En la fábula del Juicio Final
todos se duermen por separado
y se despiertan juntos
César AiraEl contacto con José Rosas Ribeyro, previo a nuestra entrevista, fue por teléfono. Mi interés por hablar con él se centraba en que su texto
“María Emilia Cornejo: el lado oculto de un mito”, aparecido en la edición n°5 de la revista Intermezzo Tropical, había suscitado una serie de confrontaciones respecto a una verdad que hasta hoy es para muchos discutible y resistida: que en 1973 Rosas Ribeyro y Elqui Burgos hicieron el montaje y la construcción definitiva de los tres poemas más representativos de Cornejo: “Soy la muchacha mala de la historia”, “Como tú lo estableciste” y “Tímida y avergonzada”.
A modo de un plus a esta declaración, Rosas Ribeyro dijo que todo partió de unos manuscritos de la propia María Emilia Cornejo alcanzados por el profesor y también poeta Hildebrando Pérez Grande, quien por ese entonces (y hasta el día de hoy) dirige el taller de poesía en la universidad San Marcos.
Entonces sí: el contacto con Rosas Ribeyro, previo a nuestra entrevista, fue por teléfono. Para ello ya había leído con atención su texto y revisado además algunas pocas reacciones que sobre éste surgieron. Tenía en claro las compatibilidades y alcances que su confesión había impuesto sobre ciertas personas. Así, tenía en cuenta, por ejemplo, que Pérez Grande, el tercer implicado en este hecho, había publicado un breve texto, adjunto al de Rosas Ribeyro, en la misma edición de Intermezzo Tropical. Su versión, definida a partir de breves circunloquios, se instaura en los siguientes puntos: 1) es amigo de Rosas Ribeyro y bromeando dice que no sabe nada; 2) Cornejo usaba poncho, tenía el cabello oscuro y fumaba cigarrillos; 3) Pound también revisó, editó o hizo algo similar con el poemario Tierra baldía de Eliot; 4) en el taller de poesía de San Marcos de los años setentas había gente ducha, hábil y con esquina; 5) Cornejo, Rosas Ribeyro y Burgos asistían a ese taller; y 6) al margen de lo que hayan o no hayan hecho Rosas Ribeyro y Burgos, los poemas de Cornejo han alcanzado “alturas insospechadas” pues “el tiempo ha legitimado su autoría”.
Asimismo, tenía presente a “La historia de la muchacha”, breve nota del periodista
Carlos Cabanillas, aparecida el pasado 31 de enero en la edición 2012 de Caretas. En dicha nota, Cabanillas recoge opiniones de cinco personalidades de las letras peruanas en torno a lo afirmado por Rosas Ribeyro. Su importancia radicaría en que es, sino el único, uno de los poquísimos textos que la prensa cultural peruana se dio el trabajo de elaborar en torno al caso Cornejo.
En esa nota, Marco Martos aclara que la confesión de Rosas Ribeyro le parece una “subida al carro lamentable”. Carmen Ollé, por su parte, afirma que “el poema es más importante que el poeta”. Aparecen también opiniones de Armando Arteaga, Hildebrando Pérez (que dice lo mismo que en Intermezzo Tropical: Pound, Eliot, etc.) y de Rocío Silva Santisteban, que posteriormente ella aclararía en “El affaire María Emilia”, post publicado el 1 de febrero de 2008 en su
blog personal.
Ha sido en ese post que Silva Santisteban, a partir de aclarar o desmentir lo que aparece de boca suya en la nota de Cabanillas (“No me sorprende viniendo de Rosas”), ha salido al frente, en una suerte de confrontación con Rosas Ribeyro respecto a lo que éste dijo de Cornejo. En un texto pulcro, la reconocida poeta peruana establece los siguientes puntos: 1) es amiga de Burgos pero no de Rosas Ribeyro; 2) luego de lo dicho por Rosas Ribeyro, la que falta es la versión de Burgos; 3) Pérez Grande, el tercer implicado, no hace con su texto (de Intermezzo Tropical) más que un pase de torero; 4) el texto de Rosas Ribeyro es respetuoso; 5) pregunta cómo Rosas Ribeyro y Burgos obtuvieron los manuscritos, a sabiendas que en el taller de San Marcos los asistentes entregan sus poemas en textos ya armados; y 6) que el texto de Rosas Ribeyro ha apuntalado el mito de Cornejo.
