“Por eso vamos / y aunque vamos
tarde
estamos a nada /de cumplirnos.”
Daniel Medina
Desde que leyera “Mímesis para gusanos”, supe que
estaba ante una voz poética que terminaría por interesarme. Esto en su momento
se lo comenté a Daniel, vía correo electrónico, porque utilicé alguno de sus
poemas para el Taller Literario que imparto en Ensenada. Y ha sido plausible
ese reconocimiento cuando uno puede acceder, con el paso del tiempo a leer “Casa
de las flores”, y ahora que me he topado con “Una extraña música”. Se trata de
los primeros tres cuadernillos de poemas de Daniel Medina, que apenas han sido
publicados (como prueba de esas injusticias editoriales de las instituciones
públicas), de forma electrónica por editores que creen en su trabajo, pero que
no tienen el recurso económico para imprimirlos en físico. Pero a la poesía de
Daniel Medina eso le viene sobrando, le viene quedando guango, porque el que en
verdad escribe, en verdad es leído por aquellos que saben apreciar la verdadera
poesía.
Nacido en 1996, Daniel Medina Rosado, es una voz de
interés para los que nos gusta leer poesía. Y sería trágico no poder darse
cuenta de ello. Cada año surgen autores jóvenes con ese afán de ser el nuevo
Rimbaud, y seguro estoy de que al principio eso no es culpa de los jóvenes
escritores, sino de muchos talleristas-instructores que se la dan de faroles bautizando
a los jóvenes escritores de esa forma (¡He creado monstruos!). Y así lo han
hecho con alguna chica de Guadalajara, con un autor radicado en Campeche de
origen veracruzano (quien gracias a Poe con el paso de los años fue quitándose
esos epítetos), con muchos autores nacidos en la ciudad de México, o en la
sufrida Monterrey. Repito: muchos talleristas, a lo Fombona –si es usted poco
leído, revise el cuento “Obras completas” de Monterroso, para agarrar la cita-,
que dan talleres como si tuvieran un coto de poder, o como ahora hemos visto
(en este acosador final del 2017), para acosar alumnos y alumnas, prometiendo
publicaciones a cambio de besos.
La literatura no es eso, señores. La poesía no es
tampoco la acusación insana de Mafias acá y por ahí. Y tampoco lo es la
normalización de ser jurados para premiar a nuestros amigos o amantes con
premios y becas, o inclusiones en antologías que serán impresas con el dinero
de papá gobierno. La literatura no es “Vamos a Hablar bien de tal autor porque
tal autor me estará agradecido y así formaremos cofradías: hoy te premio a ti,
mañana me premiarás a mí”. No es así.
A Daniel Medina no lo conozco en persona. Cuando yo
aún vivía en Mérida jamás coincidí con él, y ahora que vivo en Ensenada, Baja
California, tampoco he tenido la oportunidad de verle. Daniel Medina no ha sido
mi alumno, ni ha participado en talleres míos. Incluso puedo reconocer que no
alcanzo a ubicarlo en grupo alguno, de esos grupos que por muchos años, en
Mérida, la de Yucatán, se las ha dado por pelearse por los presupuestos. No.
Daniel Medina es alguien que escribe, que edita, y a quien leo desde la distancia.
Lo incluí como parte de la antología Karst;
porque lo fui leyendo y lo invité y él con amabilidad respondió enviando en
tiempo y forma sus textos. Hubo autores de su edad, o un poco más grandes que
él, que decidieron que no participarían.
¿Qué cosa nos une? Nos une la literatura: “¿Qué libros
me recomiendas? Tal y tal. ¿Tienes a tal autor? ¿Has leído tal poema?” También
los procesos de edición, las lecturas de columnas. De alguna bizarra forma me
recuerda un poco a mí, solo que yo estudié biología y él ha elegido estudiar
literatura, genial. Uno lee y escribe en la soledad, lee y escribe poemas,
columnas, ensayos, opiniones sobre las lecturas y escritos de los otros. ¿Qué
cosa nos separa? Dos décadas de edad. Muchas lecturas disímiles. Seguro estoy
que no he leído muchos libros que Daniel ha leído y viceversa. Pero hay algo
principal en todo esto, y se llama “El Respeto por el Poema, No por los Autores”.
