lunes, 26 de junio de 2017

Javier Galarza: “Los análisis literarios de César Aira me recuerdan a Maurice Blanchot”. Entrevista realizada por Rolando Revagliatti


Javier Galarza nació el 27 de febrero de 1968 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, República Argentina. Es Profesor Asociado de la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino. Colaboraciones suyas se han difundido en diversos medios electrónicos y en soporte papel. Administró varios blogs. Además de dictar numerosos cursos en instituciones ha participado en festivales de poesía y ferias del libro. En 2001 apareció su libro “Pequeña guía para sobrevivir en las ciudades”; en 2014, en co-autoría con Natalia Litvinova, “Cuerpos textualizados” (Correspondencia 2008-2013); en 2017 el volumen de ensayos “La noche sagrada” (Editorial Audisea). Poemarios publicados: “El silencio continente” (2008), “Reversión” (Antología, Tropofonia Editorial, Belo Horizonte, Brasil, 2010), “Refracción” (2012), “Lo atenuado” (2014) y “Chanson Babel” (Editorial Buenos Aires Poetry, 2017).



          1 — Bitácora: “Cuaderno donde se reportan los avances y resultados de un determinado estudio o trabajo”

          JG — Tengo Sol en Piscis, ascendente en Tauro y varios planetas en Acuario. Marte y Saturno en Aries. Viví toda la vida en zona céntrica, tuve un paso por el barrio de Colegiales y ahora resido en La Boca, el borde industrial de la ciudad. Estudié dos años de música en la Escuela “Juan Pedro Esnaola”. Hacia 1999, en un taller de Enrique Symms, se formó la revista “Vestite y Andate”. Leí febrilmente a los existencialistas, sobre todo a Soren Kierkegaard y a Martin Heidegger. Me psicoanalicé durante décadas y encontré en el psicoanálisis una herramienta de conocimiento muy interesante. En un momento necesité unir tres cosas que me apasionaban: la poesía, la filosofía y el psicoanálisis. Entonces llegué a la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino donde di cursos sobre Friedrich Hölderlin, Rainer Maria Rilke, Alejandra Pizarnik y varios más. En 2008 edité mi primer libro de poemas, El silencio continente”, y lo presenté dentro del Ciclo “Aera” de Alejandro Drewes. Luego fui parte del primer grupo del Festival “Poesía en la Escuela”, organizado por Marisa Negri. El festival me permitió conocer a muchos poetas con los que siento una gran afinidad, aun transitando poéticas diferentes: Silvia Castro, María Julia Magistratti, la misma Marisa Negri, Valeria Cervero, Alejandra Correa y Leonardo Martínez, entre otros. En 2012 publiqué “refracción” a través de añosluz editora. Luego, añosluz junto a otras editoriales formó La Coop, un colectivo de editoras con una hermosa librería en Almagro que, en mi opinión, es un importante acontecimiento literario, porque nos hace preferir una editorial independiente antes que a un sello grande. En 2010 había viajado a Belo Horizonte, donde me publicaron una antología, y a Noruega, para trabajar en una obra que ideamos con un amigo que vive allá. En 2014, junto a la poeta Natalia Litvinova publicamos en el sello Letra Viva la correspondencia que mantuvimos entre los años 2008 y 2013. Publiqué dos libros, uno de poemas y otro de ensayos, en audisea, una editorial formada por chicos y chicas que transitaron por mi taller y publicaron a Raúl Zurita y a José Kozer. En la actualidad el existencialismo se manifiesta como el deseo de sacar a la luz mi trabajo, no puedo especular con eso, ¿qué es el carpe diem sino vivir afrontando que el mañana es incierto, que solo existe el momento? Si afronto lo imprevisible de la vida es absurdo que en una conversación le diga a alguien “el año que viene”. Leo a Chuang Tzu y a Lao Tse, el misticismo es propio del hombre, pero como dice Heidegger: “Ya no se siente la falta de Dios como una falta”. No me interesa la ciencia, busco pensamientos más audaces y vivencias más intensas que solo el arte puede transmitir.


          2 — ¿Y algo del orden de tu niñez, de tu familia, de tus modos de despegar...? 

