miércoles, 1 de agosto de 2007

LA SIERRA ELÉCTRICA DE CARLOS CARRILLO POR RODOLFO YBARRA


“PARA TENERLOS BAJO LLAVE” (Bizarro Ediciones, Lima 2007, 126 pgs)

Desde lugares de ultratumba retorna con cabezas decapitadas y mandíbulas salientes nuestro recordado escritor gótico Carlos Carrillo (Lima, 1967), seguidor del escritural H. P. Lovecraft, del escultural Gunter Von Hagens (“Los mundos del cuerpo”), del pictórico, asesino y descuartizador peruano Lu.Cu.Ma., que ahora expone con éxito en Europa y del cinemero Gordon Lewis, quien con su iniciático “Bloodfeast” (“Fiesta de Sangre”) dio rienda suelta a sus bajos instintos y manchó con litros de sangre el ecran pusilánime de los años sesenta.

Carrillo nos regurgita (idem) su libro de cuentos “Para Tenerlo bajo Llave”, el cual nos llega por aire, mar y tierra, es decir con un corto, espectáculo teatro o vernisagge y el texto mismo, al cual ha agregado un par de cuentos nuevos y quitado lo que era el adelanto de novela sobre “El Pitufo Sodomita” que aparece consignado en la novela de Manuel Rilo “Contraeltráfico” (pgs 164 y 199) quien celebra el trato contranatura y la relajación de los esfínteres, aparte de las noches con alcohol y drogas necesarias.

Hay en Carrillo una tradición y una influencia clara del romanticismo, in estricto de la temática escabrosa de Nerval, Baudeliere o del deicida Vigni y de modernistas como Leopoldo Lugones con sus “fuerzas extrañas” y Quiroga con su cuento corto “El Vampiro”.

Esta onda del “mal” es lo que seduce a Carrillo para guiarnos con su pluma como la cámara de “Las Brujas de Blair” (I y II), por esos vericuetos de sus textos embrujados, su pacto en misa negra, sus códigos a lo Zodiac -que azotó Norteamérica, en los años setenta- y donde asesinato y teoría se juntan para puro divertimento o la satisfacción de deseos oscuros.

Así se suceden los cuentos como “El Coleccionista” que no sé por qué lleva el subtítulo de “Danza de la Decadencia” cuando más bien es el triunfo de la erotomanía, la posesión material del sexo opuesto que pasa, por supuesto, por la castración y/o ablación; aquí dos “cazadores” se juntan y las apariencias físicas juegan a favor de la niña-mujer quien atrapará al lobo feroz, la imagen nos remite por volución no pretérita a la película “Hostel” II, donde la mujer -atrapada y vendida para una tortura lúdica- logra evadirse y cortarle de cuajo el pene a su ejecutor, el cual lanza luego a unos perros. Esa imagen que definitivamente es difícil que tenga como propiciador a Carrillo nos remite a la fobia natural del hombre de perder el miembro viril, que si mal no recuerdo es llamado corafobia -aunque a veces se confunde con medomalacufobia que es el miedo a perder la erección del pene-, he ahí el triunfo del cuento, la perversión de lo natural, la destrucción de la sexualidad tradicional donde el placer no solo también es la búsqueda del dolor sino de la perversión y la religión del mal, recuérdese el ensayo de Bataille “La Literatura y el Mal” donde el ensañamiento o el baile sobre el cadáver fresco o sobre las añejas osamentas es realmente la manifestación sincera de la maldad, no en el sentido religioso sino epistemológico, no en el sentido axiomático sino biológico: la maldad carnal del ser humano.

Esta última idea nos remite a su segundo cuento “Cristales Rojos”, donde César y Domenika, una pareja de depravados y asesinos, terminan sus andanzas (en el cuento) matando o construyendo el asesinato con la botella de vodka que la fémina lanza sobre su madre, para luego fornicar encima “mientras unos cristales se incrustaban en su cuerpo”, es decir la radicalización del complejo de Electra que aquí en Perú tuvo en la Llamoja un claro ejemplo de las disputas entre una joven adolescente y una madre conservadora que acabó con el fatal asesinato y la sentencia popular y el claustro a quien eso acomete.
En “Mujer de las 4:00 Am”. la licantropía, o sea la transformación lunática de una mujer en lobo convierte a una bella pelirroja no solo en una literal devoradora de hombres, sino en una insaciable nínfula a expectativas de su doberman, el cual ejerce el papel de amante y titular de la bestialización, como colofón nos revela a una descendiente de Lucille Leonhardt Bator.

