domingo, 27 de febrero de 2022

Primera antología poética de José Lezama Lima en Brasil

Primera antología poética de José Lezama Lima en Brasil, llega en marzo, por Demônio Negro. 

Se contemplan en esta selección afectiva cincuenta años de la creación del poeta cubano en poemas representativos de su trayectoria, además de poemas de admiración y amistad que Lezama dedicó a personas de su íntima, intelectual y reunión literaria.

La antología (bilingüe) cuenta también con un posfacio del cineasta y artista cubano Marcel Beltrán, Mariana Ianelli y Adriana Lisboa.

El lanzamiento virtual es a finales de marzo, pero ahora se puede reservar una copia a través del sitio web del editor: www.demonionegro.com.br




viernes, 25 de febrero de 2022

Cinco poemas de Idea Vilariño



Desnudez total

Ya en desnudez total

extraña ausencia

de procesos y fórmulas y métodos

flor a flor,

ser a ser,

aún con ciencia

y un caer en silencio y sin objeto.

La angustia ha devenido

apenas un sabor,

el dolor ya no cabe,

la tristeza no alcanza.

Una forma durando sin sentido,

un color,

un estar por estar

y una espera insensata.

Ya en desnudez total

sabiduría

definitiva, única y helada.

Luz a luz

ser a ser,

casi en amiba,

forma, sed, duración,

luz rechazada.

 

 

Amor

Amor

desde la sombra

desde el dolor

amor

te estoy llamando

desde el pozo asfixiante del recuerdo

sin nada que me sirva ni te espere.

Te estoy llamando

amor

como al destino

como al sueño

a la paz

te estoy llamando

con la voz

con el cuerpo

con la vida

con todo lo que tengo

y que no tengo

con desesperación

con sed

con llanto

como si fueras aire

y yo me ahogara

como si fueras luz

y me muriera.

Desde una noche ciega

desde olvido

desde horas cerradas

en lo solo

sin lágrimas ni amor

te estoy llamando

como a la muerte

amor

como a la muerte.

 

 

Concédeme esos cielos, esos mundos dormidos...

Concédeme esos cielos, esos mundos dormidos,

el peso del silencio, ese arco, ese abandono,

enciéndeme las manos,

ahóndame la vida

con la dádiva dulce que te pido.

 

Dame la luz sombría, apasionada y firme

de esos cielos lejanos, la armonía

de esos mundos sellados,

dame el límite mudo, el detenido

contorno de esas lunas de sombra,

su contenido canto.

 

Tú, el negado, da todo,

tú, el poderoso, pide,

tú, el silencioso, dame la dádiva dulcísima

de esa miel inmediata y sin sentido.



Cuando compre un espejo para el baño...

Cuando compre un espejo para el baño

voy a verme la cara

voy a verme

pues qué otra manera hay decíme

qué otra manera de saber quién soy.

Cada vez que desprenda la cabeza

del fárrago de libros y de hojas

y que la lleve hueca atiborrada

y la deje en reposo allí un momento

la miraré a los ojos con un poco

de ansiedad de curiosidad de miedo

o sólo con cansancio con hastío

con la vieja amistad correspondiente

o atenta y seriamente mirarme

como esa extraña vez-mis once años-

y me diré mirá ahí estás

seguro

pensaré no me gusta o pensaré

que esa cara fue la única posible

y me diré esa soy yo ésa es idea

y le sonreiré dándome ánimos.

 


Decir no...

Decir no

decir no

atarme al mástil

pero

deseando que el viento lo voltee

que la sirena suba y con los dientes

corte las cuerdas y me arrastre al fondo

diciendo no no no

pero siguiéndola.


Idea Vilariño: Poeta uruguaya nacida en Montevideo en 1920. Además de poeta, fue crítica literaria, traductora, compositora y educadora. En 1985, tras la dictadura, obtuvo la Cátedra de Literatura Uruguaya en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República. De sus traducciones sobresalen los trabajos realizados sobre Shakespeare, reconocidos ampliamente por la crítica.

Su personalidad y sus convicciones la llevaron durante muchos años a rechazar cualquier tipo de promoción de su nombre y de su obra. A pesar de ello, obtuvo varios premios internacionales y ha sido traducida a otros idiomas.

Sus poemas, dotados de gran musicalidad, se agruparon en títulos como «La suplicante», «Poemas de amor», «Nocturnos» y «Poesía».

