lunes, 25 de diciembre de 2006

La poesía y la trascendencia: Coleccionista de humo de Paloma La Hoz


Rara luz la de la madurez: dura, deslumbrante, cegadora. Y extraño animal la palabra que atrapa ese tránsito y lo duplica ante un espejo. Este es el efecto de la poesía de Paloma La Hoz en su libro iniciático, Coleccionista de humo. Por sus páginas, escritas con el nervio y la pasión de tener por última vez 20 años, la poeta va desdoblándose en ella misma y sus múltiples arquetipos. Estas imágenes la muestran en paz consigo misma pero querellada con la realidad, esa aplanadora con poca piedad que termina por arrancarnos la propia vida para convertirnos en una información cualquiera, un sobrenombre sin corazón ni latidos, un número áspero que agoniza en las estadísticas. Cruel paradoja que Paloma atrapa en su crucial momento de metamorfosis cuando señala: “Cambié mi alimento por / Delirios y otras flores / Gesté a una mujer desconocida”.

Así, la poeta considera que crecer, mutar, ampliarse a nuevos mundos, origina una persona tan distinta que la propia autora la desconoce a pesar de ser ella misma.

¿Por qué ocurre esta ceremonia, que luz hace que su rostro se vele y se transforme de tan radical manera? ¿Acaso otro cuerpo nos invade y nos sacrifica en la memoria habitual de todos los días? ¿Somos otros, somos alguien diferente? ¿Dónde está quien nos habitó antes? Paloma halla en el sueño y la suspensión vital el camino de una salvadora huída; por eso menciona: “Mi almohada es el suave / Placebo que me contiene”.

Justa apreciación que seguramente todos compartimos, hermosa imagen y muy bellamente dicha. Finalmente, en ese íntimo momento de volverse otro, la Realidad opera como un verdugo que corta nuestros sueños y se levanta como una cortina que nos cubre la visión de nuestro paraíso, aquel que nace a nuestra medida y se trunca, se pierde. Nada más justo entonces que creer, junto a la poeta, que los fantasmas nacen “Donde la reluciente / Maquinaria de las calles / Operaba laberintos”.

El mundo exterior

Tras esta confesión, como una ceremonia intuitiva, muy próxima a la de quien anduvo en tinieblas y descubre el albor repentinamente, la poeta va urdiendo su biografía con fragmentos del mundo exterior y un sentimiento contenido. En este libro todo ocurre casi en silencio y al lector le toca cotejar heridas, trayectos y todos esos rituales del dolor que devienen tras abandonar la adolescencia. Aquí es donde aparece una amada presencia, delatada por la autora en el epígrafe de Coleccionista de humo: Alejandra Pizarnik, a quien Paloma ha leído con devoción e inteligencia; no por nada coincide con el espíritu de la escritora argentina al decir: “Luna negra sobre mi vientre / Quién habrá partido / Mañana al mediodía”.

Pero así como en este libro hay tribulación, también se asoma un parco entusiasmo ante lo que ha de venir, esa razón desconocida que se alimenta de la esperanza.

No es posible continuar sin esa luminosidad por la vida; para ello hay que remontar la oscuridad y vencer las tinieblas. Tan extraña muestra de valor queda detenida en los siguientes versos de la poeta: “No quisiera revivir tu noche / Ni ser la niña ante tu espejo / La que fue capturada”.

Coleccionista de humo, por lo que podemos apreciar, es un libro que ha de provocar más de una lectura, más de una reflexión. Es la palabra y la obra de quien se aproxima a la vida con una sólida expectativa por delante, de quien boga en un mar lleno de enigmas pero también de nuevos desafíos, para marcharse y volver tras sus pasos, con la duda como única certeza. Quizá por esto, Paloma, tras vivir quizá demasiado tiempo fuera de su país, insiste en regresar, en no desarraigarse, atada a sus recuerdos y a esta parte de su vida de la que lenta e inexorablemente se desprende. Finalmente, Lima es la ciudad a quien ella ama; así nos lo hace saber y de ello deja constancia al decir: “Lima me está esperando rodeada de barrancos / Escondiendo un secreto entre las buganvillas”.

Una nueva poeta está con nosotros. Bienvenida a la vida, bienvenida a la poesía.

Enrique Sánchez H.

Dato: Paloma La Hoz (Lima, 1975) ha tenido un gusto especial desde niña por las imágenes, lo que la ha llevado a ser modelo y fotógrafa. Escribe poesía desde los 7 años y ha participado en dos talleres literarios dictados en el Instituto Corriente Alterna. Además tiene estudios de Filosofía en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. También ha estudiado Fotografía en el Instituto Kodak e idioma inglés en Londres. Durante una época fue vocalista del grupo de rock 12 garras, con el que llegó a grabar el disco Folk. Actualmente vive en la ciudad de Minnesota, Estados Unidos.

No hay comentarios.:

CINCO POEMAS DE JAVIER DÁVILA DURAND (Iquitos, 1935-2024)

EPÍSTOLA A JUAN OJEDA Te recuerdo una tarde de la patria mía. Volvías del Brasil desengañado. Acababas de quemar tus naves en el Puerto...