lunes, 31 de marzo de 2014

Philip Lamantia: el poeta beatífico, por Homero Aridjis



México ejerció una profunda huella en los poetas de la generación beat. Jack Kerouac, William Burroughs y Allen Ginsberg, entre otros, vieron en nuestro país una mezcla de utopía y de preservación de culturas y costumbres ancestrales. Homero Aridjis rescata al poeta Philip Lamantia, maestro de la generación beat, durante su estancia en el Distrito Federal, y sus problemas con la justicia relacionados con el consumo de la mariguana.

Hacia 1959 conocí en la Ciudad de México al poeta Philip Lamantia, un poeta de San Francisco que desde ese momento para mí representó la Beat Generation, pues había estado presente en la Six Gallery aquel legendario 7 de octubre de 1955 cuando el poeta Allen Ginsberg leyó “Howl” (“Aullido”). Me lo presentó el poeta Juan Martínez, autor de “Prendas de la palabra inaudita”, un poema que el poeta jalisciense solía recitar de memoria en El Gato Rojo, El Acuario, a las meseras de los Sanborns y en el Centro Mexicano de Escritores en el taller de Juan José Arreola.

Años después de habérmelo presentado, Juan sería arrestado por la policía acusado de haber secuestrado a su amante Lily, la esposa de un diplomático austriaco que trabajaba en el DF. La ató en una cama durante dos semanas, una vecina la oyó pedir auxilio a pesar de que tenía una mordaza en la boca, la policía llegó y lo metieron a la cárcel. En la foto publicada en la primera plana del periódico La Prensa, él, alto y apolíneo, aparecía entre dos policías chaparros y rechonchos, diciendo: “¿Detenerme a mí que soy el poeta más grande del mundo?”.

La siguiente vez que vi a Philip fue en Oslo 3, Zona Rosa. Allí vivía con una mujer francesa de nombre Lucille Dejardin que trabajaba en el Palacio de Bellas Artes haciendo vestuarios para obras de teatro —como para la comedia La mandrágora de Nicolás Maquiavelo— y actuando en papeles pequeños. Lucille Dejardin, casada en 1950 con el arquitecto y diseñador industrial Horacio Durán Navarro (1923-2009), con quien procreó un hijo llamado Paul Luis, se separó de él en 1956. Cuando vivía con Philip a Lucille solía vérsele llegar a las fiestas con un traje tejido color azul y un collar de perlas falsas.

Esa tarde en el departamento de Oslo, recuerdo a Philip en el balcón, desde el que se veía la calle de Niza, hablándome de poesía y del movimiento beat de San Francisco. Yo le mostré unos poemas míos de Los ojos desdoblados (1960) y él me dio su libro Ekstasis, publicado en 1959 por The Auerhahn Press: San Francisco. Aún lo escucho leerme las primeras frases de su libro:

Philip Lamantia

These poems follow chronologically in reverse. The exterior interior and personal vision —erotic, magical and devotional— I have hoped to make clear by placing the distance between each in a continuous time sense and-or when the elastic breakthrough occurs as the metaphysical whole.

La dedicatoria decía:

a Homero Aridjis
en las manos de
la poesía.
—Con amistad—
Philip Lamantia

La primera deportación de Philip Nunzio Lamantia por parte de las autoridades mexicanas tuvo lugar el 30 de junio de 1959, cuando el poeta tenía treinta y un años de edad.

Según se lee en el oficio 6484/186 del Departamento Jurídico de Averiguaciones y Consignaciones, ocurrió así:

