Yegua es la hembra del caballo
(después de una lectura de R. Jakobson)
Yegua es la hembra del caballo y yegua
es mi mujer impronunciable por el resto de mis días, la frescura
de su sudor y de sus patas duras como un diente
y el lomo en que cabalgo rodeado de metrallas y sirenas anunciando un bombardeo.
Yegua es la hembra del caballo y yegua es mi mujer
de suave relincho a cien violines cuatro flautas dos trompetas
y un músico olvidado y legañoso / a media barba /
y noches de terrible claridad.
Ella se mueve por los parques hinchando sus ancas
(yo hincho mis pulmones)
salta y patea y no conoce a los flemáticos
desnuda una sonrisa / como quien abre una bolsa de arroz
sabe y no sabe siente y no siente grita y no grita
y esparce el arroz entre los novios.
Yegua es la hembra del caballo y yegua es mi mujer impronunciable
divina metalengua que pronuncio y no decoro
y salto y pateo y relincho y ya no sigo
sé que ella viene como un pasto dulce a perdonarme estas palabras.
Cuismancu
“...Cuismancu soy. Cacique del valle. Siembro y reparto la siembra,
atestiguo asesinatos, me distribuyo en fiestas, presido
funerales. Juego con los brujos la función de mis antepasados,
y así
sucesivamente
mientras vago, pienso,
deliro, sueño, sacrifico
animales y los dioses me prefieren
a todos mis vecinos, soy el rey, el rey
ordenador, embajador del cielo, intérprete de Rimaq,
hijo de Pachakamaq, padre y finalmente sujeto
a una extraña certeza...
Vendrán otros hombres, gente de la montaña, y mis dioses no serán queridos
y mi pasto acabará quemado, todo se infectará
con aguas negras, no comeré más perro, me pondrán a deambular
con mis vestidos ahora
baratijas, piedras, grabadoras, ah presentimiento
de un paisaje en que las huacas aturdidas
no se levantarán
y sin embargo no será todavía
el tiempo sin tiempo sino el tiempo
de las zonas frías
los canales abrirán heridas
al desierto, y desde el Templo
al norte los ríos reflejando la luz
se inclinarán al Sol
habrá pacto
lo Visible
y lo Invisible
rotarán como el día
y la noche, y la vida con su
interminable
paso escuchará los oráculos,
resolverá
consultas, en las colas
mis hermanos subiendo a los micros
peinarán la cabeza de sus hijos
con la verdad del único
pasado memorable de estas tierras
¿Quién vive? ¿Quién viene que huyó cuando el mundo se deshizo, todo se corrompió,
el universo entero
arrastró en su secreto la visión de este orden?
Soy yo. Cuismancu regresado
de arriba, del Norte, del Sur, de abajo y de adentro
del Infierno apestando
me corren de las calles, vivo en los cerros
mirando el exceso estadístico
de construcciones deformes que hablan
de un dios que no se parece
en nada a sus palabras, de un valle pisado
por cuero y metal, caballos motorizados que son hijos
del Error, su espada al cinto, la fusta
como un ángel que dicen con su dedo de fuego
señalando la esquina, la mixtura
de una rutina encarcelada entre el parque y su feria
y el polvo alucinado regresando a los suburbios.
Mis sitios arriba confiando en la fuerza de las piedras
dispersos por espacios infinitos miran hacia acá,
Qawillaqa esculpida en el mar, valle del Templo,
arenal donde las rubias asolean
sus enormes caderas brillantes
Oh, y su Poder
será el Poder
que hasta hoy nos lastima.
Esas piedras
caerán por su peso
y un huayco
fundará con sus venas
chorreando un cuadro del
crepúsculo
tamaño natural, cactus
y jora,
al tiempo que probamos sus cerebros
y el Orden se construye
como el viento que dibuja en las arenas el sonido del mar
su canto enfermo
la venganza
de todo lo que significa
la pérdida del Reino...”.
Triunfo de Astrea
He clamado ante la puerta más alta de la Nebulosa
que no me agite el paso
y ante los arrecifes que se empequeñezcan
y ante la desembocadura de los Cuatro Ríos que se extienda
como una piel
con el rumor de tus labios
abriéndose en el Universo con las mismas estrellas
dispuestas a bucear el Mar de Arriba
o el de Abajo,
Mama Killa:
reconoce a tu hermano de brillantes cabellos, acaríciale
los testos con la delicadeza de tus niñas
súbitamente envueltas en un enjambre de querubines,
muérdele los rizos lentamente, y yergue el firme
tallo ante los requerimientos
de la flor.
Yo soy esa flor que te contempla
desde su cumbre, a mí me corresponde
el incendio de las mañanas, la ventisca
que arroja el polvo a tus plantas como un domador de pumas,
yo soy de la tierra de los bardos más antiguos
y he andado por los últimos caminos en busca de tu rastro.
Ahora te he encontrado.
Como un cazador cansado me acojo a la voluntad
de los elementos, dejando que la esfera gire y traiga
nuevamente el resplandor
de tus pómulos de plata, tus incrustaciones
de esmeralda, tus yemas argentinas, Diosa de los Equilibrios Naturales.
Y he clamado ante las torres puntiagudas que te toquen
las plantas de los pies
y que anochezca.
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