martes, 14 de febrero de 2023

6 poemas de la española Marian Raméntol


Todos los poemas pertenecen al libro “Salvoconductos hacia las primaveras” editado por LN Ediciones en 2022 en formato de libre descarga: https://archive.org/details/salvoconductos-hacia-las-primaveras/mode/2up



EL CIELO NOS SABE FORMALES Y ETIQUETADOS


La avenida se ha quitado la camiseta,

el sol baja por la faringe de los edificios

mostrando la realidad alargada de la prisa.

Las sombras corren sin autorización

por los mofletes asfálticos de los muros,

y en la boca del metro

parecemos hormigas de azúcar,

arrastrando los pecados en el lomo,

testarudas y organizadas,

como queriendo exorcizar a las gaviotas

de su condición actual de carroñeras.


Somos dóciles, comprensibles y numerables,

nos sorprendemos siempre de igual manera

ante una pared clonada, ante un pueblo mudo

o ante el sudor de los almohadones

cuando los asalariados rostros

se perpetúan sin respuestas.


El cielo nos sabe formales y etiquetados, sí.


Pero también sospechosos de provocar una estampida

hacia los grises sin hogar, hacia las biografías

crepusculares, hacia los pechos

que acunan la belleza de un lenguaje convicto,

y por eso nos vigila,

apostado en el alféizar del futuro,

escudriñando cada disculpa,

cada sollozo de euforia o de espera,

de noche anecdótica o de vacío importante,

porque todo cuanto hacemos

señala la orografía

de nuestra peligrosa fragilidad.



DARLE UNA LECCIÓN A DIOS SOBRE LA CIENCIA


Vivo de posibilidades, como tantos otros.


Si pudiera ser sólo julio

las bombas vaciarían el intestino del mar,

sembrarían de anémonas las orillas de los libros,

y tentarían a la exhalación de la muerte

en cada pie de página,

con la aclaratoria munición entre líneas

para este mundo demasiado corto.


Con toda la inquina junta

al inicio de un capítulo hecho de barricadas,

se narraría la mayoría de edad de un nacimiento,

más lejos del parto de ese horizonte

que sentado en la grupa de un camello

empieza a girar rápidamente,

y vomita sobre los ojos

la enorme imagen de nuestro orbe.


Y así sería capaz

de darle una lección a Dios sobre la ciencia,

sobre el arte blindado de los muros,

sobre las bocas secas de los pueblos anochecidos,

y sobre el humanísimo hedor de la leche

cuando nos mancha por dentro.



UN MUNDO DE BORRASCAS


Este mundo sin cuerpo no tiene sombra,

es como el velatorio de un mar vacío

parado sobre la enfermedad de sus costas,

que anduviese de fiesta con otra persona

metida dentro de mi piel, y a cada inspiración

construyéramos futuras necrópolis.


Si oscurecemos las esquinas del aire,

y cavamos hondas lunas de aceite,

si los pájaros exprimen cada gota de nube

y se derraman amanecidos de colores cóncavos,

haremos inclemente el desafío  

entre el borrador del océano

y la acuarela de los peces.


Que la sangre, entonces,

me devuelva una mirada ruidosa como un parto,

que me nazca un planeta minúsculo,

donde los espejos pierdan la cordura, y me reescriban

la cabeza, costillas y columna vertebral,

y a cada respiración estaré

un paso más cerca

de poder nombrar un mundo de borrascas,

confidencias y demás humanidades.



EN ESE LADO FRONTERIZO DE LA MUERTE


Hace tiempo que solo entablo diálogos con la ceguera

y mi nombre utiliza todas las letras que lo forman.


Me quito la ropa supurante de cicutas

y constato que en la zona ártica de mi espalda

ya no queda lugar urbanizable.

¿Qué haré con el invierno?


Entre esa piel tan pegada a las alturas

y la vida, no hay correccionales y la palabra

espera ante el patíbulo

al último chaparrón de notas para un réquiem.


Busco allí donde los minutos

arrojan sus pechos a la calle

y la voz aprovecha el salvavidas

para crear un imperio en el espacio.