Esa es un poco la idea que me he formado a la distancia de él como lector. Y
puedo estar totalmente errado. Al final puedo asegurar que No somos amigos.
En dos años de saber de su existencia en el arte
literario, quizá hemos intercambiado cuatro o cinco veces comentarios, pero
sobre todo libros, ensayos. Me ha publicado algún texto en su revista “Bistro”.
Él jamás ha enviado nada a publicarse en “delatripa”, por ejemplo. Desde su
editorial me ha publicado la reedición electrónica de “Perseguir el mito”, y en
la Catarsis Literaria El Drenaje, yo no le he publicado su obra, a no ser
aquellos poemas en la antología Karst, junto a otros veinte autores de la
Península de Yucatán.
Hecho este preámbulo que considero necesario para que
los necios no confundan amistad con crítica, paso a hablar de lo que he podido
encontrar en sus poemas. Vayamos desde el principio. Revisemos y analicemos “Mímesis
para gusanos”, el que pudiera ser su trabajo inaugural; y digo “pudiera” dado
que el cuadernillo circula en la red y no ha circulado en físico, como debiera
ser con tan buen material.
Muchas veces me he dado cuenta de cómo las parejas que
en verdad van creciendo en una relación acaban mimetizándose. Y este ideal de
“mímesis” que el autor plasma en sus primeros poemas acaba evidenciando esa
capacidad sintética de equiparar el arte de la poesía, las sensaciones y
emociones latentes en el ser humano, pensándolos para los gusanos, mimetizando
a los hablantes líricos en esa gusanera que es la emoción más allá de la
tierra. Estos ojos que se comerán los gusanos. Esos gusanos devorándose las
frutas caídas, esos gusanos en estómagos causando enfermedad, los gusanos de la
pudrición, que no son otra cosa igual que los gusanos de la reconstrucción:
Para vivir hay que morir primero, se lee en uno de aquellos textos dictados por
el ángel de los tiempos.
Medina demuestra que sabe leer, que sabe imitar, que
sabe asimilar conceptos, y entonces construye. Todo en esta su primera obra se
nota pensado y eso se agradece. Desde su ‘Poética’, el poema con el que abre el
cuadernillo. Se trata de cuatro estrofas de tres versos cada uno, en el que la
palabra, los signos que la construyen van cambiando, van mutando. Se empieza
con “agua” y se termina con “motosierras”. El autor sabe muy bien realizar el
cambio en el peso de sus palabras, para causar el efecto en el lector: “Hay
torbellinos y estridencias / casas de vértigos sin ojos / corazones parlantes.
// Y hay también poetas / que escriben sin manos / sobre motosierras.”
Lea usted esa nostalgia del poeta que recuerda con
ternura a las motosierras, y escribe sobre ellas; esos poetas sin manos que lamentan
la pérdida de los miembros, pero que al mismo tiempo escriben sobre aquello que
les ha causado el daño, aquello que les ha privado de uno de los elementos más
importantes del escritor mismo: las manos para escribir, las manos para
teclear, las manos para tocar a la persona amada, para meterlas en el sexo,
para sentir. Y sin embargo, recuerde usted que la Palabra es Oralidad, que las
palabras se escriben pero nacieron para ser escuchadas, entonces aquel poeta
sin manos, puede mantener su arte a pesar de la pérdida: y eso queda claro en
la Poética del autor. Lo mismo ocurre con aquellas ‘casas de vértigos’ a las
que el autor ha privado de los ojos; ¿cómo pueden sufrir vértigo si no alcanzan
a mirar las alturas? Medina sabe e intuye la sensación del poema, la sensación
que está provocando en el lector que puede aspirar a entender, que sabe sentir
y medir el peso de las palabras que forman el texto.
