domingo, 21 de octubre de 2012

Lucrecio, alumno de Chomsky


por ESPERANZA LÓPEZ PARADA

Entre las invenciones sofisticadas del hombre se encuentra ese cubo regular, de lados perpendiculares y ángulos rectos, al que denominamos “caja” y cuya peculiaridad más notable consiste en que, enfrentando adentro y afuera, viene a estar habitada por un hueco. El hueco la separa de otras formas macizas que compactan su interior para no albergar nada.

En virtud de esa particularidad, toda caja es, ya en sí misma y en independencia de lo que custodie, el más seductor de los objetos de deseo. Regálese a alguien una bien cerrada y difícilmente, como sabía Pandora, podrá abstenerse de abrirla. Porque sin duda resulta parte de su contenido el juego de suposiciones que desata, de tal modo que una caja formula una promesa y suele albergar una decepción. En una plausible —y descabellada— teoría de las cajas, los seres todos del mundo podrían clasificarse en dos grandes bandos, el bando de aquellos que contienen y el de los que son contenidos. Esa es la más básica relación entre las cosas: cobijar o ser cobijados.

CAJApli050712Incluso aunque nunca la destapáramos, una caja llena lo es sólo provisionalmente, sin anular en su hartazgo un potencial porvenir vacío. Y a la inversa, lo que nada tiene, mañana puede desbordarse opíparo. Todo se da en una caja en situación de futuro: será abierta, será usada de nuevo, será rellenada. Cada caja no agota su disponibilidad en un solo uso, como tampoco queda reducida a éste. No ocurre entonces como en los demás utensilios humanos y su definición no queda limitada a su empleo. Aunque nunca contuviera ninguna otra cosa, la caja seguiría siéndolo.
Considerar el lenguaje como una forma privilegiada de “contenedor” adquiere la evidencia de las analogías absolutas, uno de esos símiles que, en cita de Saussure, resulta de una convicción inevitable. Apoyándose en su rotundidad, el poeta, lingüista y profesor peruano Mario Montalbetti ha escrito un “libro-caja” cuya primera intención es el análisis de la lengua en tanto tal: la lengua como una de las maneras de encerrar contenidos que no siempre se nos comunican.
En esa contradicción radica uno de los momentos notables del “ensayo-poema-cajón de sastre” de Montalbetti, al descubrir que las palabras serían también promesas de contenido no siempre resueltas exitosamente.
De hecho, el propio texto arrostra un cierto fracaso implícito: para los pensadores y filósofos del lenguaje, para los gramáticos generativistas —como los compañeros de Montalbetti durante su doctorado en el selecto MIT—, lo que se contiene en su estudio no es un tratado de lingüística sino un poema; mientras que, para los poetas, ahí no hay poema alguno, sino un trabajo reflexivo sobre la capacidad contenidista de los poemas y de toda obra de arte elaborada con lenguaje. Y realmente es casi imposible decidir a cuál de ambas categorías —lírica o especulativa— pertenecen frases como “el deseo falla cuando encuentra su objeto”, “un buen símil del deseo es dividir 1 entre 3” o el significado de algo no es sino “el venerable nombre del objeto de la promesa de una palabra considerada como caja”.

Pero determinar la condición genérica de este libro no importa tanto como apreciar la belleza del rigor argumentativo al que se obliga, con un punto “naif”, sin embargo, de deducción a lo Carroll que consigue volver sorprendentes ciertas afirmaciones básicas. Lo más extraño nace de lo rígido expositivo y un perfume de evidencia maravillosa se despliega en las ecuaciones que Montalbetti distribuye bajo la forma de apuntes de clase de un Lucrecio contemporáneo que hubiera sido alumno de Chomsky o de un Raymond Roussel que se hubiera leído entero el Tractatus.

El objeto de la promesa que se formula en el lenguaje en tanto caja magnífica no se agota, se nos dice asombrosamente, en el referente más simple al que las palabras parecen apuntar. Al contrario, éstas fallan cuando referencia y significación son lo mismo: el sentido fracasa cuando la palabra se destapa y contiene lo que parece contener. Por lo tanto, el sentido último y buscado de las cosas constituye pacientemente una operación continua de especulación y promesa diferida, como una caja permanentemente en estado de ser revelada, una caja misteriosa que no abriéramos nunca del todo.
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Cajas. Mario Montalbetti. Dibujos de Gabriel Alayza. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, 2012.
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ESPERANZA LÓPEZ PARADA es poeta y profesora de literatura hispanoamericana de la Universidad Complutense de Madrid. Es autora de, entre otros títulos, el ensayo Una mirad al sesgo: literatura hispanomericana desde los márgenes (Iberoamericana) y los poemarios Los tres días, El encargo y La rama rota (todos publicados por la editorial Pre-Textos).

Fuente: http://blogs.elpais.com/tormenta-de-ideas/2012/10/un-libro-caja.html

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