          JG — No suelo hablar mucho de la infancia, no idealizo esa etapa ni creo que haya sido feliz. Era un chico atemorizado, me daban miedo cosas extrañas, por ejemplo, las palabras que no entendía. Recuerdo mi terror cuando escuché la palabra “bujía”, por dar un ejemplo. Tenía crisis de nervios ante ruidos fuertes como los truenos o los aviones o cuando veía a una persona con discapacidad. Mi madre tomaba apuntes de todo lo que leía y a mí me fascinaban esas notas, esa caligrafía, las lapiceras a pluma Parker, los cuadernos. Entonces comencé a escribir. Mi padre tenía una imprenta y tardé veinte años en entender que su oficio estaba relacionado con el mío. Cuando cumplí dieciocho me regaló Cartas a un joven poeta” de Rilke. Él no había leído a Rilke; de alguna manera me estaba diciendo que el joven poeta era yo, y aun no imaginaba la importancia que tendría Rilke en mis trabajos, en mis cursos y ensayos. Tengo dos hermanos varones y una hermana que tiene mellizos. Yo soy el mayor y creo que los hermanos mayores nos reconocemos unos a otros.


          3 — Has estudiado periodismo con una leyenda, aquel que dirigiera la revista “Cerdos y Peces”. Y la revista que co-dirigiste, entre 1997 y 2000, con Fernanda Simonetti, “Vestite y Andate”, no se ha quedado atrás en cuanto a proponerse de una cierta manera provocadora desde el título.

          JG — Sí, es cierto. Enrique es una leyenda y yo lo tomé como tal. Él puede desarticular cualquier discurso. Yo lo comparo con los sabios taoístas, para mí es un Chuang Tzu de bares. Enrique, hasta donde yo sé, no tiene propiedades, ni dinero ni libros ni posesiones, ni siquiera sé si tiene amigos duraderos. Un maestro debe provocar y sería un error tomarlo al pie de la letra. Yo siempre tomé sus “enseñanzas” como provocaciones. Si vos ibas a un recital él te preguntaba si te gustaba ver un tipo arriba del escenario mientras vos estaba abajo. “¿Y encima pagaste?” te preguntaba, y se reía. No hay argumento válido contra esas rupturas del discurso imperante. Así eran sus monólogos, improvisaciones fulgurantes que no podían ser repetidas ni conceptualizadas ni representadas. Una vez me acerqué a él, tenía la mirada perdida hacia el Parque Lezama. En su mente estaba escribiendo un poema y me lo recitó, como se lo podría haber recitado a cualquiera. Era algo maravilloso. Pero yo, que memorizo poemas enteros de San Juan de la Cruz, no podría repetir una sola palabra. Allí va él, escapando de la cárcel del concepto.
           Vera Land, la jefa de redacción de “Cerdos y Peces”, también es una leyenda y, aun con todo su vuelo, fue el cable a tierra para que esa revista fuera posible. La recuerdo tan dulce como sacada, siempre estaba linda, nos enseñaba los aspectos técnicos del periodismo y sus ojos tenían un brillo que seducía y asustaba. Como las personas que descubren la verdad del mundo, están allí para darte indicios, pero a la vez te dicen “yo no te voy a mostrar nada, construí tu maldito sentido”.
          Y también quiero nombrar a alguien muy diferente pero que considero un maestro: César Aira. Me bastó asistir a las cuatro charlas que dio en el Centro Cultural Rojas sobre Alejandra Pizarnik para entender cómo se podía pensar la literatura: relacionando, derivándose, desarmándola como un artefacto y atacando todos los presupuestos. Sus análisis literarios me recuerdan a Maurice Blanchot, otro de mis favoritos, pero con esa dosis de ironía tan propia de Aira, que también tiene algo de maestro oriental. 


Natalia Litvinova y Javier Galarza

          Con respecto a la “Vestite y Andate”, yo la veo como una experiencia artística. Cuando se unió mi amigo, el diagramador Gastón Pérsico junto a su pareja, la talentosa Cecilia Szalkowicz, el proyecto tomó una nueva forma. Cuando llegaban las notas, Gastón y Cecilia las repartían entre diversos diagramadores. El resultado era sorprendente. Entonces, el formato periodístico que le imprimía Fernanda Simonetti o el giro más literario que le hubiera dado yo, se transformaba en ese conglomerado de cosas que fue la revista. Juan Pablo Liefeld aportaba una mirada política que a la larga hubiera podido desarrollarse mucho más, Juan Manuel De Cillis acercaba su versión sobre las raves o sobre los hechos hacia donde la vida lo llevaba y Analía Romeo traía siempre notas bien hechas, que tenían un estilo propio. Hicimos doce números. Participamos en dos exposiciones en el Centro Cultural Recoleta y ganamos un premio a mejor revista alternativa en un evento. Con tensiones internas, por supuesto, pero también con la alegría de haber vivido esa época y terminar antes de la debacle económica del 2001 y de la hegemonía de la web. Recuerdo el bar “El Mirador”: Tom Lupo hacía el Cabaret Poético y en el sótano estaba la redacción de “Cerdos y Peces”. Con los chicos de “la Vestite” armábamos la grilla o la cuadrícula de cada número en las mesas de ese bar frente al Parque Lezama. Después empezaron las ferias de revistas, y en la Casa de la Poesía “Evaristo Carriego” conocí a Santiago Vega (ahora ya muy conocido como Washington Cucurto), a Fabián Casas, a Griselda García y a Daniel García Helder. Mucha gente circulaba por allí o por “Belleza y Felicidad” y el pop hotel “Boquitas Pintadas”.


