Indiferencia hacia la vida. Subyugación a la muerte. Es lo que se encuentra en Te suicida (CEN publicaciones, 2008), el libro póstumo de la guayaquileña Carolina Patiño (1987-2007). Poemas para desangrar temores, sacrificar a la sensibilidad y sobre todo saber que más allá de la ausencia física de su autora, perdurará su obra, aquella corrosiva poética, tan suya, tan lúgubre y casi siempre esperanzadora ante el caos de vivir.
La portada de esta obra ya dice bastante. Ella (Caro) y de fondo Medardo Ángel Silva (otro poeta y suicida ecuatoriano), hermanos de muerte pero también de talento, vates que se negaron a envejecer, a continuar escribiendo para sobrevivir en sus tristezas. Si este símbolo (duro, dándole potentes golpes a los recuerdos) no logra comunicar lo que contiene este manual de sobrevivencia titulado Te suicida, entonces estamos mal. Algo se nos ha dislocado de la sensibilidad y de la vida.
Mi padre ya me dio con quien hablar
mis pastillas cada día funcionan menos
y necesito que me atrapen más a menudo
en las recaídas.
Dice en el poema Psiquiatra, desprendiéndose de lo que fue, de su realidad vista desde el laberinto de la vida que frustraba las salidas llamadas muerte (múltiples, dolorosas, liberadoras…). Porque cada verso es una rendición (“ya sangré, respiré lloré suficiente / ¿me puedo rendir ahora sin mi sombra?”), un alto al sufrimiento (“ya no me cazan / ya no corre mi sangre por las noches”) y una aceptación, en el fondo, sin vergüenza (“Mi masoquismo ha llegado lejos”).
Hay poemas tan arremetedores, por la carga emocional que contienen, como este íntimo Fe en ti:
La portada de esta obra ya dice bastante. Ella (Caro) y de fondo Medardo Ángel Silva (otro poeta y suicida ecuatoriano), hermanos de muerte pero también de talento, vates que se negaron a envejecer, a continuar escribiendo para sobrevivir en sus tristezas. Si este símbolo (duro, dándole potentes golpes a los recuerdos) no logra comunicar lo que contiene este manual de sobrevivencia titulado Te suicida, entonces estamos mal. Algo se nos ha dislocado de la sensibilidad y de la vida.
Mi padre ya me dio con quien hablar
mis pastillas cada día funcionan menos
y necesito que me atrapen más a menudo
en las recaídas.
Dice en el poema Psiquiatra, desprendiéndose de lo que fue, de su realidad vista desde el laberinto de la vida que frustraba las salidas llamadas muerte (múltiples, dolorosas, liberadoras…). Porque cada verso es una rendición (“ya sangré, respiré lloré suficiente / ¿me puedo rendir ahora sin mi sombra?”), un alto al sufrimiento (“ya no me cazan / ya no corre mi sangre por las noches”) y una aceptación, en el fondo, sin vergüenza (“Mi masoquismo ha llegado lejos”).
Hay poemas tan arremetedores, por la carga emocional que contienen, como este íntimo Fe en ti:
Noto que me alejo y se me olvida
tener fe en ti
y son tantos los milagros
que veo que te hacen estar
dentro de mí.
Porque la autora huye se sí, de ese monstruo que la ha carcomido desde la edad en que su mundo ya no fue el mismo; la bestia que reclama sangre y una vida, la suya; ese ente deforme que la habita, y que en el fondo es ella misma. Pero la autora no huye solamente de sí, si no también de todos aquellos que conforman su entorno familiar o sentimental, porque resultan ser la retención a su necro propósito. Leamos Adiós:
Tan cansada de estar aquí
con todos estos miedos sin infancia
me voy sin perdurar
sin lograr que voltees por mí
sin lograr que enciendas la luz
sin lograr que abras tus ojos
el dolor tan limpio
no sostendrá tu mano
demasiados espejos
descuelgan tambores en mi funeral.
Te suicida, un libro recomendado para corazones fuertes, aquellos lectores que han dejado la sensiblería de lo irreal por la realidad, la cruda y cada vez menos soportable realidad, donde la poesía escrita con sangre (literalmente o no) y sobre todo talento es al final del camino llamado vida, lo único que perdurará después de la ausencia física de su autor.
Fuente: El quirófano
1 comentario:
Lo repetiré siempre, cada vez que me alejo de la poesía, tú Carolina, me llevas nuevamente a ella. ¿Qué sería de mí, de no haberte leído en aquella revista, de no recordarte cada madrugada solitaria, rodeado de tanta gente? Siempre regreso, gracias a tí.
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