Una cita del poeta siciliano Salvatore
Quasimodo, perteneciente al hermetismo de inicios de los años veinte del siglo
pasado, abre la ópera prima, Tramonto (Sol Negro, 2015), de Francisco
Retamozo. Y no es solo una afinidad discursiva la que se nota en esta precisa
cita que nos habla del crepúsculo y la soledad, sino además algo más medular
que lo emparenta con lo que recorre en estos poemas tramontanos. Es ese afán de
revelación integral del ser humano, principalmente los destellos excelsos de su
corazón.
Si bien “tramonto” es el ocaso, la puesta del
sol, la melancolía, es en este libro principalmente la recuperación de lo vivido
que se plasma en hermosos colores y siluetas que perfilan y pintan la mirada
íntima del poeta, en una suerte de recogimiento implosivo. De ahí que se centra
en los detalles, como en esas hojas del estío: “las hojas secas del geranio/ Asoman/
algunas letras confusas/ de las hojas descoloridas”.
Esa conexión con la naturaleza denota una
identificación a lo que es el amor, el amor como una cosa natural, despojado de
los artificios: “La lluvia gotea sobre el cuerpo/ hecho de trapos/ colgado de
un perchero”. Así, una mirada simple, sencilla, cercana, para declarar el inicio
de su aventura amorosa y sus escarceos.
Los amantes entran al ocaso liberando sus
cuerpos, abriéndose a la naturaleza, como debe ser: “El cielo añil acerca/ al
fin de la carne violeta/ Palpitamos”. Las sensaciones, la explosión de los
sentidos, ostentan la verdad de lo real; pero aquello que se quiere revelar se
manifiesta en los detalles también: “Anhela permanecer: desnudo de color
naranja/ quiero estar/ hasta no sé/ qué hora”. El cromatismo en sus cuerpos y
en su entorno borra las diferencias, las fronteras, cuando el deseo se hace más
palpable: “El departamento decorado en rojo/ queda una parte celeste”.
Desatada la pasión, los cuerpos se encuentran enlazados
en el ocaso, es la conjunción visual del sol y la tierra, es la comunión
liberada de los cuerpos en el goce que nace y muere. Hay unión y hay despedida
a la vez: “Al final recojo el color violáceo/ él se pierde entre las calles/ mañana
tal vez regrese”.
Después viene la espera, y la espera no es
natural, de ahí la metáfora del árbol que deja de serlo para convertirse en esa
silla solitaria, llena de ausencia. Y es aquí que la poesía aparece: “¿Qué será
la poesía?/ Serán los tiempos perdidos/ en arrugadas manos/ religión contra
religión”. Es decir, fe en la ausencia, celebración de esa ausencia, contra la
fe en el éxtasis de la plenitud del amor. Hay una fe, claro, aun cuando solo
quede la palabra. La escritura se hace fe. Eso es lo que se declara.
Son cincos secciones que componen el libro. En
la primera parte estamos en la naturaleza liberada y en la espera anunciada; en
la segunda, la rememoración de la pasión y su eros. En la tercera, la memoria
familiar, el philia. El cuarto, la esperanza: “levántate/ pisa esta tierra
asfaltada/ vuelve andar las callecitas/ bajo las nubes negras que aspiramos”.
Aquí estamos en el otro lado de la orilla de ese mar que embriaga a los amantes
en sus juegos amorosos, la cotidianeidad del amor, y sus rituales.
La quinta sección es el epílogo de esta
travesía que ha transitado en las orillas: “Ahora siento las palabras/ Son
libres/ a veces cuestan decirlas/ Pronto deseadas/ La palabra”. Las palabras
mismas se liberan de su vacío, cobran presencia, le han crecido alas: “Ha
crecido el tronco del árbol/ La oruga empezó a moverse”.
En Tramonto
nos hallamos, para concluir, en el recorrido poético de la incertidumbre por
recobrar lo pasado, de la inasibilidad del amor, a la identificación plena con
la naturaleza como liberación. Solo hay que aceptar cuando llegue, y cuando se
vaya, solo hay que dejarse llevar por el amor, y con la poesía, finalmente, saber
detenerla: “Tramonto/ más allá/ de los montes/ además/ cada tarde/ trazo una
línea”, nos dice el poeta al final, una imagen que se perennizó en los años que
ha ido esperando para que salga a la luz finalmente.
POÉTICA
Será agua dulce
salada
campos verdes
secos
Piedra sobre piedra
Aves
Un árbol de otoño
Los girasoles de
Van Gogh
Una mujer de
Humareda
El poema será
una silla
cajón vacío
guitarra muda
Amor odio
Un niño jugando a
ser feliz
como Betty Blue
una niña desgreñada
Violentados
¿Qué será la
poesía?
Serán los tiempos
perdidos
en arrugadas manos
religión contra religión
Serán dos varones
como dos hembras
amándose
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