          4 — Noruega. No serán muchos los poetas argentinos que hayan visitado ese país. ¿En qué obra trabajaste con el amigo tuyo que vive allá? Y, de paso: ¿qué otros países europeos conociste (en el mismo viaje o en otros)?


          JG — Solo conocí Noruega. Con mi amigo Luis Della Mea ideamos una obra que se llamó “Cuerpos Posibles”: reunía danza, música y literatura, la armamos aquí y viajamos subsidiados por Noruega, no sé concretamente por qué entidad, pero mi amigo obtuvo varias becas allí. Yo todavía vivía en el barrio de Colegiales y teníamos largas charlas Trondheim – Colegiales. Empezamos a trabajar con las diferencias aparentes entre Argentina y Noruega. Caos y orden, por ejemplo, para luego, en los ensayos, junto a dos bailarinas de allá armar la obra y presentarla en los dos países. El primer día paseamos por la peatonal. En un momento me aparté del contingente, caminé hacia una iglesia y había un coro cantando. Sentí que el peso de los siglos caía sobre mí. De pronto entendí los milenios de la historia europea. Recuerdo a una mujer policía pintándose los labios en medio de la calle. Yo abría la ventana de mi cuarto de hotel para dejar entrar a la nieve. La inmensa catedral gótica donde había un teclado de Richard Wagner y detrás el museo de los vikingos. Es un pueblo que desconoce la ironía, les resulta natural caminar kilómetros en la nieve para llegar a sus casas. Son gente bella, si vos mirás a una chica, sonríe. En un café yo dejé mi mochila lejos y en un acto reflejo quise ir a buscarla y mi amigo me dijo: “Estás en Noruega, a nadie le importa tu mochila”. En la catedral gótica vimos un concierto de Felix Mendelssohn y yo no podía parar de llorar. A las cinco de la tarde era de noche. Nunca quise usar guantes ni gorro porque necesitaba vivir ese frío del aire cercano al mar y de la nieve cubriendo las bicicletas en la calle. La obra “Cuerpos Posibles” unía danza, teatro, poemas y música, todo autogenerado por el grupo. Mis poemas se proyectaban en una pantalla o eran recitados por una de las chicas noruegas que desconocía el idioma y entonces en vez de decir “ventana empañada” decía “ventana empanada”. Yo tenía una silla desde donde miraba todo y hacia el final agarraba la guitarra y cantaba la canción “Heaven” de Talking Heads (“El cielo es un lugar donde nunca pasa nada”). Hicimos cinco funciones en Buenos Aires y cuatro en Trondheim. Éramos como un “Big Brother” cósmico porque convivíamos dos bailarinas y una vestuarista de Noruega, una bailarina argentina, dos músicos y un escritor (que era yo). Cuando nos despedimos, lloramos; entendí el sentido de la distancia entre dos países, pero también el dolor de esas alegrías que nos son dadas y tienen un plazo, no solo porque se terminan en el tiempo, sino porque después de cada experiencia no volvemos a ser los mismos.


          5 — ¿Cuáles fueron las circunstancias, las condiciones que se generaron como para que Natalia Litvinova y vos concibieran, desarrollaran, sostuvieran durante seis años el epistolario?

