Luego de una visita a Chimbote, en donde di lectura junto a Jorge Terán, que presentaba su revista “Lhymen” número 5, y después de haber gozado con La Santa Sede, narrativa erótica de Chimbote, de Río Santa Editores (que incluye a destacados autores como Fernando Cueto), y de haberme enterado de cómo fue su presentación en el mítico burdel Tres Cabezas, cuyas fotos y crónicas están para el paladar en la revista “Los Zorros” número 7, que dirige Jaime Guzmán Aranda y Augusto Rubio Acosta; luego de ese ojedeano-arguedeano-verdepastel viaje hice otro no menos esperado.
Llegué al VII Encuentro Nacional de Escritores “Manuel Jesús Baquerizo” (5-8 de noviembre) en la ciudad de Huamanga, con la participación de reconocidos escritores como Oswaldo Reynoso y José Luis Ayala. También asistieron novísimos autores, tal es el caso del sanmarquino Lenin Solano Ambía (Lima, 1983), quien me obsequió su libro de relatos Carta a una mujer ausente: “…no pude dormir, estaba feliz, nervioso y ansioso por tocarla. Sin embargo, no debía desesperarme, la tendría el resto de mi vida y no quería ahuyentarla ahora. Amaneció. Salimos a las cinco y treinta de la mañana, muy nerviosos, mirando a todos lados. Tomamos un carro que nos dejaba a una cuadra de la agencia de Yerbateros. Apenas bajamos vimos mucha gente por los alrededores. Uno de los interprovinciales tenía una hoja pegada en su ventana donde decía ocho soles. El precio nos pareció cómodo y subimos apresurados y felices. Nos sentamos en la parte media del carro. Nuestros corazones latían apresurados y nuestras risas eran de felicidad y nerviosismo. La abracé fuertemente y dejé las mochilas en la parte alta. El carro encendió su motor y ahora sabía que con ese sonido de motor arrancando, empezábamos nuestra nueva vida.”
Se presentaron libros, entre otros: Indios dios runa. Antología poética del profeta del fuego, del poeta Efraín Miranda; estudio, selección y notas hechos por Gonzalo Espino Relucé. He aquí un fragmento del poema LB: “Cuando regreso:/ mi choza es prolongación del suelo,/ mis enseres son residuos,/ mis animales, mi tierrita/ yo,/ la miseria.// Otras realidades me contrastan,/¿dónde están ellos?/ ¿dónde estoy yo?/ Al parecerme lóbrego el espacio – un aviso/ de novia robada y viajes de astillas/ de madera cortada a las estrellas_/ dan razón reiterada de mi existencia/ perteneciente a mi existencia milenaria…”
Bajo el sol esplendente de Huamanga me detenía a leer poemas de algunos de los asistentes: “Y me decía taitalla Celestino:/ Estos tiempos ya no serán nuestros/ han de cambiar de repente…/ Nuestros polluelos ya no temerán/ al atoq de abajo ni al aqchi arriba.// Y me decía mamilla Petronila:/ La tierra es fecunda/ el sol es para todos…/ Nunca siembres en diciembre/ ni te fíes de los blancos.// Y me decía taitalla Joselo:/ De palmo a palmo surcamos la carretera/ entendiendo por allí traer un poco de vida// Pero por allí/ a nuestros hijos se llevaron./ Por allí, sólo las muertes llegaron...” Poema Aurora tomaína de Alejandro Medina Bustinza “Apurunco” (Aimaraes-Apurimac):
“Árbol de acero lavado por la lluvia./ Dolor limpio y helado./ Maldad en tintura/ cayendo/ gota/ a / gota./ Así, este instante:/ Grillo cantor con alfiler atravesado”. Momento del poeta Ángel Gaviria (Mollebamba, Santiago de Chuco, 1953).
“Ahora veo tu sombra/ rosadamente turbia/ destrozada entre los rieles/ invadido por la droga del silencio/ los pájaros te gozan los sembríos/ y digo/ con toda la furia de saberte extraño/ que no es la hora de Rimbaud/ es el tiempo/ de engendrar la flor necesaria/ Lucho Hernández/ mi amigo inconfesable”. Lucho Hernández I.M. de Jorge Luis Roncal.