Como es obvio, Silva Santisteban señala algunos aspectos significativos. En realidad lo importante es su sola opinión por ser la única poeta mujer que ha ofrecido una apreciación en torno a un hecho que ha desmoronado lo que hasta hace pocos meses se creía acerca de la figura de María Emilia Cornejo.
Frente a eso, la premisa establecida por Silva Santisteban es coherente: ante el pase de torero de Pérez Grande, lo que falta es la versión de Burgos.
Entonces, antes de que el contacto con Rosas Ribeyro, previo a nuestra entrevista, sea por teléfono, me comunico vía mail con Pérez Grande y le manifiesto mis intenciones de saber si tiene algo más que decir. Pérez Grande fue mi profesor en dos o tres cursos de San Marcos, hemos conversado muchas veces y en cada ocasión que nos hemos encontrado nos hemos saludado con afecto. Empero, en este caso, y tal como lo supuse, Pérez Grande ni siquiera respondió a mi correo.
Entonces antes de que el contacto con Rosas Ribeyro, previo a nuestra entrevista, sea por teléfono hablo también por teléfono con Elqui Burgos y le digo lo que pienso hacer. Burgos fue amable y cortante.
―Sobre ese tema prefiero no hablar. Ya con lo que ha dicho José me parece suficiente.
Lo intento una vez más y él vuelve a negarse. Le digo que está bien. Pero juego a hacer un nuevo intento: le pido que al menos me diga el porqué de su silencio.
―Porque quiero respetar el mito, mantenerme al margen. Para mí las cosas deben quedar como están.
El contacto con José Rosas Ribeyro, previo a nuestra entrevista, fue por teléfono. Le dije que había leído su texto y las reacciones aparecidas en torno al mismo y que me gustaría hablar con él. Le digo también que Burgos no desea decir nada sobre el tema. Me responde sin sorpresa. Me dice que él sabe bien que Burgos no va a hablar. Entonces retomo mi intención y le pido la entrevista.
La entrevista con Rosas Ribeyro se llevó a cabo en su departamento, cerca al boulevard Henry IV, a una calle del Sena. Tiene casi treinta años viviendo en París. Es un tipo risueño, de gestos concisos y palabras marcadas por cierta celeridad. El antiguo miembro del movimiento infrarrealista con Roberto Bolaño y Mario Santiago me recibió en su living, al lado de una biblioteca rebosante de libros y de algunos retratos de Rimbaud.
Las reacciones frente a lo que dijiste en tu texto no han sido muchas. Sobre todo de las poetas, que es lo que más llama la atención. Salvo Rocío Silva Santisteban en su blog y Carmen Ollé, brevemente, en Caretas, ninguna otra ha hablado…
Obvio que es sumamente raro, pero con lo poco que dicen unas y con el silencio del resto uno puede tener cierta idea de lo que piensan.
¿Estás de acuerdo con sus opiniones?
La de Silva Santisteban tiene una que otra idea que podría haber sido interesante, pero cae muy pronto en una absoluta necedad que no entiendo. Dice, por ejemplo, que a mí no me conoce, pero que a Elqui sí, y que por ello le asombra que él esté metido en esto conmigo, que de mí no le sorprende nada porque alguna vez envié una carta a La República para desmentir alguna afirmación de Patrick Rosas. ¿Y eso qué tiene que ver con María Emilia Cornejo y con mi texto de Intermezzo? Nada, es una tontería. Pero ya luego, en el mismo texto de su blog, reconoce que yo he tratado a María Emilia con respeto y ya todo cambia de registro, porque por lo menos reconoce eso: el enorme respeto que me merece la vida lamentablemente corta de una mujer llamada María Emilia Cornejo.
¿Y en el caso de Ollé?