          JG — Cuando Natalia llegó a mi taller en Colegiales, era una joven bielorrusa que vivía en Vicente López, muy tímida y sensible; tenía un blog pero no había pensado en publicar. En ese taller también estaba Leli Busquet, que hoy integra Audisea Editora. El primer día, Nati llegó unos minutos antes, como era su costumbre. Le mostré un poema de Adrienne Rich, le dije que me interesaba la literatura rusa y le conté que la poesía de Ósip Mandelshtam estaba siendo revalorizada a través de Paul Celan. Le pedí que nunca se apartara del arte. Me respondió que nunca podría hacerlo. Así comenzó la comunicación, mediante correos o mensajes de texto. Durante las clases yo leía a Yves Bonnefoy y ella lloraba en silencio. No quería llamar la atención, pero sus buenos modales, su extranjería y su pelo larguísimo producían el efecto contrario. Durante el 2008 surgieron muchos de los poemas que fueron a parar a su primer libro, “Esteparia” (hoy reeditado en varios lugares, incluso en España y en Colombia). Cuando presenté “El silencio continente” leyeron Natalia y Paula Gordillo. En el taller, Paula decía bromeando que eran la criollita y la princesa rusa. La comunicación a través del correo electrónico es la forma que asume hoy en día la correspondencia y eso creció durante años. En esas líneas que nos escribíamos había sueños, mucha literatura y nos contábamos cosas que tal vez nunca habíamos hablado con nadie. Yo me responsabilicé, es decir, intenté acompañarla en su crecimiento, todavía hoy cuando tiene algún problema me preocupo. Años después dimos un curso virtual y el escritor y editor Nicolás Cerutti, de “Letra Viva”, nos propuso que editáramos un libro juntos para una colección que dirige. Con Natalia coincidimos en que tenía que ser un libro dialogado. Esto nos llevó a compilar nuestras cartas. A nosotros nos gusta mucho el epistolario entre Rilke, Marina Tsvetáieva y Borís Pasternak, por ejemplo. Editamos nuestras cartas para la publicación, pero eso es lo que nos escribíamos. Y la idea de un epistolario nos pareció buena. Nos seguimos escribiendo durante casi dos años más luego de la edición del libro. Después dejamos de hacerlo, seguramente se cumplió una etapa. Pero para mí la pregunta es si las cartas son parte de la obra de un escritor. Mucho de lo mejor de Franz Kafka o de Rilke está en las cartas. En una conversación coloquial uno pregunta “¿Cómo estás?” o “¿Qué andás haciendo?”. Pero una carta es un grado más alto de la comunicación, una confesión, un testimonio.


          6 — ¿Y “Reversión”?... ¿Es una antología personal? ¿La edición es bilingüe?

          JG — La edición de Tropofonia tiene de un lado a la poeta brasileña Tania Alice, y revirtiendo el libro está mi antología. Es decir, la parte del libro que corresponde a Tania está en portugués y mis textos en castellano. Pero tuve la fortuna de que el poeta Leonardo de Magalhaens tradujera mis poemas al portugués, y en una lectura en el Palacio de las Artes de Belo Horizonte, Wilmar Silva los leyó conmigo y dijo que parecían escritos en ese idioma. Para la antología elegí algunos poemas de “El silencio continente”, con otros del libro que estaba en camino, que era “refracción”, junto a algún otro poema que ha quedado allí.


          7 — Más o menos deduje que “Diario de abstinencia” llegó a ser el título de un libro anunciado en algún Sitio de la Red pero que no llegó a publicarse.

          JG — No es un libro aún, quedó como un proyecto pendiente. Nació de una nota que hice para la revista. Creo que la anécdota detrás de ese proyecto, que algún día retomaré, vale la pena. Mi psiquiatra había fallecido y yo seguí tomando altas dosis de ansiolíticos. Al tiempo tuve varias crisis de asma y llegué tres veces a la guardia, casi sin respirar, arrastrado por mis padres. La tercera vez quedé internado, me suspendieron los ansiolíticos de golpe e inyectaron fuertes dosis de corticoides. Salí del hospital pesando varios kilos menos y comenzó la primavera, sufría la abstinencia de ansiolíticos junto al temor que da la imposibilidad de respirar. Mis percepciones quedaron distorsionadas y me advertía vulnerable. A la vez estaba sintiendo que vivía en lo real. Una madrugada caminé hasta una guardia psicoanalítica y la analista que me atendió me dijo: “Salga de ahí, en lo real no se puede estar, por eso Lacan habló también de lo imaginario y lo simbólico”.


          8 — ¿Y algún apunte sobre otros libros tuyos publicados?

