domingo, 17 de diciembre de 2006

MIGUEL ILDEFONSO: LA POESÍA ES EL VEHÍCULO CON QUE ME CONECTO CON EL MUNDO


Entrevista de Carlos Saenz

¿Desde cuándo empezaste a crear poesía?


Yo empiezo a escribir a los 17 años, cuando ingresé a San Marcos a Odontología. Toda mi vida traté de aprovechar el tiempo, con lo que me correspondía, siendo el último hijo de siete hermanos, los cuales todos seguían estudios superiores. Por eso entré a San Marcos a Odontología, y allí me dijeron inmediatamente que no iba a haber clases hasta un año después por problemas de las huelgas y de la subversión. De pronto no sabía qué hacer, ya había ingresado a una carrera que entré más por la influencia familiar, tengo hermanos médicos. Fue en ese momento en que comencé a leer mucho, tratando de comprender lo que sucedía a mi alrededor; y además, sobre todo, por la soledad. Tenía sólo un amigo, con quien conversaba y compartía las mismas inquietudes culturales. Pero de un momento a otro afloró, de repente, mis ganas de escribir poesía, fue como si hubiera tenido un tumor que afloró y me invadió todo, y desde ahí no paré, hasta hoy día, con mi proyecto poético y narrativo. Desde el inicio, tuve la suerte de percibir que la literatura es un trabajo de la palabra. Entonces fui aprendiendo con los libros que leía, de los autores que estaba descubriendo, y además me interesaron las biografías de esos autores y saber cómo es un poeta, es decir, cómo siente un creador. Eso me ayudó a afianzarme más en la poesía.

¿Cómo te inspiraste en el mundo literario?


Yo era muy autodidacta hasta el 90, leía lo clásico y también las lecturas actuales para ver qué estaba pasando. Ingresé a Derecho en la Católica, hice casi dos años y ocurrió el golpe de Fujimori. En ese momento la literatura me estaba ganado terriblemente, la poesía sobretodo, y me cambié a la Facultad de Literatura. Para mí fue un cambio difícil de aceptar, por lo que cuesta hacer literatura en el Perú. Me costó mucho cambiar un proyecto de vida. Yo siempre trataba de autoevaluarme, por eso agradezco mucho a La Católica, más que todo por afianzarme el tener un respeto hacia la literatura, por la seriedad que significa una obra literaria y también la seriedad en ser un escritor y poeta.


¿Cómo es ser un poeta en Lima?


Eso me costó más tiempo en saber. En el año 90, conocí a poetas en el taller de San Marcos. Ahí conocí a los poetas Hildebrando Pérez y Marco Martos, igualmente a jóvenes de mi edad que también estaban empezando a escribir, muchos no publicaban todavía. Es así que empiezo a frecuentar a otros poetas, amigos en La Católica como Arturo Higa, Victoria Guerrero y Josemari Recalde, amigos de La Villarreal como Roxana Crisólogo, Jhonny Barbieri y Leoncio Luque, y también en La Cantuta como Miguel Velásquez, entre otros. Conocí una gran cantidad de amigos de mi edad, y esa soledad extrema que tuve hasta los 20 años disminuyó. Fue bacán conocer gente muy abierta y con las ganas de hacer poesía. Y así con esos amigos, conocí a poetas en persona que yo estaba leyendo como a Rodolfo Hinostroza, quien me influenció bastante, Verástegui, José Watanabe, Carmen Ollé, y así iba conociendo a más con quienes aprendía algo. Pero fue en la soledad creativa en que me plantee un proyecto. Todo lo que yo he publicado es una obra, todo es la obra de un proceso que se fue gestando desde la infancia. Y todo lo que he vivido después ha alimentado aquel círculo creativo.

¿Cuál es la obra que más te ha costado escribir?


Mi último libro, Hotel Lima, me ha costado corregir, ha desentrañarlo, porque es un libro que escribí en el año 95. A partir de entonces lo he estado corrigiendo poco a poco. En este año realicé la corrección final. Me ha costado incluso la salud, tuve una alergia crónica, por estar encerrado frente al computador entre muchos libros. Pero ese trance es bonito. Al corregir uno encuentra cosas nuevas, llega un momento en que el libro te guía; también quise bajarle el tono poético y remarcar el registro narrativo.

¿Qué parte de tu libro se refleja en ti?


Yo nunca me desesperé por publicar porque siempre he querido que lo que salga de mí en estos libros sea el producto de la madurez, aunque sin traicionar la sensibilidad original. Luego he tenido la suerte de publicar en editoriales amigas, un acercamiento personal tanto con Gonzalo Pastor como con Santo Oficio, Zignos, Jakembo, Estruendomudo y Mesa Redonda. La poesía, y toda mi literatura, es el vehículo con que me conecto más con el mundo, y por eso me gusta hacerlas de manera sencilla, pero con la mayor calidad posible y además con paciencia. El cuadro de Enrique Polanco se titula “Eros y Thánatos”, creo que ese título refleja en el libro lo que había en mí en esos años iniciales del 90.

En este mundo poético, hay siempre escalones que subir y ciertos círculos, de los que algunas personas se sienten excluidas.


Como dices, siempre hay escalones y círculos. Tengo amigos y conocidos de muchos círculos y nos tratamos con respeto, y sé también que dentro de esos círculos hay jerarquías y privilegios también. Con el tiempo se llega a conocer el contexto y la situación, tanto como la estructura de aquellos círculos. También llegas a saber que los problemas que hay en el país y en el mundo determinan muchas veces el manejo de lo literario. Felizmente, al conocer a creadores en diferentes ámbitos, ves que muchas de esas personas no son tan cerradas como los quieren hacer pintar. Una de las peores cosas que hay son los prejuicios, y en nuestro país hay muchas heridas y conflictos que se prolongan debido a esta actitud.

