Cuando John Berryman, nacido Allyn John Smith, se arrojó del puente de la Avenida Washington, en Minneapolis, la mañana del siete de enero de 1972, la prensa local consiguió ubicar a dos testigos presenciales del hecho: una muchacha que declaró que el poeta, sin prestarle atención a los paseantes que lo rodeaban, se encaminó decidido hacia la baranda y se lanzó con decisión a las aguas del Mississippi. El otro testimonio era de un chico, quien afirmaba que Berryman se sentó sereno en el borde del puente, y que antes de dejarse caer, giró la cabeza, le sonrió irónicamente y se despidió con la mano. Releyendo ahora su obra mayor, The Dream Songs, uno concluye en que ambas versiones pueden ser ciertas. Ambas eran coherentes con su doble forma de entender el suicidio. Berryman, especialista del desdoblamiento, del dislocamiento del yo tanto en la poesía como en la vida, enfrentó durante cuatro décadas la posibilidad de la muerte por propia mano, en ocasiones desde un punto de vista sórdido y grave, propio del que siempre se ha sentido apartado del mundo y de los hombres; en otras, con un turbador sarcasmo, asumiendo la autoeliminación como un acontecimiento ineludible y que había, más que maquillar para hacerlo soportable, adaptarlo crudamente a una naturaleza humana que divaga amarga y alegre a la vez sobre el mundo, solo esperando el momento para cortar definitivamente la amarras que la unen a él.
Y es en los poemas que conforman su obra magna donde hallamos la dolorosa y lúdica crónica legada por esta humanidad a la deriva, que prefirió dejar de ser antes de hacer suyos los alcances y límites de una individualidad que siempre se negó enfáticamente a aceptar.
El rumbo vital de Berryman cambió -o sería mejor decir se perdió- irreversiblemente cuando a los doce años de edad fue el primero en encontrar el cadáver de su padre, un banquero que se suicidó de un tiro en la cabeza abrumado por problemas económicos y conyugales. La visión del cuerpo ensangrentado y yacente en el suelo lo perseguiría sin tregua hasta el final de sus días, y sería determinante para su vocación literaria y su adicción al alcohol y a las pastillas, de la que nunca pudo emerger victorioso. Paul Mariani, en su minuciosa biografía Dream Song: The Life of John Berryman, quizá la más documentada del poeta norteamericano, nos hace partícipes de una vida donde la tenaz búsqueda de la excelencia literaria y del prestigio académico se eslabonaba con una aguda depresión, la epilepsia, el rechazo a los demás y el horror de las pesadillas "que lo despertaban en medio de la noche respirando adolorido". En los últimos años de su vida se encontraba ya absolutamente dominado por su contumaz alcoholismo, el cual lo transfiguraba en un ser "arrogante y abyecto". Habitual en las terapias de rehabilitación del Abbot Hospital y de la clínica Hazelden, donde era fácil identificarlo entre los demás pacientes por su desordenada barba blanca y sus manos cubiertas de quemaduras de cigarrillos, torturado por el conflicto entre su fe católica y su vida tortuosa y libertina ("Cuando yo muera no habrá más pecado" escribió en un poema de los años sesenta), dedicó sus días finales a preguntarse por la existencia del infierno, a evocar la visión del sepulcro de su padre y, sobre todo, a planear cómo quitarse la vida, a pesar de que -fiel a su sempiterna dualidad- en sus últimas declaraciones calificó el suicidio como "cobarde, cruel y perverso".
CANCIONES PARA SOÑAR Y NO DORMIR
Aunque ya era apreciado en los círculos intelectuales de los Estados Unidos gracias a su segundo libro, Los Desposeídos (1948) y al largo poema Homenaje a la Señora Bradstreet (1956), Berryman obtendría la consagración tanto del público como de la crítica con la publicación de 77 Dream Songs en 1964. Ganadora del Pulitzer al año siguiente, esta serie de poemas numerados consigna las cavilaciones existenciales que Henry ("un norteamericano común, blanco y en la edad adulta que ha sufrido una pérdida irreparable" según declara Berryman en el prólogo) comparte con su delirante alter ego, Mr. Bones ("Señor Huesos"). Y si bien el poeta siempre negaría cualquier tipo de representación autobiográfica en su personaje, basta leer la primera de estas canciones de sueño para despejar prácticamente cualquier duda: "El irascible Henry se ocultaba durante el día / el desagradable y malhumorado Henry. /Entiendo su punto: un intento de poner las cosas en claro. / Este era el pensamiento que ellos mantenían / los que hicieron de Henry distante & malo. / Pero él debió acercarse y conversar. (.) Lo que él tiene ahora que decir es una larga maravilla que el mundo debe revelar & ser. / Una vez trepé a lo más alto / de un sicómoro, y canté. / Con violencia el mar desgasta la tierra / y lentamente los lechos se vacían".
