En tu penúltimo libro, Disidencia, se advierte un aprendizaje o por lo menos la intención de reflexionar sobre las consecuencias de nuestras propias decisiones. ¿Es Papiros mágicos una manera de volcar este aprendizaje sobre la página en blanco de una manera más lúdica y certera? ¿Hay alguna conexión entre tus dos últimos libros?
Ciertamente, la expresión vivir en disidencia remite a una filosofía de vida, a un compromiso total de un ser que asume las consecuencias materiales y espirituales de sus elecciones. Por tanto, Disidencia es un libro autoreflexivo.
Parafraseando a Ana Rossetti, diré: “El poeta debe dejar que el lenguaje hable en él”. Y eso no es algo que sucede exclusivamente con Disidencia, sino en toda mi poética. Quizás esa sea la única y la más fuerte conexión que puedo encontrar con Papiros mágicos. En este último libro el sujeto que conjura se alinea dentro de un encadenamiento de significantes, por tanto, quien habla no es el sujeto que formula un discurso, sino que el lenguaje lo estructura, es decir, somos conjurados por el lenguaje, lo que implica que el lenguaje no es un instrumento de comunicación, sino que el sujeto es una creación de este.
El estudio de lo desconocido, o quizá valga decir la “búsqueda de la verdad”, ha significado para los primeros sabios -como Hipatía, Gibbins o García de Orta, a quienes dedicas el libro- tanto la revelación como la condena. ¿Cuál es el mayor riesgo al que se enfrenta quien se dedica a esta búsqueda por medio de la palabra?
El mayor riesgo es lo ininteligible. Creo que la mitología debe volverse poesía para hacerse racional a los lectores y la poesía tiene que hacerse mitología para hacer sensibles a los poetas.
William Blake hablaba del daimon de la imaginación con el cual explicaba su gran poética mística o algo similar a lo que ahora conocemos como “escritura automática”. Para Jung, la alquimia o conocimiento místico era más bien algo que emana del subconsciente colectivo. ¿De dónde proceden los poemas/amuletos de este libro?
Jung tenía guías espirituales, uno de ellos se llamaba Filemón, y solía decir respecto a este: “Filemón y otras figuras de mis fantasías trajeron el conocimiento esencial de que hay cosas en mi psique que yo no produzco, pero que parecieran tener vida propia por su cuenta. Filemón representaba una fuerza que no era yo mismo. En mis fantasías yo tenía conversaciones con él, y él decía cosas que yo no había siquiera pensado conscientemente. Psicológicamente, Filemón representaba un conocimiento superior.”
Este conocimiento superior para mí, más que un Daimon, es como una gran conciencia universal donde la belleza y la verdad están hermanadas, donde el placer estético se funde con el poeta, entonces no hay como distinguir si el poeta es instrumento del lenguaje. Jung era un alquimista y un gnóstico, más que un psicoterapeuta. Su mística y ansias por hermanarse con la verdad y por ende con la belleza eran totalmente genuinas y no una pseudociencia sectaria como me parece que lo es el análisis freudiano- lacaneano.
El poema Cántico para ahuyentar la soledad o el Conjuro amoroso para una dama solitaria entre otros más del libro me recuerdan lo que en alguna oportunidad comentó A. Pizarnik sobre el quehacer poético, aquello de “exorcizar, conjurar y reparar”. ¿Consideras que en líneas generales esa podría ser una de las funciones de la poesía? ¿Es la palabra nuestra piedra filosofal?
El ser es constituido por el lenguaje, es por ello que antiguamente poseía un uso ritual y se confundía con la realidad para tocarla y transmutarla. Con mis Papiros mágicos quiero volver a otorgarle a la poesía su valor primigenio de conjuro, de fuerza sanadora y halito de paz. La palabra, por tanto, tiene la capacidad de captar lo culto, lo primigenio, lo propio y darnos la oportunidad de poder alcanzar algo auténticamente objetivo. Así, el poeta es tal cuando asume el riesgo de confrontar lo sagrado, a la experiencia del todo.
Entendiendo que la difusión del texto poético no es óptima en nuestro país, mucho menos fuera de Lima, ¿qué armas o conjuros debería formular un poeta joven en provincia para que su trabajo literario obtenga cierta cobertura?
No me canso de repetir que el centralismo es un problema que tiene raigambre en la colonia y debe solucionarse desde la matriz, empezando por reconocer que somos un país pluricultural y diverso y que Lima no es el Perú, posteriormente hablar de educación, promoción y fondos para publicaciones en las diferentes regiones del Perú y no hablo solo de poesía, sino de otros géneros que no se someten al sistema capitalista contable. Es claro que la poesía, no está asimilada al sistema, no genera un record en ventas como la novela, es perse un acto de resistencia y es un género que, al igual que el ensayo, se debe potenciar y depurar en un país tan falto como el nuestro.
Creo que todo el sur debería unirse para luchar contra el centralismo. Actualmente la movida literaria arequipeña está fragmentada por egos, disputas o agendas particulares y creo que es tiempo de unir fuerzas para que se reconozca y promueva el valor de nuestra poética.
Espero que mis palabras en algún momento lleguen a unir voluntades y conjurar en el sur esta tan ansiada fuerza sólida.
¿Algún nuevo proyecto cercano?
En general, no es una sorpresa para nadie, cuando digo que más que la literatura, me interesa la poética en términos de Todorov como todo producto artístico creado por el ser humano. La literatura, para mí, es solo un medio más y creo que por el momento ya he agotado este medio. Quiero retornar a lo matérico, a la tiza pastel, a los pinceles, al óleo, a la mancha y las formas que le suceden a la macha. Por tanto, un silencio de lo escritural y un retorno a la pintura y orfebrería serán mi nuevo horizonte.
ENTREVISTA APARECIDA ORIGINALMENTE EN LA REVISTA VOCES
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