          JG — “Pequeña guía para sobrevivir en las ciudades” es una serie de viñetas o de postales urbanas escritas para un proyecto que luego se cayó. Cuando dejamos de hacer la revista “Vestite y Andate”, el diagramador Gastón Pérsico y yo tomamos ese material y le dimos forma y luego lo editamos en la imprenta de mi padre. Ese libro fue el paso intermedio entre la particular interpretación del periodismo que hacía “Vestite y Andate” y la poesía que uno quisiera dejar como obra.
          “El silencio continente” (“Breviario de texturas neogóticas y neo románticas”) trasluce mi gusto por el género gótico, pero también hay poemas que considero modernos. Mucho trabajo sobre el psicoanálisis. Una parte del libro agota el tema de la disolución. Y en el medio del libro irrumpe el poema “Variaciones sobre el olvido y el perdón”, dedicado a la poeta Silvia Camerotto. Ese poema sincroniza de manera onírica pero despojada la pérdida de un cuerpo amado con los cuerpos desaparecidos de este país. La pregunta que subyace en todo el libro es ¿dónde van los cuerpos del amor?
          En “refracción” intento buscar un lenguaje corporal y salir del Romanticismo. Juego con los refranes y procuro reformularlos, los invierto; la intertextualidad me hace tomar un dicho histórico o psicoanalítico, alguna cita de Freud y ponerlo a jugar en el poema. A la vez, en ese libro me sentí influenciado por la poética de Henri Meschonnic: por lo que interpreté de su idea del ritmo.
          “Lo atenuado” reúne poemas de diferentes épocas. El título se refiere a ese momento en que uno colecta todo lo que ha sembrado en la juventud, y en esa desesperación atenuada viene el tiempo de la cosecha. En una parte del libro que se llama “Tu idioma”, busco caminos para llegar a otra persona, partiendo del presupuesto de que siempre hablamos idiomas diferentes. Yo creo que es un poemario logrado, aclarando que creo más en los caminos que en las obras.
          En “La noche sagrada” compilo algunas de las notas y los ensayos escritos durante varios años. Tomo a Hölderlin, a Rilke, a Paul Celan y a Kafka junto a los personajes de su generación, como Sigmund Freud o Ingeborg Bachmann. Considero que son microensayos; interviene lo narrativo, la escritura fragmentaria, modos laterales de acercarse a autores tan ricos y complejos.

          “Chanson Babel”, al revés que “refracción” busca extender el campo del poema, va a las etimologías y juega a perder el hilo para después volver. El yo está puesto en cuestión todo el tiempo, es un libro que se pregunta quién habla o quién escribe, pero no intenta responder esas preguntas. Incluye los estados de despersonalización y las crisis de extrañeza como temáticas, la memoria y la ceguera.


            9 — Contemos que efectuaste la co-coordinación de tres Ciclos en La Casa de la Lectura.

          JG — Sí, dos en 2009 y 2010, junto a Lilián Cámera: “Los poetas y los mitos” y “Los poetas y el objeto fetiche”. Y en 2010, junto a Lilián y Leonor Silvestri, hicimos una lectura que Leonor llamó “Desmesura”. Ella tiene un pensamiento en movimiento que no deja de inquietar y yo necesito de esa inteligencia que rompe todos los moldes. En eso, no sé si a ella le gustaría, pero se parece a Enrique Symms. Toda la vida está repensada y todas las suposiciones puestas en cuestión. En esos ciclos participaron como invitados Silvia Camerotto, Alejandro Méndez, Griselda García y Miriam Bercovich. El objetivo era analizar la obra de los poetas ante diferentes temáticas, que se conversara y se debatiera. La propuesta base del ciclo no deja de ser un lugar vacante, porque a mí no me convence que un poeta saque su hojita, lea y se vaya; hay que producir reflexión, comunicación, diálogo, fricciones.


          10 — Caen (retornan) sobre vos un par de interrogantes, títulos a su vez de cursos que has dictado: “¿Y para qué poetas?”, “¿Qué significa escribir?”

          JG — Hay un verso de Hölderlin que dice: “¿Y para qué poetas en tiempo de indigencia? Pues ellos son como los sagrados sacerdotes del dios del vino que peregrinaban de una tierra a otra en la noche sagrada”. De este verso, perteneciente a la elegía “Pan y vino”, vienen tanto el nombre del curso como el de mi libro de ensayos: “La noche sagrada”. A la vez, en una célebre conferencia, Heidegger se pregunta “qué significa pensar”. Bueno, preguntarse sobre los poetas y la poesía nos permite hallar respuestas momentáneas, verdades como tiendas de campaña que luego deben hacer lugar a otra cosa. Esto debe ser una búsqueda, porque si nos transformamos en un aforismo quedamos congelados, y el pensamiento y el fluir de la escritura se cancelan. Permanezco en esta búsqueda, pero solo para aumentar la dimensión de las preguntas.


