los caretones de turno que importamos en los diversos ambientes de la cultura, de la comunicación y de la educación. Lo que determina una vida no es la erudición, lo que inclina la balanza a favor de una existencia es el encauzamiento hacia la sabiduría. No podemos seguir obedeciendo al Puerto Mandamás al que hemos tributado con reverencia o con rebelión, según los casos, desde el País Interior. Tenemos que devolvernos el orgullo de habitar en la periferia y sentir que la periferia es un centro por la decisión de nuestro amor propio y de nuestro quehacer, devolver la confianza a nuestra capacidad. Saber que podemos ser tan idóneos como ellos; que ellos sin nosotros no existirían; que la unidad del continente se logra de menor a mayor; que éste es el lugar para el prólogo constructivo de nuestra identidad social en un mosaico de pueblos que se yuxtaponen en el equilibrio y en el contacto alentador de los valores, de la memoria y del cautivante ejercicio de la hermandad, de este continente inspirado por el desborde de su fantasía social.


MARTÍN ALVARENGA (1940, Corrientes). Ensayista, novelista, narrador y poeta. Primer Premio Poesía Argentina, revista de cultura Macedonio, 1970/71 Primer Premio Regional por el NEA (Premios Nacionales), Secretaría de Cultura de la Nación, 1985. Primer Premio Novela, Fondo Nacional de las Artes, 1987. Algunas de sus obras: Flotilla de fábulas (poesía), País alucinógeno (novela), Los fantacuentos (cuento), Latinoamérica comienza en Corrientes (ensayo). Ha sido incluido en antologías de cuento y poesía argentina y latinoamericana.

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