“presumo
que me leen challwas. Y que no pocas veces se habrán detenido a observar su
vida en el titikaka…” Gamaliel Churata
Uno de
nuestros problemas son los términos que solemos emplear para construir nuestras
realidades y también construirnos a nosotros mismos a través de las variantes
de los idiomas que empleamos en cada uno de los referentes de los cuales somos
parte, y en los que se han venido, desde tiempos inmemoriales, construyendo
discursos míticos e históricos, y siendo Churata un escritor “limbo”,
“fronterizo”, “extra e intra territorial”, trataré en lo posible de desnudar la
lógica del lenguaje que emplea, aunque las metáforas de su médula correspondan
a un híbrido que durante tantos años ha recreado imaginarios a veces tan
complejos e impenetrables en su misma raíz o “ahayu” si se quiere en sus
orígenes “Puma” imago de Wirakocha y “Sirena” símbolo de la mortífero y de
encanto, de pérdida de la razón, y de la música occidental. El Hijo de la
Sirena y del Puma Sobre los estudios de sirenas, los antecedentes inmediatos,
corresponden a las inquietudes orientales que luego se transformaron en los
imaginarios y espacios occidentales, desde los estudios de San Melitón (S. II
d.c.), el Etimologiae de San Isidro de Sevilla (S. VII d.c.), los textos que
versan sobre los bestiarios medievales, hasta las referencias recogidas en el
renacimiento como el Emblematum Libellus de Andrea Alciati y los trabajos
notables de Cesare Ripa que atrajeron la curiosidad de Borges y motivaron la
escritura de “El Manual de Zoología Fantástica” o acaso todos los manuales de
criptozoología que nos conducen por una ruta llena de peripecias imaginarias,
desde los cantos homéricos que nos muestran sirenas con rostros de mujer y
cuerpos de aves hasta esas imágenes mitad mujer y mitad pez, mitad ave, mitad
felino, mitad can, etc. y su presencia en el universo andino y específicamente
en Churata constituyen un lenguaje propio a través del que le otorga forma a
sus propias creaturas y mitologías. Porque son eso, “construcciones propias”,
en este caso “madre nutricia del Pez de Oro”, elemento del que se alimenta
ovularmente o acaso de su “ñuñu” del cual como si fuera la pacha succiona vida
para ser intemporal, él mismo, en su compleja coyuntura espiritual, híbrida, y
atemporal. Las sirenas indias del lago Titicaca, a las que alude, han motivado
numerosas referencias y estudios contemporáneos por parte de Teresa Gisbert,
Luis Millones, Andrés Orías, Ramón Gutiérrez y Luis Enrique Tord. Sin embargo,
la fascinación por el tema data de hace varios siglos, iniciando un recorrido a
través de su incrustación en templos/huaca como la iglesia de San Francisco de
Paula en Ayacucho, el de Magdalena en Huamanga, su metamorfosis en los templos
en el altiplano puneño.
Buena parte de las referencias existentes en las crónicas aluden su
filiación con los hechos que le acontecen a Tunupa (Dios perteneciente a la
mitología indígena de los Puquinas), pues ellas, son identificadas como
Quesintuu y Umantuu (las dos sirenas indias del lago), así Bertonio, en el
“Vocabulario de la Lengua Aymara” de 1612 manifestaba que “Quesintuu y Umantuu,
son dos hermanas con quienes pecó Tunupa, según las fábulas de los indígenas” y
como se sabe y lo refieren Churata, Iltis, Gisbert, etc, “Quesintuu es un pez
oriundo del lago Titicaca y Umantuu una especie de Boga”, se trata de mujeres
peces (sirenas) presentes en el imaginario popular uru, puquina, aimara y
quechua. Esas referencias se hallan también en Sarmiento de Gamboa, Alonso
Ramos Gavilán, Antonio de la Calancha y en registros pictóricos de la época,
así como en diversas muestras en la arquitectura colonial existente en el
altiplano, producto del trabajo de alarifes cuyo imaginario albergó a estos
seres de la mitología andina (híbrida) como mecanismo de resistencia cultural.