En “La Gorgona en el Lienzo” hay una reminiscencia directa con “El Retrato de Dorian Gray”, nada más que aquí Carolina, La Guardiana de la Noche, es el nombre de un retrato que asesina a integrantes de una genealogía: Los Saldívar. Cabe anotar que en la adaptación para video hecha por Christian Cancho, el lienzo se transforma en una estatua, lo que le da más plasticidad e impacto al personaje, en realidad me parece que el video equipara al cuento, hay una correspondencia y una calidad notoria en el trabajo de los personajes hecha por Cancho, finalista también en el concurso “1 minuto” hecho por Fundación Telefónica el presente año, ya se había visto antes su película porno-comedia en animación artesanal de más de una hora de duración en la que nos introduce en el mundo de “La Farándula” con muñecas Barbie y el plástico Ken (de Mattel) con muchas fiestas, licor, drogas y por supuesto penetraciones de todo tipo, he ahí la identificación con la sierra eléctrica de Carrillo.

En “Euforia Permanente” la pederastia y el asesinato de los niños con el consumo de ácidos nos entrega un cuento bastante motivador que acaba con una epístola donde el tiempo no puede detener la naturaleza del ser humano: “Sí, noquearse en una morgue. Ya lo haremos René, ya lo haremos. Y también cogeremos a ese chico, el asistente, y lo abriremos y desparramaremos sus entrañas y bailaremos sobre esa masa roja y viscosa y nos reiremos y nos noquearemos entre sus tripas. Lo haremos muy pronto, René. Tengo que mudarme de prisa. Esta ciudad sospecha que el nuevo profesor de la escuela primaria está relacionado con la violación y mutilación de las alumnas. Así que muy pronto me reuniré contigo, René.”

“Invoca la Desgracia” es un cuento de la oscuridad donde la hechicería convierte a una “sopa de lorbiones” en el combustible perfecto para la fornicación, sobre todo si la partner es una copromantia de vulva azul, la zoofilia aparece bien representada con un chivo de ojos negros y lujuriosos y donde un cerdo con lengua cilíndrica en forma de miembro viril “copula” con la clamante mujer, lo que sigue no es apto para menores: “El cerdo metió entero ese grasoso pene en la primera acometida logrando que Úrsula gritase con todo el aire de sus pulmones. Roncos rugidos indicaban el goce obtenido por el cerdo con el ano rosado y terso de la dulce Úrsula. Ella lloraba y gritaba de placer. Lloraba por el increíble placer que la envolvía. Sus gritos acompañaban cada salvaje arremetida de ese cerdo infernal”. La relación contranatura no es pues ejercida por el hombre sodomizando a una mujer, sino lo contranatural es digamos la relación sexual del cerdo –animal inmundo detallado en el Antiguo Testamento y receptáculo de espíritus nefastos en el Nuevo Testamento- con una bella mujer, deseosa a su vez de las delicias animales.
En “Si a trece le quitas cuatro tienes nueve” la pederastia toma otra connotación en la maduración casi espontánea de una niña aparentemente “ultrajada” por el novio de la hermana y quien la convierte en “Wendi, mi sensual puta rubia de nueve años”. La corrupción de una menor se convierte en la seducción facinerosa que despierta a su vez una lujuria escondida en el interior de la niña, aleatoriamente nos hace recordar a la “Lolita” de Nabocov y las locura a las que arrastra a Humbert-Humbert.

“Soplo en el Cerebro” narra las peripecias de un junkie, del sexo fácil y el consumo de ácidos, la trastocación del cerebro y la personalización del pene que habla y se queja: “¡Yo no entro! Esa tipa está podrida por dentro –pareció reflexionar, y continuó- ¡No señor, yo no entro! Puede tener gusanos, moluscos, herpes, ladillas, chancro. Recuerda la última vez. La penicilina, los antibióticos, el dolor. ¿Te acuerdas?”