Esa imitación de ser gusanos en la que los lectores y
el autor buscarán desenvolver el sentido del poemario, es explicable con los
poemas que continúan. Ahí están los ‘mandamientos’, se encuentra ‘el cielo’
cristiano, budista, islamita, judío, que es rechazado, porque el verdadero
cielo del autor –ese paraíso- es tan solo la poesía, el arte poético, la
lectura del poema, la búsqueda de otras voces. Ahí en aquel cielo el autor ha
situado a sus héroes y aquel ‘santoral” para guardar las fiestas, que es cada
poemario en el que buscará el perdón, la calma, la gloria, el amor, la moral
poética, si alguna cosa así es posible, pero ahí la sitúa el autor. Una
construcción, babel de versos, la llamada al profeta como creador, para
establecerse como el enviado, el que viene a cantar los versos nuevos, aquel
lenguaje de ese dios, que habita en la Poesía Universal, que reúne todos los
poemas como El Gran Poema. Que sitúa incluso con temor de ese infierno, de
útopicas flamas capaces de destruir el papel, pero no la Voz.
En ese universo la Sangre es una mala traducción del
Vino. Y uno puede darse cuenta junto con Medina que aquello en verdad es algo
que podemos reconocer real. La mutabilidad de las cosas, de las ideas, en sus
pormenores físicos. El mismo tema, el mismo juego que es invocado de nuevo con
inteligencia. He ahí el cómo se puede construir el poemario todo. Y así poema a
poema uno avanza hasta llegar al hermoso poema: “Cinco formas de encontrar a
Dios”. El poeta-profeta apuntala el mundo que construye, lo fortalece desde los
versos que lanza en este poema: “a Dios le gusta aparecerse // en forma de
árbol histérico”. Un dios hecho hembra. Recuerde usted querido lector, que
histeria viene de útero, y las mujeres son quienes poseen ese órgano, no los
hombres. Un árbol histérico no es más que la destrucción del falocentrismo en
una sola imagen. Un dios histérico, la dualidad sexual, la dualidad
psicológica, un dios bipolar, que es dios pero que anda histérico, cuyo
tronco-falo es un útero. Pero el verbo es interesante Porque No es sino que le
Gusta Aparecerse. ¡¡¡Hermoso!!!
Es notorio como Medina va modificando la idea fija de
aquel Dios “judeocristianoislamita”, haciéndolo un tipo paria, un violentísimo
asesino, un tío seductor, una rémora, un parásito berrinchudo: “¡Pobre Dios /
sólo quiere que lo ame!”; “Era un dios mudo y tonto / que tan sólo es capaz de
escuchar.” Recuerde usted querido lector, que como dijera Max Stirner: “Dios es
tan egoísta que se regocija de que se le adore”.
La violencia de nuestra actualidad mundial queda reflejada
en este primer trabajo de Medina. La idea del terror asesino del hombre contra
los gobiernos, las religiones de los otros. El odio de siempre por el otro
queda atrapado en esta entrega: Tengo dos poetas muertos en la bolsa / y un
montón de arañas explosivas.” “Los poetas vivos / no sirven para nada”. Y esto
es dar el reconocimiento enorme a la tradición, al canon poético, y no tan sólo
quedarse con los autores de tu tiempo. Ser un ávido lector es aquello que se
nota en el trabajo de Daniel Medina. Es algo que se aprecia y se agradece.
Todo poeta es un profeta, como Elías, Eliseo, Isaías,
Jonás, Jesús, Ezequiel, Daniel, y Mahoma; y Dylan Thomas, Whitman, Lihn, de
Rocka, Paz, Molina, Arteche, y tantos otros que nos ha dado la gloria de la
reencarnación, de la resurrección, y de la iluminación misma, que nos han
dejado en su palabra para reflexionar y ser sentida. Todo poeta es un profeta,
estamos ahí para que aquel ángel que trae la palabra en la punta de los labios,
nos sople en los ojos, las orejas, ponga un pedazo de carbón encendido en
nuestra lengua, y nos volvamos artífices, conductos para el flujo de las ideas.