Falleció en Montevideo en abril de 2009

 


jueves, 24 de febrero de 2022

Tres poetas ucranianos

 

Taras Shevchenko

Grygórovych Shevchenko (en ucraniano, Тарас Григорович Шевченко; Morinchi, hoy en el distrito de Zvenigorod del Óblast de Cherkasy, (9 de marzo de 1814-San Petersburgo, 26 de febrero de 1861), fue un poeta, humanista, y pintor ucraniano, uno de fundadores de la literatura moderna ucraniana.


 

 

 

TESTAMENTO

 

Cuando muera, enterradme

en una tumba alta,

en medio de la estepa

de mi adorada Ucrania.

¡Así yo podré ver los campos anchurosos,

el Dnipró, sus represas agitadas,

y podré oír también

cómo braman sus aguas!

Y cuando el río arrastre atravesando Ucrania

hasta la mar azul

tanta sangre adversaria,

entonces dejaré los campos y los montes

y volaré hacia Dios

a alzarle mi plegaria,

pero hasta que ello llegue

de Dios no sabré nada …

¡A mí, enterradme, mas de pie vosotros,

las cadenas que os atan quebrantad,

y con la impura sangre derramada

la Libertad sagrada salpicad!

¡Y ya en familia inmensa,

familia libre y nueva,

no olvidéis recordarme

con una palabra buena!

 

Traducción De Ángel J. Battistessa

 

Iván Yákovich Frankó

Iván Yákovich Frankó) nació en Nahuiévychi, Reino de Galitzia y Lodomeria, Imperio austrohúngaro - ahora distrito de Drogóbich, región de Leópolis, Ucrania  (27 de agosto de 1856 y falleció en Leópolis, el 28 de mayo de 1916). Era, poeta y dramaturgo; crítico literario, editor y periodista; lingüista, folklorista, etnógrafo, historiador y filósofo, publicista en algunos ámbitos de economía, derecho, psicología, estudios bíblicos y otras ramas del conocimiento. También fue un gran traductor y gran hispanista. Tradujo Cervantes al ucraniano y estaba muy familiarizado con los poetas del siglo de oro de la poesía española.




 

Un destello de fuego

Un poderoso águila posado en un pico nevado,

Mira alrededor con ojos rápidos y certeros,

Y desde peñascos grandes, levanto vuelo -

Con  potencia más  arriba, dominando el cielo azul.

 

Su ala abierta rozó un terrón de nieve;

Cayó y comenzó a  caer peñascos abajo;

Convoco poderío, una fuerza inimaginable,

Una avalancha que nadie podría parar.

 

Así que Kotlyorevsky, recordó tiempos más felices, 

Comenzó a cantar su canción del alma,

  Canto que fue burlado, zaherido, denigrado.

 

De su  canto irradiaba hermosa y maravillosa,

Una chispa de fuego que ante nada sucumbiría,

El canto ascendió e ilumino nuestra desolada jornada.

 

Ivan Franko, 1873  [Original poem called “Kotlyorevsky”]

 

Iryna Vikyrchak

Iryna Vikyrchak. Nació en Ucrania en 1988. Poeta y directora ejecutiva de Meridian Czernowitz, festival internacional de poesía que se lleva a cabo en la ciudad de Chernivtsi, en el oeste de Ucrania.




EL CIELO

 

Dondequiera que vayas,

el cielo estará contigo.

Dondequiera que te ocultes,

será tu último escondite.

Pase lo que pase,

el cielo estará contigo.

Puedes dejar la orilla y

tomar el camino del mar.

Puedes dejar el mar y

volar por las grandes alturas,

el cielo estará contigo.

Así que entre todos los mapas

estudia el mapa del cielo,

sus tamborileos que respiran,

los movimientos de su diafragma–

ardiente y redondo.

 

Toma al cielo de la mano.

Estás en su correa

hecha de invisibles impulsos.

Es tu último techo con

bombillas de luz eterna en él.

Toma al cielo de la mano

y nunca te abandonará.

Él dicta el tiempo y

lo divide en día y noche.

Dicen, hay un paraíso arriba en el cielo,

pero ese no es el punto.

 

 

 

*

 

 

 

Estuve allí

Contigo

Cuando mis manos temblaban

Estaba allí

A tu lado

Besaba tus labios

Permanecía hombro a hombro contigo

Sobre el Puente Mirabeau

Reíamos con humor negro

Sobre las calles de Chernivtsi

Leche negra bebía contigo

Al desayuno y a la cena

Y grité

Toda la noche

¡Paul! ¡Paul!

Ahora hago eco desde el fondo

De tu alma

Permanecía contigo sobre el Puente Mirabeau

Gritaba y perdía mi voz

Perdía mis manos

Mi cabello

Mi mente…

Con tu corazón

Estuve allí

Permanecía hombro a hombro sobre el Puente Mirabeau

Podía sentir el sudor en las palmas y el

Latido del corazón

Vi el último latido…

Pero permanezco.