          11 — Recuerdo dos revistas en las que colaboraste: “La Maldita” y “Quesquesé” (presentada esta última en el Ciclo de Poesía y Prosa Breve “Nicolás Olivari” que yo co-coordinaba con Cristian De Nápoli).


          JG — Si, en la época de la “Vestite y Andate” existían muchas revistas alternativas. Con “Quesquesé” hicimos un intercambio de notas. Verónica Pérez Arango, que integraba la “Quesquesé”, organiza ciclos de lectura y publica sus textos, la veo activa. En cambio, no se casi nada de los chicos que integraban “La Maldita”. Con Cristian De Nápoli compartimos hotel y lecturas en un breve viaje a Belo Horizonte organizado por Wilmar Silva y Tropofonia Editorial. La época de las revistas ha dejado su marca. De todas formas, y pese al humor corrosivo de “Vestite y Andate”, yo ya estaba leyendo a Hölderlin y a Rilke, me sentía mucho más cerca de los poetas malditos, existencialistas o videntes que de la poesía que circulaba en los años noventa a través del objetivismo y sus derivados.


          12 — Natalia y vos, conjuntamente, han dictado cursos.

          JG — Si, aún lo hacemos, tenemos un taller presencial en mi casa y realizamos clínica de obra en formato virtual. Después de algunos años sin trabajar en la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino, preparé junto a Natalia un curso sobre Paul Celan y la poesía rusa. Quería hablar del acmeísmo, en mi opinión uno de los movimientos poéticos más importantes que haya surgido. Fijate que aquí, cuando se piensa en “depurar” los “excesos” retóricos o sentimentales se apela al objetivismo. Hasta en eso somos norteamericanistas. Pero si leés los manifiestos de Mandelshtam, la apuesta es volver a la sencillez y a lo clásico, a la precisión de la palabra. Junto a Natalia cotejamos versiones de poemas, advertimos que al poema “El siglo” de Mandelshtam le faltan algunos versos en casi todas las traducciones. Analicé cómo tradujo Paul Celan a Mandelshtam y a Serguéi Esenin al alemán. De mi taller han salido muchos libros y con Natalia hemos trabajado en otros tantos, con prólogo incluido. Trabajamos también con gente de España y por segundo año consecutivo somos parte del jurado en el concurso “La Isla de Aklan”, del que nuestra clínica de obra es uno de los auspiciantes.


          13 — Es al músico aficionado que tengo entendido que sos a quien le pregunto: ¿por qué tipo de música tenés mayor afición? ¿Por qué compositores e intérpretes? ¿Has hecho música en espacios públicos?

          JG — Me gusta el dream pop y el dream folk, por dar un ejemplo; como verás, está la palabra dream por delante. Las canciones tristes y sutiles me animan a escribir, trasmiten una emoción casi sinestésica, que uno a veces puede decodificar y pasar a palabras. Me gustan Neil Young y Cocteau Twins y los buenos songwriters. En las variantes del folk hay muchos, desde Damien Rice hasta Marissa Nadler. Una vez Cristina Piña me dijo que creía que la antorcha de los poetas malditos estaba pasando al rock, y algo de eso hay. Syd Barrett fue mi primera conexión con los poetas malditos.
          Y sí, he tocado en espacios públicos, tengo bandas desde la adolescencia e interpretar un solo de guitarra es una actividad que me relaja más que el yoga. La vida del músico es diferente a la del escritor. Los escenarios te llenan de adrenalina. La escritura requiere soledad; aun así, la inspiración te puede sorprender en cualquier lado; he escrito en salas de espera de hospital, por ejemplo.
          Rilke decía que si Georg Trakl hubiera pintado no se hubiera suicidado. El poeta al utilizar el lenguaje, al expandir los límites del mundo, corre otros riesgos. Creo que cada artista tiene más de una disciplina que lo acompaña. Para Pizarnik o Miguel Ángel Bustos fue la pintura. Para Mandelshtam o Paul Verlaine es la música.


          14 — Tu “La noche sagrada” (título también de una novela del destacado marroquí Tahar Ben Jelloun) fue publicitada editorialmente como “una reunión cumbre” (Edmond Jabés, Marina Tsvetáyeva, Ósip Mandelshtam, entre otros). ¿Qué otras reuniones cumbres nos propondrías?...