Eso es algo que uno puede prever en algunos de los textos de esta “Mímesis para
gusanos”. Ese gusano en el que nos hemos convertido, parásitos de nosotros
mismos; y el poeta ahí queda, revolcándose en esa gusanera, gusanera y tobogán
para subir y bajar de aquellos cielos e infiernos que son el mundo, aquelarre
mundo, en que nos situamos a cada tiempo.
En esta primera entrega, Daniel nos regala otra joyita
poética que ha nombrado “Breve estudio sobre un poema dañado”, que contiene
tres fragmentos cargados de poesía, que golpean la mirada y hacen reflexionar
sobre la intención poética que es lanzada y que ahí permea en nuestro
inconsciente: ¿qué es el poema? Nos preguntamos siempre, y Daniel Medina ha
intentado contestarse, contestarle a la tradición. Para que el poema sea
consuelo, y medicina, y halago, y supositorio, y lavativa, y parche en el ojo,
y yeso para las rupturas del tedio, y el poema queda ahí, para que nosotros,
los lectores, hagamos con él lo que queramos, porque el poema es capaz de
amoldarse al molde del intelecto que nos acompaña a donde vayamos viviendo.
El segundo cuadernillo fue editado y liberado en línea
por la editora-poeta Nadia Contreras, desde su sello Bitácora de Vuelos. Es un
trabajo de 30 páginas. Se ve muy lindo, pero uno avanza las primeras 13 páginas
y aún no ha entrado a los poemas. Detalles de la edición en línea, en PDF; si
no lo pretendo imprimir, entonces vamos al grano, para qué las hojas blancas,
para qué retardar tanto la entrada, corremos el riesgo de que el lector diga:
¡Basta, demasiado rollo y aún no encuentro el primer poema! La edición menciona
a quienes fueron los que dictaminaron su publicación, y me parece pertinente
mencionarlo: Marisol Vera Guerra, José Barcio y la misma Nadia Contreras;
porque ello habla de asumir el riesgo de publicar. ¡¡Excelente por aportar por
Daniel!! Creo que es innecesario tanto preámbulo editorial antes de los poemas,
incluso me pareció excesivo.
Y es que el primer poema lo encuentra uno hasta la
página 15, y seguirá habiendo poesía hasta la página 26 del cuadernillo. De
esta forma tenemos 11 páginas de poesía, en un cuadernillo de 30 páginas. El
poemario “Casa de las flores”, se vuelve el texto –de estos primeros tres
cuadernillos de Daniel Medina- de menos valor como objeto poético y esto es por
culpa del Amor-Meloso en que el poeta descubre sus intenciones. Es un texto
tierno, en el que el poeta le habla a la amada Mariana, y al amor que puede
desatar la creación poética. Sin llegar a ser cursi, por momentos pudiera
parecer un atado de cartas de amor, un conjunto de textos que tienen la
finalidad de llegar a un destinatario, pero ese destinatario tiene apenas nombre
en la cercanía del autor y no en la universalidad, por lo cual es apenas una
mirada a su interior, que no reporta más trabajo poético. Y sin embargo en sus
versos habita la poesía a fragmentos: “Todo lo que habita el mundo fue primero
una flor sin sombra en el arroyo”, pero la misma no se sostiene aunque no por
ello no tenga algo de belleza: “años atrás / pronunciaba tu nombre sin
saberlo”. Uno lee lo anterior y le viene a la mente esa genial pregunta
filosófica: ¿Y?
“Cóncava es la hora del reloj en que me aguardas” dice
Daniel Medina, casi como un verso de “El Rey Azul”, cantado por el romanticismo
pop de los años setenta, en la voz de Emmanuel: “el silencio sabe a estrellas /
las estrellas a reloj”. Si eres un lector romántico, tal vez disfrutes el texto
de Daniel Medina de nombre “Casa de las flores”, que no es malo solo tierno:
“La luz es un poema en que todo cabe”, dice el poeta. Pero en este caso la
fuerza poética no se compara al poderoso texto con que inauguro su obra.