Mi nombre es Poesía.

 

 

HUSOS HORARIOS

 

Mañana al atardecer

Será tu mañana

Para viajar a través de los Husos Horarios

Para encontrarnos

En medio de mi crepúsculo y tu amanecer

Para atrapar el tacto

En la punta de los dedos

Vía telefónica.

 

 

 

*

 

 

 

Mi cerebro

Se burla de mí-

Haciéndome girar

Sobre mi carrusel

Aburrida

Cansada

Calcinada bajo el sol

Macerada en canela

Remojada en cidra

Sazonada en azafrán

Diluida hasta el polvo

Agujereada por una lanza

En un andamio de Marte

Aún así toda tuya.

 

 

 

*

 

 

 

Él vino,

haciendo dispersar a todos.

Una chica con perfume de lilas,

se puso una linda gorra rosada.

Él transcurrió

para retornar al útero de su madre,

a las profundidades de la tierra.

Él fue la lluvia de verano.

 

 

 

*

 

 

 

¿Quién se ocupa de la grandeza

Cuándo todo alrededor está empapado en el patetismo?

Tal es la naturaleza de nuestra mentalidad,

Originándose desde el mosaico del caos.

No es mi responsabilidad

Que las cosas sean tan evanescentes,

Y que tus ojos tengan una habilidad penetrante,

siempre tan iridiscentes.

No vale la pena reemplazar la seudorealidad

Con crisantemos, ocres o caobas.

Las hazañas de los genios son para la posteridad,

En una solitaria mañana de Octubre.

Los días pasan, atrapados en laberintos.

¿Tiempo suspendiéndose?  En vano.

Sobre letras de periódicos en blanco y negro

Las sombras tocan jazz en escala menor.

 

 

 

*

 

 

 

Blanca nieve cae sobre negras trenzas de cabello,

Creando un duro contraste entre los dos añejos colores.

Los copos de nieve son lágrimas congeladas,

Traídas por las nubes desde lejanas tierras.

Cada pequeña gota contiene su propia historia trágica,

Una guerra, una calamidad…

Aterrizando en una cálida palma, los copos de nieve pintan

Un cuadro modernista…  Cuán silencioso es…

El viento trae el aullido de alguien desde la nada.

Mantenlos en tu oración, ¡no seas duro de corazón!

¡Todos somos humanos!

El agua continúa goteando desde el cielo…

 

 

LA CIUDAD

 

Gimiendo, los pájaros se dirigen al sur,

No saben para que están aquí.

Sumida en ruido y mugre,

La ciudad está atiborrada, harta y cansada…

La vida, como en una columna de periódico,

Sólo viene en tres colores: negro, blanco, y gris…

Todo lo que ves es senderos, caminos y autopistas de asfalto,

Pero lo único que necesitas es sólo un pequeño sueño, un ensueño.

Asfixiándose en polvo, la ciudad trata de atrapar una bocanada de aire fresco

Y agujerea el cielo con sus tejados puntiagudos.

Un amargo, astringente aroma de ajenjo se extiende por doquier.

Me agota. Me aburre. Me hace querer respirar.

 

 

 

 

miércoles, 23 de febrero de 2022

Tres poemas de Doris Bayly del libro Retrete para huérfanos

 

IV

del diario de canebo

escrito antes de la segunda captura

 

está crepitando el fuego

en las hojas

en la mirada huidiza de los lobos

no tengo miedo

se me ha dado por familia

los aires abiertos

y un poco de espacio

lobos de la manada respóndanme

¿?

por qué encuentra combustible

el fuego

quizá nadie les dijo

que siguen siendo

alimento para perros finos

y la jauría está hambrienta

lobo

te he mirado a los ojos

\1 guardada en ellos

y el espanto de la ama ,

ha quedado sepultada en los mios

 

 

IX

graffitti en el baño de Bizarro

 

contarte ahora

quizá

sin palabras

la extraña manera

que tienes

para hacer andar las nubes

entre los árboles

el viento entre tus labios

y la ausencia que has dejado

 

 

11

este pequeño poema fue hallado en el bolsillo de marielena

el agua no consiguió estropearlo del lodo

porque estaba totalmente arrugado

casi seco

cayó al suelo

cuando el guardia sacudió los pantalones

 todos miraban el cuerpo cubierto precipitadamente con una sábana

por eso pude recogerlo 

de los apuntes de marielena

del balcón

a la prisa de sus brazos

le recorre la piel

como un escalofrío

por eso pude recogerlo

incómodos recuerdos se agitan

agua salobre bajo el muelle

pilares de cemento

para recostar ideas

ni el óxido me seduce

o herrumbrosa sangre

me da motivos para seguir viviendo

aunque te apures

ya no llegas

 

