Autor: Robert Creeley,
Título: Pedazos,
Editorial: Mango
de Hacha, México, 2010.
Robert Creeley es
el autor de una frase con la que Charles Olson hizo escuela: “la forma no es
más que una extensión del contenido”. En este orden, el autor de Pieces sería
también una de las claves para entender el fenómeno del “Projective Verse”:
recurso más que formal sistematizado por Charles Olson que determinará –de la
posguerra hasta nuestros días– una parte central de la poesía norteamericana.
En la obra de Creeley la acepción del verso tradicional es desplazada por la
línea, entendida básicamente como el registrode la respiración. En efecto, el
aliento como expansión orgánica es quien dicta ahora cada poema, de modo que
antes que palabra escrita, la poesía de Creeley puede seguirse ante todo como
rítmica oralidad. Así lo ha explicado el poeta Charles Bernstein: “Lo quedesde
cierto punto de vista es una fragmentación prosódica radical, desde otra
perspectiva evoluciona como una música cargada de intensidad. Se trata de una
experiencia rítmicamente saturada, de oscilación estimulante, como las ondas del
pensamiento rotas en partículas del sonido”.
Trasladar aunque
sea una parte mínima de este universo a otro idioma parece una empresa
temeraria, si no es que francamente imposible. Sin embargo, una nueva y
espléndida editorial mexicana: Mango de Hacha, acaba de publicar en edición
bilingüe Pieces, con versión al español a cargo de José Luis Bobadilla y
Ricardo Cázares Graña.
La anterior reflexión de Bernstein es
particularmente reveladora frente a un poema
como “Números”, serie dedicada a Robert
Indiana, el conocido artista de las variaciones LOVE con quien Creeley
trabajó en Black Mountain College. Así leemos: “Where are you–who/ by
not being here/ are here, but here/ by not being here?” Las cláusulas del inglés sobrevuelan como una
música del pensamiento y, a la vez, en cuanto sensualidad silábica entre la
anáfora y la aliteración. Por su parte, en la versión al español, la
musicalidad está más que asegurada por la firme percusión de los acentos:
“¿Dónde está –quien/ al no estar aquí/ estás aquí– pero aquí/ al no estar
aquí?” Aunque no siempre es posible este feliz encuentro. No obstante, ante las
previsibles disonancias entre el original y su traducción, me parece que los
traductores de Pieces para Mango de Hacha han tratado de sacar el mejor registro,
evitando que, a falta de una
equivalencia dócil del español, las líneas de Creeley se desplomen como
fraseo insípido.
Quizá el único
tropiezo para un lector arisco se
encuentra en el título de esta edición: ¿por qué Pedazos y no Piezas?
Supongo que José Luis Bobadilla y
Ricardo Cázares Graña han querido destacar, digamos, el carácter material de la
poesía de Creeley (en línea con el celebrado
objetivismo de la poesía gringa) por encima de su dimensión sonora, obviando
una voluntad de ejecución en el sentido rítmico pero, también, como
manifestación y acción de esa habla que tanto le preocupaba a Creeley. La
inanidad de un “pedazo” está en incómoda contradicción con una poética de la
acción que, por ejemplo, llevó a este autor a establecer una amistad instantánea
con Jackson Pollock, según cuenta Kevin Power en Una poética activa. No se
necesita mucho para advertir que la Action Painting del maestro del
expresionismo abstracto tiene más de un paralelo con esta conocida declaración
de Creeley: “Lo que existe por sí mismo es lo que se llama significación. [...]
Esta clase de significación es, en último término, lo que el poema es. El poema
existe por sí mismo en virtud de su propia actividad; por lo tanto es, tiene
significación”. Acción poética: algo que puede advertirse con suma claridad en
el poema que abre esta versión de Mango de Hacha: “Tan real como pensar,/
milagros creados/ por la posibilidad/ formas. Un punto al final de una oración/
que comenzaba/ con era/ hasta un presente,/ una presencia/ que dice/ algo/
mientras avanza.”
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