Los agentes de la Policía Federal de Narcóticos: Fernando Pérez Álvarez, originario de Villahermosa, Tabasco, y Moisés Maslin Leal, originario de Torreón, Coahuila, que “estando en funciones del servicio a ellos encomendadas, al transitar por la Avenida Juárez a la altura del número ocho, como a las doce horas treinta minutos del día de hoy (veintinueve del mes de junio de mil novecientos cincuenta y nueve) vieron a dos individuos de apariencia extranjera que estaban parados fumando y al pasar junto de ellos percibieron el olor peculiar de la mariguana, motivo por el cual procedieron a interrogarlos, momentos que apro vecharon dichos individuos para arrojar en una coladera los cigarrillos que estaban fumando. Que al registrarlos por su actitud sospechosa, le encontraron al que dijo llamarse Philip Lamantia una cajita de metal color roja, en la que se envasan los cigarrillos Virginia, marca Graven, ‘A’, ingleses, en cuyo interior había un papel color azul, tamaño carta que contiene en su interior mariguana ya preparada para fumar; que en vista de lo anterior procedieron a presentar al citado Philip Lamantia y a su acompañante que saben ahora responde al nombre de Manuel Azevedo, presentándolos ante el Jefe de la Policía Federal de Narcóticos de donde dependen los declarantes, para ser turnados a este Jurídico para lo que tenga a bien resolver”.

Firmada el acta por el licenciado Ricardo Villagómez, acto continuo, Philip Lamantia manifestó: Llamarse como queda escrito, ser de treinta y un años de edad, soltero, con instrucción, originario de San Francisco, California, Estados Unidos de Norte América, escritor, y acreditó su estancia legal en el país como TURISTA con la tarjeta # 1947882 que con fecha 4 de marzo del año en curso le fue expedida por la Secretaría de Gobernación por 120 días, quien es instado para que se conduzca con verdad sobre los hechos que se investigan.

DECLARÓ: Que en la primera semana del mes de marzo del año en curso llegó al país alojándose en la casa número 5 de la calle de Oslo en el departamento tres de la Colonia Juárez; que en esta ciudad se ha dedicado a escribir pues el deponente es escritor y poeta, que envía los artículos que escribe a la casa denominada New Directions ubicada en New York; que el día de hoy como a las doce horas aproximadamente se encontraba fuera de la oficina de Wells Fargo ubicada en Avenida Juárez número 8, estando acompañado del señor Manuel Azevedo que es su amigo y compatriota; que hace como cuatro meses que conoce al señor Azevedo habiéndose conocido por medio del amigo del declarante de nombre ROBERT RUTHMAN que tiene su domicilio en la casa número 290, departamento 10, se dice Hamburgo 292 departamento 6; que como ha dicho se encontraban parados afuera de la oficina de Wells Fargo cuando de pronto se les acercaron dos individuos, que les (pidieron) les dijeran su domicilio, luego que de dónde venían, que les invitaron a pasar a sus oficinas con objeto de investigarlos, que una vez en presencia del Jefe de la Policía de Narcóticos le fue encontrada la caja metálica que en este acto tiene a la vista la cual reconoce como de su propiedad, pues la traía consigo por su afecto a fumar la mariguana, que tiene como diez años de fumarla y que en todos los países que ha visitado lo ha hecho. Que la mariguana la conseguía por las calles de Niño Perdido vendiéndola un individuo cuyo nombre no sabe, pero su media filiación es como sigue: 1.65 metros de estatura, moreno obscuro, pelo negro, tipo indígena, complexión regular, como de treinta años de edad, viste chamarra y pantalón. Que la provisión de la mariguana se la hicieron hace como dos semanas y más o menos como a las 21 horas, por el mismo individuo cuya filiación tiene proporcionada, sin poder añadir otros datos dado que esto ocurría en un callejón cercano al cabaret denominado El Siglo Veinte, que se encuentra precisamente en las mencionadas calles de Niño Perdido, que es todo lo que tiene que declarar, y previa lectura de lo asentado, se ratifica y firma al margen para constancia. Demos fe. T. de A. T. de A.

Fechado en México, D.F., a 30 de junio de 1959, la Procuraduría General de la República dirigió el Expediente 5/05276 al C. SECRETARIO DE GOBERNACIÓN.