Doris Bayly (Lima-Perú, 1962 – Piura-Perú, 2022). Poeta y periodista. Se desempeñó como periodista en la revista Oiga (Perú) y en el suplemento “Somos” del diario El Comercio (Perú). Fundó la escuela Divino Niño Jesús para niños con habilidades diferentes en Máncora. Publicó en poesía Retrete para huérfanos (1997) y Chico de mi barrio (1998); y fue editora del libro Mujeres del Perú (2019).

martes, 22 de febrero de 2022

Cinco poemas de Cristina Peri Rossi

 


Mensajes

Cómo amaba los manuscritos de tus manos
en la alfombra
en la mesa de todos los días
en los mansos atardeceres
en el polvo de la ventana
en la monótona arena de la playa
Mansas manos
mensajes monosilábicos

        Pero nunca supiste qué palabra escribías.

"Linguística general" 1979

 

 

No quisiera que lloviera...

No quisiera que lloviera
te lo juro
que lloviera en esta ciudad
sin ti
y escuchar los ruidos del agua
al bajar
y pensar que allí donde estás viviendo
sin mí
llueve sobre la misma ciudad
Quizá tengas el cabello mojado
el teléfono a mano
que no usas
para llamarme
para decirme
esta noche te amo
me inundan los recuerdos de ti
discúlpame,
la literatura me mató
pero te le parecías tanto.

"Diáspora" 1976

 

 

Tango

La ciudad no eras vos
No era tu confusión de lenguas
ni de sexos
No era el cerezo que florecía -blanco-
detrás del muro
como un mensaje de Oriente
No era tu casa
de múltiples amantes
y frágiles cerraduras

La ciudad era esta incertidumbre
la eterna pregunta -quién soy-
dicho de otro modo; quién sos.

"Otra vez eros" 1994

 

 

La bacante

Allí, escondida en las habitaciones.
Ah, conozco sus gestos antiguos
la belleza de los muebles
el perfume que flota en su sofá
y su ira
que despedaza algunas porcelanas.
Husmea las flores encarnadas
las estruja nerviosamente
-esa belleza la provoca-
las rasga las lanza lejos
caen los doseles sobre el lecho
se pasea febril por las habitaciones
está desnuda y nada la sacia
abre cajones sin sentido
enciende el fuego en la chimenea
regaña a las criadas
y al fin temible, con el hocico temblando,
se echa desnuda en el sofá,
abre las piernas
se palpa los senos de lengua húmeda
mece las caderas
golpea con las nalgas en el asiento
ruge, en el espasmo.

"Diáspora" 1976

 

 

Escorado

Mirándola dormir
dejé que el barco se inclinara
lentamente hacia un costado
precisamente el costado
sobre el que ella dormía
apoyando apenas la mejilla izquierda
el ojo azul
la pena negra de los sueños
y por verla dormir
me olvidé de maniobrar
pensando en las palabras de un poema
que todavía no se ha escrito
y por ello
era el mejor de todos los poemas
tan sereno
tan sutil como su piel de mujer casi dormida
casi despierta,
tan perfecto como su presencia inaccesible
sobre la cama,
proximidad engañosa de contemplarla
como si realmente pudiera poseerla
allá en una zona transparente
donde no llegan las sílabas orando
ni el clamor de las miradas
que quieren acercarse
en la falsa hipócrita intimidad de los sueños.

"Descripción de un naufragio" 1974


Cristina Peri Rossi (Montevideo, Uruguay, 12 de noviembre de 1941) es una escritora, traductora y activista política uruguaya exiliada en España desde 1972 y residente en Barcelona, donde ha realizado la mayor parte de su carrera literaria.​ En 2021 fue galardonada con el Premio Miguel de Cervantes.

 

lunes, 21 de febrero de 2022

Releyendo a Saint-John Perse a propósito de una (mala) traducción de Lezama Lima, Por Ernesto Hernández Busto

I

 

Leer a Saint-John Perse nos informa de una extraña forma de júbilo o exaltación poética provocada por la sola existencia del mundo. Desde su primer libro, Elogios (1911), hasta su Canto para un equinoccio (1975), Perse despliega una sostenida vocación por la alabanza que lo emparenta, como se ha hecho notar, con la antigua poesía sagrada, los himnos y las teogonías.