Aunque existen algunos registros anotados por de la Calancha que las
familiariza con el origen de los Urus (población relacionada con el agua, tanto
en sus etnias Quilla como Chipaya que tributaban ofrendas, según el mismo
cronista, “a esos seres divinos de los cuales ellos se creían hijos”, como
también lo anota Bartolomé Álvarez en 1588, en su célebre Memorial a Felipe
II), no son datos suficientes para lanzar aseveraciones mayores. Aunque en
algunos casos se mencionan la existencia de ciudades sumergidas en el Lago, los
mismos que según los cronistas religiosos, premunidos de la ideología
cristiana, manifiestan que “están pobladas de seres demoníacos y maléficos” en
los que se practican sirenamientos y demás encantamientos, como el mismo
Churata lo manifiesta en su prototipo libro primero, en su biblia, en
khori-khellkhata=khori-challwa. La sirena que es devorada por el Puma en un
momento de exitación, y que fecunda en las entrañas de éste cual silúrico ser
“Pez de Oro” (khori challwa) y se devora al padre tal cual éste se devoró a su
madre no es sino una reminiscencia al salvaje alfabeto que descifra la vida
misma de Gamaliel Churata, el incognosible escritor que viene a asecharnos
desde una mitología estrictamente personal. De hecho, la imagen hallada y
extirpada (de una mujer pez, Quesintuu) en “Kopakawana” (como aparece en los
documentos de los Agustinos), llegó a tener fama en España y tuvo eco en un
autosacramental escrito por Pedro Calderón de la Barca, esta huaca fue
destruida y en su lugar se construyó un templo dedicado a una virgen, a la que
llamaron “Virgen de Copacabana”, a la que los Agustinos iniciaron y obligaron a
los naturales a rendir culto, adjudicándole además la autoría a uno de ellos, a
Tito Yupanqui, con la intención de otorgar a la nueva imagen cierta
legitimidad, hecho semejante ocurrió con la huaca Umantuu en Huaquina, Juli, en
la que se instalaron los Dominicos y más tarde los Jesuitas. De tal modo que la
iconografía de las mujeres peces halladas en las portadas de los templos son
representaciones sutiles de estas deidades indígenas, las que más tarde fueron
confundidas con las iconografías traídas por los europeos en sus equipajes de
imaginarios ultramarinos e incluidos como imagen sacra por Churata en “El Pez
de Oro”. ¿Cómo es posible que los pizarros hayan traído en su equipaje mental o
cultural a estas sirenas y las hayan liberado en las puquiales de américa, para
ser preñadas y devoradas por un Puma Thantoso, hokho, achachila, khala, khori puma?
Para germinar a un Khori Challwa, un Pez de Oro nacido en el Titikaka bajo la
mirada de Wirakocha en la maravillosa imaginería de Churata. Muchos años
después, no se puede negar, que existe una subordinación estética en las
diversas poéticas que se vienen desarrollando en nuestro país, de entre las que
no por casualidad se note una estética hegemónica y varias subordinadas. De tal
modo que pareciera que el peso de un molde haya irrumpido sobre los imaginarios
de la gran variedad de creadores que el Perú acoge. No ocurre lo mismo en los
espacios populares, en los que aún, luego de recepcionar violentamente los
embates de los mecanismos de dominación siguen desarrollando expresiones con
rica variedad. En tal sentido, son los creadores quienes son los más susceptibles
de recibir los influjos dominantes o serían “quizá” presas de la violencia
simbólica que hegemonizan los grupos de poder, que crean y recrean a la vez
imaginarios dominantes y terminan imponiendo un canon externo, desapareciendo
al canon del conflicto, la misma que predomina en sectores heterogéneos como en
nuestras culturas, por su naturaleza mestizas, aún originarias en la
“esperanza”. Todo viene con esa terrible carga llamada pluralidad de culturas
(o estado multicultural), que intenta, sin éxito, crear una nación sólida
espiritualmente y heterogénea al mismo tiempo. Para el caso de la literatura,
se puede resumir en una postura ideológica que se expresa en estéticas
expuestas tanto por Vargas Llosa y José María Arguedas, cuyas obras han servido
para alimentar propuestas que de algún modo retraten la complejidad del Perú,
aunque ese no sea el rol estético y social de la literatura funcional y