En los poemas que conforman 77 Dream Songs Berryman es capaz de encubrir con cierta efectividad su relación con Henry mediante los consabidos afeites, audacias formales y personajes de identidades múltiples o reversibles que le otorgan al libro la espontaneidad e irracionalidad propias del profundo discurso de un subconsciente en un principio no demasiado identificable. Sin embargo, las persistentes reflexiones sobre la muerte y el aburrimiento de existir que agobiaban a Berryman -siempre más apoyadas en nuevas dudas que en eventuales respuestas- afloran poco a poco mientras se avanza la lectura del libro, ampliado mediante posteriores entregas en 1968 y 1969. En un principio la serie se desarrolla, como apunta Alberto Girri, "expresando como corolario una filosofía basada en la desesperanzada aceptación de estos avatares" e incluso en tomárselos a broma: "Si cantamos en el bosque (y la muerte es un experto alemán) mientras la nieve cae (.) los gatos maúllan, los caballos relinchan, el hombre canta. // O: el hombre salmodia. Palmas de hombre, sus oídos y gemidos. La muerte es un experto alemán" (Dream Song 41). En la segunda parte del ciclo, His Toy, His Dream, His Rest, este tono sarcástico y resignado cede ante una invencible amargura y desgano ante el futuro, o ante la posibilidad voluntaria de un futuro. No puede ser de otro modo: este apartado gira en torno a la muerte de uno de sus mejores amigos, el escritor Delmore Schwartz, tan alcohólico y porfiadamente autodestructivo como Berryman. Devastado por la desaparición de su amigo, habla a través de Henry como si estuviese muerto: no por nada estos poemas se subtitulan "obras póstumas". El diálogo inicialmente lúdico entre Henry y Mr. Bones se convierte así, con algunas excepciones, en una tortuosa y clásica plática del poeta con la muerte.
Henry no es inmune al deterioro anímico y vital que, con el paso de los años, va minando a su creador. Hay un momento, en el cuarto libro de la serie, en que parece tener todas las características de incurrir tarde o temprano en ese suicidio anómico del que hablaba Durkheim. En las canciones finales Henry es devorado por un Berryman que se quita totalmente la careta, a estas alturas un tenue lienzo donde era fácil adivinar las facciones del autor: "Estoy de pie sobre la tumba de mi padre, con rabia / a menudo, a menudo antes / de hacer esta peregrinación / hacia alguien que ya no puede visitarme". (Dream Song 384). En los dos últimos años de su vida, si bien no abandona nunca a su personaje emblemático, aquel en el que en un principio parecía haber encontrado alguna certidumbre para vivir, Berryman prefiere dedicarse a dos proyectos nuevos, Love & Fame (1970) y Delusions, Etc. (1972), en los que esperaba hallar las certezas para morir, justamente en una convulsionada etapa donde se cuestionaba por primera vez la existencia de Dios; temía descubrir "un último engaño" hurgando en su fe. Está claro que esa fría mañana de enero de 1972 salió a quitarse las dudas inmolándose en el intento. Al igual que en su poesía. Y al igual que en su poesía, no será él quien nos brinde las respuestas.
DREAM SONG 191
La brisa del otoño era suave & brillante. Un pajarito entró volando por la puerta falsa y el beagle lo atrapó (medio-beagle) al segundo intento. Mi esposa mata moscas & se las da de comer al perro, anoche cinco, más una que Rufus mordisqueó solo. Esta es una casa de muerte
y uno de los más viejos amigos de Henry fue asesinado, se supo por la radio, esta semana, ante lo cual Henry lloró.
