GÉNERO NEGRO
Llegó de madrugada en un expreso,
enseguida abandonó la estación y se internó en la gran ciudad. Frío, calculador,
cultivó la paciencia. Decoró sus habitaciones con los retratos de las sombras
de sus perseguidores. Nunca se lamentó de haber conocido a la pelirroja aquella
ni de su mala suerte o de su falta de pericia.
Pasaron los años, y ya viejo y
resacoso, hizo un flash–back, pero se
había olvidado del villano traidor a quien tenía que disparar. A la postre
nunca abandonó la ciudad.
(SIN
TÍTULO)
Cuando
desperté la tele seguía zumbando. La periodista daba la noticia de un crimen.
Era mi barrio, en mi calle y en mi mismo
bloque de viviendas. Cuando salí de mi cuarto oí voces y vi mucha
sangre.
PALABRAS
EN ACCIÓN
Le descerrajan diez tiros a bocajarro.
Se va desvaneciendo minuto a minuto. En el suelo yace una novela negra recién
escrita.
FUGA
El cadáver yacía en posición decúbito
supino, al pie de uno de los estantes de la biblioteca. Junto a su cabeza se
halló, aunque cueste creerlo, un grueso
libro con todas las hojas en blanco. El
comisario tuvo que remover la
montaña de palabras que sepultaban el
cuerpo.
EL
REVÓLVER
Sus fantasmas danzaban alrededor de la
cama. Se vio como un mero actor secundario. Empuñó el revólver y entonces supo
que el disparo, con suerte, lo alcanzaría.
ASESINO
A SUELDO
Yo, señor, no soy malo, pero desde niño he querido
ser un asesino a sueldo. Ahora ya adulto nada ha modificado en absoluto mi estrafalaria vocación.
Soy un hombre de aspecto tranquilo,
delicado, tímido y silencioso. Naturalmente, jamás he matado a nadie. A la
espera de cualquier encargo paso gran parte del tiempo dedicado a proyectar
despiadados homicidios en un tramado y estudiado calculo de encuentros.
Al fin, hoy he recibido la llamada
telefónica, acuerdo los términos en aquel tugurio y me meto en la piel de un
asesino a sueldo. Doblo la esquina con la seguridad de que allí se encuentra la
víctima señalada. Puesto que no sucede nada, avivo el paso y corro aunque la
cosa pareciera anómala. No alcanzo a entender e intento persuadirme de que la
víctima no soy yo. Acaricio el arma y me asalta la duda de si se trata de un
juego de rol o si mi tiempo ha concluido...
Pero
como le decía, señor juez, lamento no poder complacerle en cuanto a aquella
muerte, pues, nada puedo añadir aquí a
lo ya contado.
Del
libro inédito Minificciones
Atilano Sevillano [Argusino de
Sayago, Zamora (España), 1954]. Ha cursado estudios de Filosofía y Letras
(Salamanca) y es licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada
(Valladolid). Doctor en Filología Hispánica (Barcelona-Navarra), ejerce su
actividad docente como profesor de Lengua y Literatura. Fundó y codirigió la revista salmantina Aljaba. Papeles literarios (1978).
Colabora en diversas revistas literarias y además es miembro de la Academia
Iberoamericana de Poesía (Capítulo de Barcelona-España). Es coautor del libro
de texto Literatura española y universal (1999).
Tiene publicados
dos poemarios: Presencia indebida (1999),
que lleva prólogo del poeta zamorano Claudio Rodríguez y Hojas
volanderas (2008), con prólogo del profesor de la Universidad de
Valladolid, Javier García Rodríguez. Con De
los derroteros de la palabra (2010) -prologado por el profesor y crítico
literario Nicolás Miñambres- el autor se
interna en el mundo de los microrrelatos. Y tiene inédito un nuevo libro, Minificciones. E-mail asevillano.ber@gmail.com
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