didáctica, ya que bajo este criterio se considera que las Ciencias Sociales no
han bastado para hacerlo y por lo mismo, se tiene la imperiosa necesidad de
recurrir a la Literatura, en sus elementos fantásticos (un referente que marca
el desarrollo y la evolución de los imaginarios no tan convencionales). En ese
panorama la obra de Gamaliel Churata se halla adscrita al Canon del conflicto y
por ello mismo ha permanecido subvalorada, incomprendida y hasta desdeñada, por
su lógica híbrida predominante, ha permanecido inasible a los lectores sin
competencia cultural e histórica. El Pez de Oro, la obra clave de Churata,
aparece en 1957 (aunque su autor manifiesta un intento fallido de publicación
en la década del 30); los ríos profundos, la novela más conflictiva de Arguedas
data de 1958. Ambos mueren en 1969, el primero olvidado y el segundo de un
disparo en la cien y tras algunos días de agonía. Arguedas fallece después de
haber publicado muchas obras posteriores a los Ríos Profundos; Churata deja
varios inéditos y textos dispersos que lo configuran en un escritor con
alegorías a ese mito de Pandora y no deja de ser aún después de su muerte en un
escritor promesa.
De tal modo que la obra churatiana recién empieza a ser estudiada en
varias de sus complejidades, las mismas que no pueden ser comparadas con las
que muestran las obras de Arguedas, ello sería iluso, ya que la obra de Churata
“contiene” una recreación de su propia mitología, una autocatalepsis (debido a
que Churata jamas se aleja de Puno, ni del Titikaka en toda su obra), la que se
ha basado en una revisión e interpretación de toda la cosmogonía andina personal
y hasta autogravitacional, casi autobiográfica, en la búsqueda de una
construcción de realidades híbridas expuestas en su mímesis lingüística, en su
recurrencia a la filosofía universal, a la problematización de lo heterogéneo
(en el imaginario mitológico) y todo para crear una estética del conflicto, con
varias racionalidades y lógicas cada vez más alternas que desequilibran los
campos semánticos estrictamente personales y que quiebran las posibles
realidades construidas por el lenguaje y los tropos epistemológicos
occidentales, creando y recreando sucesivamente referentes mitológicos de su
entera propiedad, los mismos que son basados en un acto de protesta
hermeneútica como lo había señalado Michael Foucault, “silúrico” como el mismo
Churata lo menciona. Por lo que, con todos los riesgos, el universo churatiano
es mucho “más” complejo que el arguediano, no es una confesión literal, es una
exploración argumentada a través de un “alfabeto incognosible” que conduce a
una auto-hetero experiencia cognitiva y epistemológica. En “Resurrección de los
muertos” Churata crea un escenario, un anfiteatro zoomórfico, simbólicamente
“deidico” y con una escritura ideológica expresa, no oculta en ningún símbolo
como lo hace en el “Pez de Oro” en donde Churata se refiere a Colón mencionando
lo siguiente: “…si las aguas de la “mar océana” están en la tierra, en la
tierra habitan, y la tierra en el cielo, decirle que vino de éste, revela sólo
que los antropófagos de Kanidia eran cuando menos más reflexivos y observadores
que el almirante ¡y este sublime iluso nos descubrió! Aunque la traposa verdad
esté de su parte, la verdad no está de parte de Colón, si de los Kanidios (…)
Allí, en las piedras nefitas, se dijo que un tal Cristóforo, o cosa así como
Sejhesua en lengua hermética – sería descubierto al mundo, al mundo a causa de
tal prodigio; que no es poco que un mundo saliese por un hombre. Se ve que el
descubierto no puede ser el descubridor (…) y Martín Alonso, “pidiéndole
albricias”, gritara al Almirante que “vido” tierra”. Y tierra no era: era EL
PEZ DE ORO. Obviamente Sejhesua se refiere a ladrón de lo que produce la
tierra, que es también símbolo y no solo riqueza material, sino cultura. Tiene
razón Bosshard al manifestar que: “el lenguaje es la casa de nuestro ser” y
también Cassirer cuando alude “somos lo que es nuestro lenguaje” o el mismo
Witgenstein “el límite de nuestro conocimiento es el límite de nuestro
lenguaje” y Churata hibridiza al lenguaje acaso con la intención de quebrar la
lógica y la reflexión europea y al igual que esa aseveración, de lo real, es