Todas esas muertes mantienen a Henry pálido & enfermo e incapaz de navegar a través del mundo del otoño & débil, una desventaja de la supervivencia.
Las hojas caen, las vidas caen, a cada breve momento puedes considerar con conmocionado amor una nueva pérdida & un lugar más vacío.
El estilo es jade negro en todas las temporadas, el estilo es hojas ardiendo y una capa de musgo sobre cada rostro sembrado.
(Traducción de Diego Otero)
Fuente: El Comercio
Y es en los poemas que conforman su obra magna donde hallamos la dolorosa y lúdica crónica legada por esta humanidad a la deriva, que prefirió dejar de ser antes de hacer suyos los alcances y límites de una individualidad que siempre se negó enfáticamente a aceptar.
El rumbo vital de Berryman cambió -o sería mejor decir se perdió- irreversiblemente cuando a los doce años de edad fue el primero en encontrar el cadáver de su padre, un banquero que se suicidó de un tiro en la cabeza abrumado por problemas económicos y conyugales. La visión del cuerpo ensangrentado y yacente en el suelo lo perseguiría sin tregua hasta el final de sus días, y sería determinante para su vocación literaria y su adicción al alcohol y a las pastillas, de la que nunca pudo emerger victorioso. Paul Mariani, en su minuciosa biografía Dream Song: The Life of John Berryman, quizá la más documentada del poeta norteamericano, nos hace partícipes de una vida donde la tenaz búsqueda de la excelencia literaria y del prestigio académico se eslabonaba con una aguda depresión, la epilepsia, el rechazo a los demás y el horror de las pesadillas "que lo despertaban en medio de la noche respirando adolorido". En los últimos años de su vida se encontraba ya absolutamente dominado por su contumaz alcoholismo, el cual lo transfiguraba en un ser "arrogante y abyecto". Habitual en las terapias de rehabilitación del Abbot Hospital y de la clínica Hazelden, donde era fácil identificarlo entre los demás pacientes por su desordenada barba blanca y sus manos cubiertas de quemaduras de cigarrillos, torturado por el conflicto entre su fe católica y su vida tortuosa y libertina ("Cuando yo muera no habrá más pecado" escribió en un poema de los años sesenta), dedicó sus días finales a preguntarse por la existencia del infierno, a evocar la visión del sepulcro de su padre y, sobre todo, a planear cómo quitarse la vida, a pesar de que -fiel a su sempiterna dualidad- en sus últimas declaraciones calificó el suicidio como "cobarde, cruel y perverso".
CANCIONES PARA SOÑAR Y NO DORMIR
Aunque ya era apreciado en los círculos intelectuales de los Estados Unidos gracias a su segundo libro, Los Desposeídos (1948) y al largo poema Homenaje a la Señora Bradstreet (1956), Berryman obtendría la consagración tanto del público como de la crítica con la publicación de 77 Dream Songs en 1964. Ganadora del Pulitzer al año siguiente, esta serie de poemas numerados consigna las cavilaciones existenciales que Henry ("un norteamericano común, blanco y en la edad adulta que ha sufrido una pérdida irreparable" según declara Berryman en el prólogo) comparte con su delirante alter ego, Mr. Bones ("Señor Huesos"). Y si bien el poeta siempre negaría cualquier tipo de representación autobiográfica en su personaje, basta leer la primera de estas canciones de sueño para despejar prácticamente cualquier duda: "El irascible Henry se ocultaba durante el día / el desagradable y malhumorado Henry. /Entiendo su punto: un intento de poner las cosas en claro. / Este era el pensamiento que ellos mantenían / los que hicieron de Henry distante & malo. / Pero él debió acercarse y conversar. (.) Lo que él tiene ahora que decir es una larga maravilla que el mundo debe revelar & ser. / Una vez trepé a lo más alto / de un sicómoro, y canté. / Con violencia el mar desgasta la tierra / y lentamente los lechos se vacían".