Ulises Valencia nació en Surquillo, Lima, en 1947 (“un poeta marginal de nuestro tiempo”, dice de él Julio Aponte), y es autor de los libros: Un abismo de luces, Intensidad, Estaciones, Rambla, Tiempo, Como el mar crece tu recuerdo, Nido de Sierpes, Lejos de todo. Del poemario Como una fiesta cogí al azar este poema: “Sabes de mi ser/ De mi existencia/ De mis torpes caídas/ De mis traspiés, por las sendas/ De la vida y el amor.// Pero a veces, con gran contento/ Noto que te engaño/ (O que me engaño) cuando creo/ Que aún no sabes qué sucede/ En mi pecho, adentro.// La vida:/ Tantos lugares desolados, donde/ Nos adentramos, para conocer/ El laberinto ciego, que nos pierde/ Y hace de nosotros/ Los seres sombríos, que ahora somos.”
Luego llegué a Huanta, me metí al mercado que olía a jazmines, violetas, geranios y margaritas, y quise comprarle hojitas de coca a una mujer sentada entre otras mujeres, pero no aceptó mi dinero. Solo era para trueque. Más tarde en la plazuela de Huanta, amarillito amarilleando, cogí el relato Destino de Vidal Navarro (“escritor representativo de la narrativa ayacuchana” nos dice Félix Gutiérrez Huamaní), que aquí transcribo un toke: “Al rato, la gente les concentraba en el cabildowasi del panteón, revolcándose en la tierra; jugando a momentos o sentados como gentiles en el poyo de los deudos, esperaban no sé a quién. Estamos cuidando la casa de mi mamá, contestaban a los vecinos que se asomaban. No volvían a comer el mote que les dejaba tu papá, no obedecían a la gente que venía a ofrecerles trozos de chankaka, pedacitos de queso. Aquí es la casa de nuestra mamá. Se aferraban. Lloraban a gritos si querían sacarlos a fuerza.// Recién cuando el sol se amostachaba, pintándose de rojo en las lomas de Sankis Muqu, no sé si de pena o no sé si de hambre, les escuchábamos llevar sus pasos por José María Gamboa. El escándalo de los chiwakus, el jolgorio de los jachanchurros se apagaban. Las piedras del camino, los arrayanes y los molles, al oírles, entristecidos se abrazaban al viento y murmuraban.”
Por Cinco Esquinas me fui yendo, amarillito amarilleando, pero quise volver al mercado, supe qué podría darle a la mujer con sombrero negro y flores de plástico, que hablaba solo quechua, que no aceptaba mi dinero, que no entendía mi castellano de Apolo en Lima, para que ella me de sus hojitas de coca. Lo supe de pronto, y ya solo quise volver corriendo… Y corriendo estoy.
Miguel Ildefonso
Noviembre, 2008.
Llegué al VII Encuentro Nacional de Escritores “Manuel Jesús Baquerizo” (5-8 de noviembre) en la ciudad de Huamanga, con la participación de reconocidos escritores como Oswaldo Reynoso y José Luis Ayala. También asistieron novísimos autores, tal es el caso del sanmarquino Lenin Solano Ambía (Lima, 1983), quien me obsequió su libro de relatos Carta a una mujer ausente: “…no pude dormir, estaba feliz, nervioso y ansioso por tocarla. Sin embargo, no debía desesperarme, la tendría el resto de mi vida y no quería ahuyentarla ahora. Amaneció. Salimos a las cinco y treinta de la mañana, muy nerviosos, mirando a todos lados. Tomamos un carro que nos dejaba a una cuadra de la agencia de Yerbateros. Apenas bajamos vimos mucha gente por los alrededores. Uno de los interprovinciales tenía una hoja pegada en su ventana donde decía ocho soles. El precio nos pareció cómodo y subimos apresurados y felices. Nos sentamos en la parte media del carro. Nuestros corazones latían apresurados y nuestras risas eran de felicidad y nerviosismo. La abracé fuertemente y dejé las mochilas en la parte alta. El carro encendió su motor y ahora sabía que con ese sonido de motor arrancando, empezábamos nuestra nueva vida.”