que todo poblador andino posee genéticamente una clara noción de lo que es su
“ser” y de lo que representa su lenguaje, que también es pacha en todas sus
dimensiones (ya que el lenguaje servirá para construir cosmos- mundo y tiempo y
se regenerará en sus propios límites); pero, el pensamiento de Churata
representa un mito que encierra “al mismo tiempo” a varios mitos, en donde el
tiempo será inexistente en lo real (será por decirlo mera construcción del lenguaje)
y es que por ello, la muerte no puede alcanzar a ese tiempo, porque solo es
concepto y no vida, que a fuerza de haber incursionado en los textos sagrados
en su niñez empieza, en plena juventud, a des-sacralizar sus esquemas
culturales y a escribir su propia biblia (lo propone Valcarcel o almenos no lo
explica, Aramayo lo manifiesta con mayores presupuestos; sin embargo qué es la
“homilía” sino el génesis? ¿Qué es el pez de oro, pueblos de piedra, los
versículos, los sacramentales y demás elementos sagrados híbridos con los
cuales configura un sistema sacramental propio? ¿Es acaso un hereje? Toda
lógica opuesta es hereje. Por eso quizá para Churata hay que tumbar la escuela
y retirar todo pizarrismo como práctica y finalmente “la no existencia de la
muerte”, es decir como todo lo que existe en nuestros universos conceptuales y
que a diferencia de Kant postulara que no es el hombre quien posee las
cualidades únicas de aprehender; entonces lo que existe, existe
independientemente del hombre y es la naturaleza la que aprehende al hombre y
eso en esta racionalidad no es posible (de ese modo los elementos del
conocimiento: sujeto y objeto no se encuentran conceptuados bajo un mismo
sistema racional; sino que más bien obedecen a una estructura distinta,
obedecen a la estructura de la racionalidad andina). Por ello estos
presupuestos rompen todo marco de racionalidad occidental, y logran crear un
resquebrajamiento en los arquetipos usuales de comprensión y de apreciación
interpretativa del mundo indígena (al menos en ojos mestizos y en lógicas
similares).
Ante ello se plantea como tesis, que casi todas las alteraciones que se
producen en el discurso de las vanguardias americanas en comparación con el de
las europeas se deben a esos mundos indígenas incomprendidos e inaceptados. Por
eso, en el caso de muchos vanguardistas americanos, nos encontramos ante una
escritura con bastantes aspectos antropológicos, mitológicos y filosóficos que
a menudo intentan validar imágenes de los indígenas (u originarios), abordando
su condición disminuida de hombre; pero negándoles otras formas de
racionalidad, de estética y hasta de reflexión, quitándole validez al simple
paradigma/programa de la “deshumanización” porque los indígenas no son humanos,
presupuesto que fue moneda corriente en la crítica cultural para caracterizar a
las vanguardias. En ese sentido Churata desarrolla un debate con toda la
tradición de la razón occidental y “re – funda” una crítica cultural con
presupuestos de la génesis americana, a través del Siluro, el Puma, del Pez de
Oro y de cada uno de los elementos simbólicos que recrea en su debate con
occidente. Y habrá de referirse a la concepción de Churata del modo siguiente:
“En el párrafo -La caverna-, del largo prefacio Homilía del Khori- Challwa,
Churata invoca la parábola platónica de la caverna; para él, la caverna —o
chinkhana en quechua— es conceptualizada como pars pro toto (tomar una parte
del todo) de Pachamama; es decir, como metáfora del útero semántico en su
función de instancia que genera la vida. Por eso, Churata polemiza: Entones la
caverna del infinito no será el universo, ni el tiempo, ni la nada: será la
vida, el ñuñu. ¿Entiendes, Platón? Sólo se puede ser en mónada. La propuesta
platónica, que consiste en superar los fantasmas de la caverna a través de la
filosofía para luego llegar al mundo de las ideas verdaderas, no es compartida
por Churata que predica todo lo contrario: Vivir en caverna, en la caverna y
para la caverna, con el infracturable destino de la unidad vital, que no es más
que el gozo de la fertilidad. Y como no se puede estar vivo y muerto, ni estar
en dos naturalezas, ni objetiva y simultáneamente, estar en dos sitios, hay que
estar en tensión láctea, que el punto de la tensión es el punto de la caverna.