“Legado de los Cárpatos” se mezcla una suerte de clasicismo gótico, o sea maldiciones y muertes escabrosas con una modernidad urbana y deletérea y desapariciones de niños que es más que nada una imagen bíblica acometida por Herodes en el siglo primero de nuestra era y de la cual se vale nuestro autor para dar fuerza y vitalidad a su cuento. Recuérdese también el II y III capítulo de “La Profecía” y su tierno Damián.

Esta edición de “Para Tenerlos Bajo Llave” trae dos cuentos nuevos en la sección “Bonus Track”: “Hija de Hefesto” que narra una obsesión o como dice el narrador: “Esa fuerza recibió, en otras épocas lejanas, el nombre de súcubo o íncubo” y donde aparece inmiscuido el “correcto” carnicero Joseph Méngüele y una creación a lo Frankenstein de una bella mujer como las que adornan todo el libro, o sea pelirroja, ojiverde, de cuerpo exuberante y deseosa de un falo ardiente. Y por último “La Invitación” donde un conjuro mal hecho devuelve el mal a su ejecutante, he aquí el conjuro para hechizar y facilitar el desvirgamiento a una joven mujer: “Consigue una foto nítida de la cara de Susana. Captura un gato negro. Viaja al abandonado cementerio de Cieneguilla. Escribe lo que quieres de Susana en la parte de atrás de la foto mientras recitas en voz alta este hechizo, sólo las primeras tres estrofas. Luego, abre el pecho del gato y coloca la foto en la cavidad. Moja tu cara con la sangre y recita las siguientes tres estrofas del hechizo mientras te masturbas sobre la herida. Termina quemando el gato y recitando las tres últimas estrofas. ¡Así tendrás a la virtuosa Susana como perra en celo!”. Curiosamente este hechizo es parecido al anotado en el “Libro de San Cipriano” y al que ejecutan los chamanes y brujos de las Huaringas, lo que nos hace pensar que el autor ha indagado directamente en este tipo conocimiento marginal y a veces folklórico.

Quiero anotar que conocí a Carrillo en una Reunión en casa de Rilo, posiblemente el año 95 ó 96 en la que Oswaldo Reinoso había cocinado unos frijoles con carne y tocino ahumado y nuestro amigo Carrillo había llevado a su compañera dominatrix, vestida totalmente de negro en la que resaltaba un cabello esponjoso con hermosos bucles y una figura bastante esbelta que se lució en toda su dimensión cuando se encaramó en la mesa para mostrarnos el tatuaje que llevaba en la nalgamenta y en la parte baja del derriere, pero eso no fue lo más interesante, ahora pasado el tiempo –que de hecho lo fue en su momento- sino que Carrillo y la dominatrix hablaban del pentagrama (símbolo satánico impuesto por Antón Lavey, el “Papa Negro”) y de cómo se podría crear a un hijo cuya procedencia sería del lado oscuro. Carrillo era ya desde esos años un escritor-élite conocido sólo por un reducido grupo de lectores y amigos amantes de la sangre con rastros de esperma y del látigo de cilicio, los candados y el baúl de torturas. Cabe recordar que en esta reunión también estaba la poeta Victoria Guerrero apuntando con su cañón fotográfico, el narrador y segundo puesto del Copé de cuento 2006 Sergio Galarza con su timidez tartamudeante, radicado actualmente en España y la ahora reportera sensacionalista de ATV, Lorena Ormeño.

Carlos Carrillo, a sus cuarenta años, licenciado en Economía y Magíster en Finanzas es, salvo mejor parecer, una rara especie de escritor y casi único y solitario en este subgénero literario del horror; se deja ver a veces en conciertos metal y en algunos lugares sórdidos rodeado por personajes salidos de algún lugar de tortura. Saludo este libro y lo recomiendo, pues no solo son los textos lo importante, sino que hay una bella edición multimedia cuyo tiraje de 666 ejemplares nos puede dar un indicio de las infectas y luciferinas búsquedas de nuestro autor.

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