lunes, 26 de abril de 2010

Dantes y la búsqueda de una utopía poética a través de los desplazamientos por David Antonio Abanto Aragón


Todo es, Poesía. Todo es, Poesía
Todo es si lo miras como el niño cualquiera.
Todo es si lo vives como la vez primera.
Todo es, Poesía, hasta tu mano fría…

Martín Adán

Han pasado once años desde la publicación de su primer libro de poemas: Vestigios (1999), hemos llegado al primer decenio de la nueva centuria y, junto con ello, a la aparición del libro número diez de poemas de Miguel Ildefonso (aunque como lo ha señalado el poeta los libros ocho y nueve —Todos los trágicos desiertos, el poemario a publicarse dentro de la colección Underwood, y Libro del exilio, ganador del Premio de Poesía PUCP 2009, respectivamente— son de inminente aparición): Dantes (Lustra editores, Lima, 2010). Su aparición es la confirmación de que el rico caudal creativo de su autor mana libremente incluso en tiempos de implacable estiaje y “retórico asombro” como los nuestros.
La aproximación a Dantes nos servirá para adentrarnos en sus horizontes creadores (en plural, no por casualidad como veremos) tributarios de la búsqueda total y para comprobar que su autor encarna, como pocos, la fascinación incesante ante la creación artística. Una fascinación múltiple que, en esta ocasión, lo ha llevado a recrear textos poéticos de sus orígenes como escritor.

Este libro deslumbra a cada paso por su ingenio verbal, su sentido del humor, la miscelánea de voces y la defensa de una ética natural de buscar el bien para sí y, a través de sí, para los otros.

Puedo escribir los versos más alucinantes esta noche, pero aún es de mañana, y no he desayunado, no he hecho la cama, no he hecho el amor siquiera. Mi amante ronca a un lado de la tierra, el otro lado está habitado por los chinos. Puedo escribir más de cien poemas de amor, de guerra, de otras mentiras, pero prefiero ahora salir a correr y respirar como los muymuys que pueden soportar la caída de grandes olas en sus delgados caparazones. Mi amante tiene a su vez su amante, y seguramente esa cadena se prolonga hasta llegar a ti, querido lector. (p.127)

Estamos ante una obra madura, construida durante décadas sin apresuramiento alguno, al margen de las tendencias dominantes en la poesía circundante, bebiendo de los modelos mayores.

El referente principal es Dante (el que da). De hecho, el título del poemario así lo explicita, Nombre preciso para mostrarnos al artífice del libro vital de afán totalizante (en vivencias, en conocimientos, en síntesis del legado histórico en rasgos líricos-épicos-y-dramáticos, en recursos idiomáticos y retóricos, en concertación cósmica del universo con lo humano).

Que el poemario se titule Dantes y no Dante puede aludir a un aspecto central en su poética de conjunto. El empleo del plural no debe llevarnos a confusiones. En Dantes no habla una voz con voluntad representativa, sino una voz que, con cambios y variantes acertadísimos, dialoga con ese otro que somos todos y nadie. Un nadie que se funde en todos y en todo.

La doble condición de poeta y de narrador que posee Ildefonso le ha permitido una suculenta conjunción, donde lo lírico se enriquece con lo narrativo (ganando en emoción, en sutileza alusiva), y lo narrativo se profundiza con lo lírico (alcanzando mayor agitación visceral, mayor densidad simbólica). Dantes es un libro que consigue una difícil síntesis entre lo lírico y lo narrativo: fusión armoniosa sin los excesos antilíricos y pro narrativos (inclusive pro reflexivos o pro ensayísticos) de muchos poetas de los sesenta, del setenta y ochenta.

El propio Ildefonso señala sus deudas mayores en la textura de sus composiciones y en sus versos. Los une el tema del viaje cual una búsqueda estética apoyada en fuentes bíblicas, místicas, filosóficas, florentinas, románticas, simbolistas, andinas, etcétera. Esos alcances, en las palabras —sumamente iluminadoras de su poética— del autor nos muestran que:

La poesía es o no es. Por ello, entre otras razones, mis constantes diálogos y homenajes, a lo largo de estos diez libros, a poetas, escritores y artistas en general, que nunca claudicaron en su misión, que supieron darle vida a la palabra, o palabra a la vida.

Las poéticas existentes no logran dar cuenta del misterio de la poesía. Solo han atinado a consignar vestigios de su fuego. Por eso, en la obra de Ildefonso, el vivir en permanente agonía al borde del aniquilamiento, entregado a la poesía. Y es que su obra recusa el intelectualismo del purismo mallarmeano y valeryano y colma de vida —de su agonía creadora— la poesía. Desde Vestigios hasta Dantes, en poesía (desde El Paso hasta El último viaje de Camilo, en prosa) viene ofreciéndonos una crónica de su existencia en trance de poesía en carne viva. Universal y totalizante, añadiríamos.

Su camino hacia el poema totalizante se torna claramente perceptible en la parte final de “Crestfallen (El exilio clandestino)”, logrado ejemplo de poesía narrativa. Sirva de muestra privilegiada el poema que cierra Dantes:

<11>:
Oías a Dylan Thomas esa noche en que tu alma se emborrachaba para siempre – las luces de Manhattan se reflejaban en el Hudson & les decían a los vagabundos del otro lado que esperen – que mañana tal vez será mejor el día – tan incierto era el amor que Jannis ebria con el pelo desordenado se recostaba al otro extremo de la barra – te miraba con los ojos casi cerrados & una mueca enorme que era su sonrisa – Thomas si este mundo paralelo de las palabras se tragara la cruda realidad de la poesía – si aquellas luces de neón fueran la luz de todos los sueños o si cada destino se quebrara como una canción... un blues de Jannis – pero dibujabas un par de ojos en esa noche – pusiste una hoja en la barra y sacaste tu pluma – dibujaste un par de ojos pero lo que querías era hacer una mirada & hecha la mirada hecha la lágrima Thomas

Poética de la Modernidad. Conduce al hallazgo y sofoca la egolatría en el exilio liberador que da vida nueva a las constataciones de la vanidad de la existencia, la ignorancia humana y la precariedad del lenguaje frente al misterio de todo lo existente.

aquí descansa Federico / sólo este exceso de corazón

Más allá de la aceptación del abandono (descanso) como forma de superar (en el sentido dialéctico) una etapa de la escritura poética (como “exceso de corazón”), está la ratificación final de la obra que se abandona para vivirla cabalmente a plenitud.

La aparición de Dantes nos convida a acercarnos a la obra de Ildefonso tanto a quienes tienen la dicha, por desconocerla, de descubrir tal tesoro, como a los viejos aficionados a sus textos para reafirmar su goce de lectores (diremos mejor relectores) con renovada afición. La modernidad atemporal de la obra del poeta es la mejor garantía de que ni unos ni otros se sentirán desilusionados.

Independencia, ciudad fantasma de Lima - abril de 2010

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