lunes, 9 de octubre de 2006

UN POEMA DE GUSTAVO REÁTEGUI



No preguntes al silencio ( fervorosa?)

fuego que anochece fuera del tiempo
combustiona el instante inextinguible y eterno
pensamos
representamos un serio lúdico
ante la muerte maestra que nos juega
nuestra propia muerte
nuestro vacío inexistente despacio
callando súbitamente cayendo nuestro silencio
nos revela el cayado
nos induce al foso: en la cima silenciosa

jirones negros estolas y un tercer ojo de presentes por la húmeda
tierra
regalos esparcidos del espejo de una realidad que supo especular
con el viento
las pistolas o los puentes
el arma blanca o lo neutro


regresamos no natos del mañana
sin el nomen
cósmicos
amigos regresamos de la sonrisa de la tarde de la flor violeta
regresamos

nosotros afásicos nos volcamos
benditos sin necesidad de dones
nos volcamos a la gruta
sabiéndonos presentes en la ausencia
un plasma nos convoca
idénticos al Uno
presentes en todos los estados ( en todos los ausentes)
entonces
esa pobre niña estúpida-mente
aún nos pregunta:



- ¿POR QUÉ LO HICISTE?

"ea pues muchacha, no preguntes cojudeces!" - piensa, con leve sonrisa, Cagliostro Scardanelli. Mientras incinera un poema que no merecía: desiertos ojos.

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