SERVICIO DE INSPECCIÓN
PRESENTE

Me permito poner en su conocimiento que los que dijeron llamarse PHILIP LAMANTIA y MANUEL AZEVEDO DUARTE, de nacionalidad norteamericana, fueron sorprendidos fumando mariguana por las Autoridades Sanitarias, según actas cuyas copias anexo. Por los efectos legales que correspondan, me permito poner a su disposición en los Separos de esta Procuraduría, a las personas que se mencionan, acompañando al presente el certificado de nacimiento expedido por las autoridades de San Francisco, California, por lo que hace al primero de los nombrados y de Connecticut State Department of Health en lo que toca al segundo así como las formas FM-5 números 1947882 y 1867533, expedidas pro las Autoridades de Migración de San Francisco California, y Reynosa, Tamaulipas.

ATENTAMENTE
SUFRAGIO EFECTIVO NO REELECCIÓN,
EL SUBDIRECTOR

Lic. Ángel Ignacio García Trejo

c.c.p. El C. Jefe de la Pol. Fed., para que se sirva ordenar como corresponda se entregue a los detenidos a los Agentes dependientes del Serv. de Inspección de la Sría. de Gobernación que sean comisionados. Presente.

Departamento Jurídico,
Averiguaciones y Consignaciones
Segunda
6/484/186

Por último, y cuando ya se habían dado por terminadas las declaraciones de los detenidos, el señor PHILIP LAMANTIA a preguntas especiales que se le formularon, manifestó estar dispuesto a ampliar su declaración y al efecto dijo: Que como lo manifestó anteriormente, es adicto a la mariguana, pero mostrando su brazo hizo saber que es adicto a las drogas desde hace más de diez años, que se inyecta morfina y heroína, pero lo que más le gusta es el opio y por esa razón al saber que en el estado de Sinaloa lo podía adquirir, se trasladó a Culiacán, y en dicha capital del estado un chofer del sitio Tecate, Tomás Echeverría, cuya tarjeta entrega, le vendió un kilo de mariguana hace aproximadamente unos cuatro meses en la suma de ciento cincuenta o doscientos pesos; aclaró que no se la vendió el chofer, sino que lo llevó con otras personas para que se la vendieran, pues al ir a Culiacán de paso, pues venía a esta capital de Nogales lo hacía con el interés de comprar opio que es lo que a él le gusta y como no lo logró adquirir, por eso compró la mariguana, y para que se viera que era cierto lo que estaba diciendo, solicitó que se le llevara a su domicilio en las calles de Oslo número cinco, donde hizo entrega a los agentes de la Policía que lo acompañaron, de lo que le había sobrado como residuos de la mariguana que había comprado en Culiacán, una cajita metálica de cinta de máquina con un poco de mariguana molida, nueve cajetillas vacías de cerillos, conteniendo numerosas colillas y un papel blanco en el que están envueltas también varias colillas de la misma hierba; una caja de ampolletas de los Laboratorios Queralt Mir, S. A. Que es todo lo que tiene que decir y previa lectura de lo asentado, se ratifica y firma al margen para constancia, damos fe. T. de A. T. de A.

Portada libro Philip Lamantia

Dos años después me encontré a Philip en su nuevo domicilio, en la Calle de Río Hudson, colonia Cuauhtémoc. No sabía cuándo había vuelto a México, y ninguno de los dos hizo comentario alguno sobre su deportación ni sobre cómo había entrado al país. La noche de mi visita, Philip y Lucille me hablaron con entusiasmo de “L’Avventura”, la película en que Michelangelo Antonioni plasmaba el amor de dos personas solitarias y melancólicas, que de alguna manera reflejaba el caso de Philip y Lucille, dos expatriados, dos outsiders, viviendo en la Ciudad de México.

Esa noche, Philip me mostró el libro que estaba leyendo, Trésor de la Poésie Universelle, compilado por Roger Caillois y Jean-Clarence Lambert (Gallimard, 1958). Le gustaba particularmente el poema que abría la antología en la sección de “Chants Magiques”, y me leyó en voz alta esos: “Sons liturgiques chantés avec accompagnement de boomerangs entrechoqués”:

Dad a da da
Da a da da
Dad a dad da
Da kata kai.

