La noche de Jaime
Sáenz nos interesa en dos sentidos: por la presencia de la fenomenología de
Martin Heidegger y por la presencia del colonialismo y el mundo andino en feliz
metáfora futurista. Veamos, lo primero se da a este nivel para Heidegger
lo que importa es la pregunta por el ser, el sentido del ser está íntimamente
ligado al tiempo, es decir, lo que se busca es el ser en el tiempo. Para Sáenz
esta búsqueda sería delimitada así: “la noche dura en el espacio, mientras que
el día solo dura en el tiempo”. Entonces lo que compete al ser es el día,
porque solo la noche ha sido hecha para los revelados, para los que mediante la
ingesta de alcohol (luz) pueden vislumbrar un mundo ajeno a los sentidos, el
revés del mundo. Para Heidegger el ser del hombre se define por su relación con
el mundo, en La noche está relación del ser del hombre y del mundo se da a
través del cuerpo. La idea del cuerpo como doble es la que cobra importancia al
final del poema, el cuerpo que se pregunta por su condición, pero existe la
idea de que existe otro cuerpo que habita el cuerpo: “Yo soy el cuerpo que te
habita, y estoy aquí, en las oscuridades, y te duelo, y te vivo, y te muero.
Pero no soy tu cuerpo. Yo soy la noche”. Para Heidegger la existencia conlleva
un carácter de caída, es decir, hay una imposibilidad de dominar al ser y una
preminencia de una existencia enajenada, y esto podemos verlo en La noche en la
asunción de un personaje marginal como un alcohólico, que quiere dormir dos
horas al día para seguir bebiendo, por otra parte, en Heidegger también existe
la idea del enfrentamiento a la muerte, el ser está vuelto hacia la muerte,
esto se da en La noche porque a partir de su carga metafísica y su pregunta por
el ser y el cuerpo, hay una incidencia de la muerte a través del aprendizaje
del conocimiento, pero ese conocimiento solo puede ser efectuado mediante el
cuerpo que es limitado y doloroso, aprender a morir significa también aprender
a vivir, pues: “Hay dos mundos, hay dos vidas, hay dos muertes –eso que llaman
lo uno y absoluto, no existe. Hay dos caras, dos filos, dos abismos”, es decir,
sino existe lo absoluto se niega el kantismo y se aboga más bien por el ser en
el tiempo, y por el ser en su relación con el mundo. Aquí podríamos citar el
pasaje donde se relata cómo innumerables objetos son empeñados y olvidados como
una pistola, las obras completas de Nietzsche, etc. esto nos sirve para decir
que el camino de Sáenz va por el nihilismo, la negación de todo moralidad o
valor absoluto –siguiendo a Nietzsche por su puesto– y esto nos lleva al
segundo punto del colonialismo y el mundo andino imbuidos en una metáfora
futurista. En un pasaje del libro se relata la existencia de un mundo gobernado
por negros que están fuera de la humanidad y que implementan un sistema de castas
y explotación, esto nos sirve para decir que este ambiente post-apocalíptico se
parece mucho a la conquista de los españoles sobre el territorio andino, lo que
hace Sáenz no es una crítica política explícita, sino derivativa e incluso
anticipa el neocolonialismo cuando dice: “Y como no podía ser de otra manera,
[los negros no humanos] profesaban la tecnología por toda religión”. El que un
grupo de personas asuma la tecnología como teleología nos habla de una
deshumanización, de tomar a los humanos como máquinas de producción en serie.
Sáenz finalmente en esto visionario y retrata muchas de las vicisitudes del ser
contemporáneo. Al final queda la sensación de que los humanos son solo cuerpo y
por ello se duelen y sufren sin ningún remedio.
Fragmentos de La noche: http://meridiano75.blogspot.com/2008/06/la-noche-de-jaime-saenz-fragmentos.html