Charles Bernstein
es poco leído en español. Su obra es teorética, inconexa y matérica: demasiado
radical para el neoclasicismo dominante en nuestras letras.
Emergió en los
setenta, en oposición a Ginsberg y su modelo lírico-bárdico. La primera vez que
lo leí hace unos 15 años, quedé estupefacto. Fue tiempo después que me di
cuenta que venía del formalismo ruso (donde adquirió su noción de artificio, a
pesar de que no lo diga), la semiótica europea y las vanguardias. Sus
compañeros generacionales son Bruce Andrews, Barret Watten y Lyn Hejinian (lo
mejor del grupo).
Con Andrews fundó
la revista L*A*N*G*U*A*G*E, que dio nombre al movimiento con el cual se les identifica
y unánimente se le sabe líder.
Este nombre ha
sido responsable de la poca comprensión que se tiene de ellos. ¿Qué poeta no es
language poet, poeta del lenguaje? No hay que olvidar, pues, que el mote alude a su revista nativa, y no sólo a ser metapoetas.
Allá se exagera
su originalidad. Para un enterado del experimentalismo iberoamericano, lo que
los Language Poets postularon en los setenta en Estados Unidos es lo que los
concretistas en los cincuenta en Brasil y continuó, por vericueto otro, lo
neobarroco.
He hablado con
casi todos ellos. Parecen ignorar a sus precursores latinoamericanos.
¿Por qué? En
Estados Unidos los escritores no saben español.
¿Cuál es su
poética? El extrañamiento brechtiano, la heteroglosia bajtiniana y la
intertextualidad, el ludismo post-genérico, la discontinuidad narrativa, el
metalenguaje y la comedia verbífaga. Bernstein es una mezcla de Haroldo de
Campos y Carlos Monsiváis. A veces creo que su mayor influjo es Woody Allen.
¿A qué poeta
latinoamericano se parece la poesía de Bernstein? Quizá a La nueva novela del
chileno Juan Luis Martínez y a la del uruguayo Eduardo Espina. ¡O a un Parra
neobarroco!
En Bernstein el
poema salpica mass-medianismos, bibliografemas, bromas monolingües, sabotajes
contra lo poetoso. A diferencia de los neobarrocos, Bernstein ha barrido de su
poesía toda reminiscencia romántica. Es un poeta para poetas
post-estructuralistas. Ésa es su gran virtud. Y su gran defecto.
Marxista,
performático, erudito, derridiano, Bernstein es, asimismo, un insuperable
polemista.
Sus lectores quizá a él no le agrade oírlo preferimos su crítica.
Pronto Aldus
lanzará una antología de su prosa, en la que se incluirá su manifiesto sobre el artificio y la
anti-absorción, que según opinión es la poética internacional más influyente desde el
surrealismo. No exagero.
¿Por qué esto no
se sabe? En Latinoamérica ya no se lee experimentalismo en inglés.
En Norteamérica
sus ideas provocaron una revolución literaria en los ochenta y noventa.
Esperemos en español, al menos, provoquen una fina sorpresa.
Heriberto Yépez
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