En 1961 Philip y Lucille se casaron en la iglesia de Santa María del pueblito de Ahuacatitlán, Morelos, no en la iglesia del Monasterio Benedictino de Santa María de la Resurrección que había fundado en 1946 Gregorio Lemercier (1912-1987), y donde años antes, con autorización papal, el sacerdote belga había sometido a psicoanálisis a un grupo de monjes benedictinos que aspiraban al sacerdocio, con el resultado de que todos los candidatos desistieron de sus pretensiones manifestando sentimientos de odio hacia las mujeres, perversiones sexuales ocultas, ambiciones de poder y problemas de alcoholismo y drogas. En la boda, a la que asistieron amigos cercanos como Sergio Mondragón, todavía recuerdo a Philip y Lucille yendo del monasterio benedictino hacia la iglesia, y regresando al monasterio, con un paraguas negro para protegerse del sol a través de los campos.

Philip Lamantia, 1999
Philip Lamantia, 1999

Por ese tiempo, una noche que visité a Philip acompañado por mi amigo Horacio Caballero, un escritor estudiante de filosofía que solía proferir monólogos interminables, estando los tres en un cuarto espacioso de su departamento en Río Hudson, recuerdo al poeta de Ekstasis enfrente de mí mirándome con extraña fijeza, mientras Horacio hablaba y hablaba, hasta que Lucille lo llamó desde la habitación contigua y él regresó para decirnos: “Por favor, hablen en voz baja porque Lucille tomó opio y no siente la mitad del cuerpo”.

Por ese tiempo, una noche que visité a Philip acompañado por mi amigo Horacio Caballero, un escritor estudiante de filosofía que solía proferir monólogos interminables, estando los tres en un cuarto espacioso de su departamento en Río Hudson, recuerdo al poeta de Ekstasis enfrente de mí mirándome con extraña fijeza, mientras Horacio hablaba y hablaba, hasta que Lucille lo llamó desde la habitación contigua y él regresó para decirnos: “Por favor, hablen en voz baja porque Lucille tomó opio y no siente la mitad del cuerpo”.

Otra noche en que yendo yo con Juan José Arreola rumbo a su casa para jugar una partida de ajedrez y en la calle de Río Hudson, nos topamos con Philip Lamantia, quien como salido de ninguna parte vino a saludarnos, Arreola lo miró con horror. Y al proseguir nuestro camino, Arreola me dijo agresivamente: “Homero, le voy a pedir una cosa, nunca jamás vuelva a presentarme a gente como ese poeta americano”.

La actitud hostil de Arreola hacia Philip era de esperarse, pues el medio literario mexicano de esa época concentrado en la Ciudad de México era muy conservador, parroquial y antiamericano. Entre sus pocos amigos escritores de entonces se encontraban, además de mí, Carlos Payán, el poeta Sergio Mondragón, director de El Corno Emplumado, y el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, quien vivía en el monasterio de Santa María de la Resurrección, cerca de Cuernavaca.

Poco después tuvo lugar la segunda expulsión de Philip Lamantia del país, el 8 de junio de 1962, por el Puerto Central Aéreo de la Ciudad de México, por parte de la Dirección General de Población.

Un amigo me avisó de su detención, explicándome que Philip (y un acompañante americano al que le en contraron droga encima) habían sido arrestados por la Policía de Narcóticos y que se encontraban ambos de tenidos en la “estación migratoria” o cárcel privada de la Secretaría de Gobernación en la calle de Miguel Schultz 136, colonia San Rafael, donde el 24 de junio de 1956 habían estado presos también Fidel Castro y el Che Guevara.

Mi amigo y yo nos apresuramos a ir a visitar a Philip buscando hacer algo por él, pero al llegar a la cárcel los policías nos informaron que ya había sido deportado. Su expulsión había sido casi inmediata.