Ahora hablemos de su tercer trabajo: “Una extraña
música”, el cual resultó ganador del Premio Peninsular de Poesía José Díaz
Bolio 2017, y que ve la luz publicado en edición bilingüe: español/inglés, por
el editor Jack Little en The Ofi Press, como el cuadernillo número 6 de la
colección The Mexican Poetry Series bajo el título “Una música extraña / A
strange music”, traducción al inglés realizada por Don Cellini. Son 34 páginas
en PDF (incluidos forros y páginas legales). Los poemas pueden leerse de la
página 7 hasta la página 32. El poema esta dividido en varios poemas y son
entrelazados como una intervención de fragmentos de “Piedra de sol” de Octavio
Paz, uno de los cuatro poemas cumbre de la poesía mexicana. De nuevo Medina da
muestras de su hábito lector. Pero también queda la sensación de la búsqueda de
la voz, de la búsqueda del lenguaje universal, tal como se buscara en alguna
época la “Utopía” de Tomás Moro, o El Dorado, Medina intenta buscar Esperanto,
para indicar un sitio, un lugar, una tierra, y no aquel lenguaje universal que
se propusiera en la Edad Media: “Y por eso y un montón de velas y campanas / me
dirijo hacia Esperanto. // Me dirijo ahí como quien lo ha visto todo / y sin
embargo es un vacío.” ¿Qué cosa es un vacío? ¿Todo? Ese mirar hacia el vacío de
todo poeta capaz de la observación insana, inclusive. El poder mirar y mirar
hacia un mismo punto, el poder de indagar siempre. Con esta imagen Medina
evidencia el Trabajo del Poeta, la observación precisa, premeditada, decidida
de todo poeta en el mundo, en los demás, que ha hecho escribe a Heberto Padilla
aquel grandioso poema “Fuera de juego”: ¡Al poeta despídanlo! / Ése no tiene
aquí nada que hacer.
Esperanto como un sitio en el mapa, como aquel lugar
hacia donde ir, a donde esconderse cuando los poetas sean expulsados de la
sociedad, cuando sean expulsados de la República. Porque: “cuando uno viaja tan
lejos y tan solo / va siempre a la deriva”. Ya lo hemos visto tantas veces en
la literatura universal, ese viaje que todo personaje hace, esos regresos del
viaje: “He vivido poco / me he cansado mucho”, decía José Santos Chocano.
Horacio Quiroga nos hace viajar en esos sus “Buques suicidantes”, Kafka nos
lleva hasta aquella puerta vigilada por El Guardian, asistimos con Nicanor
Parra al camino de vuelta a la casa. Sí, el poeta va siempre a la deriva cuando
viaja solo. Y de alguna forma vemos de nuevo un pequeño apunte del “Casa de las
flores”, donde el poeta había encontrado con quién viajar, a la compañera de
viaje, y hoy le cuenta y nos cuenta que se viaja solo, y que al viajar solo se
viaja a la deriva. Siendo entonces una voz que pide compañía.
El viaje del hablante lírico nos invita a la reflexión
sobre la palabra que es todo viaje en ella, en el conocimiento de los otros
mundos que son todos los escritores, todos los poetas, todos los que son
capaces de la creación:
“En ocasiones, siento una cercanía extraña / con ese
lugar de la tierra, /con ese lugar de ventanillas oscuras y palabras, /palabras
/que con una suerte de música novedosa /son capaces de aportar algo a la nada
que día a día /cantamos. // Que vamos cantando y repitiendo /solamente.”
Y entonces Esperanto es marcado por Daniel Medina como
ese lugar a donde confluir, un sitio que se vuelve refugio de la voz, pero
igual universo, se vuelve pradera, ciudad, puerto donde avituallar el barco, se
vuelve el lugar de donde se parte hacia todas las islas que somos los poetas
(si recordamos a Sabines). Y es por todo lo anterior, y por más –tendrás que
acercarte a leer estos tres trabajos y hacerte tu propia idea- que yo te invito
a leer la poesía de Daniel Medina.
Leer “Una extraña música” de Daniel Medina
Premio Peninsular de Poesía José Díaz Bolio 2017
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