Lo que dijo Carmen en Caretas es en parte acertado. Somos amigos desde hace tiempo y hace poco hablamos por teléfono cuando ya se había publicado mi texto en Intermezzo y ella ya había prestado sus declaraciones a Caretas. Medio en broma abordé el tema y me referí a sus declaraciones. Y aquí viene lo sorprendente: Carmen me dijo que desde hacía ya muchos años estaba enterada de que Elqui y yo construimos esos tres poemas de Cornejo, que Enrique Verástegui se lo había contado en su momento. O sea que Carmen Ollé, una de las prologuistas de una de las ediciones de María Emilia Cornejo, sabía toda la verdad en torno a los famosos tres poemas de María Emilia… Y ni lo mencionó en su texto.
Suena a algo grave…
No soy yo quien va a juzgar lo que es grave o no. Pero sí que eso forma parte del mito María Emilia Cornejo (MEC) que mucha gente, y las feministas sobre todo, quieren mantener a como dé lugar, además de Martos…
Que habló de ti en Caretas…
Respecto a eso, pues no sé en qué contexto exacto dijo lo que se publicó. Que me he subido al coche. Para mí María Emilia Cornejo no es un coche y decir eso es una falta total de respeto hacia ella y hacia mí.
Pero su exaltación debe tener un fundamento…
Marco Martos sí sabía de este caso. Él lo supo desde un comienzo e incluso solía bromear diciendo que Elqui y yo éramos las mejores poetas feministas del Perú.
¿Y por qué crees que habló así de ti?
Porque tiene miedo que el mito se rompa. Un mito que él ha contribuido a crear y que él ha alimentado con diversos textos suyos para estar bien con las feministas. Y mira que encima tiene la cara para decir que yo me quiero subir al coche. Es una vergüenza.
Debe de estar muy comprometido con el mito MEC para haber reaccionado así…
Martos tiene cosas que ocultar. Martos está preocupado por las cosas que se pueden llegar a saber. Por eso usa su influencia en los medios para poner en claro que María Emilia Cornejo es intocable. Por eso reaccionó de esa manera tan baja y sin la menor reflexión crítica. Puro hígado, insulto. Y eso que es el mandarín de la Academia. A ver, ¿por qué no cuenta todo lo que sabe sobre María Emilia y su propia participación en la vida de ella, primero, y en la constitución del mito, después? No lo va a hacer porque ya fue muy lejos en la mentira y la ocultación.
Entonces, aparte de Hildebrando, Elqui y tú, Martos también sabía del tema…
Sí, además de tres o cuatro personas más. No diré sus nombres porque ellos no han intervenido insultando en cierta forma a María Emilia y a mí. Igual, supongo que algunas de ellas habrán contado algo a otros, porque por ejemplo yo no sabía que Enrique Verástegui estaba al tanto y eso me lo ha confirmado Carmen Ollé.
¿Y los críticos que incluyeron a Cornejo en sus antologías?
No, no creo que ellos supieran nada. Para la antología de Alberto Escobar, creo que fue Hildebrando el que le llevó los trabajos de los poetas “jóvenes” de entonces, donde figuraban los tres famosos poemas de María Emilia. Y es precisamente a través de ese libro que la figura poética de María Emilia despega. Fue una edición de decenas de miles de ejemplares. Por otro lado, estoy casi seguro que alguien como Ricardo González Vigil, que también incluyó a Cornejo en sus antologías de poesía, ignoraba por completo la verdad.
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Eres el demoledor del mito, entonces...
(Risas) Si tú lo dices.
Frente a eso, la pregunta sería: ¿eres parte del mito?
No, no. Por ese tiempo Elqui y yo éramos jóvenes y no teníamos conciencia de lo que podía venir luego. Como lo dije en mi texto, el trabajo que realizamos fue hecho con mucho respeto para una chica, compañera de San Marcos, que se había suicidado en plena juventud. Elqui y yo hicimos con sus textos lo que ya antes habíamos practicado con otra poeta en ciernes que falleció en un accidente. Una suerte de homenaje póstumo.
