miércoles, 2 de diciembre de 2015

Tramonto de Francisco Retamozo, Por Miguel Ildefonso

Una cita del poeta siciliano Salvatore Quasimodo, perteneciente al hermetismo de inicios de los años veinte del siglo pasado, abre la ópera prima,  Tramonto (Sol Negro, 2015), de Francisco Retamozo. Y no es solo una afinidad discursiva la que se nota en esta precisa cita que nos habla del crepúsculo y la soledad, sino además algo más medular que lo emparenta con lo que recorre en estos poemas tramontanos. Es ese afán de revelación integral del ser humano, principalmente los destellos excelsos de su corazón.

Si bien “tramonto” es el ocaso, la puesta del sol, la melancolía, es en este libro principalmente la recuperación de lo vivido que se plasma en hermosos colores y siluetas que perfilan y pintan la mirada íntima del poeta, en una suerte de recogimiento implosivo. De ahí que se centra en los detalles, como en esas hojas del estío: “las hojas secas del geranio/ Asoman/ algunas letras confusas/ de las hojas descoloridas”.

Esa conexión con la naturaleza denota una identificación a lo que es el amor, el amor como una cosa natural, despojado de los artificios: “La lluvia gotea sobre el cuerpo/ hecho de trapos/ colgado de un perchero”. Así, una mirada simple, sencilla, cercana, para declarar el inicio de su aventura amorosa y sus escarceos.

Los amantes entran al ocaso liberando sus cuerpos, abriéndose a la naturaleza, como debe ser: “El cielo añil acerca/ al fin de la carne violeta/ Palpitamos”. Las sensaciones, la explosión de los sentidos, ostentan la verdad de lo real; pero aquello que se quiere revelar se manifiesta en los detalles también: “Anhela permanecer: desnudo de color naranja/ quiero estar/ hasta no sé/ qué hora”. El cromatismo en sus cuerpos y en su entorno borra las diferencias, las fronteras, cuando el deseo se hace más palpable: “El departamento decorado en rojo/ queda una parte celeste”.

Desatada la pasión, los cuerpos se encuentran enlazados en el ocaso, es la conjunción visual del sol y la tierra, es la comunión liberada de los cuerpos en el goce que nace y muere. Hay unión y hay despedida a la vez: “Al final recojo el color violáceo/ él se pierde entre las calles/ mañana tal vez regrese”.

Después viene la espera, y la espera no es natural, de ahí la metáfora del árbol que deja de serlo para convertirse en esa silla solitaria, llena de ausencia. Y es aquí que la poesía aparece: “¿Qué será la poesía?/ Serán los tiempos perdidos/ en arrugadas manos/ religión contra religión”. Es decir, fe en la ausencia, celebración de esa ausencia, contra la fe en el éxtasis de la plenitud del amor. Hay una fe, claro, aun cuando solo quede la palabra. La escritura se hace fe. Eso es lo que se declara.

Son cincos secciones que componen el libro. En la primera parte estamos en la naturaleza liberada y en la espera anunciada; en la segunda, la rememoración de la pasión y su eros. En la tercera, la memoria familiar, el philia. El cuarto, la esperanza: “levántate/ pisa esta tierra asfaltada/ vuelve andar las callecitas/ bajo las nubes negras que aspiramos”. Aquí estamos en el otro lado de la orilla de ese mar que embriaga a los amantes en sus juegos amorosos, la cotidianeidad del amor, y sus rituales.

La quinta sección es el epílogo de esta travesía que ha transitado en las orillas: “Ahora siento las palabras/ Son libres/ a veces cuestan decirlas/ Pronto deseadas/ La palabra”. Las palabras mismas se liberan de su vacío, cobran presencia, le han crecido alas: “Ha crecido el tronco del árbol/ La oruga empezó a moverse”.

En Tramonto nos hallamos, para concluir, en el recorrido poético de la incertidumbre por recobrar lo pasado, de la inasibilidad del amor, a la identificación plena con la naturaleza como liberación. Solo hay que aceptar cuando llegue, y cuando se vaya, solo hay que dejarse llevar por el amor, y con la poesía, finalmente, saber detenerla: “Tramonto/ más allá/ de los montes/ además/ cada tarde/ trazo una línea”, nos dice el poeta al final, una imagen que se perennizó en los años que ha ido esperando para que salga a la luz finalmente.


POÉTICA

Será agua dulce
          salada
               campos verdes
                    secos
Piedra sobre piedra
          Aves
Un árbol de otoño
Los girasoles de Van Gogh
Una mujer de Humareda
El poema será
     una silla
     cajón vacío
     guitarra muda
                                        Amor odio
Un niño jugando a ser feliz
     como Betty Blue
          una niña desgreñada
               Violentados
¿Qué será la poesía?
Serán los tiempos perdidos
     en arrugadas manos
                                         religión contra religión
Serán dos varones
como dos hembras
              amándose


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