Todos los poemas pertenecen al libro “Salvoconductos hacia las primaveras” editado por LN Ediciones en 2022 en formato de libre descarga: https://archive.org/details/salvoconductos-hacia-las-primaveras/mode/2up
EL CIELO NOS SABE FORMALES Y ETIQUETADOS
La avenida se ha quitado la camiseta,
el sol baja por la faringe de los edificios
mostrando la realidad alargada de la prisa.
Las sombras corren sin autorización
por los mofletes asfálticos de los muros,
y en la boca del metro
parecemos hormigas de azúcar,
arrastrando los pecados en el lomo,
testarudas y organizadas,
como queriendo exorcizar a las gaviotas
de su condición actual de carroñeras.
Somos dóciles, comprensibles y numerables,
nos sorprendemos siempre de igual manera
ante una pared clonada, ante un pueblo mudo
o ante el sudor de los almohadones
cuando los asalariados rostros
se perpetúan sin respuestas.
El cielo nos sabe formales y etiquetados, sí.
Pero también sospechosos de provocar una estampida
hacia los grises sin hogar, hacia las biografías
crepusculares, hacia los pechos
que acunan la belleza de un lenguaje convicto,
y por eso nos vigila,
apostado en el alféizar del futuro,
escudriñando cada disculpa,
cada sollozo de euforia o de espera,
de noche anecdótica o de vacío importante,
porque todo cuanto hacemos
señala la orografía
de nuestra peligrosa fragilidad.
DARLE UNA LECCIÓN A DIOS SOBRE LA CIENCIA
Vivo de posibilidades, como tantos otros.
Si pudiera ser sólo julio
las bombas vaciarían el intestino del mar,
sembrarían de anémonas las orillas de los libros,
y tentarían a la exhalación de la muerte
en cada pie de página,
con la aclaratoria munición entre líneas
para este mundo demasiado corto.
Con toda la inquina junta
al inicio de un capítulo hecho de barricadas,
se narraría la mayoría de edad de un nacimiento,
más lejos del parto de ese horizonte
que sentado en la grupa de un camello
empieza a girar rápidamente,
y vomita sobre los ojos
la enorme imagen de nuestro orbe.
Y así sería capaz
de darle una lección a Dios sobre la ciencia,
sobre el arte blindado de los muros,
sobre las bocas secas de los pueblos anochecidos,
y sobre el humanísimo hedor de la leche
cuando nos mancha por dentro.
UN MUNDO DE BORRASCAS
Este mundo sin cuerpo no tiene sombra,
es como el velatorio de un mar vacío
parado sobre la enfermedad de sus costas,
que anduviese de fiesta con otra persona
metida dentro de mi piel, y a cada inspiración
construyéramos futuras necrópolis.
Si oscurecemos las esquinas del aire,
y cavamos hondas lunas de aceite,
si los pájaros exprimen cada gota de nube
y se derraman amanecidos de colores cóncavos,
haremos inclemente el desafío
entre el borrador del océano
y la acuarela de los peces.
Que la sangre, entonces,
me devuelva una mirada ruidosa como un parto,
que me nazca un planeta minúsculo,
donde los espejos pierdan la cordura, y me reescriban
la cabeza, costillas y columna vertebral,
y a cada respiración estaré
un paso más cerca
de poder nombrar un mundo de borrascas,
confidencias y demás humanidades.
EN ESE LADO FRONTERIZO DE LA MUERTE
Hace tiempo que solo entablo diálogos con la ceguera
y mi nombre utiliza todas las letras que lo forman.
Me quito la ropa supurante de cicutas
y constato que en la zona ártica de mi espalda
ya no queda lugar urbanizable.
¿Qué haré con el invierno?
Entre esa piel tan pegada a las alturas
y la vida, no hay correccionales y la palabra
espera ante el patíbulo
al último chaparrón de notas para un réquiem.
Busco allí donde los minutos
arrojan sus pechos a la calle
y la voz aprovecha el salvavidas
para crear un imperio en el espacio.
No habrá modisto
que descifre las medidas de mis piernas
y no tendré más que permanecer desnuda,
porque no es verdad que las heridas
acaben siendo invisibles.
El dolor desde que nace
es resistente a la cirugía plástica
y yo tengo la manía de abrir siempre los ojos
en ese lado fronterizo de la muerte
donde la biografía del abecedario
es una poética inacabada
que no admite correcciones.
FRENTE AL MONÓLOGO DE MIS VENAS
Llevas una nube en la comisura de los ojos
por eso me derramo, a cien pasos de ti,
con la mejilla hablando en voz baja
y la ceguera de mi vientre tomando un baño
en la profundidad del silencio.
Me basta con esperar la luz en el andén,
con el equipaje enloquecido acompañarte
por el aroma antiguo de tus bosques,
apilar crepúsculos de madera,
desnudarme en tus colinas y saber
que las promesas suben por la maldición un blues
para bajar de nuevo hasta tus manos.
No se me ocurre mejor maternidad,
parir despeñaderos dignos de tu estatura,
callar sobre la tierra, pasear por el borde
de mi cama hasta endurecer de frío,
esperarte en todas las caídas hasta que me hagas real
y vomites sobre mí la bendición de tu vuelo,
tu anochecer de sótano, la respiración pequeña
que escondes bajo la manta, y esa sonrisa que se para
de repente frente al monólogo de mis venas.
ANTES DE ABRIR LA LUZ Y DESHOJARLA
Llego tarde. Voy a remendar la mirada
antes de abrir la luz y deshojarla.
Debo preguntar a la derrota
dónde dejó las llaves de la nostalgia.
Dar de comer al cerdo y recoger los trozos de piedad
que guardo en el armario antes de abrir la luz y deshojarla.
Y precisamente ahora recuerdo
que a la blusa dolorida le faltaba un botón de bendiciones
y que el pespunte deshilado por el que se le escapaba el pecho
sigue tirando de los puntos cardinales y llego tarde.
No encuentro la libreta donde anoté la dirección de las nubes
ni los nombres de la lluvia y aún tengo que ordenar la sombra
antes abrir la luz y deshojarla.
Dónde estarán esas llaves.
Por dónde habrán escapado los sueños si los tenía
maniatados entre dos pausas y los malentendidos
que dejé en la bombonera están ahora bien mustios,
faltos de palabras enemigas. Qué le daré de comer
al gallo. Tendré que buscar otro modo
de sobornar al guarda de seguridad de la primavera
para que abra la luz y la deshoje, para que resuma
los peldaños y me deje meter la nariz
en el archivo de las caricias, buscar la temperatura del beso,
incendiar el vientre del crepúsculo y mandarlo a hacer la calle.
Probablemente deberé herirme para no llegar tarde
antes de abrir la luz y deshojarla.
Marian Raméntol (Barcelona, 1966). Poeta, traductora y directora de la revista cultural La Náusea. Miembro del grupo musical O.D.I con el que ha editado vídeo-libros y diversos álbumes además de bandas sonoras de películas. Ha traducido a poetas contemporáneos al catalán y al castellano. Ha publicado diecinueve poemarios y ha sido incluida en dieciséis antologías. Ha sido premiada en diversos concursos nacionales e internacionales, y su obra ha sido ampliamente difundida en revistas especializadas donde ha publicado poesía, ensayo y artículos de opinión. Ha sido traducida al inglés, alemán, italiano, rumano, armenio, portugués, búlgaro y estonio. Su actividad en el ámbito artístico y poético le ha llevado a formar parte de festivales (tanto poéticos como de cinematografía), exposiciones, recitales y diferentes actos patrocinados por ayuntamientos, editoriales y otras entidades culturales.
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