Esto no será expuesto sólo en Homilía del Corí-Challwa, sino también con lo
denominado como Pachamama: “estais de acuerdo ya que en que INTI descubrió el
alma del descubridor? Banake en sus manos fue la constelació del oro, pero como
Banaque estaba ene. Horizonte, el marino no llegó a atrapar a Banake, pero el
horizonte le atrapó a él. Desde un perplejo presentimiento admitía cada vez más
la certidumbre de que el mundo por el cual saliera sobre la mar viscosa, se
hundía en su sensorio; y en cambio se internaba en espacio poblado de larvas y
rumores, espectral, espeluncal. ¿Quién el dueño de esa cueva que abarca el
universo? La cruz palpitaba en el zodíaco,y Alfa era un parpadeo del estupor.
Pero, trescientos mil kilómetros astronómicos hacen un ¡tic! Suizo, en un
¡titac! Mosaico comprendió el descubridor que le asarían a la parrilla, si la
pachamama, viniendo de millones de latidos, no le acorría. ¡Y como el
sentimiento de hake ni la ahayu de la pachamama admiten los paralelajes (…)!
Continúa más abajo: “Adelante con la Pachamama que está y no está en todos los
sistemas del universo; y que si algo es necesario puntualizar es que está, y es
la misma en el espacio finito y en el infinito (refiriéndose a otros seres
manifiesta: ignoramos lo que de ella piensen los habitantes de otros planetas,
pero sí estamos seguros que la dicen: ¡Mama! Y si los del nuestro lo saben aún,
día les llegará de confesar que la pachamama es la madre del universo, no por
sus cachorros, sino por ser madre en tiempo y en espacio, que espacio es y sólo
ella secreta tiempo”. De ese modo, Churata se adelanta al tiempo en el que los
paradigmas dejan de ser aceptados por convención y surge una revolución en la
concepción de los elementos del conocimiento, por ello plantea del modo no
intuitivo sino racional (la razón de la práctica, o la “lógica de la práctica”,
la razón intuitiva o “la lógica de la intuición” expuesta por Pierre Bourdieu)
que los objetos pueden también captar las propiedades del quien las toca y
aquello que eternamente era piedra será ya no una piedra vacía sino que poseerá
un ahayu, es decir un espíritu. conclusiones En tal sentido, no conviene
especular que el Pez de Oro se constituya en “la biblia del indigenismo” en el
sentido que le otorga Valcarcel; por el contrario, es la biblia cultural que un
profeta mestizo escribió en un alfabeto incognoscible a la razón dominante y a
la razón rampante, es un libro orgánico/puerta que decanta los mecanismos a
través de lo que se busca debatir y rechazar muchas de las concepciones
hegemónicas y colonizantes, empleando lógicas híbridas para construir
referentes mitológicos propios y genealogías particulares de racionalidad a
través del lenguaje y la experiencia personal de Churata.
(Conferencia en la Universidad de Pittsburgh, en noviembre del 2016).
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