Curiosamente, después del asesinato de John F. Kennedy, el 23 de noviembre de 1963, Sylvia Durán, con quien Horacio Durán Navarro se había casado el 5 de noviembre de 1958, como trabajaba en la sección consular de la embajada de Cuba en la Ciudad de México, fue arrestada e interrogada por Fernando Gutiérrez Barrios, de la Dirección Federal de Seguridad, sobre sus contactos con Lee Harvey Oswald, ya que se sospechaba que ella conseguía pasaportes falsos mexicanos para los agentes cubanos. Por su parte la policía mexicana interrogó a Horacio Durán.

The State Department suggested that the Mexican Government delete the results of the Sylvia Durán interrogation from the documents it was turning over to the Warren Commission. The Mexicans went along, but eventually published the document (CIA 559-243); (Duran interview rel. by DOJ-12.3.63).

Durante años no supe nada más de Philip, y no fue hasta 1967 que él me envió por correo Selected Poems 1943-1966, publicado por City Lights, que tuve noticias de él. Su dedicatoria me recordó al Philip poeta que había conocido en 1959 en la calle de Oslo: “To Homero Aridjis, the great Gat-poet of Michoacán”.

En 1982, Lawrence Ferlinghetti, invitado por mí a un Festival Internacional de Poesía, me entregó personalmente una carta suya:

Philip Lamantia
485 Filbert Street
San Francisco, California 94133
Estados Unidos de Norte América
phones: XX
415 -981-1015.

August 13, 1982

Homero, dear Homero

What are my chances of returning legalmente to Mexico? Here it is almost twenty (20) years after I was “booted” out… …

I have enjoyed reading your poems in Spanish and in certain English translations over the years. Lawrence kindly offered to mediate this exchange of notes and I am sending along a copy of newest book. …

Give my regards to Bañuelos who was here in San Francisco one afternoon a year or two ago.

Write and/or phone if you are ever in this area.

Salud!
Buena suerte.
Philip.
Fraternal greetings.


En 1987
En 1987

Meses más tarde, Philip me habló por teléfono para manifestarme otra vez su deseo de volver a México, pero también su temor de la policía mexicana, de ser detenido y deportado de nuevo, ya que, me dijo, seguramente su nombre se encontraba en una lista negra. Le expliqué que cuando yo estaba en la embajada de México en La Haya, Países Bajos, al recibir las listas de personas indeseables que enviaba la Secretaría de Gobernación a las embajadas no había visto su nombre y que seguramente su caso había sido olvidado. Pero como él no confiaba en la policía mexicana, me dijo que prefería no cruzar la frontera.

Pasaron los años y un día Philip me habló por teléfono para preguntarme si había sabido algo de Lucille Dejardin, si estaba viva o muerta, y si aún residía en la Ciudad de México. Le prometí investigar, pero no logré saber nada sobre ella, como si desde la segunda deportación de Philip a Lucille se la hubiera tragado la tierra.

Cuando años después viajé a San Francisco, Philip, quien casi no salía de su domicilio por estar enfermo, cuando se enteró por Nancy Peters, su segunda esposa, y el poeta Lawrence Ferlinghetti, de que yo había visitado City Lights, hizo una cita conmigo para vernos en un café cercano a la librería. Con el mismo amor por la poesía y la misma expresión de sus años en México, aunque poco más ajado, platicamos del pasado y de los amigos de entonces. Para el poeta de “Revelations of a Surreal Youth” y de “Secret Freedom” México todavía era un país paradisiaco, un país de visiones, pero también un infierno, una pesadilla de policías y jueces corruptos, los cuales no sólo le habían cambiado la vida, sino también le habían causado un terrible trauma.

Philip Lamantia, nacido el 23 de octubre de 1927 en San Francisco, de padres sicilianos inmigrantes, murió el 7 de marzo de 2005. Nancy Peters, editora de City Lights, dijo certeramente de él: “Encontró en el mundo de la noche narcótica una especie de contraparte moderna del castillo gótico —una zona de peligro que debe ser simbólicamente o existencialmente cruzada”. Pues Philip Lamantia cruzó la zona de peligro en la noche narcótica de la Ciudad de México a fines de los años cincuenta y comienzos de los sesenta del siglo pasado.

Fuente: http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/9011/aridjis/90aridjis.html#a

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