¿Qué poeta?
Poco importa su nombre
[Nota de Sol negro se refiere a la poeta Águeda Castañeda, en sus exequias los discursos de honor fueron realizados por los poetas Juan Ojeda y Juan Ramírez Ruiz. La poeta Rosina Vacárcel en un artículo dice: "en la semana santa de 1970, nuestra mejor amiga Águeda Castañeda y su novio César Herrera (sanmarquinos), murieron ahogados en la playa de Punta Negra". Pueden leerse poemas de Águeda Castañeda en la antología Di tu palabra. 9 poetas alzadas. Selección de Juan Cristóbal, Jorge Luis Roncal y Rosina Valcárcel]. La cosa es que estudiaba con nosotros en San Marcos y falleció ahogada junto a su novio. Rosina Valcárcel, que era su amiga, publicó esos poemas en una revista. Pero también, Elqui y yo, habíamos leído los textos de una supuesta poeta ecuatoriana, publicados en El Dominical de El Comercio a fines de los sesenta. La cuestión es que esa poeta no existía y que quien había escrito los poemas “femeninos” era un destacado poeta de los sesenta. Lo curioso es que, al parecer, actualmente en Ecuador, la figura de esta poeta inexistente ha cobrado un vuelo inusitado. Es lo que me han dicho.
¿Entonces, ese fue el antecedente?Sí. Ya con eso Hildebrando, que sabía lo que habíamos hecho con los textos de nuestra compañera de universidad, nos encuentra un día, nos entrega unos manuscritos de María Emilia y nos dice: “A ver qué pueden hacer con esto”. Nosotros cogemos los papeles, los revisamos y nos pusimos a trabajar...
Pero Hildebrando afirma que eso fue una labor del taller de poesía…Mira, Hildebrando ha sido ya muy leal en aceptar públicamente que los tres poemas famosos de María Emilia habían sido retrabajados por Elqui y yo. Qué más pedirle. Yo sólo puedo precisar que en lo que me concierne no concurría regularmente al taller. Una vez fui, pero invitado, a leer unos poemas. Es todo. Elqui quizá sí asistía con mayor frecuencia.
Hildebrando dice que esto se ha dicho un poco tarde…
Bueno, se ha dicho ahora porque los jóvenes intelectuales de Intermezzo saben que la búsqueda de la verdad es importante. Por lo general, en el Perú, a nadie le importaba mucho la verdad de las cosas. Y cuando quise decirlo, como cuento en mi artículo, no se publicó.
¿Qué es lo más importante entonces?
Para mí, contribuir al derrumbe del mito creado alrededor de María Emilia Cornejo. Principalmente porque me da rabia la forma cómo esos tres poemas han sido utilizados de manera acrítica, absurda, demagógica, por el Flora Tristán y algunas feministas.
¿Por qué crees que Elqui no quiere hablar al respecto?
Elqui no quiere tener problemas con nadie. Esa es su principal virtud y, a la vez, su mayor defecto. Él es amigo de Martos y, como yo, de Hildebrando. Sabe que lo que he dicho le ha causado problemas a Hildebrando y lo pone en aprietos a Martos, y por eso asume esa postura. Cuando le dije que quería publicar un texto aclarando el misterio de los tres poemas, le propuse también que lo escribiéramos los dos. En un primer momento no se negó, pero luego se fue al Perú por unas semanas. A su regreso yo ya había escrito mi nota. Al leerla, recuerdo que me dijo: “Buscas problemas por las puras”. A lo que yo le respondí: “Con tal de que tú no me desmientas, la verdad no es un problema para mí” (risas).
¿Eres consciente de que a partir de tus declaraciones se han llegado a extremos respecto a lo que representa Cornejo en la poesía peruana?
No sé qué repercusión real hayan tenido mis declaraciones. Sé, en cambio, que lamentablemente mucha gente andaba diciendo desde antes que María Emilia nunca escribió nada y que todo fue inventado, lo cual no es cierto.
A tu juicio, ¿Cornejo fue o no poeta?