          JG — “Reunión cumbre” es el título del prólogo del libro, hecho por María Malusardi, una gran amiga. Me interesa mucho el encuentro entre los poetas Miguel Ángel Bustos y Jacobo Fijman en el Hospital Borda. El encuentro entre Pizarnik y Bustos. Entre Pizarnik y Susana Thénon. Entre Freud e Hilda Doolittle. Alguna reunión en la casa de Oliverio Girondo donde estuvieran Olga Orozco, Pizarnik, Juan-Jacobo Bajarlía, Edgar Bayley y Norah Lange. Una reunión de redacción de los integrantes de la revista “Poesía Buenos Aires”. Uno tiende a idealizar esos encuentros, creo que entre Proust y James Joyce no hubo más que un “hola”. Para ser sincero, se trata casi de una cuestión de religiosidad. Me gustaría decir: “En este lugar se encontraron Bustos y Fijman” y armar un altar allí. Me fascinan los mitos urbanos, las pintadas de los compañeros de algún pibe que mató la policía o los retablos que la gente levanta en homenaje a personas fallecidas. Que conviertan en una santa a una chica de las bailantas. Son pequeños restos de religiosidad ardiendo como fuegos, alumbran y dan calor a esta noche en la que estamos. 

          15 — Acabo de releer, Javier, del Nº 8 de “Vestite y Andate”, un interesante artículo tuyo sobre Sylvia Plath: “Vestida para la ceremonia”. Ya a más de tres lustros de aquello, ¿qué tanto ha seguido atrayéndote su vida y su escritura?

          JG — Me sigue atrayendo esa estructura de tragedia griega que tiene su vida: de la estudiante brillante al electroshock, de la tapa de “Madeimoselle” a meter la cabeza adentro del horno. Y en medio de todo esto, como Casandra, esa videncia que es la poesía. Estaba casada con otro genio, Ted Hughes, pero en el momento de la separación ella parece decir “yo voy a ser más grande que vos, yo voy a ser un mito”. Quizás sean la pareja perfecta. Desataron fuerzas tan inmensas que los sobrepasaron y les iban a costar la vida. Jugaban a la Guija, leían “La diosa blanca” de Robert Graves, sabían de astrología. ¿Cómo no amar a Sylvia Plath o a Anne Sexton? Redacté esa nota en sintonía con algunas circunstancias que describo en “Diario de abstinencia”. Y cuando escribí sobre Anne Sexton también utilicé material autobiográfico. ¿Será el confesionalismo? Creo que los chicos que hoy se deslumbran con Sharon Olds tendrían que releer todo lo que escribieron Sylvia Plath, Anne Sexton y Adrienne Rich.


          16 — ¿Qué destreza, te parece, es necesaria para deslindar el esto y el eso cuando es aquello lo que deseamos?

          JG — Entender que el deseo existe a condición de no ser satisfecho. Como la escritura, es un juego de tensiones y distensiones que nos agota y silencia, pero siempre puede resurgir. No dejar de buscar aquello, aun sabiendo que habrá desvíos y es probable que nos extraviemos en el camino. Pero en esos desvíos acecha la vida. En palabras de Samuel Beckett: “Fracasá más, fracasá mejor”.


          17 — ¿Zumbido, gorjeo, maullido, gorgorito o aullido?


          JG — Aullido, aún antes de leer a Allen Ginsberg. Ladridos a la luna, la película “The Wall”, el libro “El grito primal” de Arthur Janov o una suelta de lobos hacia las cúspides gélidas de las tierras sin perdón. Es la furia, pero también el andar enfermo de algún animal. El brujo Don Juan le dice a Carlos Castaneda que la muerte nunca se detiene. Como escribió Jorge Leonidas Escudero: “Es un perro en la noche, desde lejos, / que me dice / lo que no acaba nunca de ladrar”.


          18 — De los siguientes satélites, ¿cuáles orbitan más cerca de tu planeta?: Roberto Juarroz: “La poesía es la sinceridad con que habla en nosotros lo que no conocemos. Única vía veraz de aquello que cimenta nuestra ignorancia.” René Char:
“El poeta no tiene sino satisfacciones adoptivas.” Eleonora D’Alvia y Juan Eugenio Rodríguez: “La poesía sería el lugar reservado a lo imposible. La poesía es un decir de lo imposible de ser dicho. El poeta mediante su acto da cuenta de que fue causado. Se vale de su falta.” H. Bloom: “La poesía es la angustia de la influencia, el malentendido, la perversidad disciplinada. La poesía es incomprensión, tergiversación, desacuerdo. Es el romance familiar. Es el encantamiento del incesto, disciplinado por la resistencia a ese encantamiento.”