¿En tus visitas al interior del país, cómo ves tú la poesía y la narrativa?


En algunas provincias también hay broncas, siendo más pequeño el circuito, creo que es algo inherente a la naturaleza humana. Pero hay buena literatura, existen buenas propuestas que hay que difundir no solo en Lima sino entre las provincias, mediante ediciones de libros, artículos, encuentros literarios. Yo soy de los que piensan que el diálogo bien establecido beneficiará a la calidad literaria de todos. Por ejemplo, en Huánuco, Samuel Cardich, en Chiclayo, Stanley Vega, en Arequipa, Jimmy Marroquín, en Cusco, Mario Paredes, en Puno, Luis Pacho, en Huaráz, Tania Guerrero, etc., existen escritores muy activos, interesados también en esta confluencia. Ahora quiero viajar a Iquitos, nunca he ido, y sé que también hay movidas. He leído hace poco un libro que me gustó: Hostal Amor.

¿Y cómo ves que los jóvenes gustan ahora por la literatura? ¿Crees que hay más poesía que en tu época?


Conozco a muchos poetas jóvenes. Veo que hay una sensibilidad con una búsqueda que no encuentra su salida y no se resuelve con otros medios aún con todo este discurso pragmático que vivimos en esta sociedad, aún cuando la poesía cada vez más se está volviendo, para muchos, algo “innecesario” e “inútil”. La poesía y la literatura es una apuesta lúcida y valerosa, quizás digan “los pragmáticos” que es un arte muy anticuado, pero increíblemente hay gente joven que se interesa con el mismo ímpetu que encontré antes. Creo que la internet está ayudando también a que la gente confíe en sí mismo, mostrando sus textos, pero lo que me interesa más es que exista ambición y rigor por hacer una obra. Por otra parte, veo que, de repente, la percepción para abordar la poesía está cambiando, hay un fenómeno que viene desde hace años, desde el 90 diría, y que se va a ver más claro en el futuro inmediato, me refiero al lenguaje poético, a los universos poéticos. Quizás sea en la siguiente década. Por eso creo que hay que asumir una responsabilidad desprendida, desapasionada e inteligente para contribuir positivamente a que el futuro sea mejor. Los críticos también tienen una labor importante para ayudar a definir y aclarar pautas y zonas de lenguaje.

En tu experiencia como escritor y poeta ¿Qué rescatas de la cultura en el país? En general.


Para mí cultura es un término muy amplio, y todas sus expresiones son dignas de respeto, sin importar dónde está situada. Para mí es literatura el texto oral que puede recitar un chamán en la selva, cultura es la manifestación de la danza de un pueblecito en la puna. Y también toda cultura es digno de ser conocida y difundida e incluso estudiada y dada a conocer en toda su evolución, porque todo arte evoluciona, se va fusionando y realimentando con ideas y prácticas. Actualmente a mí particularmente me interesa estudiar la cuestión popular, quiero hacer unos artículos, y es un proyecto inmediato, sobre la música popular.

¿Toda esta gama popular está dentro de Hotel Lima?


Sí, y en todos mis libros, y muchas veces hago guiños, hago parodias o menciono nombres a modo de tributo, que para mí son homenajes. Me emociona a mí la cultura, la clásica, la alta y la popular, como me emociona el amor o el vivir.

¿De qué manera ha influenciado el pintor Víctor Humareda en tu obra?


Yo creo que en su eclecticismo, el modo de integrar sus paradigmas y referentes de diversas épocas, clásicas y contemporáneas, y también esa intensidad para vivir y para sentir. Eso me gustó de Humareda, más su ironía, su humor para retratar muchas veces el hasta el dolor. Algunos piensan que la ironía solo es para hacer una crítica negativa, pero él lo utilizaba no solo para criticar de esa manera y denunciar, sino también, partiendo del dolor, para transmitir una sensibilidad andina, por ejemplo, y desde allí toda una perspectiva de las cosas. Esa perspectiva “de inmigrante” fue una de las motivaciones personales para escribir lo que veía también en sus cuadros, sobre el dolor, aunque esto podría servir para catalogarme como un desfasado. Pero esa perspectiva es lo que va más con mi sensibilidad.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?


Cerré con este Hotel Lima todo un ciclo literario y vital. Con esta novela híbrida terminé el proyecto de escritura que me plantee hace como veinte años. Tengo compromisos para publicar unos relatos para unas revistas, y me voy a limitar sólo a eso, y luego a guardar un silencio. Esta, espero, será la última entrevista que doy. La vida me ha ayudado para alimentar mi creación, pero la poesía, la narrativa y la buena literatura toda ha alimentado mi vida. A ambas estoy agradecido. Y solo tengo agradecimiento. Hay un poco de gente que lee mis libros, y no solamente mis libros, también mis artículos. También siempre estoy agradecido a aquellos que no me conocen y me dicen que por mis textos son algo más felices o están menos solos. Me siento algo raro al saber que mi poesía es objeto de estudio en las clases de Literatura y en los talleres de la Universidad Católica. También que su estudio sea parte de un libro crítico publicado por la Universidad de Lima. Y que sea también estudiada por una profesora de la Universidad La Sorbona de París. Uno escribe por amor, y en mi caso apoyado con un proyecto de largo aliento, y esas repercusiones vienen por sí solas. Me toca el silencio, quizás volver a vivir en otro lugar, pues mi proyecto para el año que viene es hacer un doctorado nuevamente en los Estados Unidos.


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