Elogios celebra una infancia tropical cuyo paisaje acaba siendo una imagen de plenitud: el mar, la tierra, las plantas… forman un recinto que incuba imágenes poderosas en una estrofa que recuerda a Píndaro, Rimbaud o Claudel. Se trata de una poesía escrita —como reza el título de su célebre elegía— «para celebrar la infancia». Por esa infancia se le ha llamado «poeta antillano», y el mote exótico ha corrido con suerte crítica, desde Valery Larbaud (que evoca «la sabiduría y la antigüedad americanas, la vieja sangre noble del Nuevo Mundo») hasta Carpentier (que dice leer a Perse mientras navega por el Orinoco).

Es cierto que el paisaje antillano es el escenario del primer libro de Perse, pero la sabiduría de estos poemas no proviene, por supuesto, de ninguna «sangre noble» ni de una «presencia, latente o manifiesta, de las Antilias», sino de un recurso retórico que Perse usa como ningún otro poeta: la saturación de nombres. Junto al elogio del mundo natural, a la infancia de la civilización, a la primera edad del hombre, hay también una profusión «numénica» como ajuste de cuentas, un adiós a la «fábula generosa» de la mirada inocente que se convierte en anuncio de partida definitiva: «todos los caminos del mundo comen en mi mano». Octavio Paz lo hace notar con singular agudeza: «De Éloges a Anabase sólo había un paso. Perse lo dio sin nostalgia, decidido desde entonces a ser el Extranjero: no hay camino de retorno ni vuelta al país natal».

Para Roger Caillois, de quien Lezama aprendió tanto, Perse es el «cronista de una civilización ideal que parece surgida de todas las grandes épocas de la historia (…) Sin pertenecer propiamente a ninguna de ellas, dicha civilización reúne sus perfecciones y la estabilidad de sus liturgias, para ofrecer al poeta una vasta extensión de inocencia y bienestar, de profusión y poderío, donde se proyectan indefinidamente sus predilecciones». 

La poesía de Perse —se ha dicho hasta el cansancio— resuelve el dilema entre Naturaleza e Historia recordándonos ese carácter mayúsculo que implica la fundación misma de lo histórico. Cada estación de su recorrido poético es, metafóricamente hablando, una isla que no pertenece a ningún archipiélago; al contrario, está cada vez más aislada, como la estación momentánea de un viaje hacia el exilio definitivo. Por eso la poesía de Perse, vuelvo a citar a Paz, «debe leerse como un ejercicio de intrepidez espiritual. Sus poemas no nos ofrecen un refugio contra la noche y el mal tiempo: son un campamento al aire libre. Nada de raíces: alas. Su tema es plural y simple: los tiempos, el tiempo. Historia sin personajes porque el único personaje real de la historia es un ser sin nombre y sin rostro, mitad carne y mitad sueño: el hombre que somos y no somos todos los hombres. Viaje sin carta de marear ni brújula porque las ciudades, los puertos, las islas, toda esa deslumbrante geografía, se desvanece apenas la tocamos».

El sentido de la historia no es entonces más que un presente imaginado que se confunde con las luces de un paisaje primigenio. Los fastos de las viejas sagas se entreveran con los fenómenos físicos. La tormenta, el relámpago, el verano y el diluvio son parte de la misma gesta porque para Perse Historia y Naturaleza son dimensiones entrecruzadas de la Poesía. Y ese es, tal vez, el atractivo moral de su errancia: si uno contempla la historia desde el Paisaje, no cederá nunca al tremendismo; «los peores trastornos de la historia —recuerda Caillois— no son sino ritmos de estaciones en un más vasto ciclo de encadenamientos y renovaciones, y las Furias que atraviesan la escena, antorcha en alto, sólo iluminan un instante del muy largo tema en curso».

 

II

A Perse acude Lezama, no sólo para incorporar todos estos prolegómenos de una doctrina de la Imago, sino también para conjurar el «peligro» de una poesía «caribeña» que acabe varada en la apología del mestizaje identitario, al estilo de Césaire y sus imitadores. La poética del Nuevo Mundo —demuestra Perse— también puede convertirse en saga bíblica, críptica alabanza a los orígenes de la Creación.

Todo esto —más el ciclón que azotó el occidente cubano en 1946— confluye en su traducción de Pluies, publicada en el segundo número de la revista Orígenes y editada luego (Lluvias, La Habana, enero de 1961; por La Tertulia, una pequeña colección que dirigían José Mario y Fayad Jamís), con un denso prólogo que se incluirá en La cantidad hechizada: «Saint-John Perse, historiador de las lluvias».

Pluies fue publicado por primera vez en Les Lettres Françaises (nº 10, octubre de 1943), y es, sin duda uno de los mejores poemas de Perse, que ni siquiera la macarrónica traducción de Lezama consigue destrozar enteramente.