No. Ella era una chica que empezaba a escribir. En sus cuadernos y en hojas sueltas apuntaba cosas acerca de sus malestares existenciales, su vida conyugal, su compromiso social de estudiante católica. La cuestión es simple: sin esos tres poemas ella no existiría hoy como poeta reconocida.
Eso suena muy categórico…
A María Emilia le faltó tiempo para escribir. Quizá hubiera llegado a ser una poeta interesante. Sin embargo, los textos que escribió, los que quedaron tal como ella los hizo, son por lo general poemas sociales bastante mediocres, ingenuos. Las cosas que decía las decía sin tener una verdadera conciencia de estar haciendo poesía.
¿María Emilia Cornejo es José Rosas y Elqui Burgos?
En parte sí. Digamos que vamos a medias, 50 y 50. María Emilia dijo en el fondo lo que sentía, lo que pensaba. Todo eso lo escribió en muchas hojas de sus cuadernos. Ya luego nosotros compusimos los tres poemas que todos conocen.
Parece bastante simple...
Bueno, Hildebrando nos dio los apuntes de una chica que no tenía mucha noción de lo que es la poesía y nosotros hicimos los montajes y la construcción necesaria para que esos apuntes se convirtieran en poemas. De, por ejemplo, dos o tres páginas, nosotros extrajimos los pocos versos que constituyen cada uno de los famosos tres poemas. Recuerdo que, cuando leíamos sus apuntes, nos gustaron frases fuertes como “soy la muchacha mala de la historia”, la que fornicó con cuatro hombres y etcétera, o sea cosas que nunca antes se habían escrito en el Perú de manera tan directa e impúdica. Y, menos aún, por una mujer. A Elqui y a mí, en 1973, nos interesó meternos en esa voz, ese cuerpo, ese espíritu torturado, esa intimidad de una mujer, transformar eso en poesía y hacerlo público.
¿Cómo explicar que Hildebrando haya tenido en su poder esos textos de Cornejo?
Supongo que la hermana gemela de María Emilia le pasó los cuadernos y demás apuntes a Hildebrando. Él cuando nos los entregó sabía muy bien que, así como estaban, los textos no tenían gran valor. Por otro lado, los únicos “manuscritos” que alguna vez existieron de esos tres poemas son los que salieron de mi máquina de escribir. En fin, todo quedaría hoy más claro, al menos para quienes aún tienen dudas, si Isaac Rupay no se hubiera muerto tan pronto. Eso fue también muy triste.
[Nota de Sol negro ¿extraño que el entrevistador no repregunte sobre la figura de Isaac Rupay?, reproduzco un fragmento del prólogo de Roger Santiváñez al libro Terra Ígnea de Armando Arteaga: "Una fresca noche de enero de 1974 me hallaba caminando por la Colmena con el viejo y querido poeta Félix Puescas Montero -bohemio piurano sobreviviente de la generación del 50, por entonces afincado en Lima- a quien había conocido de pura casualidad, al encontrarnos en la puerta de la casa del joven poeta Isaac Rupay , miembro de la generación juvenil de Hora Zero en su primer momento (1970-1973) y que moriría en abril de ese mismo año debido a un problema congénito en el corazón. Alguien pretendiendo hacerle una broma de pésimo gusto- había hecho anunciar en el periódico un recital de poesía en la casa paterna de Rupay, sita en Barranco. Hasta allí llegué yo con mis adolescentes 17 años. Isaac Rupay visiblemente demacrado- tuvo la gentileza de hacernos entrar a Félix Puescas y a mí- para explicarnos que se trataba de una mala pasada. Yo conocía el nombre de Isaac Rupay, pues había aparecido como Director del primer número de la revista La Tortuga Ecuestre y además entre los jóvenes integrantes de Hora Zero en su tabloide de marzo de 1973. Igualmente como Director de Eros, en cuyo mítico y único número uno (1973) figuran también- Santiago López Maguiña, Maria Emilia Cornejo, José Cerna y Enrique Verástegui, quien en su poema habla de Armando Arteaga. Cabe recordar que a la sazón- Cerna y Verástegui habían renunciado a su militancia en Hora Zero y junto a López formaban una especie de célula muy interesada en los estudios estructuralistas, de gran boga en esa época"]
¿Quién es María Emilia Cornejo?
