“Acerco mi oído al pecho para escucharte / pequeño animal de alivio”, al propio pecho donde está eso otro, eso ajeno que es uno mismo.
“Prueba esta agua que ha remontado inmensos ríos debajo de la tierra / para llegar a la absoluta sed de esta mañana”, se exhorta la voz a sí misma y está claro que esas aguas subterráneas que labran la caverna en lo profundo del yo son los ríos de la noche interior donde discurren.
De allí, lejos de todas partes, de ese mundo auscultado, procede la poesía de este libro personal y objetivo, intenso y frío, que es Una mesa en la espesura del bosque, de Carlos López Degregori. Poesía de exploración interior de la que no surgen ni verdaderas ni falsas confesiones, ninguna confidencia, ficciones solamente, relucientes como monedas nuevas, auténticas. “Apólogos sin moraleja, sin lugar ni sujeto ciertos, historias que parecen haber saltado fuera de la historia”, las llamó Américo Ferrari, quien percibió bien que esta poesía de extrañamiento y objetivación no es una poesía oscura sino “un cristal nítido; lo oscuro o, mejor, lo misterioso, es lo que se percibe detrás del cristal”.
Entre las obras poéticas que el tiempo decanta la de Carlos López Degregori tiene ya ganado un lugar. Una mesa en la espesura del bosque lo consolida.
Fuente: La República
No hay comentarios.:
Publicar un comentario