Vale la pena enlistar algunos de los errores encontrados al confrontar la traducción del cubano aparecida en Orígenes con el original. Me limito a varios de los incontestables y dejo a un lado muchos otros deslices o soluciones discutibles, como mantener el banyan del original (Ficus benghalensis, ese árbol de raíces aéreas que también tenemos en Cuba) como «árbol Banyan» en vez de optar por el castizo baniano, ficus o higuera de Bengala.

 

Donde dice:

 

Une éclosion d’ovules d’or dans la nuit fauve des vasières

 

(Una eclosión de óvulos de oro en la noche salvaje de las ciénagas)

 

Lezama traduce:

 

«Una eclosión de ondas de oro en la noche salvaje del limo tostado»

 

Donde dice:

 

Et mon lit fait, ô fraude! à la lisière d’un tel songe

 

(Y mi cama ya hecha [o tendida], oh fraude, en el lindero de ese sueño)

 

Lezama traduce:

 

«Y mi lecho elaborado, oh fraude, en los confines de ese sueño».

 

Donde dice:

 

Là où s’avive et croît et se prend à tourner la rose obscène du poème

 

(Allí donde se aviva y crece y vuelve a contornearse [desplegarse] la obscena rosa del poema)

 

Lezama traduce:

 

«Allí donde se aviva y crece y vuelve a caer la rosa obscena del poema».

 

  

Donde dice:

 

La terre à fin d’usage, l’heure nouvelle dans ses langes, et mon coeur visité d’une étrange voyelle

 

(La tierra con fines de uso, la hora nueva en sus mantillas, y mi corazón visitado por una extraña vocal)

 

Lezama traduce:

 

«La tierra como una costumbre secreta, la hora nueva en sus pañales y mi corazón visitado por una extraña vocal».

 

Y eso es apenas en la primera parte del poema. En las páginas que siguen veremos a Lezama traducir «la face des vivants» por «la casa de los vivos», «élégies» por alegrías; eliminar la miel de lavez le sel de l’atticisme et le miel de l’euphuisme, convertir el «pressé» (apremiado, urgido, hostigado) de «l’homme encore des toutes parts pressé des idees nouvelles, qui cède…» en «el hombre aún prisionero de las ideas nuevas» o lidiar con un verso esencialmente paradójico (et mon poème, ô Pluies, qui ne fut pas écrit!; «y mi poema, oh lluvias, que no fue escrito») colocándolo en un imposible futuro: «y mi poema, oh lluvias, que no será escrito».

Frases mal traducidas por exceso de literalidad también hay varias: «Qué pesa el agua del cielo» por «qué empuja el agua del cielo al bajo imperio de la espesura» (que pèse l’eau du ciel au bas empire des taillis) o les pages les mieux nées como «las páginas mejor nacidas» en vez de «las páginas mejor concebidas».

Más allá de todos los detalles puntuales —que hasta donde sé nadie se ha tomado el trabajo de confrontar, mientras, en cambio, comúnmente se celebra esta traducción como «obra maestra»— la evidencia del contraste es que Lezama no sabía suficiente francés e imaginó a Perse al mismo tiempo que lo traducía. En el fervor creado por un diluvio poético, creyó descifrar las imágenes más allá de los significados. Este recurso es particularmente equívoco a la hora de leer a Perse, un poeta de la precisión, con un extensísimo vocabulario, pródigo en sustantivos bien escogidos para bautizar una cosmogonía. Tengo la impresión de que bajo el aguacero poético de Perse, Lezama avanza al buen tuntún, intuyendo una grandeza que su propio oficio no alcanza y resumiéndola para los inexpertos como «configuraciones del azar concurrente».

 

Sobre el autor

Ernesto Hernández Busto (La Habana, 1968). Escritor, ensayista y traductor residente en Barcelona. Fue uno de los integrantes de PAIDEIA, grupo independiente de estudios que a finales de los años 80 intentó una renovación de la escena cultural cubana y derivó en plataforma disidente. En 1992 emigró a México, donde colaboró sistemáticamente en la revista Vuelta, dirigida por Octavio Paz, así como en otras publicaciones literarias mexicanas como La Gaceta del FCE y Biblioteca de México. En dos ocasiones, 1996 y 1998, obtuvo la beca de traducción del FONCA.  Integró el Comité de redacción de la revista Poesía y poética, y colaboró durante cuatro años en la edición de su colección patrocinada por la Universidad Iberoamericana, que dio a conocer en México algunos nombres fundamentales de la literatura contemporánea como Andrea Zanzotto, Robert Creeley, Marina Tsvietáieva o Joao Cabral de Melo Neto, entre otros. Desde 1999 Hernández Busto reside en Barcelona, donde ha trabajado como editor, traductor y periodista. Su libro de ensayo Perfiles derechos obtuvo en 2004 el III Premio de Ensayo «Casa de América» con los escritores Jorge Edwards, Josefina Aldecoa, José María Castellet y Manuel Martos como jurado.

