miércoles, 16 de enero de 2013

Pedazos de Robert Creeley, por David Medina Portillo


Autor:  Robert Creeley,
Título:  Pedazos,
Editorial: Mango de Hacha, México, 2010.

Robert Creeley es el autor de una frase con la que Charles Olson hizo escuela: “la forma no es más que una extensión del contenido”. En este orden, el autor de Pieces sería también una de las claves para entender el fenómeno del “Projective Verse”: recurso más que formal sistematizado por Charles Olson que determinará –de la posguerra hasta nuestros días– una parte central de la poesía norteamericana. En la obra de Creeley la acepción del verso tradicional es desplazada por la línea, entendida básicamente como el registrode la respiración. En efecto, el aliento como expansión orgánica es quien dicta ahora cada poema, de modo que antes que palabra escrita, la poesía de Creeley puede seguirse ante todo como rítmica oralidad. Así lo ha explicado el poeta Charles Bernstein: “Lo quedesde cierto punto de vista es una fragmentación prosódica radical, desde otra perspectiva evoluciona como una música cargada de intensidad. Se trata de una experiencia rítmicamente saturada, de oscilación estimulante, como las ondas del pensamiento rotas en partículas del sonido”.

Trasladar aunque sea una parte mínima de este universo a otro idioma parece una empresa temeraria, si no es que francamente imposible. Sin embargo, una nueva y espléndida editorial mexicana: Mango de Hacha, acaba de publicar en edición bilingüe Pieces, con versión al español a cargo de José Luis Bobadilla y Ricardo Cázares Graña.

 La anterior reflexión de Bernstein es particularmente reveladora frente a un poema  como “Números”, serie dedicada a Robert  Indiana, el conocido artista de las variaciones LOVE con quien Creeley trabajó en Black Mountain College. Así leemos: “Where are you–who/ by not being here/ are here, but here/ by not being here?” Las cláusulas del inglés sobrevuelan como una música del pensamiento y, a la vez, en cuanto sensualidad silábica entre la anáfora y la aliteración. Por su parte, en la versión al español, la musicalidad está más que asegurada por la firme percusión de los acentos: “¿Dónde está –quien/ al no estar aquí/ estás aquí– pero aquí/ al no estar aquí?” Aunque no siempre es posible este feliz encuentro. No obstante, ante las previsibles disonancias entre el original y su traducción, me parece que los traductores de Pieces para Mango de Hacha han tratado de sacar el mejor registro, evitando que, a falta de una  equivalencia dócil del español, las líneas de Creeley se desplomen como fraseo insípido.

Quizá el único tropiezo para un lector  arisco se encuentra en el título de esta edición: ¿por qué Pedazos y no Piezas? Supongo  que José Luis Bobadilla y Ricardo Cázares Graña han querido destacar, digamos, el carácter material de la poesía de Creeley (en línea con el celebrado objetivismo de la poesía gringa) por encima de su dimensión sonora, obviando una voluntad de ejecución en el sentido rítmico pero, también, como manifestación y acción de esa habla que tanto le preocupaba a Creeley. La inanidad de un “pedazo” está en incómoda contradicción con una poética de la acción que, por ejemplo, llevó a este autor a establecer una amistad instantánea con Jackson Pollock, según cuenta Kevin Power en Una poética activa. No se necesita mucho para advertir que la Action Painting del maestro del expresionismo abstracto tiene más de un paralelo con esta conocida declaración de Creeley: “Lo que existe por sí mismo es lo que se llama significación. [...] Esta clase de significación es, en último término, lo que el poema es. El poema existe por sí mismo en virtud de su propia actividad; por lo tanto es, tiene significación”. Acción poética: algo que puede advertirse con suma claridad en el poema que abre esta versión de Mango de Hacha: “Tan real como pensar,/ milagros creados/ por la posibilidad/ formas. Un punto al final de una oración/ que comenzaba/ con era/ hasta un presente,/ una presencia/ que dice/ algo/ mientras avanza.”

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