No habrá modisto

que descifre las medidas de mis piernas

y no tendré más que permanecer desnuda,

porque no es verdad que las heridas

acaben siendo invisibles.

El dolor desde que nace  

es resistente a la cirugía plástica

y yo tengo la manía de abrir siempre los ojos

en ese lado fronterizo de la muerte

donde la biografía del abecedario

es una poética inacabada

que no admite correcciones.



FRENTE AL MONÓLOGO DE MIS VENAS


Llevas una nube en la comisura de los ojos

por eso me derramo, a cien pasos de ti,

con la mejilla hablando en voz baja

y la ceguera de mi vientre tomando un baño

en la profundidad del silencio.


Me basta con esperar la luz en el andén,

con el equipaje enloquecido acompañarte  

por el aroma antiguo de tus bosques,

apilar crepúsculos de madera,  

desnudarme en tus colinas y saber  

que las promesas suben por la maldición un blues

para bajar de nuevo hasta tus manos.


No se me ocurre mejor maternidad,

parir despeñaderos dignos de tu estatura,

callar sobre la tierra, pasear por el borde

de mi cama hasta endurecer de frío,

esperarte en todas las caídas hasta que me hagas real

y vomites sobre mí la bendición de tu vuelo,

tu anochecer de sótano, la respiración pequeña

que escondes bajo la manta, y esa sonrisa que se para

de repente frente al monólogo de mis venas.



ANTES DE ABRIR LA LUZ Y DESHOJARLA


Llego tarde. Voy a remendar la mirada

antes de abrir la luz y deshojarla.


Debo preguntar a la derrota

dónde dejó las llaves de la nostalgia.

Dar de comer al cerdo y recoger los trozos de piedad

que guardo en el armario antes de abrir la luz y deshojarla.


Y precisamente ahora recuerdo

que a la blusa dolorida le faltaba un botón de bendiciones

y que el pespunte deshilado por el que se le escapaba el pecho

sigue tirando de los puntos cardinales y llego tarde.

No encuentro la libreta donde anoté la dirección de las nubes

ni los nombres de la lluvia y aún tengo que ordenar la sombra

antes abrir la luz y deshojarla.


Dónde estarán esas llaves.

Por dónde habrán escapado los sueños si los tenía

maniatados entre dos pausas y los malentendidos

que dejé en la bombonera están ahora bien mustios,

faltos de palabras enemigas. Qué le daré de comer

al gallo. Tendré que buscar otro modo

de sobornar al guarda de seguridad de la primavera

para que abra la luz y la deshoje, para que resuma

los peldaños y me deje meter la nariz

en el archivo de las caricias, buscar la temperatura del beso,

incendiar el vientre del crepúsculo y mandarlo a hacer la calle.


Probablemente deberé herirme para no llegar tarde

antes de abrir la luz y deshojarla.



Marian Raméntol (Barcelona, 1966). Poeta, traductora y directora de la revista cultural La Náusea. Miembro del grupo musical O.D.I con el que ha editado vídeo-libros y diversos álbumes además de bandas sonoras de películas. Ha traducido a poetas contemporáneos al catalán y al castellano. Ha publicado diecinueve poemarios y ha sido incluida en dieciséis antologías. Ha sido premiada en diversos concursos nacionales e internacionales, y su obra ha sido ampliamente difundida en revistas especializadas donde ha publicado poesía, ensayo y artículos de opinión. Ha sido traducida al inglés, alemán, italiano, rumano, armenio, portugués, búlgaro y estonio. Su actividad en el ámbito artístico y poético le ha llevado a formar parte de festivales (tanto poéticos como de cinematografía), exposiciones, recitales y diferentes actos patrocinados por ayuntamientos, editoriales y otras entidades culturales.

Revista cultural La Náusea

Blog antiguo

No hay comentarios.:

Cuatro poemas inéditos de Ludwig Saavedra

  Oración pagana del amor mochilero   ¿El corazón merece perdón? Todo el silencio es despiadado Todo silencio es una playa De tiempo es esta...