Su libro más reciente es Inventario de saldos. Apuntes sobre literatura cubana (Colibrí, Madrid, 2005). Diversos trabajos suyos han sido traducidos al inglés, francés, y alemán.

En México y España ha publicado traducciones del italiano, ruso y francés, especialmente de poetas, como Eugenio Montale, Andrea Zanzotto, Valerio Magrelli, Boris Pasternak, Joseph Brodsky y otros.

Ernesto Hernández Busto es, además, el director de la página web Penúltimos días, http://www.penultimosdias.com/, uno de los principales sitios web sobre temas cubanos hechos desde el exilio. PD ha desempeñado un papel fundamental en la divulgación de la labor de la bloguera cubana Yoani Sánchez. El ensayo que aquí publicamos fue presentado originalmente en esas páginas.

 

Fuente: https://anibalcampostraduccion.blogspot.com/2013/03/lezama-lima-traductor-de-saint-john.html?zx=41a4fc5c27563f59

domingo, 20 de febrero de 2022

Saint-John Perse: Historiador de las lluvias, por José Lezama Lima

La lluvia, en el poema de Saint-John Perse, para contemplarlo pronto en sus dominios, estrella de mar, medusa en el oído, acordeón líquido, poema, la lluvia es como la prueba acompañante de los reinos. Parece como si cada suerte de imantación tuviese, no sólo la comprobación de las lluvias, sino como si fuesen a engendrar una descendencia titánica. La lluvia es como una piel, una sustancia para provocar una evaporación, un ámbar de embriagadora rotación. Muy pronto, la lluvia se vuelve incesante, aunque se vuelque apenas en un instante del martillo; destruye hasta las fundamentaciones más placenteras, siendo lo opuesto de la sierpe engullidora del fuego. Hace pareja con la tierra, y parece que la sopla. Taladra las resistencias mejor organizadas de la lámina, comienza como una caricia como si se trocase en pequeños espejos reproductores, hasta el final de una galería, donde la gota cuenta el tiempo, en la agazapada eternidad de las grutas.

Como una gema se enrosca el leopardo, par oír gotear. Percibimos que el árbol Banyan es el centro del salón encerado de la naturaleza, una varilla de equilibrista japonés, con la que se toca el cielo, se asciende en el sueño y se desciende al oír el crecimiento de las raíces en el mundo sumergido. Para un fruto que se prepara, recibir la oportunidad de la lluvia aspirada es como ir a la ópera, recibir el bautizo, las primeras consagraciones del amor, las despedidas. Y entonces, sin oírse, aprovechándose el silencio de la medianoche, se desprende. La tierra húmeda favorece que no sangre la corteza de ese guante. Se pasa del rocío de la medianoche, que ablanda una carne que se brinda, a las lluvias más feroces, que traen el olvido y los nacimientos, la iniciación o la muerte.

Entre las arañas acorraladas la lluvia salta: el reverso del sueño sobre la tierra. No parte de lo inmediato de la realidad apresable, visible, enjaulado, sino del sueño a la realidad, con igual pasión enloquecedora de precisión. Si se parte de la realidad, se llega a lo anárquico pintarrajeado, el halo que sale del sueño vuelve a ovillarse con algodonosos diseños, en los que cae la falsedad del cuerpo, que deja huellas, que ya no se confunde, que avanza hacia la identidad de un cuco de balada escocesa. El reverso del sueño no es la realidad, pues lo reminiscente puede hundirse, recibir en pleno rostro un golpe de remo, saltar en peces fragmentarios, pero si termina su aventura imbricada, adquiere proporciones que vuelan, ritmo de gorgona en el aire que se contrae. El espejo de una sopa de cazón es una médula que devuelve al mundo, pues contar y recordar el número de los peldaños cuando descendemos forma la misma gelatina que resguarda y que precisa, que separa el objeto de nuestros rigores malintencionados, pero que al mismo tiempo recoge avaramente las huellas de nuestra llegada a las hojas, cuando el resto del árbol cabecea en la oscuridad.