          JG — Creo que esos cuatro satélites merodean de alguna forma mi planeta, pero esta noche estos dos cometas se acercan y fulguran: “La poesía es no tener algo que decir y decirlo; nada poseemos” de John Cage. Y “El poeta es un dios, o el joven poeta es un dios. El poeta viejo es un vagabundo” de Wallace Stevens.



Javier Galarza selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:


FRAGMENTOS DE UN POEMA IMPOSIBLE

                                                       Para Alberto Galarza, en memoria



los ojos encendidos de una orfandad que hoy es la mía

padre estás volviendo a casa
padre estoy volviendo

padre qué nos has traído

de niño me asustaba pensarte solo y perdido
hoy que yo estoy
solo y perdido

quién soy padre rilkean heart san francisco
asís mismo tu hijo de corazón salvaje

debo nombrarte para aprender a perderte
debo nombrarte para aprender a ganarte

sigo buscando mis límites
qué nos cansamos de no decirnos
qué nos cansamos de no hablar

carga en tus brazos al niño que fui
yo sostengo ese cuerpo cansado

desde el hombre que hoy no está
cargo en mis brazos al niño que fuiste

en quién hablo cuando callas
padre color de ojos indescifrable



                                     (de “El silencio continente”)


*

arder (II)


ardo
padre no ves
que ardo?
ves—
la ves a ella
no la ves
estoy
prendido fuego
encendido
recaliente
como si dijera
como si
intentara como
si pudiera
preguntar/le:
cómo tocarte
con manos
de este mundo



* Freud analiza un sueño donde un hombre, velando el cadáver de su hijo, sueña que el cuerpo se incendia con las velas y el chico se le presenta preguntándole: padre, no ves que ardo?


                                          (de “refracción”)



*

leyenda li po


intenta asir el reflejo
de la luna en el agua:
morirá ahogado.
cosas que ocurren
cuando no hay lugar
para la metáfora.

(por qué Eco favorece
al enamorado de sí mismo?)


                      *Leyendas diferentes de dos muertes: las del poeta li po y la de narciso


                                            (de “refracción”)


*

LA HENDIDURA


Algo en la alternancia
entre los colores de la tinta
y la hendidura certera
de la pluma sobre el papel,
lo blanco. Sea la pluma,
el canto o la voz, como el eco
que vuelve con el viento,
y sea esta luz también
que alumbra las aperturas
del mundo, aún en la noche,
el estilo o estilete que rasga
el blanco de la hoja.


                                      (de “Lo atenuado”)


*


DESTIEMPOS


Llego pronto a tu antes,
palpo los nunca de tu respiración agitada.
Cuando callás, algo silencia más allá de vos,
y cuando cerramos los ojos,
todo duerme en algún lugar.
Esto está hecho de gestos desesperados,
de destiempos, no tiene sujeción:
donde vos calculás, yo me deshago,
donde vos te mostrás, yo me desarmo.
Sos la regla que confirma la excepción,
lo espectral. Vivo en un no instante,
entre el ya no de tu partida y el aún no
de quien serás. 
      

                                      (de “Lo atenuado”)


*

SILESIUS


No indagues la naturaleza del vínculo
que como la rosa de Silesius
florece sin porqué,
una pregunta puede permanecer abierta
para evitar la clausura del sentido,
el misterio entonces
aguarda en los signos,
está en ‘lo abierto’,
en el campo de ‘la percepción pura’
(8ª Elegía de Rilke),
‘florece porque florece’,
toca la penumbra del Medioevo
y las visiones de las místicas.
El sentido: eso ‘tapona’, dijo Lacan
pero quien pierde su verdad
aún conserva la chance de hallar algo.
El perfume se creó para tapar
el olor de los cadáveres,
la palabra ‘humo’ está contenida
en su etimología (del latín per, ‘por’
y ‘fumare’, ‘a través del humo’),
lo cinerario es la base de lo que huele bien.
Escribe Silesius que la rosa
no es consciente de su belleza
ni se pregunta si alguien la mira.
Y todo un caudal de mundo
se despliega allí
sin explicaciones.


                                             (de “Chanson Babel”)


*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Javier Galarza y Rolando Revagliatti, junio 2017.


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