ACTA
Otro vaso de agua, ese mendrugo, al agua salada: otro cubo
de la mar océano (así se
dice, ¿no es verdad?) a la noche sideral:
otro resquicio mirando fugas de Dios.
¿Cuántas veces la Nada exclama su condición? Milenios,
y la gramática no responde.
¿Demasiado adentro, o será que
lo tengo delante de mis narices? Se pierde
por su resquicio (aclaro: sonrío viendo, hilo
de agua, perderse la materia).
Un alevín grisáceo golpea los bordes del vaso, acaba por
beberse el agua: ascuas de
escamas relumbran en el fondo del vaso,
se apagan: ya es alimento de la mar océano,
ya lo montan sobre la grupa de los hipocampos:
las parturientas a la orilla cantando (abriéndose
de piernas, reclaman un hijo mitad pez): mirad,
mirad la red revestida de escamas (las parturientas
se adornan las carnes con lentejuelas, collares de
escamas, el hipocampo funge de dormilonas): las
agallas del pez cuando alcanza su máxima longitud
sirve de gargantilla: ya está el agua salada en
posesión del calostro (boca de pez prendada de los
pechos) cuelga la disolución de la carne a la hora
del parto.
A ver, que quiero mirar. Ver como se alejan (de espaldas):
algo retener. Verlos rencos
y del brazo traqueteando arena: lo lógico,
que hubiera huellas. Al menos la planta despellejada
del pie. Pie hubo. Sombra a Occidente. Se dio de paso
a luz. Y el macho extrajo pellas de sal de los resquicios,
la sal de las arrugas: tal cual si la carne fuera alta mar a
punto de descomponerse, mar agolpada en la boca del
pez lamiendo los últimos charcos de agua salada (lastre)
(lastre) de la sed: Dios voltea al pez, coz, del fondo
submarino a la Nada, su fuerza inversa, escolleras.
Bebo del agua un escombro. Suda sal mi estatua volteada
hacia el mar (detrás, las
llamas) sedimento: gavillas de sal, espigas de cuarzo
en el jarrón, manojos la harina desprendiéndose de
las espigas de cabeza colgadas en la pared de la
habitación: el reducto. No hay sala ni balcón, el
anafe y la palangana vehículos de la Muerte. Una
blanca soldadesca almidonada. En los ojos del pez
encerrado en una órbita esmerilada aparece el
guijarro que dio a luz la parturienta: piedra, sal
cristalizada, el ojo respira al pez y muere.
A fin de cuentas estoy bastante tranquilo mirando
el pedregal por un resquicio en la
ventana: la esquirla última herida por el
sol ascendente (allá) del atardecer.
La rompo, cristal deteriorado, antes de que me empape
bebo a grandes tragos la
desmesurada fracción correspondiente de
la arena.
ACTIVIDAD DEL AZOGUE
Papel de China mi madre papel de estraza mi padre.
Dos relojes de pulsera, uno mueve sus manecillas de derecha
a izquierda, en el reloj
de pie de la sala faltan esfera y
horario, tiempo decantado: una mano
de estraza detiene flejes y ruedas
dentadas, se sienta a calcular, el
cuerpo en la butaca de cuero inclinado
a la derecha, mira en diagonal, tiempo
oblicuo: el minutero ahuyenta la
tranquilidad.
Una mano, sobre la mesa de la sala, alisó papel de China,
ribetean los insectos el
destino sobre las resmas del papel
(nueve colores) en la mesa: la mano,
descarnada, se retira. Los insectos
vuelan de espaldas (nupciales) tras
horadar (carcomer) se irán a sus
guaridas a excretar: aureolas. Rubí.
Flejes y dentelladas; los padres están
a punto de sellar el pacto natural.
De papel de China el verbo que desgarra el saco de
aguas de la madre, sea de estraza
el onomástico sellado por la
vejiga del padre: al nacer (redondez)
los relojes de la casa se detienen una
fracción (universal) de segundo,
consternación (del tiempo) ante la
carne.
Veloz, el de los pies ligeros, mata en buena lid,
trámites de la naturaleza, asuntos de la
guerra: no obstante, digo yo, es
todo un asesino. El criminal, juega su
papel, manifiesto: detrás, incólume, qué.
No puede ser que todo sea cuestión (a mí
qué) de palabras: quién quita. Salmos a
Dios, esplendor damasceno de una fruta,
y quizás, por la fracción de segundo en
la rendija, seamos a la hora de la muerte
exaltados.
En un trono de papel de China, a mano izquierda
exaltación de un número: oigo, la
fracción, justo en la rendija fulge el
denominador, se pulveriza (vendrán en
mayo, con toda naturalidad, las aguas)
oigo (crujir) papel de estraza.
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José Kozer (La Habana, 1940). Ha publicado en poesía: Padres y otras confesiones (1972), Poemas de Guadalupe (1973), De Chepén a La Habana (1973), Este judío de números y letras (1975), Y así tomaron posesión en las ciudades (1978), La rueca de los semblantes (1980), Jarrón de las abreviaturas (1980), Bajo este cien (1983), La garza sin sombras (1985), El carillón de los muertos (1987), Carece de causa (1988), De donde oscilan los seres en sus proporciones (1990), Prójimos.Intimates (1990), Una índole (1993), Trazas del lirondo (1993), Et mutabile (1995), Los paréntesis (1995), aaa1144 (1997), La maquinaria ilimitada (1998), Dípticos (1998), Farándula (1999), Rosa cúbica (2002) y la monumental antología poética, No buscan reflejarse (2001). Reside, en la actualidad, en Hallandale, La Florida.