Jenofonte, en el desarrollo temático más fascinante para Sain John Perse, recuerda cómo en la batalla donde muere Ciro y donde los griegos son derrotados, se creyó que Ciro vivía y que los griegos habían ganado la batalla. Al anunciar los persas la victoria, les dice a los griegos, “aunque se dejen matar, la inmensa muchedumbre de las tropas vencedoras, ya ustedes no lo pueden hacer”. Dentro del sueño, perder la facultad de matar. Después, los persas les piden tregua a los vencidos. En el ejército griego, todo era ensoñación al avanzar, precisiones desesperadas al retroceder. Parece como si los griegos para creer su derrota, obligaran a los persas a decapitar a Ciro y a cortarle la mano derecha, es decir a darle muerte sobre muerte, a borrar los retrocesos del hilo hacia sus carretes de oro. Y al final de las batallas, las memorables desnudeces germinativas, con los cabellos corriendo desde las colinas hasta el mar, luego del mar hasta el ara. Hacia el mar en flechero golpe. Hacia el ara, con pasos ceremoniosos, en el humeo de los sacrificios.

Detalles innumerables, fibrillas que movilizan sus pedúnculos para alcanzar esa elaboración de la poesía, que los cuerpos orgánicos expanden o rezuman con una invisible reabsorción de lo visible, también los metales y las piedras forman sus compuertas para enredar o aturdir. Desaparecidas esas movilizaciones, esos pedúnculos, esas reabsorciones, la poesía ocupa esos lugares con vigorosas precisiones, con reinos afianzados en nuevos contornos de resistencia metálica. Es la presencia que desaparece y la ausencia que acude a los primeros planos del poliedro. Pero esta ausencia tiene más dureza que aquella presencia, y el recuerdo de los caballos de Jenofonte se enorgullece hasta quererle dictar pautas a la soberanía, a la conducta moral, de la colina al mar, del mar hasta sacrificar en alabanza del prodigio en la costumbre.

Ausencia en acecho, pues muy pronto la poesía prefiere una batalla en la medianoche debajo del río, interviene en un remolino, saluda al flautista en el mercado, conserva el metal por donde transcurrió un rostro, y que ahora quiere volver a penetrar en esas aguas, pero que un hilo elaborado por el azar concurrente de la poesía decapita en leyes burladas y silenciosas.

La poesía prefiere ser la configuración del azar concurrente. Tiene ojos para precisar esas fuerzas movilizadas para acudir a esos instantes en que se desmonta la caballería, y después percibe por un oído secreto su interminable desfile. Desde el punto de vista de la imaginación, Dios gana siempre la partida. En las teofanías, en las conversaciones con Dios, en el mundo del primer testamento, a las preguntas de Job contesta con otras preguntas. ¿Por qué llueve en el desierto? Si le preguntamos a Dios, nos preguntará a su vez y ya estaremos perdidos. Si preguntamos por ese azar concurrente, Dios nos preguntará a nosotros por ese remolino en que participamos, pues sólo nos corresponde la aproximación a sus leyes dictadas por su imaginación. Todo azar es en realidad concurrente, está regido por la voracidad del sentido. Las etapas de sus metamorfosis se muestran deshilachadas en su propia identidad. ¿Por qué al mismo tiempo que decapitan a Ciro según el relato de Jenofonte, le cortan la mano derecha? Porque hay que oponer a la imagen del ejército vencido, que se cree victorioso, la imagen de la muerte sobre la muerte. Había tal vez el temor a la imagen de que el decapitado pelease. No había que verlo tan sólo muerto, sino también sin la mano derecha, es decir, sin la espada. Un bulto cualquiera a caballo, en el maullido de la noche de bronce, puede enarcar un ejército que oye los relinchos debajo del río, el color del camello en su piel agujereada. Colgados del árbol de la metáfora, los frutos golpean la frente de la caballería, la magulladura de los pífanos doblados en la punta como los zapatos.

En sus arremetidas contra la ciudad la lluvia se une con la ceniza, con la piedra, con e fuego exudado. Se une con la voluptuosidad y la furia. Saint-John Perse elabora un himno donde detalla las alianzas de la lluvia, donde al ponerse en busca de una ensoñación tan precisa como dueña de dueña de su propia energía primera, consigue, ya en una dimensión horizontal, de tierra conocida al fuego, trocar la lluvia en un aceite hirviendo, donde se conmemora de nuevo el sacramento del árbol. La penetración, primero. Después, la retirada, pues el hombre necesita conocer y reconocer, poner la mano en la lejanía. Penetrar y retirarse. Saber que en las comprobaciones de una retirada hacen falta diez mil hombres, para reconocer y para alejar.

Enero y 1961

Las eras imaginarias - José Lezama Lima


Fuente: http://lamusainquietante.blogspot.com/2010/02/saint-john-perse-historiador-de-las.html

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