En los poemas que conforman 77 Dream Songs Berryman es capaz de encubrir con cierta efectividad su relación con Henry mediante los consabidos afeites, audacias formales y personajes de identidades múltiples o reversibles que le otorgan al libro la espontaneidad e irracionalidad propias del profundo discurso de un subconsciente en un principio no demasiado identificable. Sin embargo, las persistentes reflexiones sobre la muerte y el aburrimiento de existir que agobiaban a Berryman -siempre más apoyadas en nuevas dudas que en eventuales respuestas- afloran poco a poco mientras se avanza la lectura del libro, ampliado mediante posteriores entregas en 1968 y 1969. En un principio la serie se desarrolla, como apunta Alberto Girri, "expresando como corolario una filosofía basada en la desesperanzada aceptación de estos avatares" e incluso en tomárselos a broma: "Si cantamos en el bosque (y la muerte es un experto alemán) mientras la nieve cae (.) los gatos maúllan, los caballos relinchan, el hombre canta. // O: el hombre salmodia. Palmas de hombre, sus oídos y gemidos. La muerte es un experto alemán" (Dream Song 41). En la segunda parte del ciclo, His Toy, His Dream, His Rest, este tono sarcástico y resignado cede ante una invencible amargura y desgano ante el futuro, o ante la posibilidad voluntaria de un futuro. No puede ser de otro modo: este apartado gira en torno a la muerte de uno de sus mejores amigos, el escritor Delmore Schwartz, tan alcohólico y porfiadamente autodestructivo como Berryman. Devastado por la desaparición de su amigo, habla a través de Henry como si estuviese muerto: no por nada estos poemas se subtitulan "obras póstumas". El diálogo inicialmente lúdico entre Henry y Mr. Bones se convierte así, con algunas excepciones, en una tortuosa y clásica plática del poeta con la muerte.
Henry no es inmune al deterioro anímico y vital que, con el paso de los años, va minando a su creador. Hay un momento, en el cuarto libro de la serie, en que parece tener todas las características de incurrir tarde o temprano en ese suicidio anómico del que hablaba Durkheim. En las canciones finales Henry es devorado por un Berryman que se quita totalmente la careta, a estas alturas un tenue lienzo donde era fácil adivinar las facciones del autor: "Estoy de pie sobre la tumba de mi padre, con rabia / a menudo, a menudo antes / de hacer esta peregrinación / hacia alguien que ya no puede visitarme". (Dream Song 384). En los dos últimos años de su vida, si bien no abandona nunca a su personaje emblemático, aquel en el que en un principio parecía haber encontrado alguna certidumbre para vivir, Berryman prefiere dedicarse a dos proyectos nuevos, Love & Fame (1970) y Delusions, Etc. (1972), en los que esperaba hallar las certezas para morir, justamente en una convulsionada etapa donde se cuestionaba por primera vez la existencia de Dios; temía descubrir "un último engaño" hurgando en su fe. Está claro que esa fría mañana de enero de 1972 salió a quitarse las dudas inmolándose en el intento. Al igual que en su poesía. Y al igual que en su poesía, no será él quien nos brinde las respuestas.
DREAM SONG 191
La brisa del otoño era suave & brillante. Un pajarito entró volando por la puerta falsa y el beagle lo atrapó (medio-beagle) al segundo intento. Mi esposa mata moscas & se las da de comer al perro, anoche cinco, más una que Rufus mordisqueó solo. Esta es una casa de muerte
y uno de los más viejos amigos de Henry fue asesinado, se supo por la radio, esta semana, ante lo cual Henry lloró.
Todas esas muertes mantienen a Henry pálido & enfermo e incapaz de navegar a través del mundo del otoño & débil, una desventaja de la supervivencia.
Las hojas caen, las vidas caen, a cada breve momento puedes considerar con conmocionado amor una nueva pérdida & un lugar más vacío.
El estilo es jade negro en todas las temporadas, el estilo es hojas ardiendo y una capa de musgo sobre cada rostro sembrado.
(Traducción de Diego Otero)
Fuente: El Comercio
1 comentario:
Hola, hace poco conseguí una antología de Berryman en inglés. Mi manejo del idioma es bastante pobre, con lo cual, (si estás traduciendo sus poemas) te quería pedir que me pases algo.
Desde ya mil gracias.
Daniel.
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