Se presentaron libros, entre otros: Indios dios runa. Antología poética del profeta del fuego, del poeta Efraín Miranda; estudio, selección y notas hechos por Gonzalo Espino Relucé. He aquí un fragmento del poema LB: “Cuando regreso:/ mi choza es prolongación del suelo,/ mis enseres son residuos,/ mis animales, mi tierrita/ yo,/ la miseria.// Otras realidades me contrastan,/¿dónde están ellos?/ ¿dónde estoy yo?/ Al parecerme lóbrego el espacio – un aviso/ de novia robada y viajes de astillas/ de madera cortada a las estrellas_/ dan razón reiterada de mi existencia/ perteneciente a mi existencia milenaria…”
Bajo el sol esplendente de Huamanga me detenía a leer poemas de algunos de los asistentes: “Y me decía taitalla Celestino:/ Estos tiempos ya no serán nuestros/ han de cambiar de repente…/ Nuestros polluelos ya no temerán/ al atoq de abajo ni al aqchi arriba.// Y me decía mamilla Petronila:/ La tierra es fecunda/ el sol es para todos…/ Nunca siembres en diciembre/ ni te fíes de los blancos.// Y me decía taitalla Joselo:/ De palmo a palmo surcamos la carretera/ entendiendo por allí traer un poco de vida// Pero por allí/ a nuestros hijos se llevaron./ Por allí, sólo las muertes llegaron...” Poema Aurora tomaína de Alejandro Medina Bustinza “Apurunco” (Aimaraes-Apurimac):
“Árbol de acero lavado por la lluvia./ Dolor limpio y helado./ Maldad en tintura/ cayendo/ gota/ a / gota./ Así, este instante:/ Grillo cantor con alfiler atravesado”. Momento del poeta Ángel Gaviria (Mollebamba, Santiago de Chuco, 1953).
“Ahora veo tu sombra/ rosadamente turbia/ destrozada entre los rieles/ invadido por la droga del silencio/ los pájaros te gozan los sembríos/ y digo/ con toda la furia de saberte extraño/ que no es la hora de Rimbaud/ es el tiempo/ de engendrar la flor necesaria/ Lucho Hernández/ mi amigo inconfesable”. Lucho Hernández I.M. de Jorge Luis Roncal.
Ulises Valencia nació en Surquillo, Lima, en 1947 (“un poeta marginal de nuestro tiempo”, dice de él Julio Aponte), y es autor de los libros: Un abismo de luces, Intensidad, Estaciones, Rambla, Tiempo, Como el mar crece tu recuerdo, Nido de Sierpes, Lejos de todo. Del poemario Como una fiesta cogí al azar este poema: “Sabes de mi ser/ De mi existencia/ De mis torpes caídas/ De mis traspiés, por las sendas/ De la vida y el amor.// Pero a veces, con gran contento/ Noto que te engaño/ (O que me engaño) cuando creo/ Que aún no sabes qué sucede/ En mi pecho, adentro.// La vida:/ Tantos lugares desolados, donde/ Nos adentramos, para conocer/ El laberinto ciego, que nos pierde/ Y hace de nosotros/ Los seres sombríos, que ahora somos.”
Luego llegué a Huanta, me metí al mercado que olía a jazmines, violetas, geranios y margaritas, y quise comprarle hojitas de coca a una mujer sentada entre otras mujeres, pero no aceptó mi dinero. Solo era para trueque. Más tarde en la plazuela de Huanta, amarillito amarilleando, cogí el relato Destino de Vidal Navarro (“escritor representativo de la narrativa ayacuchana” nos dice Félix Gutiérrez Huamaní), que aquí transcribo un toke: “Al rato, la gente les concentraba en el cabildowasi del panteón, revolcándose en la tierra; jugando a momentos o sentados como gentiles en el poyo de los deudos, esperaban no sé a quién. Estamos cuidando la casa de mi mamá, contestaban a los vecinos que se asomaban. No volvían a comer el mote que les dejaba tu papá, no obedecían a la gente que venía a ofrecerles trozos de chankaka, pedacitos de queso. Aquí es la casa de nuestra mamá. Se aferraban. Lloraban a gritos si querían sacarlos a fuerza.// Recién cuando el sol se amostachaba, pintándose de rojo en las lomas de Sankis Muqu, no sé si de pena o no sé si de hambre, les escuchábamos llevar sus pasos por José María Gamboa. El escándalo de los chiwakus, el jolgorio de los jachanchurros se apagaban. Las piedras del camino, los arrayanes y los molles, al oírles, entristecidos se abrazaban al viento y murmuraban.”
Por Cinco Esquinas me fui yendo, amarillito amarilleando, pero quise volver al mercado, supe qué podría darle a la mujer con sombrero negro y flores de plástico, que hablaba solo quechua, que no aceptaba mi dinero, que no entendía mi castellano de Apolo en Lima, para que ella me de sus hojitas de coca. Lo supe de pronto, y ya solo quise volver corriendo… Y corriendo estoy.
Miguel Ildefonso
Noviembre, 2008.
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