María Emilia Cornejo no fue una poeta pero sí una muchacha que existió, vivió, sufrió, se suicidó. Ella pertenecía al grupo estudiantil de los católicos de izquierda y no tenía nada que ver con el feminismo. Lo único que llegó a dar a conocer en vida son unos poemitas sociales que reflejan su compromiso con la teología de la liberación. En paralelo anotaba cosas ligadas a su intimidad, a sus contradicciones como mujer y como esposa de alguien, a sus sufrimientos. Ella era, creo, de esas personas que escriben lo que les pasa como luchando contra el suicidio. Pero incluso esa escritura de lo íntimo no logró salvarla.
¿Entonces?Entonces, si bien como poeta no existió, los tres poemas esos sí que existen y muchos los consideran valiosos. En eso tiene razón Carmen Ollé: eso es lo más importante. No se puede hacer literatura sin tener un mínimo de conciencia de lo que se está haciendo. María Emilia, con lo que había escrito, no da muestras de tener ese mínimo de conciencia. En verdad, la poesía, la literatura, no eran su mayor preocupación. Ella vivía la preocupación por el compromiso social, la fe cristiana, en contradicción con sus profundos problemas personales. Como ya te dije, si hubiera vivido más quizá hubiera llegado realmente a ser poeta. O quizá hubiera abandonado la literatura para dedicarse a otras cosas.
¿Qué te ha dejado todo esto?
La sensación de que quizá violamos algo, ya que los textos de María Emilia que utilizamos pertenecían al campo de lo íntimo, lo privado, de una persona. Pero como te digo, nuestra intención fue hacer algo que fuera un homenaje a esa chica que habíamos visto pasar raudamente entre nosotros, una compañera de la universidad. No éramos conscientes para nada de lo que vendría luego.
¿Cómo observas el panorama luego de tus declaraciones?Bastante bien (risas). Bueno, es un hecho que lo dicho no debe de haberle gustado nada a las feministas y a los creadores del mito MEC, como Marco Martos. Para quienes sostienen la existencia de la llamada “literatura femenina”, esto debería hacerles reflexionar también. Tal vez, finalmente, la literatura sea una sola y diversa al mismo tiempo, y el género (si masculino o femenino) no sea sino una más de las diversidades.
¿Falta mayor reflexión frente a este tema?Sin duda, sin duda. Acá ninguna persona dijo: “Bueno, tenemos estos tres poemas redondos. Pero, ¿y el resto? ¿Por qué los otros no tienen el mismo nivel?”. Nadie cuestionó, nadie se preguntó por eso, aparte de los que intervinieron en la encuesta que figura en el Intermezzo N° 4. Yo creo que una buena idea sería hacer una especie de deconstrucción del mito y emprender nuevas reflexiones sobre la literatura peruana. Desgraciadamente, salvo uno que otro post de
Paolo de Lima y
Gustavo Faverón, en sus blogs respectivos, nadie ha hecho esto después de mis declaraciones. ¿Qué han dicho por ejemplo las mujeres de Flora Tristán que publicaron la “obra completa” de María Emilia? Nada. Falta la reflexión sobre lo que he dicho y ahí radica mi gran desencanto luego de la publicación de mi texto, pues sólo se me ha respondido con ataques ridículos, groseros y con pura mala leche, como lo ha hecho Marco Martos, o con tonterías que no van al fondo de las cosas, como las que ha escrito en su blog la señora Silva Santisteban o, simplemente, con él fácil recurso del silencio. Cuando atacas con insultos todo se estanca y nadie piensa ya nada interesante. Nadie.
Más sobre el tema:
Testimonio de Marco MartosArtículo de Liliana Bringas en La República (
1 y
2)
Blog de Armando Arteaga
Poemas de María Emilia Cornejo
Artículo de José Rosas Ribeyro
Apunte de Iván Thays Fuente: Revista El Hablador